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Cuentos del Mangó

Allí estaban nuevamente reunidos los doce discípulos del alcohol, la droga, la miseria y la desesperación. Doce seres que habían muerto en vida, que existían pero no formaban parte de este mundo terrenal. Allí estaban nuevamente sentados sobre doce piedras, bajo la sombra del árbol de mangó, aquel árbol centenario, testigo mudo, altar del sacrificio en el cual muchos habían decidido abandonar este valle de lágrimas. Allí estaban los doce camaradas, aquellos miserables a los cuales la vida les había negado el derecho a la felicidad, a la dignidad... Allí estaban nuevamente, como todoslos viernes reunidos para tener una gran noche, para contarse sus penas, y sobre todo, para narrar sus cuentos, sus historias de desaparecidos, de putas, patos, curas corrompidos y ministros de las tinieblas. Allí estaban los doce, una vez más cimpliendo con la puntualidad, ni un segundo más, ni un segundo menos... La noche se había tragado el día, saboreando sus últimos destellos de luz... caía una leve llovizna y la luna hacía lo imposible por somarse a la escena a la cual ya estaba acostumbrada... Bajo su tenuez luz, allá abajo estaban los doce paladines del planeta. Eran reyes y príncipes que difrutaban de la plena libertad, una pandilla de vagos que no trabajaban, pero vivían de los demás... comían como reyes y sacerdotes sin dar un tajo ni en defensa propia. Allí estaban en aquel palacio sin columnas ni paredes, observando la hermosura de la noche y escuchando la orquetas sinfónica de los insectos y animales nocturnos. Sobre el suelo yacían las hojas secas del mangá, varios mangoes podridos yacían moribundos y soplaba la brisa fría que vwenía del río cercano. Era una noche especial, una noche de orgías, de placer, de pasión, de banquete, de fiesta, una noche llena de misterios, llena de emociones. _--¡Si estuviera Chela entre nosotros!_murmuró el Ratón-¡Quisiera sentir su olor de puta callejera, sentir su fuego, sentir que me quema! Todos suspiraron...¡Sí! la Chela, la puta que los complacía y satisfacía sus necesidades sexuales.. Pero la Chela no había aparecido, ya no estaba con ellos, la tierra parecía que se la había tragado... El silencio se adueñó de la noche, del escenario, de la platea al aire librre... Hubo silencio, un silencio raro, un silencio amenzante, un silencio que devora los sonidos, los ruidos, unn silencio aterrador que anuncia muerte, tragedias, sangre... La luna venció la oscuridad y dejaba que sus rayos de luz revotaran en los rostros de aquellos hijos de la desesperación... ¡Ay Chela, quisiera percibir ese olor a bacalao que sale de tus entrañas!--- exclamó el Cholo_- Las carcajadas se comieron el silencio. El río volvió a cantar, los insectos nocturnos subieron al escenario, una jauría de perros pasó por detrás de la vieja escuela, iban jadeantes detrás de Marcola, la perra más puta del mundo... Esta noche sería una especial, una noche para narrar cuentos nuevos, cuentos que cautivaran... No más chistes de locas, de desaparecido, no más chiste de Juanito, no más chistes de momjas, sacerdotes, maridos cornudos... esta sería una noche de cuentos... La noche avanzaba, estaba hambrienta de segundos, de minutos, de horas... la noche trituraba el tiempo, el silencio volvió a reinar...nadie hablaba, nadie cantaba, nadie murmuraba, nadie decía nada ¡Ay Chela!-volvió a murmurar el Ratón-¿Dónde estás?¿Por qué nos abandona?¿Por qué nos deja en esta noche de silencio, en esta noche de placer, en esta noche apacible? ¡Reina y dueña de nuestros corazones!