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Categoría: Maduras

Cumpleaños feliz

Empezaba a no tener escapatoria. Esa adolescente de apenas 18 años, morena, bastante alta (en torno al 1,80) y estilizada estaba a punto de lanzarse a besarme y no sabía como decirle que, en realidad, estaba en su cumpleaños por su madre. Esa impresionante señora de 45 años, amiga de mi madre, a la que no había dejado de seguir con la mirada desde que había llegado a su casa con mi hermana pequeña, amiga de la susodicha adolescente que se reía con malicia viendo a su amiga acosarme... 



Yo soy un hombre de 30 años, moreno, de 1,85 de altura… En fin, un hombre bastante normalito pero con una especial devoción por las mujeres mayores que yo. Susana, la madre de la adolescente, era una rubia de 1,70 de altura, con un culo muy cuidado en el gimnasio y que no dudaba en lucir a menudo con faldas ajustadas o pantalones y unos tacones de infarto que estilizaban mucho su figura…aunque, además de su cuerpo y de su cara que era el vivo reflejo de que la arruga (si no es exagerada) es bella, una de las cosas que más me enloquecía de ella es que era una mujer muy abierta, simpática, con una sonrisa en la boca… y muy juguetona. Patricia, su hija, estaba a punto de besarme cuando vino Susana a rescatarme, separando a su hija de mí con una cara de muy pocos amigos… “Menos mal que no está tu padre”, le oí recriminarle. 



Me fui a tomarme una copa y a refrescarme mientras seguía atentamente a mi hermana que no parecía pasárselo mal con un amigo. En ello estaba cuando Susana me empezó a pedir disculpas detrás de mí. Me dí la vuelta y no pude evitar mirarle de arriba abajo y repasar el sexy vestuario con el que vestía. Una minifalda negra recta muy ajustada con un top también negro con un escote no muy atrevido (hay que decir que no tiene un pecho exagerado) y unos tacones finos también negros de infarto. Susana se ruborizó y me volvió a pedir perdón por su hija. Yo en cuanto reaccioné solo se me ocurrió contestarle que lo único que había que lamentar que no fuera ella la que intentara ligarme… Nos quedamos los dos en silencio mirándonos sin saber qué decir cuando vi por el rabillo del ojo que Patricia se metía en una habitación con un chico…



 No sabía si contárselo a su madre o no, pero no se me ocurrió otra manera de romper ese silencio entre los dos. Ella ni lo dudó y fue directa hacia la habitación… y yo detrás. Entramos cuando los dos ya se estaban dando el lote. Los dos huyeron despavoridos a pesar de que Susana los trató de parar. Yo, con el alcohol, la situación y la visión del culo bien ajustado a la minifalda de Susana estaba muy caliente, y envalentonado por el alcohol, así que me acerqué a ella por detrás y le puse la mano en el culo, suavemente, casi como un roce… Ella se quedó paralizada pero no protestó, así que seguí con la caricia y subí mi mano por su espalda… me pareció oírle un ronroneo de placer y me dije, ahora o nunca. Me pegué a ella por detrás, le aparté el pelo y, tras venirme un maravilloso olor, le empecé a besar el cuellito con suavidad, poco a poco, de vez en cuando, le daba un mordisquito, mientras mi mano seguía acariciando su espalda. Estaba a punto de vencer su resistencia y lo supe cuando ella solo dijo susurrando: “¿Está la puerta cerrada?”. Yo fui y la cerré con llave por si acaso. 



