Era la tercera vez que era invitada a esa casa y a pesar de que era una hermosa mansión con mas de 20 habitaciones todas llenas de lujosas sedas, figuras de la China antigua y hermosas obras de artes de renombrados pintores locales y extranjeros, lo único que siempre cautivo su atención eran unas extrañas figuras con increíble apariencia humana, sus gestos, sus formas eran atrayentes para ella y le causaban una sensación de exquisita sensualidad, el mirarlas le causaba una enorme excitación al punto de que al momento de pensar en ellas no podía dejar de juntar sus piernas y comenzar a frotarlas una contra la otra para poder apagar el calor que sentía en su rincón de placer. Varias veces había tenido que levantarse de la mesa e inventar una excusa como ir al baño para que su interlocutor no se diera cuenta del grado de excitación y humedad que había entre sus piernas.
Él era un hombre respetado por los lugareños y de la clase más alta que podía existir en esos momentos, cuyo nombre era Darío Semento. Su reputación de gigoló era conocida no solo en su ciudad natal, sino que en todo su país e inclusive en todos los lugares por lo que había hecho sus hazañas sexuales. Coleccionista innato, recopilo todos los objetos preciosos que tuvo a su alcance durante sus viajes llenando su mansión de bellas obras de artes traídas de todos los rincones del mundo, pero su tesoro mejor preciado eran sus esculturas que a pesar de no ser hechas de ningún material precioso como el mármol las prefería a cualquier otras y las traía por montones. En cada nuevo viaje que hacía, llegaba con nuevas figuras, todas hechas de una forma exquisita, delicada, pero a la vez de un material rustico no merecedor de las manos de tal genio creador quien quiera que haya sido. Lo más atrayente de las figuras eran sus gestos, parecían mujeres vivas gozando del mejor clímax sexual que hayan tenido. Sus poses eran posiciones que se ocupan solo en la cama cuando se esta teniendo relaciones sexuales, de ninguna otra forma podría concebirse tales movimientos, tales formas, si no es en el momento de la penetración. Su creador era un innato en las lides del placer para poder reflejar en aquellas figuras sin vida, la vida misma. El momento más placentero en la existencia de los seres humanos era reflejado en los rostros de estas bellas esculturas de una forma maestra al punto de que todo hombre que veía estas figuras era poseído por el deseo impetuoso de ocupar el lugar de la figura masculina que sin embargo, nunca estaba. Aquellas figuras eran todas agraciadas, de enormes proporciones corporales, todas elegidas al gusto de Don Darío, quien siempre decía que una bella mujer aparte de tener un rostro hermoso e impecable, tenía que tener un poco de carne por todos lados, nada de esqueletos humanos, sus buenos pechos y un gran y parado trasero.
Al volver ella del baño se sentó a la mesa y su interlocutor la estaba aguardando con un par de copas de vino tinto. Levantándose de la mesa se la ofreció y la bebieron con agrado. Luego ofreciéndole su brazo la invito a recorrer la casa a lo cual ella aceptó a pesar de haberla recorrido ya un par de veces. Caminando por las diversas habitaciones fue admirando cada una de las figuras de mujer que se encontraban en ellas y él mientras, relataba la odisea de donde y cuando las había traído.
La fuerza que emitían estas figuras la poseía, pero como reportera que era no podía dejar de escuchar el relato de su acompañante. Su instinto investigativo le obligaba a preguntar si el artesano era el mismo o eran diferentes maestros de distintos lugares.
- ¿El escultor es uno o son diferentes personas?- Pregunta ella
- La verdad es que son varios- responde él- al igual que yo, mi padre y el padre de mi padre que hemos coleccionado estas esculturas, la maestría del escultor de la misma forma se ha polarizado de generación en generación.
- Interesante- exclama ella- y ¿cómo es que las figuras las traen de diferentes lugares? Supongo que este escultor tiene una residencia fija en algún país determinado
- Él es un viajero al igual que yo, un aventurero y soñador. Le gusta estar en el lugar preciso para plasmar todas las facciones y características distintas que tiene cada pueblo en sus obras.
