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Categoría: Incestos

Culpable

La puerta del baño se abre y te acercas hasta al salón donde estoy tumbada viendo la televisión.



-Me voy mamá -Dices mientras te agachas para darme el inocente piquito en los labios con el que siempre nos hemos besado.



Inocente para ti, pero dejó de serlo para mí desde aquella fatídica tarde en la que saltando ociosa de relato en relato erótico terminé por llegar a la categoría de amor filial. Cientos de veces había leído pornografía sin que nunca me hubiese llamado la atención aquella temática.



Sí, yo también pensaba que ninguna mujer en su sano juicio podía verse atraída sexualmente hacia su hijo, pero al terminar de leer aquel primer relato me sorprendí a mí misma al encontrarme totalmente excitada y con horror me di cuenta de que en mi mente aquella madre había tomado mi imagen y aquel hijo la tuya.



Fue solo el primer relato y a ese primer relato le siguieron cientos. Ahora yo también soy una de esas mujeres que no están en su sano juicio y cada vez que accedo a CuentoRelatos lo primero que hago es ver si se han publicado algo nuevo en la categoría filial.



-¿Llegarás muy tarde? -Pregunto casi acompañando tus labios cuando te separas de mí.



-No, que va. Hoy solo vamos a cenar y al cine. En cuanto termine la peli me vengo -Contestas ya camino del pasillo.



-Ok, ten cuidado hijo.



-No te preocupes mamá. Hasta luego.



La puerta se cierra y me quedo sola en casa, echándote de menos y deseando que vuelvas a entrar para pasar la tarde sentado junto a mí en el sofá.



Sacudo la cabeza intentando que todas esas ideas se esfumen de mi mente y me levanto del sofá. Necesito distraerme, hacer algo que tenga mi mente ocupada lo suficiente como para evitar que estos pensamientos sigan torturándome.



Afortunadamente en casa nunca faltan cosas que hacer, apago la televisión y me dirijo al baño dispuesta a hacer la colada.



Cojo el cesto de la ropa sucia y me dirijo a la lavadora con él. Saco las prendas cuidadosamente y las examino antes de introducirla en la lavadora, no quiero lavar nada que no deba por accidente y tanto tu padre como tú sois un desastre, siempre olvidáis vaciar los bolsillos.



Tu pijama y los calzoncillos son lo primero. Me avergüenza confesar que a menudo examino tus calzoncillos en busca de alguna muestra de tu joven virilidad en forma de una posible mancha que haya dejado escapar tu sexo. La ropa de tu padre le sigue y resoplo con disgusto al encontrar un billete de veinte euros en el bolsillo del pantalón.



-Veinte euros que has perdido desastre, mejor para mí -Me digo en voz alta mientras guardo el billete en el bolsillo del camisón de estar por casa que llevo puesto.



Continuo sacando la ropa del fondo del cesto y pasándola a la lavadora, ya solo queda mi ropa y segura de lo que hay la cojo sin molestarme en examinarla, introduciéndola en la lavadora directamente.



De repente, al coger la última prenda del cesto, mi cerebro percibe un húmedo y frio tacto sobre la tela y mi mano se detiene en su camino hacia la lavadora. Son mis braguitas sucias de ayer.



Sujetándolas con ambas manos las extiendo para deshacer la bola de tela engurruñida en que se habían convertido.



Están muy mojadas, en concreto la zona de tela que ayer estuvo en contacto con mi sexo y que termina normalmente manchada con restos de mi flujo se halla cubierta por un líquido ligeramente blancuzco y viscoso.



Tardo un tiempo en reaccionar mientras intento asimilar de qué se trata, pero finalmente mi corazón comienza a latir fuertemente enviando un torrente de sangre hasta mi cara, que comienza a arder y a enrojecerse por momentos, al comprender mi cerebro que se trata de semen.



¡Semen! Es semen, sin lugar a dudas. ¡Tu semen! No puede ser de nadie más.



Las piernas me tiemblan y necesito sujetarme. Me apoyo en la lavadora con ambas manos y cerrando los ojos intento respirar profundamente mientras sigo sujetando las bragas con mano derecha.



Cuando finalmente consigo el suficiente valor como para volver a abrir los ojos cambio las bragas de mano y me observo la derecha con los dedos manchados por los restos de tu corrida.



Junto mis dedos índice y corazón contra el pulgar y suavemente los froto restregando los restos de semen evaluando la calidad del mismo. Es fresco, muy fresco.



