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Como ya lo han leído en mis anteriores relatos mi vida se había transformado a partir de lo complaciente que era mi esposo conmigo, mi marido me halagaba constantemente y al mismo tiempo me permitía seguir con Edgar y Julio, mis amantes en turno; durante más de seis meses, ya fuera uno de los dos de mis amantes me visitaban en casa dos veces a la semana y me cogían a su antojo mientras mi marido oculto nos veía y disfrutaba de verme empalada por alguno de ellos y al momento que se marchaban de casa, mi esposo salía de su escondite, me lamía el esperma que escurría de mis entrañas y me penetraba también como ya era nuestra costumbre.
Al único que le ocultaba era a Mario, el arquitecto amigo suyo ("Daniela, señora de culo fácil"), al cual yo veía cada que él venía a esta ciudad. El único inconveniente con Mario era que sus visitas no sucedían tan frecuentes como a mí me hubiera gustado. Cerca de la llegada de la primavera mi esposo fue trasladado a otra entidad para supervisar la construcción de un complejo habitacional; con él se fue Julio y por si fuera poco también mi amigo Edgar se fue a estudiar a la ciudad de México, así que de repente me quedé sola sin ninguno de mis hombres obligándome así a la abstinencia sexual.
Para mi fortuna muy pronto encontré a alguien que me llenara y aplacara mis ansias mientras mis amantes estables no estaban conmigo. Por instrucción de mi esposo yo tenía que pasar a la constructora con cierta regularidad ya que allí me enviaba dinero cada que él no podía venir a verme, de esta forma empecé a ir dos veces a la semana; desde luego para la alegría de los tipos que allí estaban, pues yo seguía con mi costumbre de usar ropa bastante sugerente y muy corta dejando ver mis encantos.
La ciudad en la que vivo es de un clima caluroso permitiéndome usar constantemente ropas muy sugestivas, minifaldas muy cortas, vestidos entallados y muy translucidos, blusas vaporosas que permitían transparentar mis pezones y mi movimiento de cadera que es exagerado por el uso constante de zapatillas de tacón, siendo así objeto de piropos y obscenidades en la calle por parte de los tipos que me ven; desde luego esto me gusta, así que yo misma lo provocaba al salir a la calle sin hacer uso de mi automóvil, pues me encanta que me vean y sentirme deseada, razón por la cual me gusta caminar y usar el transporte urbano de la ciudad , coqueteando y sintiéndome deseada.
En una de las ocasiones en que tuve que ir a la constructora iba yo vestida de forma atractiva, un vestidito muy corto de tela suave y translucida de color naranja y entallado dibujaba mi figura deliciosamente, y el uso de mis sandalias hacían que me moviera un poco más de la cuenta haciéndome lucir muy sabrosa, ya que en especial este vestidito me marcaba mis senos sin sostén debajo y mis abultadas nalgas de forma más que apetitosa para los hombres pues si me veían con atención se notaba mi tanga. Al llegar a la constructora vi que no había mucho movimiento salvo una secretaria y dos hombres que se hacían cargo de algunos trabajos de limpieza en el exterior de las oficinas.
Al llegar los saludé y me dirigí a la oficina de mi marido, pero al hacerlo escuche algo que me resultó inconfundible, alguien estaba cogiendo allí mismo, puse atención y escuché como los sonidos venían de un pequeño almacén de papelería. Con sigilo me acerqué a la puerta y para mi suerte ésta se encontraba entreabierta, así que pude encontrarme con un cuadro erótico delicioso. Allí estaba uno de los trabajadores cogiéndose felizmente a una de las secretarias, eso no me hubiera sorprendido pues al no estar los jefes esto se me hizo muy común; lo que si me dejó boquiabierta fue el tamaño del miembro del tipo que se cogía a la chica, ¡se me hizo enorme! Cualquier mujer se sorprendería de su descomunal tamaño, instintivamente me pasé la lengua por los labios, era una verga capaz de enloquecer a cualquier hembra y vaya que la chica lo disfrutaba.
