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De niña a mujer (IV)

Hacía poco que la había hecho descubrir el enorme placer que su delicioso cuerpo escondía. Cuando no estábamos besándonos o acariciándonos, nos dedicábamos a estudiar ¿O era al revés?. Bueno, el caso es que disfrutábamos de andar por la calle abrazados, ella estrechándome con sus brazos, con más fuerza que antes. Se podía decir que había ahora en ella un sentido de posesión y de pertenencia. Nuestras manos, sin tocar zonas íntimas, transmitían mucho, las sensaciones eran tan excitantes como cualquier toque íntimo que nos pudiéramos procurar.

Recuerdo que tan solo mi forma de acariciar sus manos la podían poner a cien por hora. Dejaba escapar unos suspiros que fácilmente podían hacer voltear la cabeza de cualquier persona alrededor.

Clásicamente nos encontrábamos antes de clases en la universidad, nos sentábamos juntos en todas las clases, salíamos juntos a almorzar, la mayoría de veces en compañía de amigos y luego por la tarde o la noche la acompañaba en el autobús a su casa.

Solíamos sentarnos juntos o si yo quedaba de pie, ella se aseguraba de sentarse a mi lado para poder abrazar mis piernas o mi cintura. Yo disfrutaba maliciosamente de excitarla solo acariciando su cabello negro, su rostro, su nuca o sus hombros. Mis caricias eran muy sutiles, no llamaban la atención de nadie, pero ella comprendía perfectamente lo que significaban. Sabía que al llegar a su casa irremediablemente la tomaría entre mis brazos y la haría perderse junto a mí.

Algunas veces cuando mi mirada se clavaba en sus ojos color caramelo, ella procuraba esquivarme, pero yo persistía mirándola, hasta que con un hilo de voz y sonrojándose diría - No me sigas mirando así por favor...

Por qué? - interrogo adivinando la respuesta.

Me pones nerviosa- dice sin mirarme- me haces sentir que me traspasas.

Conociendo mi influencia sobre ella continúo mirándola - Y eso te hace sentir nerviosa? -sigo mirándola sin parpadear.

Me haces sentir... como si estuviera desnuda - contesta tímidamente excitada.

Y abrazándome, hunde acomoda u cabeza en mi hombro para cubrirse de mirada. Puedo sentir claramente su respiración agitada y el latir acelerado de su corazón contra mi pecho.

Era increíble sentir ese poder. Podía excitarla a mi antojo, en cualquier momento, en cualquier lugar. Cuando alguna vez me dijo que mis ojos y mi presencia varonil le llamaron la atención cuando me conoció, nunca imagine que esa mirada sería capaz de actuar como un gatillo para encenderla. Gracias a Dios eso no ha cambiado un ápice a pesar de los años.

Nos bajamos a duras penas del tumultuoso bus. Yo detrás de ella para prevenir que algún payaso se sobrepase tocando sus generosas nalgas. Al apearnos, ella me mira agradecida por mi gesto de caballero. Sonrió pensando en que soy yo el que quiero sobrepasarme con ella. Tan inocente, pero tan arrebatadora. Si tuviera la menor idea de como me hacer perderme...

Llegamos finalmente a su casa y bajo el portal oscuro nos entregamos a las caricias. Poco a poco nuestras manos se atreven a llegar más allá, a explorar nuevos límites. De pie, pegado a ella beso su cuello, su escote, mientras mis manos se meten por debajo del brassiere y su apretado pantalón. Sus glúteos tiemblan bajo mis dedos y sus manos estrujan mi espalda, mi pecho bajo la camiseta. Me toca con efusividad. Su tacto ya no es tan tímido como antes. Toca mostrando con pleno derecho, como una ama pasando revista a sus posesiones. Yo gozo de ello y adrede tenso mis músculos bajo sus dedos. Una sonrisa se nota en sus labios a pesar del profundo beso, yo sonrío también.

