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Paula era una chica preciosa; delgadita y de estatura media, pero con un culazo impresionante y unos pechitos deliciosos. Tenía una fuerte personalidad y sus rasgos más característicos, aparte de su cuerpazo, eran su pelo tintado de rojo y los tatuajes que adornaban su brazo izquierdo. En la cama era toda fogosidad, con gritos y gemidos que se escuchaban en toda la finca.
En los últimos tiempos me había encaprichado con su culo y, a pesar de mi insistencia, no conseguía que ella cediera a mi deseo. En multitud de ocasiones en pleno acto, me decía que a Pablo, su ex, era al único al que le había permitido follarle el culo y que sólo él sabía como hacerlo.
A mí sus confesiones, lejos de molestarme, me excitaban y me provocaban una excitación brutal.
– ¿Te gustaría que estuviera aquí ese cabrón verdad? – le decía mientras la tenía a cuatro patas y le bombeaba bien duro.
– Ahhm…ufff….ssss….ssíí – gemía ella descontrolada.
– ¿Y te gustaría que te follara el culo verdad perra? – le vociferaba, insultarla la ponía a mil.
– Ahhhh…joderrr síííí…Mmmm – Paula en ese momento solía explotar en un intenso orgasmo que la dejaba exhausta.
Esto se fue convirtiendo en algo habitual en nuestras relaciones y, aunque posiblemente ella lo considerara un juego, yo acabé por obsesionarme en hacer realidad esa fantasía compartida. Cuando me imaginaba a Paula follando con otro me ponía tan cachondo o más que si fuera yo el que se la follaba.
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Un sábado cualquiera planeamos Paula y yo ir a cenar por ahí y luego pegarnos unos bailes. Yo esperaba en el salón cuando Paula apareció con un vestidito super escotado rojo y exageradamente ceñido y corto que le quedaba de miedo. Me puso la polla dura al instante y tenía que controlarme para no arrancarle el vestido y follarmela allí mismo. Ese vestido, combinado con unas botas de piel negras y ese precioso pelo rojizo le daba un aire de diosa que me tenía loco.
La cena transcurrió con muchas risas y una complicidad que íbamos forjando tras casi dos años de relación. El vino acompañó la velada y deshinibió a mi chica quién tenía loco a un camarero, casi un crío de no más de 20 años pero con desparpajo, que no perdía ocasión de acercarse con cualquier excusa para deleitarse con el escote de Paula, la cuál estaba encantada y entraba al juego facilitándole unas buenas vistas.
– ¿Te das cuenta como el camarero no te quita ojo de las tetas? – le dije queriendo jugar un poquito.
– ¿Tú crees?, pero si es un crío. – me dijo sonriendo y haciéndose la ingenua.
– Será un crío pero con lo buena que estás es difícil que no pongas cachondo a cualquiera. – continué diciéndole.
– ¿A tí eso te gusta verdad? – me dijo con picardía mientras se mojaba los labios sutilmente con la lengua.
– ¿El qué? – me hice el ingenuo aunque sabía perfectamente por donde iba.
– Que ponga cachondo a los tíos… y que sea mala – afirmó con sonrisa pícara.
– …puede… – atiné a contestar; el vino empezaba a hacer mella en mi cabeza y opté por dejar de beber.
– Ahora vuelvo. – me dijo Paula mientras se levantaba de la mesa y se dirigía a los baños. Observé como el camarero la tenía en el radar y no la perdía de vista ni un instante haciéndole una radiografía completa al trasero de mi chica.
Pasados unos minutos volvió a aparecer y no pude evitar quedarme con la boca abierta y los ojos como platos mientras se acercaba a mí. La cabrona había decidido quitarse el sugetador lo cual, aparte de remarcar los pezones, le provocaba un bamboleo a cada paso que era casi hipnótico.
– Ya he vuelto, ¿notas algo diferente? – me dijo con malícia.
– ¿Diferente, a que te refieres? – le dije haciéndome el ingenuo.
– Vamos a ver si el camarero es un poco más observador que tú. – me dijo al tiempo que le hacía un gesto para que se acercara. El chico no tardó nada en percatarse de que mi novia había extraviado parte de su ropa íntima; su cara algo enrojecida y su gesto nervioso lo delataron.