Se oían sus quejidos de manera especial cuando ella misma, montada como estaba sobre el hombre se clavaba la verga hasta el fondo. Desde luego que ellos no se percataron de mi presencia y lo que más me intrigaba es que no alcanzaba yo a ver al tipo; al estar ella montada no le podía ver la cara al dueño de tan formidable macana, solo la espalda de la chica y la verga del tipo cuando ella se sentaba y se la tragaba toda. Me dio miedo seguir viendo más, pero la curiosidad me ganó, tenía yo que saber quien era ese hombre y por la forma en que ella disfrutaba me entró el implacable deseo de ser yo la que estuviera traspasada por él, y eso me hizo mojarme de inmediato. Haciendo un esfuerzo me retiré y me dirigí a la entrada del almacén...
―Hola, ¿qué no hay nadie aquí?... ―, dije sonando mis tacones y entrando al pasillo…
Me dirigí a la oficina de mi esposo y ya no escuché sonido alguno, creo que los sorprendió mi presencia y se habían detenido. Volví sobre mis pasos y me fui a la salida sin ir a la oficina en cuestión, mi intención era que ellos salieran y así poder ver quien era ese hombre que me había inquietado, la curiosidad fue tremenda. Al salir me ubiqué en un lugar del cual no me podían ver pero yo si, y no pasaron más de tres minutos cuando salió la chica. Iba como muy nerviosa y de prisa, poco después salio él, de hecho me sorprendí pues era un joven de los que trabajaban como auxiliares en topografía.
Era un joven que siempre me había parecido bastante cachondo y me gustaba, muy atractivo y de unos 22 años de edad, alguna vez lo vi acompañar a mi marido a casa, se llama José Luis pero en la constructora lo conocían como Pepe. Al salir él de la oficina vi hacia donde se dirigía, así que sin pensarlo fui tras él, quería verlo de cerca, así lo hice y me percaté que entraba a las oficinas generales. Hice lo mismo y casi choqué con él en la entrada, quedamos frente a frente; lo vi y me estremecí sin quererlo. Era bastante más agradable de lo que yo lo había visto, él me miró también, en especial a mis tetas ya que mis pezones ya erectos punteaban bajo mi vestido...
Haciéndome la ingenua, le pregunté por las demás personas y me dijo que habían salido casi todos; le pregunté por una de las secretarias con la cual yo tenia buena relación y me contestó que también había salido, entonces me presente...
―Soy la señora Daniela, la esposa del ingeniero Quevedo y vengo por unos documentos, pero necesito que abran la oficina de mi marido… ―
Me quedó viendo, barriéndome con la mirada como desnudándome toda, se notaba que era un cínico de primera y me agradó, no lo niego.
―Mucho gusto señora, si usted quiere yo le abro, creo que por aquí están las llaves… ―
―Se lo agradeceré mucho, joven; además quiero que me ayudé con unas cajas que hay que mover… ―, desde luego que esto de las cajas era falso. ―Espero que me envíe a alguien para que lo haga―
―No se preocupe, si usted quiere yo le ayudo… ―, se ofreció muy solícito.
Una vez encontrada la llave nos dirigimos a la oficina y él tras de mí, yo presentí su mirada en el movimiento de mis nalgas, intuía que me las miraba y las moví algo más de la cuenta para que notara mi culo sabroso. En la oficina me senté y él no dejó pasar la oportunidad de verme las piernas y los muslos con descaro, yo hice que no me di cuenta y empecé a buscar unos documentos que desde luego no existían ya que todo había sido inventado por mí para que me acompañara y al hacerlo me paseaba y meneaba mis nalgas para que me viera ya que estaba segura que aún estaba caliente pues le interrumpí la cogida que le estaba dando a la secre…
Poniéndome de pie le pedí que moviera unas cajas con papeles, claro que tampoco era necesario pero lo hice para verlo más detenidamente... Lo hizo y vi sus brazos fuertes y nervudos, se me antojó hacer lo mismo que la chica que había estado con él allí mismo, pero me detuve, le agradecí y me despedí de mano y me estremecí al sentir el contacto.
―Este... En la tarde regresaré, ¿estarás aquí?... ―, le pregunté tuteándolo entre insinuante y sonriente. ―Vendré pero no quisiera estar aquí solita, me da miedo… ―, esperaba yo que este comentario le sonara digamos algo más prometedor y entre coqueta e insinuante le sonreí.
―Bueno señora, en la tarde no hay nadie, pero si usted quiere yo vengo para ayudarle...en lo que usted quiera... –
Creo que esa propuesta incluía de todo y le sonreí muy coqueta, despidiéndome de nuevo e insinuándole también algo más.