¡Hermosa doncella como Dulcinea! Un entruendo de cargadas golpeó con fuerza el silencio ya moribundo, silencio ebrio que presagiaba cosas malas, dolor, sufrimientos, tragedias... La noche consumía las horas, los minutos, los segundos. La luna se cansaba...esperaba con paciencia los cuentos de aquellos degenerados... Hoy sería el Cholo, el narrador invitado. El Cholo aburrido, el Cholo que siempre estaba hablando sandeces, el Cholo soso, el más pequeño de ellos... el Cholo triste, melancólico, el sufrido.. el Cholo... Ahora todos se acomodaron en sus doce tronos. Parecían hombres importantes, diplomáticos, ciudadanos ejemplares. Como ellos decían: "Somos doce ciudadanos norteamericanos", somos doce pendejos que fuimos a las guerras de esos "guele pegas"... Nadie lo hubiera creído...aquellos escombros con vida habían peleado por los más nobles ideales de la democracia... Ahora, como decía el Ratón... pelearemos por la crica de Chela...por su enorme monte de Venus... Nuestra bandera sus pelos, nuestra ciudadanía sus dos tetas grandes... Estaban serios, pensativos, sumidos en lo más profundo, en su abismo de la desesperación... Todos se miraban y dejaban escapar una leve sonrisa... Era el momento de comenzar, era el momento para que se iniciara la ceremonia habitual, era el momento para comenzar a escuchar lo que el Cholo tenía que decir... Todos se pusieron de pies y comenzaron a dar vueltas alrededor de las doce piedras. Levantado sus manos derechas y caminando en círculos saludaban como si estuvierran en un desfile militar. Siete vueltas, siete saludos, siete peticiones... Ahora se colocaban de nuevo en sus tronos de aquel palacio en medio de la noche. Extrajeron sus cigarrillos... doce cigarrillos que encendieron como si se tratara de un acto oficial...doce antorchas olímpicas, luego extrajeron doce canecas de ron baratas. El momento del brindis no se hizo esperar. Esta noche le tocaba a Fulgencio... Todos extendieron sus manos, apretando sus canecas... Allí estaban de pie, mirándose fijamente, deseosos de sentir aquel fluido divino correr por sus gargantas... ¡Brindo hermanos y camarada por la guerra!¡Brindo por todos los niños que mutilamos en el campo de batalla!¡Brindo por el dolor, el sufrimiento, la angustia que sembramos en nombre de nuestra nación!¡Brindo por las mentiras, por los falsos ideales, por la destrucción de ciudades hermanas!¡Brindo por todos esos militares, buenos cristianos que visitan las iglesias y rezan a Dios!¡Brindo por esos hijos de putas que nos jodieron el alma, que nos convirtieron en asesinos de inocentes!...¡Brindo por ustedes! Brindo por la paz, aunque nunca llegue, brindo por el nacimiento de una nueva esperanza!¡Coño brindo por Chela, la mujer que nos da de comer el pan de vida, que sacia nuestros instintos, que le da un poco de sentido a nuestras vidas! ¡Coño brindó por estas doce hermosas canecas de ron que nos hacen ver la vida de otra forma!¡Coño camaradas brindemos por la capa de ozono que la estamos jodiendo!¡Brindemos para nos dejemos de tanta pendeja! Luego del brindis volvieron a sus doce rocas. Hermanos, dijo el Cholo, una vez más nos hemos reunido bajo este frondoso árbol de mangó para disfrutar de una gran velada. Sé, de eso estoy seguro, que no soy un buen narrador. Y sé la clase de lectores que ustedes son. Estoy completamente seguro que anhelan escuchar de mí otro cuento erótico,de putas y patos, de violaciones, de ahorcados y aparecidos. Es posible que quieran escuchar otro cuento de curas y ministros corrompidos... ¡Sí les gustan los cuentos que le paren las vergas!¡Sólo quieren escuchar los cuentos de chingaera, de mujeres seductoras, de patos y afeminados, de mujeres como Chela... A mí me gustan también, no se lo niego... Me gustan esos cuentos que despiertan el centauro que llevamos por dentro, que nos llevan a soñar, que nos elevan al mundo de las emocioines y pasiones ocultas...claro que me gustan esos cuentos... pero esta noche les narraré una historia diferente, una historia real, tan real como que estamos aquí reunidos bajo este centenario árbol de mangó... Sé lo que piensa cada uno de ustedes, sé lo que la gente piensa de tipos como nosotros...pero eso me tiene sin cuidado... No siempre fuimos borrachos, ni tecatos, ni vagos... No siempre fuimos escombros, ni bagazos, ni cenizas... no siempre estuvimos sucios, asqueantes...