– Dígame señorita… señora. – dijo el camarero percatándose que yo la acompañaba y ya no sabiendo adonde mirar.
– Vamos a pedir los postres… ¿tienes algo que lleve nata? – dijo Paula con el chip de guarrilla activado y sabiendo que esos juegos me ponían a mil.
– Si quiere puede acompañarme a la cocina y elige el postre que desee… y que lleve nata. – acertó a decir el chico con sorprendente seguridad. Estaba acostumbrado a que los tíos le echaran la caña a mi novia cuando salíamos de fiesta pero me sorprendió la rapidez de acción de este chavalillo de gimnasio. Paula también se sorprendió ante tan extraña y tentadora proposición, me miró y le di la aprobación.
Mi novia se alejó con el camarero y se perdieron tras una puerta al fondo del restaurante. Pasaron al menos cinco minutos que me parecieron una eternidad. Mil pensamientos me pasaban por la cabeza y tenía una extraña mezcla de nerviosismo y excitación. La ví de nuevo, a lo lejos, al fondo del restaurante y mientras se acercaba veía como se bamboleaban sus pechos y las miradas furtivas la acechaban. La observé con detenimiento y ví como el vestido lo tenía más subido de lo normal, al límite de enseñar más de la cuenta, cosa que ella misma se percató antes de sentarse y se lo bajo disimuladamente.
– ¿Has tardado mucho en elegir el postre no? – le dije intentando, sin éxito, disimular ciertos celos.
– Había mucho donde elegir… – me dijo con su sonrisa traviesa.
– ¿Y donde está el postre? – le dije casi a modo de interrogatorio.
– Finalmente descarte el postre y me invitó a un chupito. – me dijo manteniéndome su preciosa sonrisa y sintiendo que me ocultaba información.
– ¿Y que tal se ha portado el camarero?
– Ha sido muy amable y, sí, ha intentado ligar conmigo. – me dijo con tono triunfante.
– Cuéntamelo todo. – le dije muriendome de ganas de saber más. Se acercó más a mí y con voz muy tenue dijo…
– Nada más llegar a las cocinas se ha presentado, se llama Dani, y me ha dado dos besos…cogiéndome de la cintura…menudos brazos fuertes tiene…luego ha empezado a decirme lo guapa que era…lo mucho que le ponían las pelirrojas…y los tatuajes…luego me ha invitado a un trago y…con todo el morro del mundo me ha dicho que si quería nata él podía darme toda la que quisiera…
– Y… – dije mientras me notaba la garganta seca y tragaba saliva. Mi polla estaba a cien con lo que me estaba contando.
– Le he dicho que ya estaba bien servida con la nata de mi novio y que tenía que volver contigo…al despedirnos de nuevo me ha cogido de las caderas y, tras darme dos besos, ha acercado su boca a mi oreja y… en susurros me ha dicho que le volvían loco las perras que iban sin sugetador… una de sus manos ha bajado, hasta plantarmela en el culo…y…y me he liberado de su magreo y he salido… – me dijo con la mirada atenta a mi reacción. Ella sabía que no me iba a liar a puñetazos con el chaval porque me partiría la cara, además intuía que eso me había puesto cachondo y no me iba a molestar.
– …Eso te pasa por vestir como una zorrita. – le dije en tono jocoso mientras le miraba con total descaro las tetas. Ella se rió y dijo:
– Venga, ya es hora de que esta zorrita se vaya a bailar. – se acercó y me besó sutilmente los labios, se levantó y salió del restaurante.
Yo estaba con un calentón impresionante y sin que los pensamientos pasaran por mi cabeza se me ocurrió una locura que en estado sobrio dudo que se me hubiera ocurrido siquiera imaginar. Llamé al camarero y le pedí la cuenta y, tras traerla, le pedí que se sentara un segundo a lo que diligentemente obedeció con extrañeza y algo de congoja.
– ¿Te gusta mi chica verdad? – le dije con tono serio, algo amenazante.
– Es una chica muy guapa pero… – le interrumpí en seco.
