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Me quedaba claro que empezaban 3 días de locura, una hembra caliente, sola y con hambre estaba a punto de convertirse en mi amante...
Llegamos a casa empapados por la lluvia que caía de forma bastante copiosa. Tras cruzar la puerta nos quitamos las húmedas ropas y quedamos los dos totalmente desnudos. El verla así me impulsó a meterle mano por todos lados, cosa a la que accedió con naturalidad.
Nos besamos y abrazamos, mientras las caricias mutuas hacían su trabajo en busca de excitación. No le costó absolutamente nada ponerme a mil, pero si me llevó a mi más tiempo lograr que se mojara de manera natural y no por la lluvia.
Nos limitamos a caricias y chupones por todo el cuerpo sin siquiera intentar una penetración por mínima que fuera.
La temperatura del lugar fue creciendo, el sillón fue testigo de nuestra incursión preliminar. La tumbé y sin dudar me prendí a sus labios vaginales hasta que sus fluidos eran una catarata; mordisquear su clítoris hinchadísimo y manosear violentamente sus pequeños pechos eran más una lucha que un conjunto de caricias.
Sus manos solo tenían como destinatarias a mi cabellera, que era revuelta con más violencia cuando se aproximaba al orgasmo. Detenerme para evitar que llegase a él le producía furia y trataba de sepultarme entre sus piernas para que concluyera mi labor.
Por espacio de 25 minutos estuvimos en ese juego, hasta que no pude librarme de su presión y la frote y mordí hasta que acabó de manera violenta y prolongada.
Liliana estaba agotada por el esfuerzo de tanta lengua recibida y fuerza realizada para vencer mi resistencia a ser obligado a concluir la faena. A su lado estaba yo, rendido por la presión soportada y tratando de quitar de entre mis dientes los vellos que le había quitado en la lucha.
La observé detenidamente y le propuse: "¿me dejas depilarte esa línea de pelitos? Te voy a quitar todo eso para que el roce se más excitante".
"Solamente si me dejas sacarte a vos los pelos que me atragantan cuando te la chupo, mi guachito" respondió.
Lo pensé unos instantes, pues sabía lo que pican cuando vuelven a nacer, pero accedí.
Fui por la crema de afeitar y una máquina para llevar adelante mi trabajo.
Esparcí crema por la franja de vellos de su Monte de Venus, el contacto de aquella en su piel le produjo un escalofrío y cosquillas que le robaron una sonrisa. Le pedí se mantuviese quieta y tranquila justo en el momento que apoyé la cabeza de la rasuradora en su piel. Lentamente fui recorriendo el camino descendente hasta llegar al borde de sus labios mayores. En la medida que avanzaba su piel iba apareciendo limpia y rosada, haciendo un contraste de color con la parte bronceada por el sol.
Temeroso de producirle un corte, me detuve. Entonces ella tomó el mango de la rasuradora y con suma maestría quitó todos los vellos restantes dejando totalmente limpia el área. A modo de humectación, le pase mi lengua impregnada en dulce de leche cosa que la excitó de sobremanera, por lo que mi rasurada debió esperar que el producto que unté en su piel fuera totalmente eliminado al igual que la necesidad de sexo oral que demostraba.
La conjunción de sus jugos con el dulce, me encantó y por espacio de media hora saboreé toda su piel ya libre de pelambre y sus jugos cada vez más apetitosos.
La convulsión que marcó su orgasmo, fue el punto final de mi atención para ella.
Me depositó un beso en los labios y cambiamos de posición. Fui yo quien se dispuso en el sillón y ella quien con crema y rasuradora en mano se arrodilló a un costado para comenzar la operación.
La única forma de evitar cortes en mi piel era que tomara mi miembro, levemente en reposo, con una mano y manipulara con la otra la rasuradora.
Reconozco que se excedió en el manejo de "mi herramienta", ya que la meneaba alternativamente a los costados, arriba y abajo hasta lograr que se sostuviese por sí misma mientras quitaba la mata de vellos que lo rodeaban.
Con los ojos cerrados, estaba plenamente conciente que habría un corte por como ella manejaba la situación, pero cuando sentí en la piel algo frío y que era desparramado por la zona hasta cubrir la totalidad incluyendo el "mástil de la embarcación", supe que no tenía nada que temer, sino más bien comenzar a gozar de un tratamiento de belleza y recuperación que me agradaría. La lengua experta de Liliana levantaba todo el dulce esparcido y tomaba como punto límite la herramienta erguida que engullía por cada avenida que recorría.
