DANZA EN EL JACUZZI
Me hallaba sumergido en el jacuzzi el cual se encontraba completamente lleno; el agua estaba en su punto, ni muy fría ni muy caliente; ya había vaciado el contenido de dos recipientes de espuma con olor a frutas silvestres y un tarrito de champú a base de manzanas verdes.
A través de la ventana de cristal se filtraba la luz de la tarde; las cortinas de color azul daban a las paredes una forma como de firmamento, de bóveda celestial; de vez en cuando se escuchaba más fuerte el murmullo de gran ciudad ya que nos encontrábamos al interior de un hotel en el centro de la capital.
Desde un rincón de la habitación un juego de luces lanzaba destellos de colores, como una cascada de destellos que giraban dando a la estancia un aire carnavalesco… En la radio se encontraba sintonizada una emisora de heavy metal en donde, en esos momentos sonaba, raudo y potente, Rammstein y su canción “Du Hast”…
Habíamos llegado hacia una hora mas o menos; por el ímpetu de las ganas que teníamos atrasadas ya habíamos bebido la copa del deseo desesperadamente y casi sin desvestirnos; la había poseído con hambre, con avidez…
En esos momentos ella, mi ángel de tantos años, se encontraba en la regadera dándose un breve duchazo para bajar un poco la temperatura que se había elevado instantes antes.
Sentí como se cerraba la llave del agua y el líquido dejó de caer… De pronto, ella asomó la cabeza y me miró, me dijo:
-Mi amor, cierra los ojos que te tengo una sorpresa.
Le hice caso, cerré mis ojos y sentí como ella se acercaba, escuchaba el leve sonido de sus pies desnudos y húmedos contra el suelo; oí un sonido como que si se manipulara una bolsa de plástico, sentí como algo suave caía sobre el agua del jacuzzi; cuando cesó de caer “aquello” sentí como un líquido chorreaba en la bañera circular en que me encontraba sumergido y sentado en uno de los rellanos o peldaños… Un aroma a rosas comenzó a invadir el ambiente…
-No abras los ojos todavía corazón…
Sentí como se rastrillaba un cerillo y el leve sonido que lanzaba algo que se encendía… la ansiedad se apoderaba de mí; quería abrir los ojos y observar lo que acontecía pero no quería dañar la sorpresa que deseaba darme mi ángel.
Sentí el sonido que produce el agua cuando unos pies comienzan a sumergirse…
-Ahora sí mi amor… ábrelos
Lentamente comencé a hacerlo, mi corazón saltaba ya que no sabía que sucedía aunque lo presentía.
Vi frente a mi, muy cerca, un pubis completamente rasurado, como de seda, coronado por un montículo en donde se adivinaba un clítoris majestuoso y al lado izquierdo un hermoso lunar que decía “mírame, aquí estoy”; no quise tocarla ni acariciarla, simplemente me regodeaba ante la hermosa visión. Ya conocía el vientre de mi amada, por lo que había ocurrido instantes antes, pero cada vez que lo observaba lo veía más diferente y mucho más provocativo que las veces anteriores…
Miré hacia arriba y me encontré con los senos más maravillosos y desafiantes que hubiera visto en mi vida; continué subiendo la mirada y me solacé en sus ojos almendrados, brillantes, maravillosos que me miraban extasiados, retadores y provocadores… Sus labios entreabiertos me invitaban a comenzar la faena.
Bajé la mirada y posé mis ojos en el agua la cual descubrí que estaba cubierta en su superficie de pétalos de rosas rojas y amarillas; un aroma intenso a rosas se esparcía por el ambiente como consecuencia de una esencia vertida por ella en el agua, así como la lenta cocción de los pétalos en el agua tibia de la alberca…
A lado y lado del circular jacuzzi había tres velones de colores encendidos que despedían una tenue llama que calentaba mas y mas el ambiente dentro de la habitación; las luces de colores continuaban su incansables giros llenando de pequeños y variopintos círculos las paredes, el piso de cerámica, la gran cama que dominaba el centro de la estancia y los cristales de las ventanas.
El momento era sumamente erótico y excitante; ella levantó el pie derecho y lo posó en mi pecho; comenzó a acariciarme con sus pies, con sus dedos pintados con uñas de color púrpura; lo tomé muy lentamente y comencé a besarlo mientras veía como su cosita se abría y cerraba al ritmo y velocidad en que ella se movía; de vez en vez su clítoris se dejaba ver altivo y erecto; el agua afloraba por la comisura de mis labios entretanto en mi entrepierna mi pene se ponía más duro que asta de toro de lidia…
Ella cambió de pie y ahora fue su pierna izquierda la que comenzó la balada por mi piel; movía su cintura al ritmo de “link 2 – 3 - 4”…; era como si Rammstein se regocijara con nosotros y nos imponía el ritmo del amor y de la pasión con sus vibrantes y estridentes notas de heavy metal.
Quise tomarla entre mis brazos pero ella me detuvo…
-Quieto ahí - ordenó ella con voz altiva
La escena se me antojaba angelical; ella movía su cintura al ritmo enfebrecido de la música.