– Sé lo que ha pasado en las cocinas y tranquilo que no te voy a hacer nada. – le dije manteniendo el tono serio. Se produjo un silencio de unos segundos y le lancé la propuesta.
– Sé que lo que te voy a proponer es una locura y tú decides libremente si quieres aceptarla o no. Ahora me voy a ir con mi novia a bailar un rato y sobre las tres volveremos a casa. Si quieres venir escríbeme un mensaje cuando estés en el portal y te abriré. – le dije sorprendido por lo que acababa de plantearle mientras buscaba un trozo de servilleta y le apuntaba la dirección y mi teléfono. Me temblaba el pulso pero intentaba disimularlo.
– Me cuesta creer lo que me estás contando. – me dijo con cara de sorpresa y algo de extrañeza. Dudo que nadie no se sorprenda y dude ante una propuesta tan sorprendente e inusual.
– Tú decides… – le sonreí y me levanté a reunirme con mi novia.
Al salir del restaurante me acerqué a Paula, la agarré de la cintura, la aproximé a mí y la bese apasionadamente. Ella correspondió a mi beso y nuestras lenguas juguetearon, intercambiándose saliva e intentando invadir la boca del otro. Tras esto miré la hora y la llevé a un pub que estaba cerca.
Al llegar a la puerta observé que el local estaba a hasta los topes y le dije a Paula:
– ¿Vas a atreverte a entrar sin sugetador? – le susurré al oído.
– Claro, ya estás tú para protegerme. – me dijo sonriéndome y poniéndome carita de niña buena.
Entramos y nos dirigimos directos a la barra. Llegar allí no fue fácil por la cantidad de gente que había. Paula quiso ir delante y yo podía ver como, cada dos pasos, alguna mano intrépida le cacheteaba el culo. Tener a una novia que estuviera tan buena hacia que esto fuera algo habitual cuando salíamos de fiesta.
Nos pusimos a bailar y nos tomamos alguna copa de más. Paula ya tenía un tonillo ebrio en la voz y las conversaciones adoptaban un tono sexual que me tenía la polla nerviosa.
– Me estoy poniendo cachondísima de sentir el roce de mis pezoncitos sobre el vestido. – me decía mientras me miraba y sorbía de la pajita de su copa.
– Y ni te imaginas la cantidad de pajas que se van a hacer todos los tíos de este local esta noche en tu honor. – le dije también con cierta ebriedad mientras ella reía.
– Que guarro eres, ¿Tú crees? – decía haciéndose la niña ingenua que nunca ha roto un plato.
En ese instante recordé al camarero y miré la hora. El pulso se me aceleró y mi polla reaccionó al instante. Le dije a Paula si nos íbamos, ella me sonrió, puso carita de perra y me dijo:
– Quiero poner alguna polla dura y que se hagan una buena paja antes de irnos, acompáñame al baño. – su declaración de intenciones acabó de reventarme la bragueta. La cabrona se subió el vestido dejando ver la parte baja de su precioso culazo y no ponía trabas a ninguna mano que osara rozarla. Estaba desatada y lo mejor era salir de allí cuanto antes.
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En el coche camino de casa su mano se posaba en mi bragueta y, de no haber sido por el plan que tenía montado, me la habría follado en cualquier polígono de la zona.
Llegamos a casa y, nada mas cerrar la puerta, Paula se arrodilló, me quitó el cinturón y de un tirón me bajó los pantalones. No se andó con preámbulos, estaba cachonda de verdad y se afanó en meterse mi polla en la boca hasta los huevos. Me miraba con cara de viciosa y con el ritmo que llevaba no iba a tardar nada en correrme en su cara.
En ese instante ví como mi móvil vibraba y le interrumpí la mamada en seco.
– Perdona perrita pero tengo que ir a mear, ves al cuarto y preparate que te voy a dar polla hasta hartarte. – le dije mientras ella obedecía diligentemente. Miré el móvil y era el camarero que estaba bajo. Le dije que en cinco minutos subiera y entrara sin hacer ruido.
Fui al cuarto, puse una luz más tenue y me tumbé en la cama.
