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Me llamo Carlos y ya hablé sobre mi persona en anteriores relatos (Mi vecina, mi amante (I y II), soy muy musculoso, mido 1.88, gracias a mi físico privilegiado y a la práctica del culturismo, he tenido una vida sexual abundante, la mayoría del tiempo bastante promiscua, salvo cuando he tenido parejas formales. Me gustan las maduritas porque, con el tiempo y gracias a mis numerosas experiencias, he llegado a la conclusión de que son mejores amantes. Pero ninguna tan hermosa como la protagonista de este relato.
Aquel día me iba a ir a la casa de mi hermana a ayudarle a tirar unos pesados muebles viejos a la basura con la ayuda de mi cuñado, ya que la recogida de basuras iba a ser esa misma noche. Esa misma tarde, cayó un tormentazo que dejó todo embarrado y encharcado. Así que en cuanto escampó, me fui allí a pie. En el camino a observé a un Volskwagen Passat que se paró súbitamente tras haber pasado un badén lleno de agua. Era el mismo modelo de coche que tenía yo, así que decidí acercarme para ayudar, al fin y al cabo me sobraba el tiempo, ya que tenía toda la tarde.
Pero lo sorprendente es quien salió del coche, una mujer que podría superar los 45 años pero sorprendentemente atractiva. Alta (1,72), morena de piel y de pelo, ojos verdes, bonitas piernas aparentemente duras como el acero, y un trasero rotundo con unos glúteos bien subidos y prietos. Su rostro era bello, aunque con algunas pequeñas arrugas, era evidente que esta mujer todavía podía levantar pasiones en cualquier hombre, fuera joven o mayor. Su ropa era elegante, falda corta pero no indiscreta que resaltaba sus largas y bonitas piernas, no iba en plan calientapollas, pero le favorecía. Su elegante camisa de verano marcaba una figura con buenas curvas pero que no parecía sobrarle nada, marcando unas medidas aparentemente perfectas y una apariencia simplemente impresionante, atlética y voluptuosa al mismo tiempo.
-Buenas, señora, ¿problemas con el coche?
-Pues sí, estaba andando, pasamos por un charco enorme y de pronto el coche se ha calado y no hay forma de arrancarlo
-Señora, ¿el coche es de gasolina?
-Sí.
Posiblemente su coche tenga el delco mojado y no haga falta que llame usted a la grúa. Eso se arregla con solo secarse. ¿Qué tal si lo remolcamos a la fila de aparcamientos y luego intentamos arrancarlo?
- Pero bueno, si es ese rato, la grúa supongo que tardará por lo menos media hora, el coche, y más con este calor, arrancará mucho antes.
- Bueno no tengo ninguna prisa, ¿y tú?
-Ninguna. Tengo que ir al cumpleaños de mi sobrino, pero todavía me sobra una hora por lo menos.
-¿Sabe usted como arrancar esto? Lo digo por si no le importa quedarse un ratito
-No tiene más historia, arrancará como siempre. Pero puedo esperar.
Con el bochornoso calor que hacía aquella tarde y la impresionante figura de esa mujer, estaba sudando como un pollo mientras empujábamos el coche. Pero intentaba, como buen caballero, no mirar demasiado indiscretamente a esa mujer. Al poco de haber dejado en el generoso lateral de aparcamientos de aquella calle, supuse el coche supuse que iba a arrancar, ya que el calor y el hecho de haber empujado el coche haría que el agua se escurriese del delco, se secasen los platinos y el coche arrancase a los pocos minutos. Y así ocurrió.
-Bueno, esto ya va, ahora lo dejamos arrancado unos segundos y lo sacamos.
Aquella mujer, agradecida me preguntó a donde iba yo, y curiosamente la casa de mi hermana, que estaba de camino. Ella vivía en una lujosa y flamante urbanización de chalets individuales a apenas 400 metros de donde yo iba.
-Bueno, pues te llevamos, es lo menos que puedo hacer por ti.
