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"Carmín cumple años y lo celebramos con una fiesta. Nuestros amigos le traen un regalo especial."
Era el día del cumpleaños de Carmín y decidimos celebrarlo con una pequeña fiesta (ya me entendéis). La tarde antes fuimos al súper y compramos lo necesario para preparar una buena barbacoa (pero barbacoa de verdad, como me enseñó un amigo de Río de la Plata: “vos estás quemando carne en una parrilla, no haciendo una barbacoa, vení y aprendé”) y bebidas como para abrir un bar. Ya sabéis lo exagerados que somos los españoles cuando compramos cosas para montar una fiesta.
Vendrían unos cuantos familiares y amigos, entre ellos Pedro y Leona, de modo que la fiesta tendría su “post-fiesta”. Carmín llevaba un traje de baño negro con un pareo a juego y Leona un vestido blanco ibicenco con un bañador blanco debajo. Ambas estaban preciosas y elegantes. Sexys pero “decentes”, que había críos y persona mayores y no podíamos estar lo cómodos que nos gusta, pero reunirse con la gente importante de tu vida vale un pequeño esfuerzo.
A eso de las once empezaron a llegar todos.Nos alegraba tener allí a todo el mundo. Risas, baños, comida y bebida para todos, tarta, canto de cumpleaños feliz, regalos, más bebida, más comida, música, ya os imagináis. A eso de las diez de la noche todos empezaron a marcharse, ya que tenían hasta una hora de coche y al día siguiente era lunes, de modo que alguno tenía que trabajar aunque fuese agosto. Poco a poco nos íbamos quedando cada vez menos, hasta que al final nos quedamos sólo los cuatro.
Eché unos cubatas, y los llevé a la piscina justo cuando los últimos invitados se marchaban. Pedro aprovechó para llegar al coche a por algo. A su regreso traía un par de bolsas de una conocida marca de lencería y trajes de baño de calidad.
-¡Ahora sí! ¡Aquí está mi regalo! No es de los que se pueden abrir delante de mamá -nos echó un guiño.- Pero creo que te gustará Carmín. Y para mi mujercita también, que vayáis conjuntadas.
Pedro entregó una bolsa a cada una y ellas le agradecieron con un morreo cada una. Abrieron las bolsas y sacaron triunfalmente los paquetes. De dentro salieron dos biquinis brasileños de esos que son apenas unos hilos que sostienen unos triángulos de tela que se pueden ensanchar para tapar decentemente o reducir a unas tiras que tapen justo menos de lo imprescindible. El de Carmín con un estampado de colores brillantes para contrastar con su piel morena y el de Carmín en un elegante verde botella metalizado que iba de muerte con su piel y cabello pelirrojo.
Ambas se fueron para dentro a cambiarse y mientras sonó el timbre del chalet.
-Ah, ese debe ser Esteban. Me he tomado la libertad de invitar a un amigo especial a nuestra post fiesta, Tú me entiendes- y nuevo guiño.
Pedro y yo fuimos a abrir. En la puerta, en efecto, estaba Esteban. Más de metro noventa, cuerpo fibrado de gimnasio, aunque no musculado hasta el exceso. Vestía camisa y pantalón blancos que contrastaban con su piel negra. Porque Esteban es de origen guineano. Su familia emigró cuando se produjo la independencia a España. Elegante (más tarde Carmín me confesaría que es el hombre más terriblemente guapo que ha conocido), de trato fácil y amplia cultura. Le invitamos a pasar y en seguida conecté con él. Es una persona de conversación agradable, divertido y gran conversador. Le puse una copa y nos cambiamos, Pedro con su eterno bañador de natación (modelo “marcopaquetti” le llama Leona), yo con uno tipo bermuda a medio muslo y Esteban uno más largo hasta la rodilla y nos metimos los tres en la piscina.
La piscina del chalet tiene una escalera de obra que permite sentarte en el agua si estar del todo sumergido. Las chicas tardaron un momento, supongo que aprovecharon para ir al baño y contarse unas cuantas de sus cosas y mientras los tres entramos en una amena charla un poco sobre estudios, otro poco sobre trabajo, otro poco sobre aficiones.
Al cabo de unos minutos Carmín y Leona salieron al jardín con sus biquinis nuevos. Estaban espectaculares. Habían regulado la tela para que tapara apenas las areolas de los pezones y el pubis, de modo que insinuaban todo sin llegar a enseñar lo más importante. Por detrás la tela se había colado como una cinta entre las nalgas de ambas que estas devoraban. Carmín se sorprendió un poco al ver a Esteban, pero Pedro en seguida se lo presentó. Fui a ponerles unas copas a las chicas mientras los demás se sentaban en el filo de la piscina. Cuando volví estaban sentados de derecha a izquierda Esteban, Carmín, Pedro, Leona y el sitio que quedaba al lado de esta última fue para mí. La charla se fue animando, con más risas y más copas. Y empezó a ponerse picante, siendo quienes somos, ya os lo imagináis, hasta que por fin Leona le cogió la mano a Carmín y le dijo.
