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Primer día. 23.00 horas. Martes 3 de octubre de 2017.
Tamara era una joven delgadita, de ojos verdes, larga melena rubia que le llegaba al culo y gruesos y sensuales labios. Llegó a la sala de estar, descalza. Llevaba puestas unas braguitas blancas con encajes en las que se veía, arriba, junto a la goma, el comienzo de una gran mata de vello rubio. La parte superior la cubría con una camiseta muy escotada y muy apretada que marcaba los grandes pezones de unas majestuosas tetas. Su culo era redondito y sus nalgas pequeñas, sus piernas eran perfectas y largas, las piernas de una joven de 19 años recién cumplidos de 1.75 de estatura. Tamara abrió el cajón de un mueble, y después le preguntó a su padre:
-¿Has visto mi DVD de fitness?
Ramón, un cuarentón, de ojos negros, moreno, 1.80 de estatura, que no tenía un gramo de grasa y que estaba sentado en un sillón leyendo el Marca, sin levantar la vista del periódico, le respondió:
-Yo no hago gimnasia, hija. Se lo llevaría la puta de tu madre cuando se fue con el cabrón de Tomás.
Las palabras de Ramón rezumaban odio. La hija, ya resignada a que su madre los abandonara, le dijo:
-Lo que te pasó a ti pasa en las mejores familias, papá.
-Eso dicen.
Tamara se puso enfrente de su padre, y le preguntó:
-¿Crees que estoy gorda?
Ramón levantó la vista. Miró a su hija de abajo arriba, y le dijo:
-¡Coño, hija, no andes así por casa!
-Estamos solos, papá. ¿Besito de buenas noches?
Tamara se agachó para darle un pico, (Ramón no pudo evitar ver el comienzo de las hermosas tetas de su hija) y le dijo:
-Hasta mañana, papá.
Le dio un beso en la mejilla.
-Hasta mañana, hija.
A las doce, Ramón fue para su habitación. Ya estaba en cama cuando sintió los gemidos de su hija en la habitación de al lado. Se estaba masturbando. Los gemidos fueron en aumento hasta que sintió, alto y claro: "¡Me corro!" Estaba empalmado, pero no le dio el gusto al diablo de ver como se masturbaba.
Segundo día. 22.30 horas. Miércoles 4 de octubre de 2017.
Ramón estaba de nuevo leyendo el Marca. Tamara llegó a la sala con un picardías que dejaba ver la hermosura de sus largas piernas. Puso un reggaetón en el iPhone y comenzó a bailar de una manera escandalosamente provocativa. Ramón, la miraba embobado. Tamara, bailando, rozó sus nalgas con la nariz de su padre y después le pasó la pelvis por la boca. Ramón tapó el bulto de su pantalón con el Marca. Al acabarse la música, le preguntó Tamara a su padre:
-¿Crees que soy una chica sexy, papá?
-Sí, hija, sí, lo eres.
-Besito de buenas noches.
Ramón iba a besar a su hija en la mejilla, ella buscó sus labios y le metió la punta de la lengua en la boca, sonriendo pícaramente, le dijo:
-Hasta mañana, papá.
-Hasta mañana, hija.
Se repitió lo de la noche anterior, los gemidos y: "¡Me corro!"
Tercer día. 22.45 horas. Jueves 5 de octubre de 2017.
Esta vez Tamara llegó a la sala con un vestido de noche largo de color rojo, unos guantes largos, negros, medias rojas y zapatos negros con tacón de aguja. Puso en el iPhone la canción de Joe Cocker: "You can leave you hat on", y comenzó a hacerle a su padre un striptease. Movió el cuerpo cadenciosamente... Lentamente se quitó los guantes, el izquierdo... el derecho... El vestido lo dejó caer al piso aún más lentamente que los guantes... Ramón vio que su hija llevaba puesta lencería roja, sexy, muy sexy. Moviendo las caderas se quitó el sujetador. ¡Qué tetazas tenía! Grandes, redondas, firmes, con grandes areolas rosadas y pezones inmensos. Se sentó en el brazo de un sillón. Sin dejar de moverse. Levantando las piernas, se quitó los zapatos... Después abrió las presillas del ligero... Se quitó la media de la pierna izquierda... la de la derecha, y al final las bragas rojas. Ondeándolas con la mano derecha fue junto a su padre, y bailando le pasó su gran mata de vello púbico por la nariz. Ramón, al oler el coño de su hija, agarró un empalme del 14 que tuvo que tapar con el Marca. Al acabar la canción, Tamara le dijo a su padre:
Hoy te toca a ti darme el besito de buenas noches.
Tamara esperaba que su padre le diera un buen morreo y después quisiera follarla. Ramón le dio un beso en la mejilla, y le dijo:
-Buenas noches, hija.
Tamara, extrañada, le preguntó:
-¿No te gustó mi striptease?
-Sí, hija, sí, pero no sé porque provocas a tu padre habiendo miles de chicos que matarían por estar contigo.