Te imagino masturbándote, hace apenas veinte minutos, con tu polla envuelta por mis bragas en un deseo incestuoso que nunca hubiese imaginado por tu parte. No puedo evitar que mis pezones se endurezcan terriblemente y se marquen en el camisón.



-¿A dónde vas deslumbrando con las luces largas mamá? -Eso es lo que siempre me dices cuando mis pezones se marcan en los camisones que me pongo para estar por casa.



-Me ha dado frio hijo. -Es lo que siempre te contesto mintiendo.



Solo ahora sé que en esa conversación hay pura tensión sexual para ambos.



Siento un intenso sofoco mientras vuelvo a examinar las bragas mojadas abundantemente por tu simiente y no puedo evitar que mi sexo se humedezca de forma inmediata.



Imagino en lo que estarías pensando hace apenas media hora, cuando buscaste en la ropa sucia las bragas de tu madre y te masturbaste con ellas hasta derramarte abundantemente. ¿Pensabas en mis tetas? ¿En mi coño quizás? ¿En ese coño donde tantas veces he imaginado, yo también, que te corrías inundándome con tu leche?



Sé lo que ha pasado después, sé cómo te has sentido avergonzado. Sé cómo, con sentimiento de culpa, has vuelto a esconder la bragas en el fondo del cesto con la esperanza de que nadie descubra nunca tu terrible secreto. Lo sé pues mil veces he experimentado la misma sensación de culpa pensado en ti mi amor.



Mil obscenidades pasan por mi cabeza llevándome al borde de la locura. Hubiese deseado tanto que en lugar de mis bragas sucias fuese directamente en mi chocho donde te derramabas hace tan solo unos minutos.



Una idea loca. Una idea loca se apodera de mi mente y mi cuerpo comienza a moverse de forma inconsciente para llevarla a cabo.



Solo cuando mis dos pies se han introducido ya por su respectivo agujero y las bragas están a la altura de mis tobillos me doy cuenta de lo que estoy haciendo y me detengo por un instante dudando.



-¡Qué demonios!- Pienso. No puedo resistirlo más. ¡Lo deseo tanto!



Mi deseo vence cualquier intento consciente de resistencia y subo las bragas hasta colocármelas.



Un calambre recorre todo mi cuerpo cuando noto tu semen frio y húmedo en contacto con los labios de mi coño. Cierro los ojos y dejo escapar el aire concentrándome por completo en sentir tu leche, en sentirte a ti.



-Más dentro mi vida, más dentro. -Las palabras brotan de mi boca de forma inconsciente.



Llevo mi mano hasta mi sexo y comienzo a tocarme sobre las bragas, restregando tu semen contra mi coño que deja escapar abundante flujo impregnando la prenda íntima.



No es suficiente y pronto presiono con mis dedos que atraviesan los labios vaginales arrastrando la tela impregnada por tu semen hasta mi interior.



-Sí mi niño, así dentro de mamá.



No tengo control sobre las palabras que escapan de mi boca mientras me masturbo imaginando que es tu polla la que perfora con fuerza el coño de mamá.



Respiro con fuerza, mis piernas tiemblan y solo deseo correrme, correrme contigo y que nuestros fluidos se mezclen en mi interior.



-Dame tu leche mi vida, dale tu leche a mamá cariño, sí así, sí así… aghhh



El orgasmo más violento que jamás he sentido recorre mi cuerpo entre espasmos mientras mi coño se contrae con fuerza expulsando una gran cantidad de flujo que desborda las bragas y desciende muslos abajo.



Mis piernas tiemblan y tengo que sujetarme con una mano sobre la lavadora para no caer mientras intento tomar aire con la boca abierta e imagino que es tu polla la que acaba de depositar tu semilla en mi interior.



Son varios minutos los que necesito para recuperarme y poco a poco tomo conciencia de lo sucedido. El sentimiento de culpa me invade, pero es un sentimiento de culpa diferente. Es un sentimiento que se torna ahora en verdadera preocupación hacia a ti.



-¿Cómo podre protegerte ahora de mí? ¿Seré capaz de resistir al deseo de sentirte dentro de mí ahora que sé que tú también sientes algo?



Hasta hoy todo no era más que pura fantasía en mi cabeza y sin la menor posibilidad de tornarse realidad, pero ahora es más que fantasía. Ahora puede ser una realidad.



Termino de recomponerme y decido que es hora de poner la lavadora. El programa corto estará bien, la ropa no está demasiado sucia. Le doy al botón de puesta en marcha y mientras camino hacia el salón oigo como la lavadora comienza a tomar agua.



Las bragas continúan estando totalmente empapadas y hundidas en mi coño.


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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