El tipo va y se ríe. Como siempre; y hoy que es sábado por la noche, mucho más. Será amigo mío, pero hay veces que se pasa. Yo entro en mi habitación, y allí está él, descansando, como todas las noches. Hay veces que pienso que esa habitación, mi habitación, es todo su mundo. - Hola Micki, ¿qué tal? - le pregunto a modo de saludo. Y ya, en ese momento, empieza a sonreír. Yo, que vengo algo cansado, me quito mi chaqueta y mi camisa, y las cuelgo en el armario. - Bueno, ¿qué? No pareces que traigas hoy muy buena cara. Y si no me equivoco habías quedado hoy con la rubia despampanante de la tienda de flores. - Eres un mamón - le digo -. Sólo vives de las desgracias ajenas. Yo por lo menos lo intento, pero tú no sales de la habitación en todo el día. ¡Ya te vale! - ¡Venga hombre! No te pongas así. ¡Pero a quién mejor que a mí para contarle tus penas! ¿Me lo vas a contar o no? - Pues nada - empiezo a relatarle resignado -. Quedo con la rubia, me la llevo de cena, y tras tomar un helado en una terracita, nos vamos a última hora a un pub a mamar unas birras. La verdad es que la cosa prometía. E incluso llega un momento en que me lanzo, y ¡Bingo! La tipa ésta me besa. Y yo le empiezo a pasar las manos por el ombliguillo y a lamerle una oreja lo más discretamente posible. - ¡Joder! ¡Qué cabrón! ¡Cómo te lo montas! - Calla, Micki, y déjame que siga. Pues eso, la tipa estaba ya más cachonda que unas castañuelas. Le pego otro muerdo, ya sabes... yo creo que tenía ella más ganas que yo. «Ahora vuelvo, voy al Baño», me dice. Se va al "Tigre", y yo me quedo mirando el culo. ¡Qué culo, cómo me voy a poner esta noche! - ¿Y? - Pues sale "Tetas Grandes" del Meódromo. Me guiña un ojo conforme viene, y cuando le faltan tres o cuatros metros hasta mi momentánea erección, le sale un fulano, y la para. Con una pinta de camionero de la hostia. Yo pienso: un saludo, y hasta la vista. Pero la rubia sigue hablando con el cutre, y a mí, ni flores, y eso que ella las vende. Y para más inri, el fulano, con una mierda de la hostia. Y cuando parece que mi damisela se va a volver hacia mí, el otro va y se cae, de la misma borrachera. - Me lo imagino. Pero cuenta, cuenta, no me quedes así. - Bueno, pues lo de siempre: «Perdona Dani, pero mi amigo está que no se tiene en pie. Es el novio de una buena amiga mía. Lo voy a acercar a casa. Creo que es lo mejor que puedo hacer». - ¿Quieres que te ayude a llevarle? - Vale. - ¡Joder, Dani,! ¡Qué putada! - Calla, que no he acabado. En cuestión de mujeres, nunca está escrito el final. - ¡Sigue, sigue! - La dejo, o mejor dicho, me deja a mí. Me doy una vuelta para ver si veo más ganado, y lo único que encuentro es a un amigo. Se pone a contarme sus batallitas con las tías. Y lo conozco hace quince años, y nunca le visto comerse un rosco. - ¿Quién, Miguel? - Sí. Miguelito. Ahora viene con el rollo de que se va a los Estados Unidos. Le vale cuatrocientos papeles, quince días. Y es lo que digo yo: que para no comerse ni media, no hace falta gastarse tanto dinero, ni irse tan lejos. - Tú déjalo; si es feliz. - Bueno, a lo nuestro. Que como me aburre el viajero fantasma, me voy a mi casa. Y cuando voy a meter el coche en el garaje, empieza a sonar en el cassete del coche Stay, de Jackson Browne. Así pues, en vez de meterlo en el garaje, me doy un voltio. Y cuando ya he escuchado cinco o seis canciones, paso con el coche frente al Banco de Santander, ese que robaron el mes pasado. Y justo en el semáforo, giro mi cabeza hacia la izquierda y veo a un tipo. ¡Leche! Lo que se parece ese al fulano borracho. ¡y hay que joderse, lo que se parecen esas tetas rubias a las de mi amiga! ¡pues se las está magreando de puta madre! ¡y además lleva la misma falda que mi amiga! ¡qué casualidad! Y en ese momento, el fulano empieza a andar, haciendo unas eses que te cagas. Y la rubia sujetándolo. Risas. - Si no fuera porque no