―Espero encontrarte en la tarde, hasta pronto… ―, salí de la oficina moviendo mi culo para provocarlo y él me siguió con la mirada, al menos así me lo imaginé y me moví como la puta que soy.
Todo el resto de la tarde estuve muy cachonda, la imagen de Pepe cogiéndome me traía loca, sentía mi cueva mojada y las nalgas se me estremecían. Hice mis actividades y fui a casa, no me aguanté y me masturbé, metiéndome los dedos en mi mojada raja imaginándome que era la verga de este muchacho quien me lo hacia; esto me puso más caliente así que me di un baño delicioso, me esmeré en mi arreglo y vistiéndome con una faldita roja cortísima y un top del mismo color, mis zapatillas de tacón; me calé mi tanga y salí nuevamente para la constructora, necesitaba ser cogida y no se me escaparía ese chico. La tarde ya estaba cayendo y era bastante calurosa, así llegué a la constructora.
Al principio no vi a nadie, eso me desconcertó, solo esperaba que no estuviera vacía, entré y al fondo escuché música, venía de una oficina; me dirigí allí y en ella estaba Pepe, sentado y bebiendo una cerveza.
―Hola, pensé que no estarías… ―, le comenté sonriente.
―La verdad señora no debía estar aquí, ni yo ni usted… ―, me dijo amablemente y me miró fijamente, esto me puso algo nerviosa.
Pepe se levantó de su asiento y me ofreció sentarme, lo hice y le mostré una buena proporción de mis muslos, los cuales vio descaradamente, creo que el sabía lo que yo esperaba...
―¿Gusta una cerveza, hace mucho calor?… ―
―¿Quién más está aquí?... –, dije volteando para todos lados, mientras la música se seguía escuchando.
―Nadie… ―, dijo extrañado.
―Perdóname pero vengo algo nerviosa, fíjate que al entrar aquí, un tipo pasó corriendo y me dio una nalgada, estoy furiosa… ―, era cierto, un infeliz pasó corriendo sin que me diera cuenta y me dio un tortazo que me dejó el culo en llamas.
―¿No le gusta que la nalgueen?... –
―Si pero no de esa manera, me gusta que lo hagan cuando estoy teniendo sexo; que recorran mi trasero e incluso que me lo muerdan suavecito… ¡Discúlpame!, te estoy contando cosas íntimas sin siquiera conocerte―
―Esta bien, no acostumbro a andar platicando lo que me dicen y mucho menos de mujeres tan guapas como usted… ―
―Lo que pasa es que cuando no tienes cerca a alguien, como mi esposo por ejemplo, trata una de sacar todo con la persona que más confianza le dé―
―¿Quiere la cerveza?―, volvió a preguntar…
―¡Oh está bien, solo espero que no venga nadie y nos vea aquí...bebiendo!... ―, le dije sonriéndole y descaradamente volví a cruzar las piernas para mostrarle lo piernuda que estoy.
―¿Le gusta el masoquismo?... –
―Tanto como gustarme, no… Me gusta ser dominada como a toda mujer, un tironcito de cabellos, jaloncitos en los pezones, nalgadas, palabras fuertes y cachondas, y mientras más fuertes y obscenas, más me enciendo… ―
―Yo sé porque vino usted Daniela… ―, me dijo muy seguro de si mismo.
Me le quedé viendo mientras cruzaba las piernas, lo que hacía más evidente mi insinuación. Bebí y me hice que no lo escuché, él se acercó a mí y de pie me tocó el cabello que yo llevaba suelto al tiempo que me decía:
―Huele delicioso y se ve muy bien vestida así, está usted muy bonita y muy buena, discúlpeme que se lo diga de esta manera, pero no conozco otra forma para ponderar su belleza y su sensualidad… ―, le sonreí y le coqueteé con la mirada.
―¿Tú crees?... ―, le contesté mimosa. ―Lo malo es que mi marido no piensa como tú, ¡mira que me ha dejado solita!... –
―Si usted quiere eso se puede arreglar… ―
―¿Ah si?... ¿Y cómo crees que se `pueda arreglar?... ―, le dije levantándome del asiento y poniéndome frente a él, creo que ya estaba todo dicho entre nosotros...
Me tomó de las manos y me jaló hacia él, me abrazó por la cintura y me besó tiernamente.