- ¿Este hombre tiene nombre? – pregunta ella
- Siempre me ha pedido mantenerlo en el mas estricto de los secretos y yo no voy a defraudarlo. Somos casi como hermanos, él hace exactamente como yo quiero las cosas, a veces creo que me lee la mente.- hace una pausa y luego agrega- la invito ahora a ver mi colección privada, la verdad es que nadie la ha visto, solo es para mi, pero haré una excepción y la compartiré con usted.
Ella no dice nada por ahora, las candentes expresiones de las figuras ocupan su mente e interés, luego pregunta
- ¿Por que un hombre como usted no esta casado?¿De que le sirve tanto dinero para usted solo?
- ¿Casarme yo? La verdad que es una historia complicada que a nadie he contado. Le puedo decir que mi padre y mi abuelo lo pudieron hacer porque fueron capaces de controlar sus ansias, ellos adquirieron el poder mental necesario para evitar caer en lo que yo siempre caigo.
- No le entiendo – exclama ella
- Ellos se casaron y fueron felices con sus respectivas señoras, pero decidieron solo tener un hijo porque lamentablemente la historia se repitió. Por amor a ellas el divorcio era inevitable.
- Entonces de lo que usted me habla es de ¿infidelidad? – agrega ella
- Dejémoslo así, digamos que yo no puedo enamorarme de alguien porque solo le haría daño. ¿Ahora me acompaña a ver mi colección?
Ella asiente con la cabeza.
Tomándola del brazo se dirigen a la habitación del hombre, la cual era inmensa y estaba repleta de las mejores esculturas de la casa, una vez ahí ella queda tan sorprendida que se arroja sobre las esculturas y ni siquiera le importa estar en los aposentos de aquel gigoló.
- Que hermosas, ¿cómo pueden ser tan hermosas? – pregunta ella
- Son todas mías, mis preferidas. Anda, acarícialas, convérsales. Quiero admirarte porque eres más hermosa que ellas.
- No, no, no soy digna de ser comparada con estas diosas del amor, admíralas a ellas.
- Lo hago todos los días, hoy quiero verte a ti, hoy te deseo a ti.
Ahí un minuto de silencio, mientras ella acaricia una escultura hermosa pasando su mano por todos sus contornos, sus exquisitas curvas perfectamente realizadas, dejándose llevar por el inmenso placer que esa obra expele hacia el ambiente. Su mano se acerca al rostro de la figura y comienza a acariciarla, ahora con las dos sujeta sus pómulos y pasa sus dedos por los labios de la figura, la cual tiene su boca abierta de placer carnal. Nuevamente su cuerpo comienza a sentir el calor, su entrepierna se torna húmeda y ardiente pidiendo por favor algún roce para aumentar el placer, sus pezones se tornan duros por la excitación y la fricción con la fría escultura, sus pelos se erizan en sus piernas y brazos dándole un aspecto de piel de gallina, la electricidad comienza a producirle espasmos por la espalda y hombros, hasta que siente la presencia del hombre detrás de ella y eso hace que el grado de excitación llegue al máximo provocándole un orgasmo de pie abrazando a las figuras.
Don Darío se acerca y sin mas que decir, se arrodilla y comienza a besarle las piernas, con sus manos acaricia sus muslos y también sube su vestido para ir dándole cabida a su lengua que va recorriendo las piernas de ella hasta llegar a dejar libre sus nalgas, con desesperación le lamé estas mientras con su mano izquierda hace a un lado el calzón dejando al aire su vagina y su culo los cuales caen presa de su euforia lasciva aplicando el mejor de los cunilingus que haya algún día practicado.