-Gracias.
-A ti, que si no me veo con el ridículo de haber llamado a la grúa y que luego al coche arrancase como si nada.
-Bueno, en todo caso, mire si la tapa del delco no tiene alguna fisura. Igual por eso el agua ha llegado a los platinos. Para mayor seguridad, mejor que lo revise un mecánico.
-Tomaré nota. Bueno, hasta luego.
-Hasta luego.
Me dejó en la casa de mi hermana, siguiendo ella su propio camino.
No pude evitar mirar la urbanización donde vivía. Me gustaba, eran chalets bien organizados, con espacios de sobra tanto para aparcar como para tener cierta intimidad con respecto a los vecinos y los ruidos. Y usos garajes que por sus entradas podían tener dentro dos o tres coches. Y tampoco estaban lejos de la ciudad ni del transporte público para no depender del coche. Pero me temo que lo mejor no estaba a la vista ya. Esa señora tenía aquello que se podía decir que era el típico no-se-que y un que-se-yo que me estaba turbando un poco. Había tenido la visión del día. Siempre me han gustado las maduritas, he tenido bastantes encuentros sexuales, pero ninguna tan impresionante como aquella.
Me pasé un rato bajando a la calle los pesados muebles usados de mi hermana. Después de cuatro paseos, logramos mi cuñado y yo bajar todos los muebles sustituidos y, tras una merienda reparadora, me fui a la parada del autobús.
Bajando la calle, escuché un claxon. Venía de un descapotable, cuya conductora no me resultaba desconocida. Era la misma madurita que horas antes me había dejado embelesado. Esta vez iba en un carísimo M6. El nivel económico de esa mujer, estaba claro, no era el mío.
-Hola , ¿ya vas para casa?
-Sí- le respondí.
- ¿Vives cerca del centro ? Si quieres puedo llevarte.
-Sí vivo cerca, si usted quiere yo encantado.
- Tutéame por favor, y a todo esto, ¿cómo te llamas?, que antes con las prisas ni nos habíamos presentado.
-Me llamo Carlos y tú?
-Eloísa. Encantada
-Igualmente.
Nos dimos el par de besos de rigor y me subí al deportivo.
-¿Un día movido no?
-Un poquito, eran de muebles viejos que tenía la casa cuando la compraron, ahora han comprado unos nuevos y había que tirarlos. Pero nada del otro mundo.
-Pues yo también me he pasado el día dando vueltas, por la mañana mi marido que he tenido que llevarlo al aeropuerto para un viaje de unos cursos de verano en el extranjero y por la tarde con la niña que se iba con su amiga de viaje también. Para postre ahora tengo que ir al centro a encargar un marco para su orla del bachillerato.
Aquello me resultó agridulce, por un lado, había coincidido dos veces con esa encantadora mujer. El chasco es que estaba casada. Era una línea roja que nunca quise sobrepasar. Pero nunca había sido partícipe, al menos conscientemente, de una infidelidad, ni propia, ni ajena. Otra cosa es que me mintieran o no me dijeran nada.
Así que consideré la coincidencia como una mera anécdota. Me dejó en la puerta de mi casa. Allí me duché, me cambié de ropa y me puse medianamente decente.
Aquel día no había nadie en casa, mis padres se habían ido a la playa y necesitaba irme a comer fuera, eran ya las ocho de la tarde y no me apetecía ir al supermercado. Así que me fui a darme una vuelta y a comerme un bocadillo.
Me dí una vuelta por el centro, y al lado de un escaparate, volví a ver la elegante figura de Eloísa por tercera vez. No pudimos evitar la sonrisa al volver a vernos por tercera vez en el día.
-Vaya, parece que no paramos de coincidir.
-Sí.
-Uff, ya estoy cansada de dar vueltas, ¿te apetece tomarte algo? Vamos, si no tienes otros planes para ahora, claro.
- En absoluto, con este calor me apetece tomarme algo ya.