Cuando ya no quedó más que limpiar, se dedicó a mamar descaradamente aquella barra. Por primera vez en los dos días que llevábamos juntos, ella colocaba algo de mí dentro de una cavidad que no fuese su cola. Su habilidad y persistencia en llevarse a la profundidad de su boca mi herramienta la ahogaba. Me dio un tratamiento excelente, demostrando que sabía que hacer con sus labios y su lengua.
Chupaba la cabeza, mordisqueaba con deleite la piel que la recubría y enroscaba su lengua en el tronco como si fuese un tornillo que debía limpiar para incrustarlo luego entre sus labios hasta casi hacerlo llegar a su garganta.
Repitió aquella operación en reiteradas oportunidades mientras masajeaba mis huevos. Cuando la vibración de mi pene era notable, asemejó una penetración bucal hasta extraer el líquido que usó para saciar su sed. Efectuó tres movimientos más, mientras escapaba por las comisuras de sus labios parte del semen que había extraído.
Se incorporó y me mostró su boca, aun con restos del semen en ella y pasándose un dedo por los labios, lo colocó en la punta de su lengua y tragó lo poco que había podido retener.
Esa imagen me enloqueció, traté de incorporarme pero no me dejó. Se arrodilló sobre mis brazos y colocando su raja frente a mi boca, la frotó por unos instantes en mis labios.
"Tranquilo, vas a tener que reponerte o no podremos seguir con nuestros juegos. Recuerda que aun no hemos hecho el amor" repitió mientras detenía sus movimientos pélvicos.
¡Qué razón tenía!, nuestras batallas no habían concluido con una penetración vaginal aún, solo lenguas y cola habían sido victimas y victimarias de nuestras correrías.
Caminamos de la mano hasta la ducha, nos higienizamos mutuamente y así, desnudos, volvimos a la cocina para preparar una cena rápida que nos dimos el uno al otro como enamorados.
Bebimos cervezas bien heladas y cuando concluimos aquella cena, me pidió: "Esperame en la cama, voy a preparar algunas cositas para que disfrutemos juntos. Ya voy para allá, ponete cómodo y ni se te ocurra gastar nada de energía"
Ingrese a la habitación, observé el pequeño desorden que allí había. Lo acomodé un poco y descubriendo la cama, esparcí algo de perfume en las sábanas. Coloqué alguna de las telas traslúcidas de color azul sobre el velador de la pieza y lo encendí, apagué la luz principal. La atmósfera era buena, un poco de música suave completaba la estancia.
Conforme con lo organizado, me dispuse en la cama tan solo cubierto con una sábana y a la espera de mi hembra.
Habrán pasado unos 15 minutos cuando ella llegó al lugar. Llevaba en sus manos una botella de champagne, que había quedado en la heladera de la noche con las cordobesas, y el pote de dulce de leche que habíamos usado en el atardecer. De ropa, nada ni siquiera una pequeña tanga.
Dejó todos los implementos a un costado de la cama y se tendió a mi lado. Encendió un cigarrillo y tras una larga pitada me lo extendió, lanzó el humo y me agradeció la ambientación con un beso suave, delicado y profundo. Desplazó lentamente el cabello de mi frente y sin mediar palabra empezó a cubrir todo mi rostro con besos cortitos, que formaban un leve pero prolongado recorrido por mi piel.
Eludió con gran maestría mis labios y siguió su recorrido por el cuello, bajó a mi pecho acariciándolo de lado a lado con sus boca. Se subió a mí y se acostó, acodada a uno de los lados.
"No había pasado un tiempo así en años. Solamente me acostaba con algunos tipos de vez en cuando para calmar la ansiedad de sexo que sentía. Estoy comprobando que sigo siendo una mujer fogosa que necesita ser tratada como adicta al sexo, pero acompañado por amor. Creo que estás despertando en mí a la Liliana que había imaginado ya muerta. Hasta ahora no te di amor, solo compartimos sexo al extremo de no haber compartido una cama" dijo mientras recibía nuevamente de mis manos el cigarrillo.
Para ser una madura incipiente demostraba mucha madurez en sus dichos y para ser yo un pseudo-adulto, me enfrentaba a un momento crítico.
"¿A dónde queres llegar, Lily? Imagino que esto traerá una propuesta, o al menos así me suena?" le comenté.
