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Cuando sonó el móvil, me apresuré para dejarla con la venda en los ojos, atada de manos y piernas, tendida sobre la cama. Sólo llevaba puesto un conjunto negro de braguita y sujetador y, el rubor de la incertidumbre en sus mejillas. Antes de marchar le besé la boca, la noté inquieta y respiraba agitada. La habitación estaba iluminada por un ventanal amplio, las cortinas dejaban pasar la luz del atardecer.
Recogí al desconocido en la entrada del hotel, me sorprendió su rudeza. Era un señor de unos 50 años, corpulento y velludo, con una barba cerrada pero bien afeitada, el pelo que le sobraba en su cuerpo le faltaba en la cabeza. Olía a recién aseado y se intuía ligeramente perfumado. Intercambiamos algunas palabras mientas nos dirigíamos a la habitación. Soltó algunos objetos personales y nos adentramos en el dormitorio, al oírnos pasar, Patri se estremeció y quedó como petrificada. Me tumbe junto a ella, le acaricie el pelo y le volví a besar. Le pregunté si estaba segura y me respondió con un gesto afirmativo de su cabeza. Solté las cintas que sujetaba sus manos y le pedí al oído que se acariciara. Mientras, Javier, desde los pies de la cama con los ojos desorbitados no dejaba de observar.
Las manos empezaron a acariciar su cuello, bajaron a los pechos y enredaban con el elástico de sus braguitas. El juego se repetía una y otra vez, ahora un dedo, luego otro… entrando y saliendo del interior de su lencería, dejando a cada vuelta más y más a la vista. Javier seguía en pie, sus manos apretaban la entrepierna, que se antojaba a punto de reventar.
- Quiero que le enseñes a nuestro amigo lo bonitos que son tus pechos y cuanto te gusta acariciar tu sexo.
Mientras, una de las manos, en el interior del sujetador lo fue desplazando hasta dejar a la vista un sonrosado pezón y la turgencia del anacarado pecho, la otra separaba la braguita en la entrepierna dejando su sexo expuesto al observador. Las manos acariciaban su cuerpo. Las piernas atadas abiertas, se afanaban por separarse aún más, la humedad de la vagina brillaba en su sexo y los dedos revoloteaban alrededor de su inflado clítoris. Las caderas acompañaban los movimientos de sus manos al ritmo creciente de su excitación. Los dedos entraban y salían de su vagina abierta y, lubricados, acariciaban su enrojecido clítoris cada vez con más intensidad y fruición mientras sutiles jadeos escapaban de sus labios.
Javier, entre tanto, se había ido desnudando. Su polla estaba totalmente tiesa. Colocó su mano sobre la de Patri, que al contacto con la de él quedó paralizada, giró la cabeza hacia donde lo intuía, el rictus ofuscado delataba su sorpresa. Javier retomó con su mano lo que Patri hacía con la suya un instante antes. La tensión de su faz se fue suavizando, en unos segundos se le veía disfrutar con las caricias de aquel desconocido que se había apoderado de su sexo entrando y saliendo de él con sus gruesos dedos, lamiendo sus pezones que respondían erectos a sus caricias y apretando una y otra vez con su índice aquel botoncito abultado y húmedo a punto de estallar. Sus toscos dedos se desenvolvían con avidez en el interior de su jugoso coño que salpicaba de placer, la mano brillante batía con rapidez para al instante parar en un intento de dilatar aquella deseada agonía por venir. Su cuerpo entero se arqueaba, se destensaba, la respiración se aceleraba, se entrecortaba, los suspiros crecían, su cara rogaba terminar, hasta que un gemido de placer escapó de su garganta quedando retorcida, sudorosa y enrojecida.
Javier se apartó, la miraba de forma lasciva mientras suavemente masturbaba su gruesa polla. Yo me acerqué a ella, le seque el sudor de la cara con las sabanas y le acaricié con mi boca.
- ¿Estás bien, mi amor?
- Muy bien, muy bien… pero… necesito que me folles ya, o lo haces tú o deja que me lo haga él… ¡no puedo esperar ni un segundo!
Le cogí las manos y las até por las muñecas. Sus caderas seguían contorneándose mientras se sucedía un orgasmo tras otro entre sus piernas.
- No podemos dejar así a Javier, él también necesita correrse.
Javier se acercó con su polla totalmente hinchada a la cara de Patri, que al notarla, levantó la cabeza y abriendo la boca la encajó entre sus labios. No tardó Javier en iniciar un delicado vaivén con las caderas, la polla entraba y salía cada vez con más rapidez mientras un hilillo de saliva resbalaba por las mejillas sonrosadas. Las manos de él amasaban los pechos de Patri y según la excitación iba en aumento, la presión de los pellizcos sobre los duros pezones se intensificaba, hasta el punto de parecer que se los iba arrancar. Patri no se quejaba, al contrario se le veía cada vez más excitada por el sometimiento que le estaba infringiendo aquel desconocido. La polla entraba en la boca hasta su base y los movimientos se hacían más frenéticos, en un momento las dos manos de Javier tomaron la cabeza de Patri apretándola contra su sexo, metiéndola y sacándola atropelladamente mientras su cuerpo se iba incurvando hacia atrás y unos pequeños quejidos exhalaban de su garganta. El jadeo se fue haciendo más intenso, los dedos tiraban del pelo desesperadamente y sin control hasta que en un instante la polla estalló inundando toda la boca de leche caliente que brotaba por las comisuras y que no parecía tener fin. Sofocado por el placer enorme Javier apartó su gruesa polla y se dejó caer sobre el cuerpo desnudo de ella. Le pedí a Patri que se tragara el semen, lo hizo con tranquilidad, abría la boca enseñando su tesoro blanco y con deleite lo tragaba, luego con su lengua acarició sensualmente sus labios congestionados.