Brindamos por la reciente amistad y en las siguientes horas hablamos por los codos. De comida, del cumpleaños de mi sobrino, del Congreso de su marido, de mis oposiciones recién aprobadas o de la carrera que iba a estudiar su hija. Así que ya habíamos conseguido cierta confianza para tocar temas más personales.
-Por cierto, ¿a qué te dedicas tú?
- Pues yo me dedico a algo parecido. Soy profesora de danza y ballet clásico en la Escuela de Música y Danza.
- Pues oye, también se te nota. Estás joven y en forma que da gusto. Muchas jovencitas ya querrían tener un cuerpo como el tuyo.
-Gracias, al igual que en tu caso, mi obligación es mantenerme en forma, porque si no, a ver cómo explico a las chicas cómo se ha de estirar la pierna, dar saltitos, dar vueltas y moverse cual gráciles sirenitas.
El caso es que la cosa siguió y siguió, se nos había hecho tarde, pero no nos importaba. Me sentía cómodo hablamos por las orejas. Y llegó la medianoche. No nos sentíamos cansados, pero empezaba a ser tarde para estar en un bar de tapas, y me propuso ir a un pub. Era un sitio tranquilo, había mesas y reservados donde se podía uno quedar sin que nadie mirase demasiado. Además, al ser verano y además entre semana, muchos se habían ido a la playa, así que estábamos a salvo de cotillas.
Pero con todo, había una cosa que me inquietaba cada vez más, ella me miraba fijamente a los ojos. En principio me resultó ser algo de buena educación. Pero aunque seguía sin ser lasciva si que era una mirada cada vez más penetrante que rozaba la seducción. Pero no estaba seguro.
- Carlos ¿puedo preguntarte tu edad?
-Sí tengo 26.
-¿No te gustaría saber la mía? Adivina.
Tras un instante de duda, activé la respuesta de emergencia.
-No que te puedes molestar, que sois muy sensibles.
- Venga, mójate.
- Bueno te contestaré.. en presencia de mi abogado.
Se rió perdidamente de mi ocurrencia, y me enseñó su DNI. Tenía 47 años.
-Sonreí complaciente.
-Veo que no tienes prejuicios con la edad.
-Ni tú te cortas con la tuya.
-En absoluto. Además las chicas de hoy en día son bastante superficiales, no hablan más que de tonterías.
-Sí, eso es algo cada vez más claro. Lo veo todos los días, las amigas de mi hija, mucha moda, muchas tonterías, pero su mente es más simple que el mecanismo de un chupete. Aunque tampoco te creas que es solo de los jóvenes. Mi marido es un prestigioso profesor universitario. Pero algunos de sus compañeros son insoportables, igual que algunas de sus esposas, que parece que lo único que ha merecido la pena ha sido casarse con ellos. Y solo por eso están mirando a los demás por encima del hombro. La verdad es que es aburrido y a veces hasta agobiante, todo el rato como pavos reales. Por eso no he querido acompañarle a los Cursos de Verano de la Universidad. Y eso sí que lo ha entendido, porque no ha puesto ninguna pega.
-Bueno.
-Oye.. una pregunta muy particular.
- Tienes¿ pareja o la has tenido recientemente?
-No desde hace algún tiempo.
-Seguro?- Me preguntó con una sonrisa irónica sin terminar de creérselo.
- Bueno, alguna que otra amiguita esporádica. Pero eso es difícil. Conectar de verdad es muy difícil. Además, ahora con oposiciones puedo irme a vivir lejos, con lo cual es mejor no tener ataduras, al menos por ahora.
-Haces bien. Cuando te atas antes de tiempo, puedes arrepentirte. Porque luego entre la rutina, la presión del trabajo y otras cosas, en cualquier momento te hartas y la cosa no es igual.
Con esa frase y en ese momento, ella había puesto encima de la mesa una debilidad. Aquello parecía ser algo más que una inocente cita producto de la casualidad. Ella estaba buscando algo, pero en ese momento mi instinto y mi cabeza me recomendaban prudencia.