Tamara, recogió su ropa del piso y le respondió:
-Mañana te lo cuento. Hasta mañana
-Hasta mañana, hija.
Esa noche, Tamara no besó a su padre, pero Ramón, más tarde, escuchó como su hija se corría tres veces.
Cuarto día. 22.00 horas. Viernes 6 de octubre de 20017.
Ramón, al llegar a casa, encontró a su hija sentada en un sillón de la sala. Vestía unos vaqueros, una blusa blanca y unas zapatillas de deporte. Ramón se sentó enfrente de ella. Puso el Marca encima de la mesita de la sala, y le dijo:
-Ayer dijiste que me ibas a contar algo.
-Sí. Te voy a aclarar lo de las provocaciones. Verás. Me mata que llames puta a mi madre. Sólo es una mujer que al dejar de quererte se fue con otro hombre. Te quise demostrar que los hombres son como los perros, pero me equivoqué contigo, ni siquiera te llegaste a masturbar oyendo como me masturbaba yo, lo sé porque miré todos los días las sábanas de tu cama y estaban limpias. Lo siento, padre.
-No lo sientas. Hiciste bien, hija, si no lo hicieras no tendríamos esta conversación. La verdad es que soy un idiota resentido. La culpa no fue de tu madre, la culpa la tiene mi anatomía. Mi aparato sólo mide 14 centímetros.
-Eso no tuvo nada que ver. A las mujeres nos llega con un dedo, pero dime una cosa. ¿En ningún momento de los que te provoqué deseaste hacer el amor conmigo? Dime la verdad, yo a ti te la dije.
-Te deseé desde el momento en que vi los pelos sobresalir de tus braguitas.
-¿No lo dices para no herir mi autoestima?
-No hija, yo también tengo algo de perro. Al verte los pelos deseé comértela...
-¿Hasta que me corriera en tu boca?
-Mejor será no hablar más de eso, hija.
-Como quieras. Hasta mañana, papá
-Hasta mañana, hija.
Al rato volvió Tamara con la braguita de encajes y la camiseta escotada. Le puso los pelitos en la boca, y le dijo:
-Sigue tu instinto, perro.
Ramón le bajó las bragas a su hija. Metió su lengua ente los labios, que estaban escandalosamente mojados. Lamió hasta el clítoris... Le dio la vuelta y trabajó su culo con la lengua... Le volvió dar la vuelta y le metió la lengua dentro de la vagina. Las piernas de Tamara comenzaron a temblar. Se retorció, y entre gemidos le llenó a su padre la boca de flujo. Fue la cosa tan rápida, que Ramón le preguntó:
-¿Era la primera vez que te la comían?
-Sí, papi, soy virgen en casi todo. Sólo tengo alguna teoría.
Tamara le abrió la bragueta a su padre y le sacó la polla:
-¡Qué gorda!
Se la mamó. Mamaba de maravilla. Llevaba bien la teoría a la práctica... Paró de chuparla y le dijo a su padre:
-Vamos para mi cama. Siempre quise que mi primera vez fuese en ella.
En la cama, Tamara subió encima de su padre. Le dio las tetas a chupar. Ramón no dejó un centímetro de ellas sin besar, lamer y chupar. Tamara, ardiendo, le puso el coño en la boca a su padre, Ramón le comió el coño y el culo. Al rato, una pequeña cascada de flujo volvió a llenar la boca de Ramón. La polla de Ramón no paraba de latir y de echar aguadilla.
Al acabar Tamara de temblar y retorcerse, se echó boca arriba en la cama y le dijo a su padre:
-Estoy enamorada de ti. Me empecé a enamorar la primera vez que te hiciste el duro.
-A mí me pasa lo mismo, y aún que fueses mi hija y no mi hijastra, te amaría igual.
Se besaron largamente. Aprendiendo la hija a besar y el padre disfrutando de ser su maestro. Mirando a su padre a los ojos, dijo Tamara:
-Llegó la hora de la verdad, papá. Quiero que me hagas tuya.
-¿Estas segura?
-Sí. Penétrame despacito.
-Mejor sube tú, hija. Tengo miedo a hacerte daño.
Tamara subió encima de su padre. Cogió la polla y la llevó a la entrada de su coño. Apretando los dientes metió el capullo. Le lloraban los ojos. Poco a poco, volviendo a apretar los dientes, besando a su padre y empujando con el culo, metió los 14 centímetros. Al tenerla toda dentro, besó a su padre y, de repente, comenzó a temblar y se volvió a correr. Cuando terminó de correrse, el flujo de su corrida hizo de lubricante y ya la polla entraba y salía produciéndole un gran placer... Ni dos minutos tardo en sentir que le venía.
-¡¡Me voy a correr otra vez, papa!!
-Córrete, hija, córrete.
Ramón esperó a que acabara de correrse su hija, sacó la polla del coño y se corrió entre sus nalgas.
Esa noche, Tamara, se corrió 6 veces más. Su primera vez fue de película.
Se agradecen los comentarios buenos y malos.
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