―No quiero romanticismos ni ternuras, soy una hembra sedienta de macho; así que déjate de cursilerías y tómame―
Impúdicamente me introdujo al lengua en la boca y yo se la succioné; sus manos mientras bajaron a mis nalgas, como probando la dureza de las mismas, su boca bajó a mi cuello y yo gemí suavemente, ahora sus manos subieron a mis senos y me los apretó delicioso...
―¡Ah qué rico!... ―, le dije muy caliente.
―¡Estas deliciosa, mamita; y qué pendejo es tu marido al dejarte solita y se nota que eres bien cachonda!… ―, al tiempo que me decía esto su mano se fue a mis muslos, me apretó la pucha así como me tenía.
Abrí las piernas y le permití que jugara con mi bollo cubierto por mi tanga, enseguida me volteó quedando yo de espaldas a él, me besaba la nuca y me apretaba las tetas al tiempo que sacándose la verga del pantalón, me la frotó en las nalgas, yo me empiné y le ofrecí mi redondo culo. Pepe me levantó la faldita y me acarició el trasero, me sobó su verga en las nalgas y me dio suaves nalgaditas con ella:
―¡Ahhh, papi, me tienes ardiendo!... –
―¿La quieres probar verdad puta?... –
―Sí, ¡me muero de ganas porque me la metas!... –
Él me volteo de nuevo y yo le acaricié su verga con mi mano, estaba enorme, dura y gruesa como ninguna que yo hubiera visto.
―Ven, siéntate aquí… ―, le dije señalando el sillón giratorio.
Una vez que lo hizo me incliné y le hice una chaqueta a su tremenda verga, se la acaricié con mis dos manos y sacándome el top le mostré mis chichotas y froté mis pezones contra la cabezota de su erecta macana, haciendo un tibio canal entre los globos de mis melones; lamí la punta de su verga mientras esta corría entre mis senos inflamados de deseo… Él jadeaba y se retorcía, mientras yo bajaba mi rostro y la atrapé entre mis labios, se la succioné y me la metí toda, mamándosela deliciosamente hasta hacerlo gemir.
―Puta, ¡qué rico mamas!... Sigue mamita lo haces delicioso… ―
No la necesitaba más en la boca, quería que me la clavara en la panocha, así que lo dejé sentado como estaba, me puse de pie y me deslicé la falda y me quité el top quedando desnuda para él. Me bajé la tanga hasta quitármela, me abrí para montarme en él, pero me detuvo…
―Date la vuelta, por favor, quiero verte por detrás… ―
―¿Así?... –
―¡Qué clase de culo tienes, hija de la verga!... –
―¿Te gusta?... –
―¡Mami!… ―
―¿Quieres que me empine para que me veas mejor?... –
―Mejor siéntate en mi verga que ya quiero clavarte… ―
Me puse saliva en los labios vaginales, estaba yo temblando al imaginar como la sentiría dentro. Me monté en él y me dejé caer sobre su vergota; despacio, como saboreando cada centímetro. Debo admitir que aunque ya se había cogido a la secretaria, aun tenía la fuerza y los impetus de un semental; pues al metérmela me amplió la raja, y sentí que me expandía la pucha, pero me dejé caer suavecito, saboreando cada pulgada de verga anidada en mi coño.
¡Qué delicia!, era tremendamente gorda y al sentarme en ella por completo me extasié y dejé que Pepe me bombeara, al tiempo que apretaba mis nalgas de una forma exagerada, con lo cual solo exacerbó mi placer.
―¡Qué estrechita estas mamacita, pareces quintito!... –
―Parezco, pero soy una gran puta, sedienta de verga… ―, le dije gimiendo.
Yo me movía subiendo y bajando y él me empujaba de las nalgas haciéndome que me entrara completamente, como estaba yo de frente me empezó a chupar las tetas muy rico. Uno de sus dedos traviesos me entró en mi fruncido chiquito y me empezó así a dobletear; su verga en mi chocho y su dedo en mi culito que se contraía de gusto. Lo tomé del rostro y lo empecé a besar con toda mi experiencia, olía y sabía a cerveza y su olor a macho me excito más:
―¡Qué rica verga tienes chiquito, qué enorme está!... Me llegas hasta el fondo papacito… ―, él estaba prácticamente vestido, solo su verga salía por la bragueta de sus jeans, los que sentía áspero pero me deleitaba.