-Bueno, hay que ver los pros y los contras. Ahora mismo voy a empezar a vivir lo que es la vida realmente independiente. Yo mandé a la mierda a mi última novia porque antes de sacar las oposiciones ya estaba hablando más de la cuenta de la casa, de la hipoteca y demás historias
-Hiciste muy bien, solo espero que tomes las decisiones correctas y en el momento oportuno, pero veo que tienes la cabeza bien amueblada. Veo que no eres el típico cachitas sin cerebro que viene cualquier tontaina y se la arma para los restos. Que luego es muy difícil enderezar las cosas.
-Sí, nunca sabes lo que puede pasar mañana.
El caso es que a pesar de la grata compañía, ya se hacía tarde, eran ya las dos de la madrugada y aunque ninguno teníamos compromiso, una copa más y ya tendríamos que tomar un taxi para llegar a casa.
-Oye Carlos, ¿paseamos un antes de irnos al coche y nos despejamos de la cerveza y las copas?
-No me parece mala idea, así tomamos un poco el aire.
Así que pagamos la cuenta y nos marchamos.
El coche estaba aparcado cerca de un parque, así que nos metimos ahí y esperé que las copas se fueran un poco. Miré un poco a ver si había gente indeseable, pero eran las dos y media de la madrugada entre semana. No había nadie. Y además, la cercanía de una comisaría nos daba cierta seguridad de que ningún amante de lo ajeno se atreviese a operar allí.
En ese momento nos sentamos en un banco.
La noche estival era preciosa, todo lleno de estrellas relucientes. Y la temperatura, aunque calurosa, había refrescado y ya invitaba a irse a la cama tras un día francamente bochornoso.
-Sí, bonita noche y bonita compañía.
-Gracias guapa.
-Gracias guapísimo.
-Huy que me vas a abochornar, que parecemos dos tortolitos.
Nos reimos, pero de pronto Elisa disparó con bala.
- Carlos, tú te liarías con un mujer de mi edad, aunque solo fuera un rollete de una noche?
- ¿Por qué no? Si además fuera tan guapa como tú ni me lo pensaría, aunque claro tu estás casada.
-Ya, entiendo.
En ese momento, cerró los ojos y me lanzó un apasionado beso prohibido.
Ella había tomado la iniciativa, en ese momento sabía que tenía que tomar las riendas, porque era quien tenía el riesgo. Esa mujer me había intimidado primero, conmovido después, pero al final daba la impresión de que ella era, antes y ahora, quien llevaba las riendas, y yo encantado de la vida, ya que al final queríamos lo mismo.
-Cariño, ¿Te gustaría ir a mi casa a tomarnos la penúltima?- Me dijo susurrante.
-Sí.- Le respondí en voz baja.
Nos metimos en el BMW. Y allí volvimos a besarnos de forma apasionada. Sin palabras. Los cristales fuertemente tintados del coche nos daban más discreción de lo habitual. Y acto seguido me dijo.
-Oye, tú eres más corpulento y estás mejor que yo. A mí las copas y la cerveza se me han puesto peleonas. ¿Quieres conducir tú?
-Claro que sí, guapísima.
-Pisa suavemente, este coche responde.
Y vaya si respondió. Aunque lo llevase a medio gas, era un placer conducir esa maravilla y cómo aceleraba suave pero implacablemente. Pero ningún placer fue comparable a lo que me esperaba.
Llegamos a casa, y ella activó el mando a distancia para aparcar en la amplia cochera de su lujoso chalet. Y abrimos la puerta interior. Nadie nos vió. Todo discreto.
-Oye, me gusta estar limpia, ¿te importa que me de una ducha? Si quieres puedes ducharte tú también.
-De acuerdo. –Le respondí con satisfacción. Yo soy muy tradicional y maniático con estas cosas. El calor había hecho mella y a pesar de la pasión, el calor y el sudor hacía que nuestros olores corporales no fueran precisamente los más eróticos, pero nos duchamos y enjabonamos nuestras partes más íntimas en la amplia bañera del cuarto de baño.