-Bueno, pues ahora te digo yo. Los biquinis han sido el regalo de Pedro, pero mi regalo para tí es Esteban. Feliz cumpleaños espero que lo disfrutes ahora mismo.
Y como si fuese una especie de contraseña, nada más acabar de hablar Leona, Esteban tomó a Carmín por la nuca y le dio un señor beso, metiéndole la lengua a fondo. Carmín tardó un segundo en reaccionar pero en seguida se dejó llevar, especialmente cuando la mano de Esteban se coló por dentro (si es que podía haber un “dentro” en una prenda tan minúscula) del biquini apoderándose de uno de sus pechos. Se besaban y metían mano, cada vez con más ganas mientras sus respiraciones se iban haciendo más profundas.
La mano de Esteban bajó a la entrepierna de Carmín y comenzó a masajear su clítoris a través de la tela un momento, pero inmediatamente la apartó para mover la tela a un lado. Carmín tenía una pierna en el agua y la otra sobre el filo de la piscina, lo que nos dio una magnífica perspectiva de su coñito. Tenía ya los labios hinchados y comenzaba a mojarse. Esteban le dio un buen masaje, hasta que Carmín lo apartó.
-Uffff, para, por favor, o voy a correrme y no quiero aún. Antes quiero desenvolver mi regalo.
Carmín se metió en el agua hasta la cintura delante de Esteban. Bajo el bañador se marcaba un prometedor bulto, de dimensiones más que generosas. Él levantó un poco la cadera y ella le bajó el bañador. Ante ella apareció el regalo. Un “gran” regalo. De hecho lo que había salido de aquel bañador era un pollón que, morcillón todavía estaría por encima de los 20 centímetros. Al verlo se me ocurrió que tenía que hacer falta mucha sangre para poner duro y tieso aquel monstruo y que mi mujercita tenía por delante una dura tarea. Ella debió pensar lo mismo porque se quedó un momento parada con cara de sorpresa. Supongo que por el bulto del bañador se había esperado una herramienta importante, pero no tanto. Sin embargo, no tardó mucho en rehacerse y se puso a la tarea de llevarlo a su máximo esplendor.
Se metió como pudo el glande y una parte del tronco en la boca y empezó a chupar y pajear aquella cosota con ganas. No es que las felaciones sean lo que más le gusta en el sexo, pero se le dan de miedo, y teniendo en cuenta que no todos los días tenía un “caramelo” de ese calibre a su disposición se lo curró de veras. Se clavaba la poya de esteban hasta la garganta y pajeaba fuerte, hasta que se le escapaban las lágrimas y casi la arcada, se la sacaba y la untaba con la baba espesa que salía de su boca en cantidad, lo pajeaba fuerte y rápido y volvía a la tarea de mamar. En cinco minutos (“joder, qué aguante tiene el cabrón este” pensé, si me da a mí ese tratamiento no le aguanto a mi mujer un minuto sin correrme) Carmín logró su objetivo, llevar aquel monstruo de la naturaleza a su máximo esplendor, duro, tieso y apuntando al cielo.
Esteban estaba en la gloria, pero decidió que ahora le tocaba a él, así que sacó a Carmín al filo de la piscina. Le quitó la parte de abajo del biquini (como si hiciese mucha falta o estorbara para algo) y se lanzó a lamer, chupar y clavar su lengua y sus dedos en el coño de mi mujer. Carmín tuvo su primer orgasmo, llenándole la cara de flujos. Esteban salió entonces del agua y se limpió el flujo de la barbilla. También recogió el flujo que chorreaba por los labios del coño de ella y empezó a lubricarse el miembro con él.
-Ahora sí, vamos en serio.- le dijo.
Se sentó en el filo de la piscina, sacó de su bañador un condón que parecía un impermeable y con dulzura levantó del suelo a Carmín. La manejaba como una muñeca, pues aún estaba recuperándose de su primer orgasmo. Puso su cuerpo entre los muslos de ella apoyó el glande en la entrada de su coño. Ese contacto pareció despertar a mi mujer, que apoyó sus rodillas para controlar el movimiento y empezó a bajar, empalándose poco a poco en aquella viga de carne. Esteban sabía lo que tenía entre las piernas y controlaba el ritmo bombeando poco a poco el coño de ella a la vez que la acariciaba toda y le chupaba las tetas para excitarla aún más. Carmín iba subiendo y bajando, un poco más cada vez, hasta que tuvo dentro algo más de la mitad y soltó un bufido
-¡Joder! En mi puta vida he estado tan llena. Me… me está aplastando la boca del útero y no ha entrado toda. ¡Dios! ¡Joder! Qué bueno… me vas a reventar hijoputa… pero… esto… esto e lo meto yo entero por mis muertos… ¡DIOSSSS!!!!
Carmín empezó a empalmar sus orgasmos uno tras otro. Ninguno nos explicábamos cómo pero había conseguido clavarse aquella cosa casi entera. Apenas sobresalían dos o tres centímetros de polla desde nuestro punto de vista y el dolor debía mezclarse con el placer, porque a Carmín le corrían lágrimas por las mejillas. Sin embargo estaba decidida a aprovechar su regalo y seguía follándose a Esteban con ganas. Ni nosotros ni ella llevábamos la cuenta de cuantas veces se había corrido ya, no menos de cinco, pero seguía moviéndose como una loba poseída de lujuria. Esteban sudaba y jadeaba, pero aguantaba como un campeón.