"Lo que voy a decirte me cuesta, pero creo que será lo más justo. La estoy pasando muy bien y mi abstinencia sexual está bastante colmada, pero para hacerte el amor quiero algo más que alcohol y vehemencia. Necesito saber si querés ser mi amante, con cama afuera, nada de convivencia. Me gustás mucho y cada vez siento que te necesito más, pero... ¿Aceptarías ese compromiso?" preguntó.
"Es difícil responderte tan rápidamente, pero acepto el desafío. No puedo asegurarte amor definitivo" le aseguré.
"Lo sé, son veinte años de diferencia y las guachitas están tanto o más necesitadas que yo. Si alguna te inquieta más de lo aconsejable, me lo hacés saber y allí concluye lo nuestro. Sabré aceptar que alguien nos separe" concluyó.
Tan sólo terminó de hablar, apagó el cigarrillo y decidió consumar nuestra alianza.
Retomó su bajada con besos y caricias desde el mismo lugar en donde se había detenido en mi tetilla derecha. Besó profundamente aquel sector y siguió bajando al tiempo que giraba su cuerpo sobre el mío.
Llegó a mi pene exactamente cuando su suave rajita quedaba sobre mis labios. Se apoderó de él y comenzó a mamarlo de manera exigente para lograr su erección total. Giraba circularmente sus caderas para que no lograra alcanzar su clítoris que parecía al borde de explotar. Cuando llevó mi herramienta a lo más profundo de su boca, me dejó atrapar su botón de ignición con mis labios.
Empezó a moverse acompasadamente, extrañamente guardaba sincronía entre su vientre y el movimiento de su boca. Hice que mi lengua recorriese el largo completo de su raja, desde el inicio hasta la puerta misma de su ano.
Su humedad iba en aumento, sus flujos fluían con una naturalidad asombrosa y en cantidades copiosas. Noté como estaba al borde del orgasmo inicial cuando aprisionó mi cara con sus piernas, para no dejarme salir de su cueva. Inserté mi lengua en su vagina tan profundamente como pude y revolví sus entrañas con ella. Acabó con un grito ahogado por llevarse mi pene hasta lo más profundo.
Cayó rendida aun con mi herramienta erguida en el interior de su boca. Se levantó, la dejó libre y se volvió hacia mí en posición normal.
"Voy a amarte, a hacerte mío y abandonar mi cuerpo para que vos me hagas tuya" fueron sus palabras antes de besarme y abriendo sus piernas guió como experta si pene a su interior.
Cuando estuvo dentro de su cueva, tomó el mando de la situación, me besó profundamente haciendo ingresar su lengua en mi boca para recorrerla en su totalidad y enroscarla con la mía. Se despegó de mis labios y comenzó a hacerme el amor como nunca nadie antes lo había hecho.
Lentamente, inició un sube y baja tratando de calibrar la profundidad de la penetración. Al cabo de unos minutos bajó tanto como el largo de mi herramienta le permitía medir su ingreso y sin siquiera tratar de subir un centímetro, volvió a sus movimientos circulares. La presión que ejercían sus músculos vaginales, oprimían mi pene. Parecían estrujarlo para soltarlo y volver a comprimirlo; su humedad aumentaba y le permitía sacudirse sin ningún inconveniente. Podía sentir el chapoteo del ingreso y la salida que provocaba al moverse.
Tomándose de mis hombros se separó un tanto de mi cuerpo y arrancó su cabalgata sobre mí. Lenta pero firmemente, se sacudía y gemía mordiéndose los labios.
Cuando sus gemidos se hicieron más profundos, aumentó la velocidad. La tomé de las nalgas para ayudarle en su movimiento, pero no me dejó hacerlo. Cuando sintió mis manos en su cola, se desplomó sobre mi pecho y cerrando sus piernas quedó exactamente encima mío. Se movía muy levemente, con sacudidas cortas que aceleraban la llegada a mi orgasmo.
Enterré mis manos entre sus cachetes y aferrándome fieramente a ellos la sacudí mandándome tan profundo como pude en su interior. Conciente de la proximidad de la explosión me mordió en el hombro derecho y con un grito profundo me dijo: "Siiiii, rompeme mi amor!!!!!!!" a lo que acompaño con un "Ah!!!!!!!!" largo y tan alto en su voz que me indicó que el momento de su explosión había llegado exactamente. Mi liberación de semen fue a lo sumo dos segundos después.