Tras unos minutos de quietud, Javier se repuso y empezó a absorber con su boca los restos de espermas que resbalaban por la mejilla, el cuello y el escote de Patri, su cara aún congestionada se arrastraba por los pechos, el ombligo y fue descendiendo hasta llegar a la braguita que en la entrepierna estaba totalmente mojada. La mordió en un punto y con ambas manos la rasgó para poder quitarla. Patri sentía su aliento sobre su vagina y se esforzaba por separar las piernas, se sentía ahora ya sin bragas, más excitada al exponerse de esa forma tan explícita a su desconocido amante. Una lengua carnosa, áspera, caliente contorneaba delicadamente la entrada su vagina, descendía a su ano y al subir rodeaba su erecto clítoris que lo podía sentir latir, luego sus labios lo atraían, lo apretaban y lo hacían vibrar. La respiración de Patri se entrecortaba, el pecho se henchía y su cuerpo se encrespaba. El rubor se adueñaba de sus mejillas con la misma vehemencia que exhalaba hasta que una descarga de placer recorrió todo su cuerpo, las piernas se atenazaron entre la cabeza de Javier que era zarandeado con cada espasmo como si de un pelele se tratara.
- ¡Quiero que me folles ahora mismo, no puedes dejarlo ni un segundo más! ¡Fóllame, fóllame… méteme toda tu polla hasta lo más profundo de mi coño…! ¡Quiero que me lo llenes de tu leche… fóllame, fóllame!
En ese momento me acerqué a ella, al oído le indiqué que le quitaría las ataduras y una vez liberada le retiré la venda de los ojos. Al hacerlo, Patri descubrió que aquel que tanto placer la había hecho sentir era un tipo grasiento y grotesco, sus facciones ya de por si poco agraciadas se veían empeoradas por el sudor y el sofoco del esfuerzo sostenido, el poco pelo, mojado le caía a un lado de la cara y por un momento todo la excitación que sentía se tornó en desagrado.
Javier se incorporó sin al parecer percatarse del vuelco de la situación tras liberar a Patri de las ataduras. Quería acometer lo que tan vehementemente le había suplicado unos minutos antes. Patri le miraba con asombro y se intentó zafar al verlo avanzar excitado hacia ella. Pero él no comprendía la situación y montado sobre ella separándole las piernas con un gesto rápido sin que ella pudiera evitarlo, de una sola embestida atravesó toda su vagina clavando su polla hasta el fondo. Un quejido salió de su boca, que negaba reiteradamente, sus brazos le empujaban queriendo apartarlo de ella pero al instante sus grandes manos aprisionaron sus brazos sobre la cama y quedó totalmente inmovilizada sin que sus esfuerzos por anularlo pudieran hacerle desistir. Su polla entraba y salía de un coño aun empapado por los flujos vaginales, la boca de Javier intentaba besar sus labios pero Patri volvía una y otra vez la cara para evitarlo. El esfuerzo de uno y otro era evidente, ella para zafarse y el otro en proseguir, era una lucha desequilibrada pues Patri trabada no podía hacer mucho por evitarlo y Javier estaba tremendamente excitado. Poco a poco su vagina, sus piernas y sus brazos se iban aflojando por la fatiga de una batalla imposible de ganar, en un instante un pequeño gemido de placer salió de su garganta, él se afanaba por atravesarla de lado a lado, su poderosa cadera la empujaba una y otra vez, Patri sentía su enorme polla dentro, estaba confundida, sentimientos contradictorios la atormentaban, sentía asco de aquel animal sudoroso y grasiento que resoplaba sobre ella y por otro lado un cierto placer por la humillación de verse sometida contra su voluntad. Al instante empezó a notar como su clítoris crecía con cada embestida y sus pezones volvían a despuntar.
Me acerque de nuevo a su oído y le pregunte si quería dejarlo, si se sentía mal no permitiría que Javier se la follara.
Su amante no entendía nada, ciego de lujuria estaba como loco intentando meter su lengua en la boca de ella, que jadeaba con más intensidad según pasaban los segundos, en un momento dado la lengua nerviosa que buscaba la boca de Patri la encontró, se metió dentro de ella como queriendo llenarla, sin resistencia. Los brazos que antes se defendían ahora sin sujeción se abrazaron a las caderas de Javier y marcaban el ritmo de las mismas como animándolo a seguir. Patri fue tomando el control de los movimientos y al instante ambos parecían sincronizados, avanzaban frenéticamente hacia un compás delirante de placer. Los suspiros se tornaron en gemidos, la polla chapoteaba en la vagina chorreante, las bocas se devoraban en un manantial de salivas cuando a Javier se le escucho gritar en medio de un estertor… ¡me corro! En ese momento una descarga de calor húmedo inundo la vagina de Patri que al sentirlo exploto en un inmenso orgasmo, ambos cuerpos convulsionaban en espasmos consecutivos. Pasado unos minutos la quietud de los cuerpos sudorosos indicaban que los amantes habían sucumbidos al placer y al agotamiento.
Aquella noche Patri y yo nos amamos con una suave delicadeza, pero de una intensidad difícil de describir.
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