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Categoría: Parejas

De Cómo Maribel me partió el culo

Mi novia, Sandra, y yo yacíamos abrazados en su cama. Estábamos en su apartamento de estudiantes que compartía con dos amigas más. Acabábamos de follar como cada viernes después de salir de juerga. La relación era más bien monótona, pero satisfactoria. De hecho, hablando con mis amigos, descubrí que era de lo más normal. Nuestro repertorio se limitaba a meterla por el coño y algo de sexo oral. Sandra se oponía a nada más, incluso parecía molestarle que, a veces, le pidiera que me metiese el dedo en el culo. En más de una ocasión me había preguntado si era gay, sin darse cuenta que poco tenía que ver una cosa con la otra y saltándose la opción de que pudiese ser bisexual.
Por eso me decidí a intentarlo con Maribel. Ella es la mujer que, cada dos o tres días, acude a limpiar las oficinas en las que trabajo. De unos cincuenta años y entrada en carnes, sin llegar a la obesidad, tiñe su pelo lacio de un rubio claro y procura cuidarse mucho. Aprovechando nuestra coincidencia de horarios cuando viene al trabajo, me pidió un buen día si podía acercarla a su casa, convirtiéndose aquello en una costumbre a partir de entonces. El contacto forjó una confianza entre nosotros y, a pesar de ser veinticinco años mayor, me parecía de lo más interesante. Estoy seguro de que sólo la falta de estudios evitó que desarrollase el trabajo que realmente le gustaba y, para el que seguro estaba capacitada.

El caso es que la bella Maribel, no se entendía nada bien con su marido, del que estaba a punto de separarse. Por supuesto, a lo largo de los días intenté que me contase más acerca de ella y su vida sexual. Como comentarios inocentes, aunque algo picantes, haciéndole alguna confesión por mi parte, advertí que también ella encontraba monótono y aburrido el sexo con su hombre. Le comenté que a mi me sucedía lo mismo y, medio en broma, me ofrecí para solucionarle el problema. -¡Vale!, hoy es viernes y no me esperan en casa hasta la noche-. Me cogió tan de sorpresa que casi nos salimos de la carretera.

-¿Estás segura, Maribel?-, pregunté yo sin poder ocultar mis tremendas ganas.

-¡Segura!, sólo tienes que decir hasta dónde quieres llegar-.

-¡Sexo salvaje, guapa!-, respondí cada vez más excitado

-¿Salvaje?

-¡Salvaje!-.

Conduje el coche siguiendo sus instrucciones hasta un sex-shop en el que quiso entrar ella sola. Al cabo de un cuarto de hora salió con una gran bolsa muy cargada de la que no me permitió ver el interior. Mientras tanto, también a su demanda, yo había encargado habitación en un céntrico hotel. A él llegamos en menos de cinco minutos y en diez ya estábamos en la suite. Sólo entrar ya empezamos a morrearnos y sobarnos por todas partes despues de despojarnos de los abrigos y los paquetes. Descubrí en sus carnes una flaccidez considerable a la vez que un tremendo calor, especialmente en sus grandes tetas. En nada ya estuvimos desnudos y ella se puso inmediatamente a cuatro patas en el suelo. -¡Móntame, vaquero!-, me dijo Maribel excitadísima. Me acerqué por detrás agarrándola por su gran cintura y, de un solo golpe le metí mi nabo en su mojadísimo coño. Ni siquiera el de mi joven novia Sandra soltaba esa cantidad de líquidos que hacían resbalar sin dificultad alguna el príapo a lo largo de la abierta vagina. Le daba tan lento y profundo como podía ayudado por ella que, a cada embestida, se apretaba contra mi pubis fuertemente. Se notaba que Mabel era madre, más que nada por la anchura enorme de su tajo. Aún así gemía como una posesa, exigiendo más y más carne a cada segundo a la vez que no paraba de darle gusto a su clítoris. -¡Las bolas, las bolas cabrón!- chilló desesperada. A la siguiente embolada, al llegar a fondo paré y, acompañándolas con la mano, metí mis colgantes pelotas dentro de la golosa concha que, literalmente, se las tragó. -¡Arghhh! , ¡Ohhhhhh, me corro, me corro hijo de puta!-, chillaba mientras se masturbaba furiosamente. Con sus alocados movimientos, se me escaparon las bolas de su alojamiento y aproveché para darle cuatro o cinco estoques más. Sus chillidos, jadeos e insultos me ponían a cien. Realmente mi intención era partirle el coño, pero éste lo admitía todo.