El momento fue lo más placentero que había experimentado en mi vida, jamás me habían hecho el amor de ese modo. Quizá ahí comprendí que solo había tenido sexo, y jamás había hecho el amor.
Rendidos, extenuados pero felices nos dormimos quizá dos horas uno dentro del otro.
Al despertar, la imagen de su cara de satisfacción y una sonrisa amplia me recibió.
"Ahora, mi agradecimiento amor" dijo y alcanzó la botella de champagne. La descorchó y bebió un sorbo. De sus labios vertió una pequeña cantidad en los míos.
Luego comenzó a besarme y esparcir pequeñas cantidades de dulce sobre mi piel que fue frotando con sus pechos por mi cuerpo. Tras cubrir parte de mi anatomía con aquella mezcla, me dio besos y con su lengua levantó cada montículo que se había formado. Finalmente me otorgó sus pechos para que quitara de ellos los restos que habían quedado almacenados.
Cubrió su cueva con dulce y la regó con champagne, la aproximó a mis labios; la devoré con pasión. En tanto ella colocaba dulce en mi herramienta y lo quitaba con sus labios y su lengua. Cuando ya brotaban sus jugos y se mezclaban notablemente con aquel preparado se movió para que mi lengua llegase hasta su ano.
Le cubrí aquel agujero que ya era mío con dulce. Lo recorrí, humedeciéndolo con saliva, flujo y dulce. Metí la punta de mi lengua en él, para luego reemplazarla por el dedo mayor; lo enterré tanto como pude.
"¿Querés mi cola? Ya te la doy goloso" y diciendo esto se colocó en cuatro patas abriendo tanto como pudo su anatomía. "Ponela ya, aunque no veas el tamaño adecuado. Empuja y rómpemelo".
No demoré en satisfacer su pedido. Me coloqué detrás de ella y apuntando mi herramienta hacia aquel pequeño agujero, apoye primero la cabeza e hice un primer embate. Con un movimiento de pelvis empujó hacia atrás, llevándose a su interior una buena parte de él. Repetí la operación y ella también, al cabo de tres movimientos ya estaba todo en su interior. Tomó una de mis manos y la guió a su raja, para frotarse violentamente con mi mano. Llevó el dedo mayor a su interior y comenzó a moverse.
La penetración fue dolorosa pero placentera, las sacudidas se prolongaron por más de una hora. Al cabo de aquel tiempo logramos un orgasmo anal-vaginal único.
Totalmente agotados, caímos en la cama, y aún con mi miembro dentro, nos dormimos hasta la mañana siguiente.
Desperté y no hallé rastros de ella en la cama, solo el ruido de la ducha me indicó que aun estaba allí. Los restos de dulce, champagne y flujo entremezclados yacían en las sábanas como fieles testigos de lo ocurrido.
La lluvia golpeaba en los vidrios de la habitación.
Apareció envuelta en un toallón, se aproximó a la cama y dándome un beso me dijo:"hermosa la noche que pasamos, y mejores los días que van a venir". Sonrió y se fue hacia la cocina.
Liliana tenía razón, la lluvia se prolongó por sábado y domingo. Un tiempo de perros para los turistas que pensaban disfrutar de la playa. En cambio yo solo tuve tiempo para disfrutar de ella, sus habilidades en la cama, en el sillón.
Cuando el lunes amaneció con sol, ambos disfrutamos de nuestro ultimo baño de mar y de la única opción que nos quedaba por experimentar: hicimos el amor en el mar.
Nuestro viaje de vuelta debía durar 4 horas, pero se demoró a 7. Conocimos dos hoteles alojamientos que cruzamos en el camino.
Nuestra aventura duró casi dos años, al llegar a nuestra ciudad nos convertimos en amantes de martes, jueves y sábados. Los sábados, disfrutábamos de tenernos desde las 22 horas hasta las 8 de la mañana del domingo.
Hoy, Liliana es una mujer casada con el gerente de un banco, si algún empleado pretende ascender, necesita cumplir con el rito de acompañar a la esposa del jefe al recorrido por alguna de las sucursales del interior de la provincia. No logra calmarse de su adicción al sexo.
En cuanto a mí, sigo en mi exploración de las habilidades de cama de las mujeres maduras y no existe temporada de vacaciones de no añore encontrar a una nueva Liliana.
FIN.
Alejandro Gabriel Sallago.
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