¡no mis hermanos y camarada! Fuimos como todos los seres del mundo, fuimos como reyes y príncipes. Fuimos niños hermosos con sonrisas angelicales. Fuimos llevados de la mano por una madre que nos amaba o por un padre que vivía orgulloso. Una vez fuimos inocentes pequeños, niños traviesos, pero nunca fuimos niños malos, pues no existen niños malos... Sé que en el camino algo nos dañó...pero nadie tiene la culpa de eso...es nuestra culpa, nuestro pecado. Bien lo dijo el poeta:"porque veo al final de mi rudo camino, que yo fui el arquitecto de mi propio destino"... Pero vamos a mi historia, mi relato... Eliezer era un niño como todos los niños que nacen en una cuna de oro. Nunca supo lo que era el hambre, la sed, siempre había algo nuevo que vestir. Vivía en un palacio repleto de todo cuanto uno desee tener. Creció con muchos sueños, con muchas fantasías. Era un joven feliz hasta que su padre lo obligó a formar parte del ejército. Fue tanta la presión que abandonó la universidad. Aquel vijo hijo de puta le jodió el alma, sembró el prejuicio donde nunca lo hubo, sembró el odio donde reinaba el amor, apagó la llama de la fe y sembró el maldito ateísmo. Lo crucificó en la cruz de la mentira, haciéndole creer que era un buen ciudadano y que debía pelear por los ideales de su nación... Eliezer estaba por explotar y cuando su madre murió en forma misteriosa se fue para el ejército, desde entonces su vida cambió, su vida fue tronchada, ya no hubo noches de felicidad, de sueños placenteros. Fue heridio en la guerra, casi muere en una emboscada en Iraq... Regresó a su hogar sin franjas, sin medalladas, drogadicto. Se pasaba gritando en las noches... Su padre estaba cansado de él y un buen día lo echó a golpes a la calle... El silencio los atrapó. Nadie murmuraba, todos miraban al Cholo, notaban que sus ojos brillaban, un tenue rayo de luz lunar revotaba en una pequeña lágrima de cristal que saltaba de su ojo derecho. El silencio seguía masticando los ruidos externos. La luna se había detenido, ya no habían cánticos nocturnos, ni aullidos de perros realengos... ya nadie se acordaba de la Chela, ni de sus problemas, ni de sus penas... ni de sus canecas de ron barato... Eliezer sufriá mucho la muerte de su madre y el rechazo de su padre, el rechazo de la sociedad por la cual luchó en el campo de batalla... todo era una gran mentira... Una noche deseó volver a su casa. Entró por la parte de atrás, forzó una ventana y logró penetrar hacia el interior. Sigilosamente caminó a su dormitorio. Se detuvo a mitad del pasillo que conducía a la cocina. Escuchó la voz de su padre...¡Por eso te eché por las escaleras! Enloquecido abrió la puerta del cuarto de su padre. Allí estaba el viejo con un retrato de su madre...¡Una alfombra negra cayó sobre Eliezer!¡Una alfombra negra cayó sobre su padre! El Cholo caminó y dejó que su mirada se sumergiera bajo las aguas del río. La brisa dejó de soplar, entonces el silencio fue más profundo, más doloroso, más silencio... El Cholo extrajo un cigarrillo y todos hicieron lo mismo Una nube de humo se adueñó de la platea, del escenario...Fulgencio sacó su caneca y todos al unísono hicieron lo mismo... El Cholo quedó inmóvil. La noche lloraba, caía la lluvia fina...Se quebró el silencio con el sonar de unas sirenas...el mangó fue iluminado por una potente luz... Todos levantaban sus canecas para brindar por aquella historia... El Cholo metió su mano al bolsillo... levantó su mano que sostenía un puñal ensangrentado... Allá estaba la Chela señanlando hacía el mangó, mientras dos policías la seguían... la noche se comió el día, la luz devoró la oscuridad y el silencio dejó de ser silencio...

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
  • Media: 5.62
  • Votos: 68
  • Envios: 0
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