Al fin acabó de correrse, entonces me exigió que se la diese por el culo. Sin más preámbulos saqué mi polla chorreante de su ardiente sexo y abrí sus cachetes buscando el ano. Apareció en medio de sus blancas carnes un orificio estrecho y negruzco que parecía llamar a mi nabo como una sirena a un marinero. Sin pensarlo dos veces, apunté mi glande a la prieta entrada y empujé. -¡Ahhhh, Hijo de puta...!-, chilló Maribel al sentir como se abría su esfínter. Según ella, se había metido de todo por el culo, pero más despacio. Lo cierto es que el recto de la gorda era un túnel calentísimo y estrecho en el que mi nabo parecía fundirse, era una gozada sentir la estrechez de su esfínter pugnando por sacar la polla que lo invadía. Aunque lo que más me gustó fue ver la verga desapareciendo en su ano y volviendo a salir mientras ella se masturbaba con una furia indescriptible. Como era de esperar, no tardé ni dos minutos en soltar la leche que almacenaban mis huevos. Grité cómo nunca creí poder hacerlo, diciendo guarrerías que ahora mismo me sonrojarían al mismo tiempo que ella alcanzaba el segundo de sus orgasmos.

Al terminar, sin darme tiempo ni a sacarla, me obligó a besarle el culo. La viciosa se abrió las nalgas ella misma y enterré mi cara en ellas, buscando el abierto ano de la cincuentona. Cuando lo encontré, lo lamí a todo su alrededor, tratando de enterrar mi lengua en él. Cada vez que lo conseguía, la gordita rugía como una leona. De pronto, me llevé una la primera sorpresa de la tarde. Un caliente líquido, no muy abundante comenzó a fluir por el dilatado agujero. Enseguida me di cuenta de que era mi propio esperma, por lo que sentí algo de asco. Al darse cuenta de la interrupción, Maribel preguntó qué coño estaba pasando. -¡Está saliendo lefa de tu culo!-, respondí justificándome. -Ni se te ocurra pararte, perro-, soltó rudamente. Pensé en negarme, en terminar la tarde allí mismo, pero algo me animó a seguir. Al fin y al cabo estábamos allí para "sexo salvaje", y mi semen no podía diferir mucho del de los travestís con los que a veces soñaba.

La verdad es que no puedo decir que me encantase, pero tampoco estuvo mal. Maribel ayudaba apretando como si defecase, sacando todo el líquido que le había enchufado en mi salvaje orgasmo. Yo lamía y lamía, metiendo mi lengua en aquel lubricado culo sin ningún tipo de esfuerzo hasta que pasó lo que tenía que pasar. En uno de los apretones, un sonoro pedo, y algo más, escapó del cuerpo de la madurita. Ella se partía de risa mientras yo me apartaba para evitar en lo posible el nauseabundo olor. De pronto, se tumbó sobre la cama y me atrajo hacia ella. Comenzó a besarme por todas partes, incluida toda la cara hasta que nuestros labios volvieron a juntarse. Juraría que buscaba entre ellos los restos de mi corrida de modo que, en cuanto pude, le acerqué mi mustia polla a su golosa boca.