Le abrí la camisa y le acaricié el pecho sin dejar de moverle mi culo en círculos con su verga en lo profundo de mi raja; le quité la camisa y sentí su tórax en mis senos, mientras él me seguía bombeando con su enorme garrote y su dedo no dejaba de perforarme el ano. Estaba enloquecida, él me dejaba mover y empecé a subirme y bajarme empalándome en ese monstruoso palo; entonces me vine la primera vez, contraje mi panochita y Pepe sintió mis apretones en su verga:
―¡Mamacita, qué rico bizcochito, tienes perrito puta!... ¡Así exprímela y sácame los mocos; sigue apretándome el palo, hija de tu puta madre!...
Yo seguí moviéndome mientras me venía, estaba ya sudorosa… Él me sujetó de las nalgas y se puso de pie, cargándome sin sacarme la verga, me llevó en vilo hasta un escritorio donde me sentó y de pie me empezó a limar a una velocidad tremenda. Aceleraba en sus embestidas y luego me la metía con lentitud, enseguida me levantó las piernas y se las echó en sus hombros, yo tuve que poner mis manos atrás apoyándome para resistir. Mi nuevo amante no cesaba de bombearme, así como me tenía de clavada me hacia dar grititos a cada metida que me daba. Ya no podía más, pues con su tremenda verga hundiéndose en mi raja mojada, me vine de nuevo y él seguía cañoneándome.
Me sacó la verga de repente y agachándose ante mí se puso a chupar mi panocha mojada:
―¡Ah qué rico, te sabe deliciosa!... Se nota que no te han dado verga en mucho tiempo, estas apretadísima… ―
Me siguió mamando la panocha y su dedo se ubicó en mi ano de nuevo, así mientras me mamaba la cuca, su dedo me ensartaba. Su saliva y mi jugo escurrieron hasta mi fruncido culito y su dedo me lubricó el ojete, después me volteó dándole las nalgas, me colocó su chilote en la entrada de mi puchita y de un golpe me la metió con gran fuerza, tanto que me sacó un pedo de lo fuerte que me la clavó, yo me sentí apenada por esto, pero él se rió y me dijo:
―¡Cabrona, estás tan estrecha que hasta los pedos te estoy sacando!... Pero ahora lo voy a hacer de verdad… ―
No entendí a que se refería, pero Pepe me sacó su fierro de mi bollito y me la dirigió al culo, me asuste de momento y me negué:
―¡No, por el culo no, lo tengo sin inaugurar!... ―, le dije mintiéndole.
Desde luego esto no lo detuvo:
―¡Qué rico mamacita así te lo voy a desquintar y me lo agradecerás toda la vida, pinche puta!... –
Diciendo esto, fue empujando su endurecido garrote y forzó mi contraído ano, me dolió cuando me entró y me hizo sollozar, me jaló de las ancas y me la enterró a lo salvaje. Sentí que mis lágrimas afloraron y grité al sentir su enorme verga hundirse hasta el fondo de mi fundillo totalmente distendido, entonces, así como me la clavó me la sacó de golpe; me quedé con el culo abierto, teniendo como me había jalado el tejido de mi recto y que tiró de mi ano floreándome el culo… Me llevó del escritorio al sillón:
―Ponte empinada y ábrete las nalgas, aquí te la meteré mejor―
Yo obediente me puse de rodillas en el sillón y le ofrendé mi tremendo culo abierto, Pepe me ensalivó el anillo de nuevo y se lubricó la verga con los jugos de mi cuca, me la acomodó y de nuevo de un golpe me la clavó hasta que sentí que me tronaba por dentro; así me tuvo y me hizo llorar y suplicar que se detuviera, pero le valió madres. Me entraba y salía a su antojo, mi culo me ardía horrible pero él no se detenía, al contrario me cañoneaba con más fuerza, lastimándome a cada embestida y yo empecé a lloriquear, suplicándole, pero nada, solo me la metía más duro… ¡Qué bruto, solo jadeaba y me decía obscenidades de mi culo y de mis nalgas!...
En eso le llegó su momento, me la metió con más fuerza y empezó a descargar sus mocos en mi culito dolorido, pero al mismo tiempo me seguía bombeando. Era terrible pero me tenía enfebrecida dándole las nalgas, así hasta que terminó sudoroso y jadeante, me la sacó y me quedé así con las nalgas en alto. Cuando me quise sentar me dolió mi trasero, me senté de ladito mientras la leche de Pepe me escurría; al limpiarme con un pañuelo me di cuenta que estaba sangrando, me había rajado el esfínter y estaba escurriendo sangre y semen, creo que esto lo convenció de que aún era virgen.