– Continúa la faena perrita. – le dije mientras veía como se ponía a cuatro patas y volvía a chuparme la polla. Transcurridos un par de minutos ví entrar al camarero, ni recuerdo como se llamaba, entró al cuarto dubitativo hasta que vió a Paula a cuatro patas y sin titubear se acercó y le plantó la mano en el culo.
Ella se asustó al sentir otra presencia y dió un respingo, sacó mi polla de su boca, se giró y lo vió. Lo miró unos instantes y sin mediar palabra se giró y se acercó, gateando sobre la cama, hacia su entrepierna. Él se despojó del calzado y de sus pantalones en medio segundo y, cuando mi novia estaba a escasos centímetros de su polla, se bajo los calzoncillos dejando a la luz una polla de buen tamaño. Paula no dudó demasiado y le besó el glande mientras él se despojaba de la camiseta que llevaba quedándose, literalmente, en pelotas.La verdad es que el tío tenía un cuerpazo descomunal. Tenía unos brazos muy trabajados y unas abdominales inalcanzables para mí. Y a pesar de aparentar ser muy joven al cabrón se le veía con tablas en la materia.
Una de sus manos agarraba la cabellera rojiza de Paula y la miraba poniéndole una cara muy viciosa. Yo no me quedé quieto y, aprovechando que mi nena estaba a cuatro patas, le levanté un poco más el vestido, dejando al aire su espectacular culo en pompa y me percaté que no llevaba bragas ni tanga,¿Desde cuando estaría así? ¿Se las habría quitado al entrar en la habitación o quizás se las quitó cuando se quitó el sugetador en el restaurante? Eso acabó de encenderme y me lancé a sorber su coño que chorreaba flujo como nunca.
Paula empezó a tener unos gemidos ahogados por la polla que taladraba su boca y por momentos incluso chillaba aunque yo me centraba en darle placer con mi lengua. Tras unos minutos absorto en mi tarea subí a coger aire y ví como ese cabronazo la tenía amarrada del pelo y con una violencia desmedida le follaba la boca sin compasión. Todo su cuerpo estaba en tensión y mi pequeña aguantaba estoicamente cada brutal estocada. Dejé de comerle el coño y pasé a acariciarselo con mis dedos sin perder detalle de nada.
Finalmente el chaval comenzó a gemir más fuerte, casi bufaba como un toro bravo y acabó explotando en la boca de mi novia, llenándola de lefa hasta la traquea y, de manera casi simultánea, sentí como mi novia se corría también intensamente… dejé de acariciarla y, tras unos segundos, Paula se giró y me miró. Su cara estaba como en éxtasis, y tenía restos de semen por la frente, el pelo y por la comisura de los labios. Me sonrió pícaramente… y en ese momento el chaval volvió a agarrarla del pelo rudamente, acercó su cara a la suya y la escupió en la boca. Su actitud era vejatoria y me sorprendí ante las palabras que pronunció Paula instantes después:
– Fóllame hijo de puta. – le dijo la muy zorra con un tono de impaciencia, casi parecía que lo suplicaba.
Él, casi olvidándose que yo estaba allí, la incorporó, le pegó un tirón brutal al vestido y lo hizo trizas. Dejó desnuda a mi chica y la subió a pulso. Esa bestia parda se iba a follar a mi novia montándosela de pie mientras la agarraba del culo. La imagen que tenía ante mí era increíble, me sentía casi como si estuviera viendo una película porno en directo.
– Po….ponte con…dón cabronazo. – gemía y suplicaba Paula mientras le rodeaba con sus brazos del cuello.
– A las calientapollas como tú les encanta que las follen a pelo. – fueron las primeras palabras que pronunció desde que había entrado en el juego y sentía que el chaval estaba poseído por el deseo.
– No… No…. Ahhhhhhh….ahhhh – ya se la había metido de una estacada a pelo y sin miramientos y comenzó a bombearla con una fiereza increíble.
Me quedé tumbado en la cama viendo como cabalgaban a mi novia y comencé a masturbarme viendo la escena sabiendo que, al menos de momento, no podría participar.