Ella no había perdido nada sin la fina capa de maquillaje que se acababa de limpiar de la ducha, si acaso sus escasas arrugas le daban un excitante morbo de alguien que había librado mil batallas en la cama.
Ni tampoco le hacía falta una faja… tenía una cintura bien marcadita y sin un gramo de grasa. Los años solamente habían mejorado su cuerpo, añadiendo un poquito de curvas a un hermoso y atlético cuerpo de bailarina. Ahora ella tenía la mirada fija en mi falo, tan grande y vascularizado como mi musculatura de culturista, indicando que seguía más que preparado. Por su parte, ella volvía a tener su sexo bastante húmedo a pesar de que solamente hacía un instante que se había secado tras salir del baño. Le toqué su cintura de arriba hacia abajo abajo, recreándome en cada centímetro de su piel, hasta buscar su excitado y húmedo sexo. Le metí mis dedos para excitar suave pero implacablemente su clítoris, lentamente, sin prisa pero sin pausa. Quería prepararla para la fiesta final. Pero al mismo tiempo tenía que aguantarme mis ganas. Así que esperé que ella pronunciara las palabras mágicas.
-Llévame a la cama, cariño, no aguanto más… mmmm.
Seguidamente pasamos a su habitación. Lo hicimos a cuatro patas. Solamente una bailarina profesional era capaz de semejante coordinación y energía, era una auténtica máquina de placer. Yo por mi parte no paraba de empujar poderosamente el punto más excitado de su vagina. Ella se estaba volviendo loca por momentos.
-Así, Carlos sigue sigue, voy a correrme ah, ah. Más fuerte, no te cortes, ah ah. ARGGGG. ME LLEGA ARRGGGGG.
Eyaculamos casi al mismo instante, lo cual le hizo el orgasmo doblemente placentero.
- Qué rico cariño, qué rico. Hacía mucho tiempo en que nadie me hacía algo de esa manera mmm. Dios … mira tu preservativo… Está lleno mmm.
-Sí nena lo quieres?
-Sí, leche joven mmmm-. Se estaba untando mi semen cual crema hidratante.
Seguidamente ella empezó a cambiar de tercio. Hablaba más pausada.
-No sabes el bien que me has hecho esta noche. Llevo muy mala racha con mi marido. No sé si tiene un amante, pero está ya cercano a los 60 años y no es el mismo. Necesitaba alguien bueno en la cama y que no fuera un macarra engreído. No sé que pensarás de mí, estando casada.
-No te preocupes. Seré discreto y me guardaré este placer para mí.
-Es que te entiendo. Eres un tipo joven, pero eres prudente.
No hace falta que me digas nada. Estas cosas pasan y con más frecuencia de lo que parece. Esto ha sido placentero, pero si no quieres ir más allá lo entiendo.
-Claro que no pero es que tengo mis necesidades y, has estado fabuloso, no sé si podré aguantar mucho sin repetir una noche como esta.
-Bueno, si quieres lo volvemos a repetir cuando quieras.
-Por cierto, si quieres puedes quedarte aquí, ya sabes que estoy sola y me resulta extraño. No están tus padres en casa esperando, se fueron a la playa ¿no?
-No. No pasa nada ni me espera nadie. Me quedo contigo si es lo que deseas.
Acto seguido me besó y me abrazó. Cerró los ojos, pero sabía por sus aceleradas pulsaciones que no se iba a dormir fácilmente al menos en un rato largo.
Comprendí que esa mujer tenía una fuerte sensación de nido vacío. Estar en pleno verano sola, como mujer de pasión que era, requería algo más que un ratito para tener sexo, por muy salvaje que fuera. Abrió los ojos y volvió a mirarme con ese deseo apasionado que pocas veces se encuentra uno en la vida. Yo también estaba encendido.