Sin querer, me imaginé a mi marido, contemplándome; con esa expresión de lujuria que pone cuando le estoy platicando de cómo me cogieron. Sobre todo cuando me han tomado a lo salvaje, eso lo desquicia. Solemos empezar a platicar desde que salgo de casa, los piropos de los taxistas cuando ven mis tetas bombolearse, pues muchas veces voy sin el molesto brasier; las miradas descaradas de los transeúntes a mi trasero, la rechifla de algún grupito de estudiantes, y hasta de personas mayores… Me coloco como lo estaba en ese momento, desnuda y abierta de piernas donde mi almeja se ve claramente, o también de ladito, levantando una nalga para que él vea lo rozado que me queda el esfínter anal…
Le voy platicando y respondiendo todo lo que me dice, haciendo comparaciones de fulano con zutano, con quien he gozado más, cuantas veces me corrí con ese macho, hasta que no puedo detenerlo y termina enterrando su cara entre mis muslos para rebuscar las huellas de mis aventuras; absorbiendo la leche del macho que me haya cogido; y cuando se encuentra con algún moretón en mis muslos o en mis nalgas, me muerde suavecito la zona afectada, y vuelvo a derramarme de solo acordarme lo que me hizo mi amante…
Pero volviendo a mi relato; José Luis continuaba con esa sonrisita sarcástica mientras yo lo veía con mis ojos llorosos. Me miró también y me sonrió, fue hacia mí y me abrazo, me acarició muy suavemente y me besó con ternura:
―Te quiero coger de nuevo mamita, nunca estuve con alguien tan sabrosa como tú… ―, esto me halagó demasiado, en especial por venir de alguien tan joven y espontáneamente lo besé en la boca con mi lengua.
―Eres un salvaje… ―
―Pero querías verga, ¿no perra?... ―
―Si mi rey, pero mídete… Quiero que me cojas mucho, pero por favor ya no por atrás, me duele en serio… ¿Qué te parece que nos vayamos a un hotel?, quiero estar contigo mucho tiempo… ―, le dije muy caliente.
Nos vestimos y salimos de la constructora, ya era de noche y estaba oscuro; caminamos un tramo de calle hasta que paso un taxi, lo abordamos y nos llevó a un hotel cercano. Tan pronto entramos a la habitación me arrojé a sus brazos, estaba yo con más ganas de seguir siendo penetrada por ese chico lindo y tan vergudo. Me fui a la cama, me desnudé completita para él y recostándome me abrí de piernas mostrándole mi concha abierta. Él se desnudo de inmediato, se dirigió a mi rajita y me la chupó delicioso hasta casi hacerme venir, enseguida se trepó en mí y me la metió. Lo enredé con mis piernas en su cadera y empezó a bombearme rico y constante, me hacia gemir, me le entregué como a pocos… Lo besaba y mis manos lo atraían por la espalda, mientras mis piernas y muslos lo atrapaban, gemía y gozaba mientras Pepe me seguía bombeando, casi estaba a punto de venirme cuando le pedí que cambiáramos de posición:
―¡Cógeme de perrito mi rey!... –
Me volteé y le ofrecí mis abultadas nalgas, me la metió en esta posición haciendo me gritar de gusto, ¡que chico más caliente!... Me bombeaba incansablemente y de nuevo me vine, contrayendo mi panochita le di un nuevo orgasmo al mismo tiempo él me inundaba de su leche caliente y abundante.
Descansamos fumando un cigarrillo. Pepe ordenó al servicio del bar y nos trajeron bocadillos y bebidas como yo se lo pedí, bebimos unos tragos y me lo llevé a la ducha. Lo bañé y me duchó, le mamé la verga en el baño mientras lo enjabonaba… Estaba súper encantada con ese chico, después volvimos a la cama ya bien bañaditos, me puse a succionarle la verga y él me volteó para acariciarme las nalgas mientras me nalgueaba suavecito, pellizcándome las pompas y metiéndome los dedos en la papaya. Empezó a comerme el coño en un rico sesenta y nueve, yo estaba con más ganas de verga, la ducha me había relajados y le pedí que me cogiera otra vez.