Estaba de rodillas ante ella, con la polla metida dentro de su boquita y miró hacia arriba, buscando mi cara. En la suya, vi la expresión más lasciva y perversa que recuerdo, no dejó ni la muestra de la mezcla de semen y flujos que envolvía mi espada, entonces me di cuenta de que realmente iba a ser aquella una tarde salvaje, de auténtico sexo duro. Pronto me di cuenta de que mi tranca volvía en si y de que Maribel volvía a jugar con su pepitilla. Me ofrecí a repetir el polvo, pero ella se negó. -Resérvate para luego, mi amor-, dijo en tono misterioso. En lugar de eso, me echó hacia atrás y atrajo sus piernas hasta que los pies chocaron con sus grandes glúteos. Tumbada y con las piernas pegadas de aquella forma, ayudada por sus manos apartando los pliegues, mostró su gran coño. Una roja, profunda y ancha vagina se reveló a mis ojos que, a duras penas, conseguían creer lo mucho que mi polla había sentido sus separadas paredes. -¿Te parece grande?-, inquirió sonriente. -¡Acércate!-, continuó. Soltó los labios vaginales cerrando un poco su concha, aún enorme y con una de ellas me agarró mientras con la otra volvía a masajear su rojo clítoris. -¡Méteme la mano!-, ordenó de golpe

Decidido a obedecer en todo momento a la gorda madura, metí un par de dedos en la babeante concha. Maribel jadeo ligeramente y pidió más, tres y luego cuatro de mis dedos desaparecieron en su interior. La zorra todavía pedía más aumentando el volumen de sus gritos y, suavemente, metí el pulgar también en el enorme pozo. Súbitamente tomó mi muñeca y se enterró un poco más mi mano. -¡Cierra el puño, con cuidado!-, ordenó con voz entrecortada. Yo estaba atónito, no entendía como podía tragar todo aquello, mis manos no son muy grandes, pero sí más que cualquier polla que pudiese imaginarme. Muy despacio fui cerrando el puño dentro de su coño, viendo como su cara enrojecía por el esfuerzo, casi deteniendo su respiración y mirándome con ojos como platos. En cuanto lo tuve totalmente cerrado, ella misma se imprimió un cortísimo mete y saca de apenas unos centímetros, pero sus labios vaginales llegaron a abrazar mi antebrazo. Maribel chillaba y me insultaba sin dejar de follarse con mi mano y sacudiendo su clítoris como una loca. Como pude, con la otra mano, alcancé a acariciar sus grandes pechos y a pellizcar los duros pezones. La cincuentona gruñía como una cerda, gozando la salvaje penetración cada vez más. Hasta que se corrió nuevamente. Aunque esta vez lo hizo de forma más pausada, pero también más larga. Pareció languidecer lentamente, como si se deshiciera, mientras otra oleada de caliente flujo envolvía mi mano. Luego, con ella ya más calmada, saqué mi puño de su caldera y puse mi brazo entre nosotros. Cada uno por su lado, lamimos a placer el brillante y dulce líquido salido de sus entrañas hasta quedar mi extremidad completamente limpia. Volvimos a morrearnos como leones en celo y quedé tumbado sobre ella, con mi polla casualmente insertada en su enorme coño. Al notarlo, ella me obligó a sacarla repitiendo la excusa de que no era el momento. Agotada, se durmió y yo no pude por más que imitarla, con sus melones por cojín.

A eso de las cuatro de la tarde, un par de horas después, me desperté al notar algo moviéndose por mi trasero. Era Maribel, me estaba besando el culo como yo hiciese antes con ella. Me estaba dando un gusto enorme y, de vez en cuando, también ella me metía la lengua en el ojete. Era una maravilla, nada que ver con mis solitarias pajas anales en casa, o a escondidas de mi novia. Levanté mi culo un poco para facilitar la labor de mi gordita preferida y me abrí los cachetes. -¡Serás maricón!-, dijo ella jocosamente mientras me metía uno de sus dedos. Gemí un poco cuando sentí la intrusión de otro de sus apéndices, pero de inmediato lo sustituyó por un fino consolador. Bueno, no tan fino, además aquello no era un consolador. Mi ano se cerró tras el objeto que se metió en mi recto sólo para abrirse y recibir el siguiente. Era un juego de bolas, me metió hasta cinco ya que mi culo no admitía más. Deberíais probarlas, una vez dentro apenas si se notan, pero sólo esperas el momento de sacarlas. Con las bolas dentro, volvió al beso negro, arrancándome salvajes gemidos de un placer inenarrable. Pasando una mano por debajo, me acariciaba los huevos y la base de mi polla, erecta de nuevo.

