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Una no cumple años todos los días, y esa mañana, desde que desperté, tuve la sensación de que no iba a ser un día cualquiera. Amanecí temprano, como cualquier viernes para ir a trabajar, pero ese día me noté especial y quise arreglarme algo más de lo habitual y tras una ligera ducha, me enfundé en un traje de lino rojo que me había regalado por la ocasión.
Falda larga abotonada hasta la pantorrilla, entubada pero no ceñida y camisa sin mangas, cuello mao con botones que abroché solo desde la altura de mi pecho hacia abajo. Vestí mis pies con unas sandalias bajas, de tiras trenzadas de varios colores, luciendo mis tobillos y dejando ver la forma de mis dedos igualados, largos, casi perfectos. El tacto del lino en mi piel me hace sentir bien, como cuando te acaricia la brisa del mar, colándose entre las hebras hasta llegar a rozar cada poro...
A lo largo de la mañana recibí toda clase de llamadas, mensajes y correos de cuantas personas quiero y que me quieren, deseándome felicidad y todas las cosas que se suelen desear en días como ese, pero ni una sola llamada suya...
Pasé toda la tarde con mi familia y mis amigos y cuando llegué a casa, una extraña sensación me invadió al abrir la puerta.... No estaba echada la llave y supuse enseguida que él me esperaba...
Había puesto música, encendido solo la lámpara de la mesa del teléfono y permanecía tumbado en el sofá, con su torso desnudo, descalzo y con solo unos vaqueros a medio abrochar.... Me acerqué a él, sigilosa, casi en silencio y besándole suavemente en los labios, despertó. Ni en el momento justo de despertar pierde su mirada lasciva y perversa. Sus manos juguetonas empezaron a recorrer mi espalda, atrayéndome hacia él mismo, tumbándome sobre él en el sofá....
Pensé reprocharle la ausencia de sus llamadas en un día como ese, pero tras esos besos no pude hacerlo, me embriagaba con su mirada y con el sabor dulce de sus labios al sentir como me deseaban...
- Te he traido un regalo, me dijo... y cogiéndome de las manos, mirándome lascivamente, despertando mi deseo con caricias, me dirigió a la habitación.
Cuando llegamos no pude por menos que sorprenderme al verle allí. Era alto, bien formado, abdominales curtidos, de pecho lampiño, moreno de piel, manos grandes, uñas cuidadas, labios carnosos.... - te gusta? me preguntó.. es mi regalo de cumpleaños para tí...quiero que lo disfrutes
Había adornado la habitación con velas, una luz tenue y su sola presencia la inundaba de sensualidad. No voy a negar que me gustan los hombres morenos de piel, es algo que no puedo explicar, pero que me atrae enormemente y me produce una sensación máxima de morbosidad que consigue encenderme y me ilumina...
Al principio, no entendía bien la situación, pero pensé que si él lo quería así, por qué no iba a hacer lo que probablemente en esos momentos era lo que más deseaba? por qué iba a negarle a él su propio placer contemplando el mío?.. Así que decidí dejarme llevar y soltándome las manos, me entregó a ese desconocido que me llevó entre sus brazos a la cama mientras él se colocaba en el sofá junto a la ventana de la habitación, como expectador privilegiado de cuanto iba a pasar en la estancia en la que nos encontrábamos los tres....
Me sentó en el borde de la cama y delicadamente, terminó de desabrochar mi blusa, tocando mis pechos por encima de mi ropa interior, recorriendo como en un ritual cada poro de mi piel, haciéndome vibrar al rozarme con sus labios sensuales y calientes...
Él nos observaba desde el sofá y ya habia empezado a acariciar su sexo por encima de sus pantalones... aquello me excitaba, verle allí mirándome, pensando que sentiría al verme entregada a otros besos que no fueran los suyos y a otras caricias que no fueran las de sus manos.. si sentiría celos que escondía tras esa miraba lasciva que me lanzaba entreabriendo su boca, mordiendo sus labios y mojándolos con su lengua..
Casi intuitivamente empecé a acariciar la piel morena del amante regalado, me dejé llevar por la voluptuosidad de su pecho que empecé a recorrer con mi lengua mientras acariciaba su espalda con la yema de mis dedos. Por un momento quise olvidarme de que él estaba allí observando cada movimiento, cada susurro, cada caricia....
Me tumbé en la cama empujada por el peso de su pecho que suavemente se avalanzó sobre mí y con sus manos desabrochó mi falda, besando mis muslos y mis piernas a la vez que las descubría con cada botón que quitaba. Sentí un ligero temblor y un escalofrio que recorrió todo mi cuerpo, excitando mis pezones y endureciendo mis pechos, a la vez que un profundo gemido me salía de las entrañas....
Quise mirarle en ese momento y le ví allí, sentado, con las piernas abiertas y manipulando su sexo que ya aparecia esplendoroso en su bragueta abierta. Lo acariciaba con mimo, descubriéndolo casi en su total plenitud, y mientras me estremecia al sentir los labios de mi amante entre mis piernas, pensaba que eran mis manos las que acariciaban así su sexo, sintiendo su calor, su humedad... la misma humedad que mi sexo habia empezado ya a rebosar al ser despertado por la lengua experta de quien se hallaba entre mis muslos, jugueteando con mi clítoris, acariciandolo con sus dedos que recorrian toda mi vagina, abriendola, penetrandola....