Se puso de pie y con la mano izquierda le sujeta el mentón tirándole la cabeza hacia atrás y un costado dejando su cuello y rostro a merced de su boca la cual comienza a indagar apasionadamente su suave cuello para luego seguir por su mejilla, oreja y boca, su lengua prueba todos los sabores de la dama, dejando los rastros de baba en su presa. Con su otra mano acaricia los senos de la mujer dejando caer el tirante del vestido y dejando al descubierto el precioso seno derecho el cual manipula a su antojadísimo gusto mientras sigue besando el cuello de ella. El éxtasis inundaba su cuerpo de extremo a extremo sin dejar ningún recodo de su anatomía sin los cosquilleos y espasmos del placer que le provocaba la situación. El hombre ya con la voluntad entregada al delirio carnal le bajo el calzón y sacando su miembro la penetro en la vagina, sosteniéndola del cabello la penetraba una y otra vez provocando fogosos gemidos de parte de ella, la cual se mantenía fuertemente sostenida de los senos de una de las figuras. La mujer estaba totalmente fuera de si, el entorno la mantenía con un grado de excitación altísimo, el verse rodeado de aquellas figuras tan exquisitas e imaginar como todas aquellas venus del placer la admiraban a ella como hacia el amor, era una mas en ese momento, se veía tan deliciosa y deseosa como las esculturas. Ella se da media vuelta y queda cara a cara con su penetrador, lo besa acaloradamente y luego arrodillándose se mete su miembro en su boca el cual bombea con maestría como queriéndole succionar la sangre que lo mantiene erecto, su nivel de excitación era tan grande que ya no se controlaba por lo que el hombre tuvo que apartarla ya que le estaba causando daño con sus dientes, pero ella se abalanza sobre el hombre y lo arroja al suelo, con sus manos comienza a rasgarse su ropa hasta quedar completamente desnuda para luego proceder a sentarse sobre el falo hirviente de él. Ya totalmente fuera de si comienza a saltar una y otra vez sobre él, los gritos ya se escuchaban por toda la casa, se tiraba el pelo, lo rasguñaba causándole gran dolor pero él también estaba fuera de si, ella continuaba saltando sobre el miembro dejando solo a la vista los testículos de él, sus pómulos rojos por la excitación y sus ojos blancos de lujuria dejaban entrever que su goce era máximo. Miraba a su alrededor y observaba a aquellas figuras y más y más se excitaba, sus poses, sus facciones, la lujuria que demostraban era increíble, pero ella las estaba derrotando, estaba siendo mejor que ellas, ninguna se podía comparar con lo excitada que estaba, ninguna demostraba mejor el sentimiento placentero de lo que estaba haciendo ella. Seguía saltando como una loca sobre el hombre el cual solo recibía el embate de sus nalgas sin decir nada, solo dejándose llevar. Ella ya llevaba tres orgasmos sin detenerse, era su primera vez que lograba tanto en una sesión lo cual más la calentaba. De pronto el hombre comienza a gemir lentamente hasta poco a poco comenzar a aumentar el volumen. Trato de sacarla de encima, pero ella no salió y siguió saltando con mas fuerza aún.
- no, no, no puede ser... apártate de encima – dijo él a punto de acabar
- acaba dentro de mi amor mío, lléname con tu leche – respondió ella al tiempo que seguía saltando y con mas fuerza
- nooooo, por favor, no – respondía él ya sin poder aguantar más.
- Eso animal, márcame con tu semen, quiero sentirte bombear dentro de mí.
El hombre emite un grito horripilante y los espasmos hacen que su tronco se levante del suelo, sus ojos a medio cerrar están fijos en ella y su boca abierta completamente logra emitir a duras penas una frase.
Ella siente como el pené del hombre choca con sus paredes cada vez que un espasmo bombea semen en su interior, el cual comienza a repartir el virus por su cuerpo, a través de sus venas se expande por todos los rincones de ella, cuando trato de quitarse su cuerpo no reaccionaba, ningún músculo de su anatomía respondía a las señales de su cerebro al cual le quedaba poco tiempo porque el virus lo estaba alcanzando, ahora comprendía porque esa ultima frase dicha por el hombre fue... lo siento. Ya era muy tarde, el semen momificador le segaba la razón y la vida.
Al otro día la noticia del suicidio de Don Darío conmociono a la ciudad, se corto las venas en su dormitorio. Lo encontraron abrazado a una hermosa figura femenina la cual estaba bañada completamente en sangre, como si hubiera querido devolverle la vida a través de la suya. De la mujer nunca se supo nada, jamás fue hallada y la policía mantuvo en secreto que la totalidad de sus vestimentas fueron encontradas en la casa de Don Darío Semento.