puede ser, juraría que son ellos. Más risas. - ¡Hostias! No serán, pero se parecen un güevo. Descontrolado ataque de risas. - Y en ese momento hace la rubia un giro de 73 grados, y la veo. Desesperadamente pidiendo tiempo muerto. ¡Por favor, no más! Que me muero de risa. - La próxima vez, le va a comprar flores Rita la Cantaora. ¿Se puede saber qué cojones me pasa a mí con el sexo contrario? - ¿Aparte de lo feo que eres? - Venga tío, no te pases, que esto es serio. - Yo creo que tú, - entre risas -, si te hicieras un lifting, un injerto de pelo, y adelgazaras siete u ocho kilos, ni el Conde Lequio. - ¿Y tú padre qué tal mea? - De todas formas, no sé de qué te quejas. Tienes un buen trabajo en el Banco, coche, piso, garaje, te vas de vacaciones a Santander todos los años, te tiras una chorva cada dos, no te cantan los pies, y además no te huelen demasiado los pedos. ¿Qué más quieres, colega? Hay veces que me entran ganas de cogerlo y tirarlo por la ventana. ¡Ya veremos si no lo desgracio un día de estos! Y él, se sigue riendo. Y no para. Parece un crío chico. Bueno, pues así, un día y otro día. Se vino por primera vez a mi casa hace un par de años. «Sólo temporalmente», decía. Y yo, que me acababa de separar de la fulana de mi mujer, me hacía incluso compañía. Y el caso es que no es mala gente, pero se pasa. Le falta delicadeza. Y yo estoy ya mú castigao. Que la vida me pega cá hostia, que me deja tieso. Y como él no tiene vida propia, se dedica a alcahuetear en la de los demás. Y, como un gilipollas, siempre se lo cuento. Y después pienso: «no vuelvo, no vuelvo». Pero el hijoputa este no sé que tendrá, que siempre me engatusa. La verdad es que en el fondo mola. Y no veas la memoria que tiene. No se le pasa una. «Oye, que mañana tienes cita con el dentista». «Gracias, Micki». «Y pasado tienes que telefonear a Olga». «Gracias, Micki». «Tienes que corregir el último balance». «Gracias, Micki»... Es un capullo, pero siempre está ahí. Y así estamos un día sí, y otro también. Y encima no suelta un pela para el alquiler ni aunque lo maten. No sé de dónde va a sacar la pasta, si no sale de casa. Las cuatro fotos de tías en bolas de Internet, y a tomar por culo. - Hola Micki. - Hola follaor. - Hoy paso de ti. Hoy no te retransmito la noche, porque además no te lo vas a creer. - Yo me lo creo todo. - Todo menos esto. - Cuenta, cuenta. - Pues nada... ¿Te acuerdas de la pelirroja del culo enorme? - Claro que me acuerdo. - ¿Y del cura de la Iglesia de San Juan? - Por supuesto. ¿Alguna vez se me olvida algo? - Pues eso. Que me acerco por la iglesia, y allí esta el cura. ¿Y no sabes lo que estaba haciendo? Pues estaba en ........ y le pillé ....... pero la cosa no acaba ahí. Porque luego viene la otra y .... ¡No veas qué follón! - ¡No me jodas! - Te lo juro. Y además el ... y ... pero... Y siempre se lo cuento. Micki tiene algo especial. No sé si será por su sonrisa monitorizada 14" Gold Star SW441. O puede que sea por su infalible memoria de dos gigas. O quizás por su tarjeta de sonido Blaster que suena de la polla. ¡Hasta el ratón me cae bien! La impresora es rápida y no hace mucho ruido, y el escáner va que se folla. ¡Carisma! Es un tipo con carisma. Y yo, que soy un pringao, no tengo secretos con él. Basta que me sonría con sus no sé cuántos millones de colores, y me diga: - Cuenta, cuenta. Y en ese momento, me aferro al teclado, y se lo cuento. (Pensando en voz alta).- Micki, cabrón: llevas dos años en mi casa tocándome los cojones. Una de dos, o te vas tú, o me voy yo. Y ya sabes cómo me las gasto. - Venga tío, no te mosquees. ¿Qué dices que pasó con la gorda de la panadería? - ¿No te lo he contado? Pues es una pasada. Resulta que... Y así llevamos dos años; hasta el día que se me crucen los cables. Pero os juro que ese día lo desgracio. Porque conmigo no se juega. Porque yo... - Dani - ¿Quéeeeeeeeee? - Cuenta, cuenta