-Oye, decías que podíamos repetirlo ¿no?
-Sí, pero chico, con todo lo que has soltado por tu manguera, habrá que esperar, mal que me pese.-Me dijo con algo que no supe interpretar como resignación o una provocación.
En ese momento me puse de pie, fuera de la cama, entre su extrañeza, que se convirtió en admiración cuando vió otra vez mi falo en su máximo esplendor apenas dos minutos de consumar el brutal orgasmo anterior.
-Creo que la espera ha terminado.
-Eres una mala bestia-Me dijo mientras yo me colocaba otra vez la gomita.
Se bajó y se puso de pie, me agarró de mi mástil y se lo metió en su vagina, estábamos excitadísimos, ni siquiera me había dado tiempo a colocarme el preservativo.
-Sigue, sigue, no paresss.
Nuestra calentura era tremenda, aun haciéndolo incómodamente de pie ella llegó fácilmente al orgasmo y a una eyaculación todavía más brutal que la primera. Pero a mí, después casi haberme dejado seco en la anterior ocasión, no me sería tan fácil repetirla. Mi mástil seguía firme, pero mi eyaculación no sería fácil. Pero su bien lubricada vagina sugería que podíamos aguantar toda la noche si fuera menester.
.
-Me vas a destrozar, que me da un infarto ahhhh, AH, NO PARES, AH, AHHH. ME MATAS. AHHHHHHHH.
Su excitación fue brutal, me dio tiempo a hacerle un segundo orgasmo, y mi chorro por fin salió, poderoso aunque ligeramente más modesto que el primero. La batalla había sido dura, pero las sábanas y las llagas de mi espalda daban fe de la fiereza de la noche, así como las caras de satisfacción y cansancio mutuo.
A las cinco y media nos quedamos profundamente dormidos. Dimos por terminada esa batalla, pero no la guerra.
Al día siguiente, volvimos a tener sexo salvaje. Lo mismo que durante los siguientes días. Su hambre no parecía tener fin. Al igual que en el resto del verano. Los días en que estuvimos solos fueron de auténtica locura, auténticas orgías de horas. Llegamos a gastar dos cajas de preservativos en diez días.
Aunque seguía teniendo una lista de amantes ocasionales que me alegraban el día cuando no estaba ella, lo nuestro era algo prohibido, apasionado y morboso que lo hacía especial. Me hacía sentir poderoso, romper las inhibiciones de una señora esposa y hacerle cruzar ese límite, una vez que el deseo supera al miedo, me hizo subir muchas escalas de placer y morbo.
Tras ese verano, ya no nos podíamos ver todos los días porque yo me había ido a trabajar a otra ciudad, no demasiado lejana, pero solamente podía ir algún fin de semana en los que ella se iba "de compras" que previamente había guardado en su coche para disimular, mientras que nos íbamos a moteles donde dábamos rienda suelta a todas nuestras fantasías durante unas horas.
Meses más tarde, ella pidió el divorcio tras sopesar las desventajas de su vida conyugal. Sexo escaso y rutinario y sobre todo exceso de soledad, ya que hasta su hija se había ido a estudiar bien lejos de allí. Por no hablar de ciertas "comparaciones", verdaderamente odiosas.
No fue polémica la separación. Ella tenía un piso propio en buenas condiciones, le dejó el chalet y el coche deportivo a su marido. No necesitaba los lujos, solamente la libertad. En ese piso nos hicimos bastantes lujuriosos homenajes durante los fines de semana en que su hija no volvía de su lejana universidad o prefería quedarse en el chalet de papá.
Sé que ella me echa de menos, y, para que engañarme, yo también. Incluso ha llegado a ponerle los cuernos a su nueva pareja conmigo (un cuarentón bastante atractivo, todo hay que decirlo), por recordar viejos tiempos. Y es que cuando se cruzan ciertos límites, ya apenas cuesta volverlos a sobrepasar. Y el acostarse con una mujer casada es uno de ellos.
FIN
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