Y como si fuera esa pregunta la señal que esperaba, volví a su espalda y le empecé a besar el cuello ya con más fuerza y a seguir pasando mi mano por su cuerpo, esta vez por delante, rodeando sus pechos en círculos con mis caricias… 



Fue ella la que se dio la vuelta y me miró con cara de desesperada. Nunca había visto a una mujer con tanta lujuria en su mirada. Solo con esa mirada, ya me la puso muy dura así que le cogí su mano y se la puse en mi paquete para que viera lo que me provocaba su simple presencia. Ella, sin que yo le dijera nada, se agachó y me bajó el pantalón para empezar a comerme la polla por encima del slip. Cada vez estaba más mojado y cuando ya casi chorreaba me quitó el slip y mi polla saltó directamente a su cara… “Ummm…cómo me gusta… ¿esta es para mí?” “Sí, cielo, es toda tuya…esta así por ti”. Susana empezó una mamada espectacular (sí, la veteranía es un grado), de abajo a arriba y de arriba abajo, con las uñas en mis huevos que también se comía mientras me miraba fijamente y yo le sujetaba la cabeza y el pelo y le animaba: “Buf, qué bien la comes, al final vas a ser la putita que siempre soñé en mis pajas contigo”. Eso la encendió aún más, saberse la musa de mis pajas le puso a cien, y me la empezó a comer con mucha intensidad pero yo no quería correrme, así que la levanté y mientras volvía a atacar su cuello le quitaba el top para descubrir unos bonitos pechos, no muy grandes, pero aún combatían la gravedad. Empecé a darle lengüetazos mientras sujetaba con una mano por la parte de abajo su teta izquierda. Cuando noté que los pezones estaban ya muy duros, empecé a rodearlos con la lengua y a empezar a besarlo hasta amorrarme a uno de ellos como si fuera a sacar leche de él. Le miraba y estaba fuera de sí. Seguí con sus tetas pero empecé a meterle la mano por debajo de la minifalda y oh, sorpresa! No llevaba bragas… Tenía el coñito muy mojado así que decidió bajar a comérselo. Empecé a pasar la lengua sin hacer nada más y ella se movía para que le metiera algo, me gustaba verla sufrir. Después de recorrer sus alrededores con la lengua, abrí su coñito con mis dedos y empecé a darle lametazos en círculos, en torno a su clítoris, me empezaba a mojar la cara y decidí meterle un dedito, luego otro… cuando sus gritos me sobresaltaron: “Metémela ya, cabrón, que me voy a correr. Vamos, dale a esta viejita lo que no le da su marido…a ese imbécil ya ni se le levanta… por favor, dame ya lo mío”. Que se metiera con su marido en esa situación me puso aún más burro pero quería hacerle sufrir un poco más así que cogí mi polla y empecé a pasársela por fuera de su coñito sin metérsela, que la sintiera sin que entrara. Susana se retorcía de placer y me suplicaba con la mirada que la follara… pero yo quería llevarla al límite…



 --Tendrás que pedírmelo… 



--Fóllame, cabrón… 



--Y yo, ¿qué gano? (Mientras, me masturbaba en su cara sin dejarle tocar). 



--Hijo de puta, dame ya tus pollazos… 



--Me parece que eres un poco puta…. 



--¡SÍ! ¡Pero solo contigo! ¡Hazme más puta aún y seré tu putita para siempre! 



Eso era lo que quería oír y sin avisarle se la clavé hasta el fondo de golpe. Menudo gritó dio, menos mal que la música de la fiesta estaba alta… “Me vas a romper”. Empecé a bombearla con rabia, como si me fuera la vida en ello, notaba como llegaba al final de su coño y este rodeaba mi polla, se ajustaba a ella. Susana gemía cada vez más y empezó a avisarme que se corría, se empezó a convulsionar, se agarró a mi espalda, me clavó las uñas… y se corrió. Yo saqué la polla de su coñito y empecé a masturbarme delante de ella aunque pronto fue su mano la que siguió con la paja. “Vamos, bonito, córrete en mis tetas y en mi cara, báñame de tu semen”. No aguanté mucho más y la bañé entera, incluida su boca… me tumbé a su lado sabiendo que no teníamos tiempo para mucho más y que había sido una locura y una suerte que no nos hubieran pillado… 



--Eres un cabrón. 



--Sí, pero no puedes negar que te ha encantado. Mírate, estás ya mojada otra vez solo de verme aquí… Hacía años que te perseguía…me encantan las putitas como tú…



Espero que os haya gustado.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 6.5
  • Votos: 2
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