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Cristales en la jungla

Aquella fulana del tres al cuarto tenía la habitación hecha un desastre, la ropa de la cama toda arrugada y medio tirada sobre la vieja moqueta, los muebles cubiertos por una marea de trastos inútiles y cosméticos baratos, más ropa sobre el suelo, de un lado a otro de la habitación... Y ella, Shirley Fairbanks, sentada como un pelele mal maquillado en la taza del báter, parecía no estar dispuesta a mover un maldito dedo para arreglar ese caos. Fuera del infecto cuarto de baño, una ventana medio abierta ventilaba como podía la cargada atmósfera de marihuana y sexo que "la tigresa" y su último cliente, un viejo verde de la zona sur, habían ido creando durante las dos últimas horas. De todos modos, aunque la zorrita hubiera ordenado la habitación después del polvo, ésta no habría sido mucho más de lo que ya era, considerando el barrio en el que estaba. Y es que aquellas quince manzanas de calles grafiteadas y llenas de yonkis, putas y mafiosos eran un auténtico vertedero. Bajo la ventana, por la que ya miraba "la tigresa" después de su trastornado paso por el retrete, unos negros pandilleros se estaban enfrentando con navajas y bates de béisbol a un grupo de hispanos en medio de la calzada. A nadie le importaba que se mataran, y les importaría menos si supieran que todo era porque el jefe de los chicanos, Andrés Bozo, se había tirado a una "Punisher", y no una "Punisher" cualquiera, el picha caliente había tenido que tirarse a la novia del jefe. Pero si sacaban las pipas y se liaban a tiros, ahí si que había peros, porque todo el maldito barrio se llenaría de maderos y se acabó la fiesta. Afortunadamente, la pelea acabó como había empezado, y todos se fueron calientes a casa. Antes de dejar la calle, los "Punisher" se arrimaron a "Gramos", un camello que pasaba crack a la banda a cambio de fotos pornográficas de niños. Camello de crack, maría y coca, tratante de pornografía en general, sobre todo películas snuffs, traficante de armas..., el "Gramos" era el último magnate de la basura que quedaba en el barrio, título que había logrado gracias al vicio de personajes como "la tigresa", Carol "tetas celestiales" Heiss, un sicario llamado Gutiérrez o Johnny Rick, el jefe de un night club donde según las malas lenguas, y también las buenas, se desnudaban niñas secuestradas. Carol Heiss solía alternar por la misma zona que "la tigresa", pero casi nunca coincidían. Era la mejor puta de todo el barrio, y según Steve Cassidy, que presumía de haber estado con todas las de la ciudad, la mejor del gremio. Sin embargo, no todo lo que le rodeaba era bueno, pues pululaba por el barrio la leyenda urbana de que mataba a aquellos clientes que "no conseguían satisfacerla por completo". De todas formas, algunos tipos que pasaron por su cama aparecieron al día siguiente en el canal, o destripados en algún callejón oscuro. ¿Simple coincidencia?. En contraposición con Heiss, su chulo era un tipejo borrachuelo que casi todas las noches acababa peleándose con alguien. Cuando no estaba maltratando a una de sus chicas, estaba poniéndose hasta el culo de coca y drogas de diseño, o fundiendo los beneficios en "Jóvenes Conejitas", el club de Rick, donde ya iba por el segundo aviso de expulsión después de haber invadido la pista de streaptease para "disfrutar enteramente del espectáculo". Otro cliente asiduo de este antro era Jorge Gutiérrez, sicario de un contacto del cártel de Kali que ya iba por la cifra de ochenta muertos entre Colombia y Estados Unidos, y el pinche pendejo Andrés Bozo. Éstos dos se conocían, pues Gutiérrez le solía pasar armas a cambio de dinero que Bozo conseguía si no en sus frecuentes atracos, en las carreras o con el narcotráfico. Precisamente el arma que esa noche Bozo había estado a punto de usar contra los "Punisher", una Uzi, se la había vendido el sicario portorriqueño. Aún en la ventana de su mediocre dormitorio, "la tigresa" escuchó las lejanas sirenas de la policía, y echando un último vistazo a la calle, volvió a la cama. De rodillas sobre la maraña de sábanas, cogió un poco de maría y se lió un canuto, mientras llegaba su chulo.

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
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