―Pinche Daniela, eres bien puta y golosa, pero me fascinas mi reina… ―
Yo le seguía mamando esa verga enorme ya crecida en todo su esplendor, ahora me monté y me clavé su fierro hasta la raíz, me moví y le di mis ricos apretones con mi puchita. Lo sentí estremecerse y más me movía para hacerlo gozar como nadie, entonces atrapándome por las nalgas empezó a bombearme de abajo hacia arriba, ¡que delicia de macho!... Me levantaba con sus embestidas y me dejaba caer ensartándome por completo. Me salí de él y me la metió de patitas al hombro, ¡que delicia de nuevo, me vine otra vez y él como si nada!... Así me tuvo y me empezó a chupar mis pies, las plantas y los deditos diciéndome que le gustaban mis piecitos. Me estremecía una y otra vez con sus penetraciones, y no aguanté más y nuevamente me vine, pero ahora quería yo probar otra cosa...
―Papi, encúlame hasta el fondo, méteme la verga por atrás, te deseo sentir así de nuevo… ―
―Hija de tu reputa madre, hace rato estabas berreando porque no la aguantabas, cabrona… ―
―No importa que me lo rompas más, encúlame por favor, tu puta necesita sentir tu rigor por todos los orificios de su cuerpo… ―
No se dijo más, me volteó y me puso en cuatro, me volvió a nalguear y me abrió las pompas de par en par, me chupó el fruncido ano, me embarró saliva todo el anillo del culo y me la dejó ir despacio al principio, luego con fuerza como la primera vez. Me hizo aullar como una perra y chillar pero me dio como quiso. Al final mi culo era una funda caliente y amplia que se abría devorando esa vergota que me estaba matando de gusto. Se vino en mi ano y yo me relajé dejando que me disfrutara… Nunca había gozado tanto como con ese chico, por lo menos no hasta ese tiempo.
Agotados ambos nos quedamos dormidos, desperté hasta ya bien entrada la madrugada, estaba toda adolorida, olía a puta y leche de mi amante. Eran cerca de las cinco de la mañana, me levanté para ir al baño y el despertó también, regresé y para mi asombro su verga estaba cargada y erecta para mí, me agarró y me acosté junto a él. Me empezó a acariciar y yo cedí de buena gana, me besó el cuello, me mamó las chiches y no dejaba de halagarme con palabras, hasta que yo misma le pedí:
―¡Cógeme papacito, móntame otra vez, te deseo!... –
Sin hacerse del rogar, se me encaramó, pero debido al ajetreo, no se le paraba como a mí me gusta; se la mamé y me di cuenta que la tenía súper rozada, muy lastimada… Pero me taladró la pucha con esa ñonga tan rica. Me moví mientras sentía como me arponeaba hasta el fondo, estaba yo una vez mas empalada, y así me tuvo, disfrutándome y haciéndome dar grititos de gusto. Me la metía y me la sacaba haciéndome retorcer como una lombriz, me vine dos veces seguidas y él seguía limando mi coño, hasta que en la tercera me acompañó con su eyaculación llenando mi panocha de su cálido semen, todavía semierecta me la sacó y yo se la limpié de mis jugos y su leche, le di unas ricas mamadas y por fin terminamos.
Nos vestimos sin prisas, bromeábamos y jugueteábamos como novios, salimos del hotel, esperamos un taxi y me llevó a casa, todavía en el taxi nos besamos y me acariciaba para asombro del conductor que sonreía con simpatía hacia nosotros; al bajar me acompañó hasta la puerta de mi casa, me besó y regresó al taxi, no sin antes hacernos la mutua promesa de seguir cogiendo tan rico como en esa ocasión.
Le llamé a mi mamá, pues cuando mi esposo no está, siempre me telefonea para saber si se me ofrece algo; afortunadamente no había de qué preocuparse. Por lo noche le conté a mi marido, omitiendo el nombre de mi amante, todo lo que hice y lo que me hicieron, pero quedó de regresar lo más pronto posible (ya las obras estaban bastante adelantadas), para darnos un buen revolcón.
Así sin más cuento, ante la ausencia de mi marido y mis amantes, muy rápido conseguí quien los sustituyera y con mejor resultado no podía pedir más, ya que ese niño me había dejado más que satisfecha y seguiría siendo suya aún por mucho tiempo. No me importaba que mi esposo estuviera ausente de casa el tiempo que quisiera y que su trabajo se lo exigiera, al fin que sola no me la pasaría y buena ración de verga había para mi panochita y mi culito.
Daniela
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