Mis gemidos le estremecían, le ví temblar, sudar.... y ví como me deseaba, como en el fondo quisiera ser él quien estuviera sintiendo el roce de mi piel, el temblor de mi pecho, la excitación de mis pezones, él haciendome cosquillas en los muslos, jugueteando con su lengua en mi sexo hinchado y rebosante de deseo.
Mi placer le excitaba y seguía acariciando su verga de arriba a abajo, agarrándola entre su mano, friccionándola entre sus dedos, mostrándome su miembro poderoso, abandonándolo completamente erguido para acariciar sus muslos, aprentándolos y volviéndolos a abrir para recorrer sus testículos mientras me veía en la cama, con mi espalda arqueada, mis piernas abiertas y encojidas, con otra boca que no era la suya mordisqueando mis ingles, jugando en el vello de mi pubis, sorbiéndome las entrañas...
Lentamente y casi sin darme cuenta, sentí como mis ojos fueron cubiertos por un foulard de tacto sedoso cuyos flecos acariciaban mis hombros. Aquello me excitó, pero por otro lado, sentí una sensación extraña que me invadió provocándome la ansiedad propia de hallarme entre tinieblas, ajena a cuanto podría pasar desde ese momento a mi alrededor...
Estaba confundida, sentía más de dos manos acariciando cada curva de mi cuerpo, mis pechos, mis caderas, dos lenguas lamiéndome los muslos, los pezones, dos cuerpos presionando el mío, uno a cada lado, entrelazandose con mis piernas, dejándomelas casi inmóviles, dos olores corporales tan distintos, tan pasionales, tan varoniles... el querer averiguar que manos, lengua, cuerpo y olor eran de él y cual del amante, me inquietaba llevándome casi al límite, haciendo que mi respiración se entrecortara y que con mis manos me aferrara a la sábana, arañándola con mis uñas, y esa misma excitación me llevó a levantarme de la cama y a ponerme a cuatro patas en ella, mostrando mis gluteos contoneándome, provocando ser acariciados, besados, mordidos, pellizcados...
En ese momento, me olvidé de aquella tercera persona que nos acompañaba en la habitación y sólo deseé sentir la presencia de su falo rozándome, golpeándome y susurrando, casi suplicante, le llamé.. dije su nombre como en una oración y en ese momento, pude sentir como sus manos inconfundibles planeaban sobre todo mi sexo, recorriéndolo en toda su plenitud, con su palma bien extendida, acariciándome desde mi ano hasta mi pubis, sintiendo la yema de su dedo corazón rebuscando mi clítoris, su palma en mis húmedos labios, su muñeca casi en mi ano y todo su antebrazo entre mis nalgas...
Con su otra mano, acariciaba mi espalda, dibujaba mi cintura y llegando hasta mi hombro con un pequeño gesto de su mano, me hizo que me incorporara, agarrándome con fuerza entre sus brazos, sintiendo el calor de su aliento en mi cuello, su boca buscando la mía, sus manos aprentando mis pechos, pellizcando mis pezones y su verga..... diossssssss, toda ella palpitando entre mis nalgas.... y volví a agacharme, respiré profundamente para intentar relajar mis músculos y sentí como mi ano se dilataba y su falo me penetraba lentamente. Me sorprendí a mi misma moviéndome, contoneándome, ayudándole a penetrarme, sentí su pene hinchado, presionado por las contraciones de mi músculo y no pude evitar que mis gemidos se convirtieran en gritos, que terminaron deshechos en el más placentero de los orgasmos, haciéndome sentir fuego presionando mis intestinos y mi vientre.....
Le oí gemir, suspirar, le sentí vibrar dentro de mí, estremecerse, temblar, la tensión de los músculos de su vientre y sus muslos ... y en ese preciso instante, me devolvió la luz, quitando el pañuelo de mis ojos, sacando su verga de mí, agarrándome por la cintura casi desesperadamente, volteándome y poniendome frente a él, pecho con pecho, tendiéndose en la cama y atrayéndome hacia él....
Le deseaba como nunca lo había hecho, a él y a su polla esplendorosa y no pude por menos que introducirla entre mis pechos para acariciarla, paseándola entre ellos antes de llevarla hasta mi boca para saborearla en mis labios mientras él gemía, mientras sus músculos se tensaban, su vientre temblaba y suplicante me pedía entrar en mí de nuevo.... y con mis manos cojí su verga erecta y la metí en mi vagina que rebosaba abierta como una flor, mojada, con mis labios aún hinchados y poco a poco, pero de una sola embestida, pude sentir como me penetraba, como su miembro se extendía rozándome las entrañas, llevada por el vaivén de mis caderas, que se contoneaban al ritmo que la música de sus manos marcaba en mi cintura, ambos, al unísono, llevados por una misma melodía a la que le hacíamos los coros con nuestros gemidos, hasta llegar al momento in-crechendo en el que nuestros cuerpos temblaron y sentí como el calor de su espuma arribó a mi orilla, rompiéndose y estallando en mi acantilado....
Quedamos exahustos, tendidos uno sobre el otro, sin aliento, jadeantes...... sintiendo el último palpitar de nuestros sexos, envueltos en sudor, en el aroma de nuestro propio deseo...... fué como la calma que llega tras la tempestad, dejándonos solo las fuerzas necesarias para fundirnos en un abrazo mientras me regalaba miles y miles de besos, dulce, muy dulcemente.
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