Pedro y yo estábamos como absortos. Era un espectáculo digno de una peli porno de las caras. Eso sí, nuestras poyas estaban duras como piedras, saliéndose por la cinturilla del bañador. Leona cazó una con cada mano.
-¡Eh, pasmaos! Ya vale de mirar, que yo también estoy cachonda y, o me atendéis o le quito su regalo a Carmín.
Pedro respondió sacándole las tetas del biquini y mordiéndoselas con ansia y yo le empecé a comer la boca. Ella entretanto empezó a pajearnos a cada uno con una mano. Por supuesto somos unos caballeros, así que le facilitamos la tarea quitándonos los bañadores. Leona se metió en el agua y empezó a comerse nuestras poyas haciendo honor a su nombre, chupando una mientras pajeaba la otra cambiando, incluso en algún momento nos hizo ponernos de pie para meterse los dos glandes a la vez en la boca. Nos estaba poniendo cardíacos y llegó un momento en que Pedro no aguantaba más. Se salió de la piscina y sacó a Leona. Se tumbó, la puso a ella encima y le atravesó el coño de una estocada. Leona soltó un rugido y luego empezó a ronronear de gusto.
-Sí, así… vamos Lefa, fóllame… tú… también.
Me fui para allá y sujeté las caderas de Leona. Como pude metí mi poya en su coño, que ya estaba casi atrancado con la poya de Pedro. Leona gemía y chillaba de gusto mientras Pedro y yo le abríamos un túnel literalmente con nuestras herramientas. Tan estrecho y húmedo. Miré hacia donde estaba Carmín. Esteban le había dado la vuelta y ahora se la estaba follando desde atrás, las rodillas en el suelo, sujetándola por las tetas y comiéndole, el cuello, la oreja y la boca. Saqué mi poya empapada de flujos del coño de Leona y, antes de que pudiera protestar, apoyé la punta en su culo. Me miró sonriendo con lascivia como diciendo ¿a qué coño esperas? Así que empujé poco a poco. Su culo se resistía, pero un anillo, dos, tres, traspasé su esfínter. Una vez dentro el glande el resto del miembro entró solo, hasta el fondo. Mi pubis chocó con sus nalgas con un sonido de palmada, el mismo sonido que hacía el pubis de Esteban chocando con las de Carmín, que seguía gimiendo y corriéndose una y otra vez. Sin perder el espectáculo de vista empecé a bombear el culo de Leona acompasando mi ritmo sin darme cuenta con el que Esteban le marcaba a mi mujer. Un grito de placer me sacó de mi ensimismamiento. Era Leona llegando al orgasmo.
-Joder cabrones… que bueno, me corro… ¡me corroo!!!- mientras su coño y su culo empezaban a temblar apretando espasmódicamente nuestras poyas. Pedro y yo reaccionamos a su voz y a las sensaciones y nos corrimos a la vez, inundándola con semen caliente y bien espeso. Sacamos los miembros de Leona que aún temblaba de gusto agotados, sudorosos y jadeantes. Nos sentamos mirando a la otra pareja. Carmín estaba ya al límite.
-No puedo más, por favor… no puedo… más… córrete… quiero que te corras…. ya… cabrón… dame leche… quiero tu leche caliente.
Esteban bombeó más rápido entonces.
-¿Dónde la quieres?
-En mi boca… en mi cara… en mis tetas…. por todas partes… pero dámela ya…
-Estás un poco puta, ¿no?
-Estoy… muy… puta… y no… puedo… no puedo más…. ¡correte!!!
El le dió otras cuantas embestidas fuertes y le sacó la poya. Carmín se dio la vuelta de rodillas y volvió a pajearle y chuparle la poya con ansia. Esteban bufaba de gusto y con un gruñido empezó a correrse. Carmín tragaba lo que podía, pero al final tuvo que sacarse la poya de la boca sin parar de pajearla. Unos cuantos chorros más le salpicaron la cara, el pelo y los pechos dejando todo embadurnado de crema blanca y espesa. Esteban se retiró hasta donde estábamos nosotros que le palmeamos la mano. Nos lo habíamos pasado todos de lujo. Leona, se levantó como pudo y se fue en busca de Carmín.
-Eh, no te la termines que yo también quiero- mientras le lamía los pechos, el cuello y la cara limpiando el semen. Y cuando tuvo la boca bien llena le pegó un señor morreo compartiendo con ella el postre.
-¿Te ha gustado tu regalo?
-Joder, me ha encantado, estoy destrozada, necesito algo para reponerme.
Todos nos reímos. Pedro y yo nos levantamos y trajimos una botella de cava y copas. Nos tomamos la última de la noche y nos fuimos todos a la cama, agotados, contentos y saciados. Mañana tocaba limpiar. Y descansar. Ya me entendeis.
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