Ahora, cuando queremos frotar nuestros cuerpos para darnos mutuo placer, no nos andamos con rodeos. Buscamos el apoyo de una pared, los ángulos de nuestros cuerpos, las piernas entrelazadas los apretones furiosos tratando de compensar la barrera que significan nuestras prendas. Mi mano desciende descaradamente por debajo de su pantalón deslizándose a lo largo de la raja de su culo. La mano me duele por la incomodidad causada por la prenda, pero continúa su inclemente avance. En el preciso momento que estoy besando su pezón que he logrado descubrir por encima de la copa de sus brassiere, mis dedos tocan por primera vez la humedad de su entrepierna rodeada de vellitos sedosos. Ella se sobresalta, pero restriego mi pierna con firmeza contra su pubis. Ella se abandona a las sensaciones, moviendo rítmicamente su pelvis contra mi muslo. Prácticamente la tengo suspendida en el aire contra la pared fría. Podría introducir mi dedo medio en su vulva jugosa y caliente... pero me contengo y simplemente acaricio los labios menores suavemente. Sus jadeos se hacen incontrolables, lo cual me enerva aún más. Me aprieta más hacia ella. Mi dedo está alojado a lo largo de la hermosa rendijilla que dejan los labios, precisamente cubriendo la entrada a su virginal florecilla pero sin penetrarla. Ella lo sabe, entiende que no deseo invadir su intimidad así, y me lo agradece, y confiando en mi, frota su vulva a lo largo de mi dedo. Puedo sentir que al retroceder su culo hacia mi mano la punta de mi dedo medio choca con su clítoris turgente, ella de sobresalta y repite el movimiento, la incito a que continúe y así lo hace. El vaivén ansioso esparce sus jugos por toda la palma de mi mano derecha. Hago una nota mental de empezar a usar el reloj en la mano izquierda de ahora en adelante...

Ahora es el turno de ella. Sigue frotando la vulva contra mi mano bañada en sus secreciones. Siento sus labios congestionados y su ano apretadito sobandose contra mis dedos. El calor de sus nalgas quema mi mano. Su ritmo se acelera. Sus dientes muerden mis labios. Se cuelga de mi cuello y me enreda con una pierna.

Entonces sucede... su cuerpo se aprieta a mí con fuerza, con desesperación. Sus caderas se mueven ahora con grandes espasmos, sus muslos aprietan mi pierna como si fueran de hierro... su respiración se entrecorta.

Mientras que la tengo estampada contra la pared, me doy cuenta que soy su único sostén en este momento glorioso. Ella no se esta sosteniendo por si misma, solo me abraza y se frota contra mi, contra mi mano, en enérgicos espasmos.

Ohhhhhh, aaaahhhh-jadeando palabras inteligibles.- MMMMmmmmmmmm, uuuuhhmmm

Puedo notar claramente como se contiene de gritar, su familia no vería de buen grado esta menuda situación.

Mioooo, eressss mioooo, mi machoooo.- dice mientras su cuerpo sigue convulsionándose.

Si, soy tuyo y tu eres mía, mi deliciosa hembra- Y cubro su boca con la mía para acallar los fuertes gemidos.

Si, mi vida, soy tuya - mientras que lentamente los espasmos se atenúan.

Mis piernas están agarrotadas por sostener el peso de ambos. Mi mano lentamente sale de su pantalón no sin antes frotar mis dedos humedecidos a lo largo de su deliciosa raja...

Al incorporarnos me abraza por la cintura y observa mis dedos cubiertos de secreciones que crean filamentos brillosos que se extienden al separar mis dedos.

Lo siento- me dice con cierto pesar, visiblemente avergonzada.

Que dices! Esto es hermoso, mi vida - le digo sonriendo maliciosamente

Me acerco la mano al rostro y huelo. Mmm, delicioso aroma de mujer, me digo

Esper...-trata de decirme cuando ve que introduzco los dedos en mi boca. Tal vez pensando que me iba a asquear al saborear sus jugos.

Se equivoca...simplemente sabe a néctar glorioso. La prueba inequívoca del placer que le di a mi mujer.

Es delicioso,- le digo - y quiero que siempre me des más, OK?

Me sonríe al ver que chupo cada uno de mis dedos. Le doy un beso.

Sientes el sabor?-preguntó

Es ligeramente salado - dice sorprendida

Es riquísimo, - digo, acercando un dedo aún mojado a su boquita.

Ella lo recibe y succiona tímidamente al inicio, luego con más avidez.

Luego me sonríe mientras lentamente se acomoda las ropas entre beso y beso.

continuara...
Datos del Relato
  • Autor: Shogun
  • Código: 8562
  • Fecha: 22-04-2004
  • Categoría: Hetero
  • Media: 4.76
  • Votos: 37
  • Envios: 2
  • Lecturas: 2870
  • Valoración:
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