Al poco rato sentí un apretón en mis bolas, no muy doloroso, pero lo suficiente para obligarme a darme la vuelta. Maribel ya no era la misma. Vestía un corpiño negro que levantaba sus grandes tetas y unas medias de liguero, también negras. Pero lo más preocupante era el pollón de plástico que llevaba atado a la cintura. -¡Tranquila, maricona, Maribel te va a hacer gozar como nunca!-, dijo la gorda entre risas. Por un instante pensé que aquello estaba yendo demasiado lejos, pero recordé nuestras confesiones anteriores a la cita. Además, siempre fantaseé con que follasen mi culito, yo mismo usaba a menudo clavijas y consoladores para masturbarme. Enseguida me pareció aquella una genial idea, así que se lo puse fácil. Vi como Maribel esparcía por su polla una gran cantidad de vaselina Era magnífica, gordota, nervuda, con una gruesa vena en su parte inferior, y con un glande de espanto, sólo la textura y su color, negro ébano, recordaban su artificialidad.

Tumbé mi cabeza sobre el colchón, dejando mi culo en pompa esperando la próxima maniobra de la madurita. Maribel, muy despacio, tiró del hilo que salía de mi esfínter y arrastró la primera de las bolas. Me encantó la sensación de mi ano abriéndose para soltar a la invasora esfera y la gorda lo notó. -¡Cágalas, cabrón!-, ordenó secamente. Obediente, comencé a apretar como si defecase sacando la siguiente de las bolas. Me demoré en exceso al parecer, ya que Maribel me atizó una sonora palmada en las nalgas. Con las tres siguientes fui más rápido, apreté tanto que, con la última, salió algo más que la bola. Un pedazo de mierda apareció bajo mi culo, creí que la cincuentona se cortaría a la vista de aquello, pero la muy guarra, sin siquiera pensarlo, lo agarró y untó con él la caperuza de su polla. -Ahora verás, cerda-, dijo mientras apoyaba el glande de plástico en mi hoyito. De un solo apretón me enchufó la mitad del consolador en mi pobre culo.-¡Ahhh!-, es lo único que escapó de mi boca. Vi todas las estrellas del firmamento, el dolor y la molestia eran insoportables. Maribel paró en su afán por metérmela del todo, pero sólo hasta que dejé de quejarme. Enseguida comenzó a embolarme como una posesa, cada vez más rápido, metiendo más y más la enorme tranca en mi recto. La verdad es que yo ya le había tomado gusto al nabo de Maribel, así que ahora lo gozaba de verdad. Me maravillé de las oleadas de placer que mi culo me proporcionaba, convenciéndome que aquello tenía que repetirlo con un chico. La gordita empezó de pronto a darme más rápido y duro, como si ella misma se corriese. Las emboladas tomaron un ritmo salvaje hasta el punto que tuve que quejarme o me habría partido en dos.

Cuando Maribel terminó, me di cuenta de por qué hizo aquello, ella misma tenía metido en su coño otra parte, casi igual del dildo que me enculó. Maribel me había roto el culo de forma "oficial", por primera vez me habían follado por el culo y, la cuestión es que me dejó unas ganas terribles de repetir.
Datos del Relato
  • Categoría: Parejas
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Karcornudofeliz
Karcornudofeliz 23-12-2013 18:00:48

Te felicito un relato muy intesno y apasionante, has contado muy bien como Maribel te partió, felicitaciones y viva la bisexualidad y los cuernos

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