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Categoría: Varios

Cuando amarte era una fiesta

Te acercaste. Comenzamos a hablar.
La música era tan fuerte que debíamos susurrar.
Los labios pegados a los oídos.
Bailamos abrazados, sentíamos nuestros corazones palpitar con fuerza.
La gente que nos rodeaba se transformó en una masa de sombras.
Nos sentimos solos. Como si un manto de magia nos hubiera envuelto.
Acababa de conocerte en una ciudad extraña, en un lugar desconocido,
en medio de un tumulto de risas, música, movimientos.
De pronto me besaste...
Un torrente de embriaguez envolvió mi cuerpo.
Tus labios tan suaves, carnosos, tan tibios, atraparon mi boca.
Tu lengua abrazó la mía... y tus manos atraparon mis senos.
¡Qué sensación nunca experimentada!
Entonces supe que estaba enamorada.
Por primera vez, sentí que mi cuerpo vibraba.
¡Cuántos besos mi boca había recibido!
Pero ese, tu primer beso, transformó mi ser.
Entonces supe que eras mi hombre y que me convertías en verdadera mujer.
Amarte fue una fiesta.
Me llevaste a tu casa. Hacía frío y lloviznaba tenuemente.
Me levantaste en tus brazos y me tendiste en la cama.
Con delicadeza me tapaste y me besaste las manos.
Me ofreciste una copa de vino, apagaste la luz y abriste las cortinas de la ventana.
Te acostaste a mi lado y bebiendo el rojo vino, miramos cómo las gotas de lluvia resbalaban por las brillantes hojas de los olmos, meciéndolas acompasada, sensualmente.
Comenzaste a acariciarme lentamente, y lentamente me desnudaste.
Apoyaste tu pecho en el mío, y sentí tus suaves vellos sobre mis pezones que se excitaron.
Jamás había hecho el amor.
Era virgen, y bastante tímida.
Desconocidas sensaciones enloquecieron mi cuerpo.
Mis sentidos enloquecieron y mi vagina se humedeció.
Cuando tus manos tocaron mi sexo, me sentí embriagada de placer.
Y quise más...
De pronto, tu cuerpo y el mío fueron uno solo.
Nuestras piernas entrelazadas, nuestras manos recorriendo nuestros cuerpos.
Tus ojos y los míos, en profunda mirada, se fusionaron hasta unir nuestras almas.
Y gocé.
Y gozaste.
Nuestro orgasmo al unísono fue una fiesta de cuerpo y de alma.
Y ya nunca pudimos separarnos.
Desde aquel momento, y por muchísimos años, nos amamos con la misma intensidad.
Hoy, nuestros cabellos están blancos, y a pesar de que nuestras manos ajadas se acarician constantemente, hacernos el amor es un plácido regocijo sereno.
¡Ay! ¡Qué placer cuando amarte era una fiesta!
Datos del Relato
  • Categoría: Varios
  • Media: 5.99
  • Votos: 85
  • Envios: 2
  • Lecturas: 2008
  • Valoración:
  •  
Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
paty
invitado-paty 25-08-2005 00:00:00

entre tantos títulos que más que eróticos son sexuales rayando o cayendo de plano en la perversión, encontrar este cuento es reconfortante hasta para el alma, porque la noción de lo fino del erotismo y su relación innegable con el amor, se está perdiendo y espero que no sin remedio. Gracias por tu texto.

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