Estuvó varios minutos castigándola mientras la mantenía a pulso y, me sorprendía como podía aguantar tanto tiempo follándosela de esa manera. Sus lenguas eran una y se besaban con fervor. Sólo los gemidos ahogados de Paula y el chapoteo de su coño en cada embestida ocupaban el sonido ambiente mientras yo controlaba la masturbación para no correrme.
Finalmente apoyó a Paula sobre la cama boca arriba y continuó la faena sin darle un respiro a su, a buen seguro, enrojecido coñito. Seguí de oyente, o de participante pasivo, viendo como le abría las piernas y estando él de pie la castigaba una y otra vez. Las preciosas tetas de mi chica se bamboleaban hacia todas direcciones mientras ella gemía sin cesar.
– ¡Que coño tienes…perra! – le decía el cabrón mientras una de sus manos le magreaba un seno y la otra la agarraba del cuello. La tenía completamente sometida.
– ¡Y…tú…que… Po…polla tienes diossss! – chillaba Paula fuera de sí y, creo que, llegando al orgasmo de nuevo.
– A partir de ahora voy a venir a follarme a esta guarra siempre que quiera. – dijo el chaval clavándome la mirada y sonriendo triunfal.
La verdad es que esa frase me desmontó; una cosa era echar un polvo y otra follarse a mi novia cuando a él le diera la gana. Por un momento me acojoné por lo que yo mismo había provocado pero mi excitación a su vez aumentaba.
Cambió de postura y puso a mi novia a cuatro patas, acercándo su cara a mi polla en un gesto por parte del chaval que agradecí. Empezó de nuevo a bombearla desde atrás mientras la agarraba del pelo para que abriera la boca y se metiera mi polla. Era una secuencia totalmente pornográfica; mi novia a cuatro patas mientras un desconocido se la follaba a pelo y a mí me mamaba la polla.
– ¿Te gusta como te folla cariño? – le dije super cachondo mientras la miraba entregada. Sacó mi polla de la boca, me miró y me dijo:
– S..sí aahhh… Uff… mee encantaa…sí..íí… – decía mientras el cabronazo comenzaba a azotarla fuertemente.
– A partir de ahora eres mía uff…ufff pídeme que me corra dentro de tí como prueba. – dijo el cerdo queriendo humillarme mientras la azotaba y cacheteaba sus nalgas.
– Ahhh…ufff… N….nooo!…dentro no….po..por favorrr – aullaba Paula.
– Dilo…perra!!! – vociferó el camarero mientras abría las nalgas de mi chica y le metía el dedo gordo en su ano. Eso acabó de descolocarla y se entregó..
.- S…soy tuya…cabrón!!….co..rre..te..dentro…llename…todaaa! – chilló Paula desentendiéndose de mi polla, cerrando los ojos y degustando un nuevo e intensísimo orgasmo. Yo empecé a masturbarme con violencia, era increíble el placer que sentía con esta situación.
– Aquí tienes…golfa!! – Instantes después llegó el alarido de la bestia que comenzó a inundar de leche a Paula sin miramientos y sin sacarle la polla de su coñito hasta que no terminó su última embestida.
El muy hijo de puta se quedó unos segundos inmóvil, bufando y recuperándose de la intensa corrida hasta que sacó su polla de Paula y se acercó para decirle algo al oído, ella estaba tumbada boca abajo, exhausta, sin abrir los ojos y le dijo:
– Te acabas de convertir en mi puta favorita, nos vemos pronto – le susurró dulcemente mientras ella dibujaba una sonrisa en su cara.
Se levantó y fue a donde había lanzado su ropa, sacó lo que parecía una prenda íntima, se limpió los restos de semen y flujo que habían en su polla con ella y la lanzó sobre el culo desnudo de Paula. El cabrón tenía su tanga desde el restaurante.
Cogió su ropa y sin siquiera mirarme se fue.
Yo seguía masturbandome, visualizando todo lo que había sucedido y abrí los ojos, contemplé a la bella Paula, tumbada boca abajo, con su dulce carita y me corrí sobre ella.
En ese instante me dí cuenta que todo había terminado. Paula ya no me pertenecía.
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