Sus caderas comenzaron a moverse de manera majestuosa, erótica, llamativa; el ritmo cadencioso de su figura iba aumentando mi temperatura corporal y se veía con mayor veras en mi tolete, que se encontraba inflamado de la emoción; el deseo galopaba por cada poro de mi piel y el corazón, como potro salvaje, marchaba a un ritmo endemoniado… Mi chimbo estaba a punto de reventar; sentía como mi leche se abría paso por los conductos en busca de la salida.
Ella bailaba a un ritmo suave pero siguiendo el golpe del bajo de la canción que sonaba en el ambiente; movía su vientre imitando una danza árabe pero teniendo como fondo una melodía rock… la mezcla era desconocida e incógnita pero erótica.
Ese majestuoso ombligo subía y bajaba, iba de oriente a occidente mientras que sus caderas cimbraban como si un temblor uniforme hiciera su manifestación. A ritmo de tambores, cencerros y timbales las caderas se zarandeaban enloquecidas, enardecidas, endemoniadas, incitándome a participar en el ajetreo bailable; mi hembra movía los hombros como bailarina de salsa mientras que los suculentos pechos danzaban a su propio ritmo dejando ver unos hermosos pezones erectos como picos de montaña, que, tórridos desafiaban la gravedad natural que hala a todos los cuerpos hacia el centro de la tierra.
Con mis manos tenía agarrado mi pene dentro del agua que, tumefacto hasta el límite, amagaba con arrojar todo el contenido de la vesícula seminal; le sentía la sangre agolparse en el glande amenazando con reventarlo, su copa se encontraba totalmente roja y punzante.
La danza seguía ininterrumpida… de los labios mayores que coronaban la caverna deliciosa de mi gata salían unas gotitas blanquecinas que manifestaban en silencio la excitación que tenía mi hembra… Ella tenía los ojos entrecerrados y cuando los abría me miraba con hambre, medio mordiendo sus labios con los dientes… Se me antojó pensar que ella pensaba “te voy a comer todito”. Lo más impactante era su sonrisa, esa sonrisa maravillosa que siempre me ha encantado…
Poco a poco se fue acercando a mi rostro con su conchita húmeda; sentía su aroma a sexo que al mezclarse con el perfume de las rosas, la espuma de frutas y el aroma de las veladoras formaban un crisol de efluvios majestuosos que infiltraban mi nariz enloqueciéndome de pasión.
La tomé de sus deliciosas y suculentas nalgas y la apreté contra mi rostro; comencé a comer de su raja, a beber de su fuente, lamí su clítoris esplendoroso con sabor a miel, a sexo, a cielo… introducía el estolón de su clítoris en mi boca mientras ella bailaba, su montículo danzaba al ritmo de Rammstein y su “Te quiero…”: “dame tu fruta / vamos mi amor / te quiero amor… / ay que sabor” haciendo que yo lanzase exclamaciones de lujuria y deseo.
Mi lengua, incansable y perseverante, saboreaba todos los rincones y pliegues; filtraba todos los poros, se deleitaba en todos los sabores, husmeaba en cada punto cardinal del vientre de mi adorable mujercita; mi nariz estaba atrapada por lo efluvios odoríferos y balsámicos que emanaban de su piel…
Estaba en eso de la lamida bestial cuando ella lanzó un grito muy fuerte; su estómago comenzó a convulsionar y su vulva en forma de fruta comenzó a lanzar torrentes de agua apasionada; una lluvia magistral comenzó a caer de sus entrañas, salobre, blanquecina, mágica, e inundaba mi cara, mis labios, mis pómulos, mi barbilla mientras mis manos se aferraban como garfios a sus nalgas prodigiosas que danzaban al ritmo de la música heavy.
Como un loco no paraba de lamer y lamer ese espárrago maravilloso que coronaba su cosita, mientras el diluvio universal seguía incontenible desde sus profundidades, descendía por mi cuello, por mi pecho… sus gemidos eran apasionados y entusiastas, el cuerpo estaba como en un paroxismo, en un estertor, en las postrimerías… Mi ángel gemía y mugía como un ternerito, como un demonio, como un diablo… “Entre tus piernas voy a llorar / feliz y triste yo voy a estar / te quiero amor / me vas a matar”…
Ella terminó de venirse a raudales y se dejó caer desmadejada en mis brazos… el aroma a flores nos adormiló un poco; la besé apasionadamente en la boca y musité con voz suave y queda:
-Gracias
-A ti mi corazón… definitivamente eres lo que he buscado toda mi vida… soy tan feliz…
Rammstein comenzó con una nueva canción “Frühling in París”; yo miraba a mi ángel a los ojos y en mis adentros daba gracias a Dios por el hermoso tesoro que había puesto en mi camino… En la radio seguía retumbando “Im Lichtkleid kam sie auf mich zu, Ich weib es noch wie heut, Ich war so jung, hab mich geniert Doch hab es nie bereut…”
Miré hacia el agua y descubrí que había eyaculado y mi esperma nadaba como perezoso pez blanquecino en el florido líquido; nos miramos y nos reímos a carcajadas…
Recuerdo que la tarde fue de amar y amar…