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Categoría: Confesiones

Contigo

Últimamente nos ha dado por hacer juegos eróticos en la intimidad, jugando con unos dados diseñados para que al tirar sigas las órdenes a ejecutar con tu pareja. Yo lancé los dados y me tocó la siguiente sentencia:acariciar ???, es decir…. acariciar donde la imaginación te dicte.....dondequiera.

¿Y qué vas a hacer? me dijo con sonrisa picara

Le pedí que se pusiera una venda y mientras tomé el frasco de aplicador de un líquido verdoso, una crema muy suave al tacto y muy agradable a la lengua, mi lengua. Como vestía una falda amplia, fue fácil hacer subir su falda y dejar ante mí, el hilo de su tanga. La hice a un lado y le pedí que abriera sus piernas, lo cual hizo de forma dócil. Abrí su entrepierna perfectamente rasurada y su vulva se abrió para dejar ver los labios ya con un poco de humedad por la espera excitante. Yo procedí a aplicar el spray con el líquido excitador en toda su enorme vulva. Ya que termine, desparramé la crema líquido muy lentamente por su clítoris, sus labios mayores y menores, apenas en la entrada de su ya húmeda caverna y en el ano. Comencé a recorrer lentamente pero sin estar en ningún lado, en  toda la extensión de su vulva, de su clítoris. Podía escuchar su agitación pues daba gemidos de aprobación a ciertos movimientos que yo hacía, ya sea en su clítoris, en lo profundo de su vagina o al recorrer sus labios. El calor de la crema liquida verdosa estaba haciendo un efecto muy gozoso en ella. Mi mano derecha hacia esas tareas, mientras que el dedo medio de la mano izquierda se enterraba y salía de manera certera en el pequeño orifico de su ano, resbalando con facilidad y provocando quejiditos, que no se si son de aprobación o de dolor, pero hay algo que me enciende: como me retiene el dedo con su anillo por momentos. Es una sensación muy agradable como se comprime alrededor de mi dedo que se empuja suavemente y luego sale y se queda apenas a la entrada de su ano para volver a introducirse.

Sin dejar de hacer eso, luego bajé con mis labios para insertar mi lengua en toda su vagina, paladeando el sabor tan agradable de esa mezcla del humor de su vagina y del líquido verdoso.  Escuchaba más gemidos de aprobación y hasta a veces su mano que sujetaba mi cabeza para que se alojara en determinado sitio de su húmeda vulva, más bien que lengueteara y mordiera su clítoris insaciable. Sus pies también hacían su trabajo en mi espalda pues de alguna manera me jalaban hacia ella para su placer. Empecé a transitar con mi lengua empujando, mordiendo suavemente su clítoris, metiendo mi mano derecha en su vagina en un ataque certero en sus tres puntos de excitación al mismo tiempo. Su respuesta tardo poco en llegar pues con su pie izquierdo busco mi pene sobre mi pantaloncillo corto, para asegurarse de que estaba firme y listo. Cuando lo comprobó, me dijo suplicante la frase que abría la  puerta hacia el siguiente paso: quiero que entres tú, entra tú.

Su súplica fue atendida de manera pronta por mi pues terminé por jalarla hacia a esquina inferior derecha de la cama para posicionarme de manera que mis movimientos fueran fáciles y efectivos ya que el triangulo que hace la esquina de la cama hace muy fluido el embate del pene. Tiré de sus piernas hacia mí, la despoje de su falda y tanga, ella se posicionó ansiosa y yo tiré hacia abajo lo único que podía impedirme estar desnudo. Cerró los ojos y abrió sus piernas, yo tomé mi celular para filmar aquel momento íntimo, mágico.

La penetré suavemente y ella correspondió con un gemido de sorpresa y gusto. Con mucha delicadeza fui moviéndome hacia dentro de su mojada cueva y dejándome guiar por sus gemidos, imprimí un ritmo que acompasaba sus jadeos. Probablemente ella creía reaccionar al ritmo que yo imponía, pero más bien era yo el que se regía por sus expresiones. Ella abría la boca, se dejaba ir, gemía y apretaba con desesperación la sábana con su mano izquierda, al tiempo que me dirigía con su mano derecha, acariciando suavemente con sus uñas en la cara externa de mis muslos, o mi vientre velludo, cuando mi pene chocaba al llegar al fondo de su vagina. Mi mano derecha sostenía una de sus piernas y besaba o lamía a veces sus plantas.  Pasee la cámara sobre su rostro transformado y magnifico, que dibujaba una permanente cara del placer.  Mi pene salía casi del todo a veces, para volver a sumergirse de lleno en la humedad de su caverna o se retiraba pero sin dejar de tocar alguna parte de todas sus humedades. Se posicionaba en su ano, apenas por un momento causando otra sensación; o bien resbalaba por toda su larga vulva hasta tocar ese maravilloso clítoris, tan sensible, tan pronto en su respuesta.

Ella cooperaba lanzando su pelvis hacia mí, uniéndose al movimiento de entrada de mi pene, e incluso con ambas manos de manera dócil o fiera, se aferraba a los lados de mi cintura, o sujetándose en mi vientre con ambas manos, sin dejar de gritar... ay Mario, ay Mario.

Metí una almohada debajo de sus caderas para facilitar la penetración  y deje ir mi pene en su vagina mojada, de manera muy lenta. Luego  dejándome escuchar sus jadeos para guiarme, intensifique el ritmo, y ella a su vez hizo lo propio con su cadera que ahora se movía girando. Nuestras pelvis chocaban de manera brutal y ella no paraba de gemir.. Se venía su orgasmo. Dejó su cara muy hacia atrás, arqueó su espalda, su mano izquierda se aferró al lado del colchón.. Gritó y gritó hasta el cansancio y cuando parecía que ya se entregaba a la paz que sigue al clímax, saque delicadamente mi pene y lo resbalé hacia su ano. Poco tardé en encontrar la pequeña entrada. Ella gritó y solo dijo: despacio por favor, duele. Yo estaba ya dentro de ella, la mitad de mi pene era ya un intruso feliz que poco a poco se escurría fácilmente, siguiendo las instrucciones de como afectaba en ella, pero empeñado en llegar hasta el fondo o hasta donde me diera el largo del pene. A pesar de sus pedidos de despacio, espera... mi pene llego dentro de su apretado anillo alojándose totalmente. Volví a filmar de nuevo y a moverme con más intensidad, no sin antes recibir sus quejas, su intento por detenerme que más bien es un: hazlo más gentilmente. No sé, porque no lo dice, si los quejidos son de aprobación o de dolor, o una mezcla de los dos. Podría ser las dos cosas. Solo sé que su ano aprieta de una forma muy placentera mi pene y no voy a renunciar a ese placer y Ella lo sabe. Nunca dejó de resistirse pero me permitió aumentar el ritmo de las penetraciones y hasta metió las manos debajo de sus caderas para subir el punto de penetración de su culito. Yo tomaba su mano derecha y la llevaba hasta su vulva, para que ella misma acariciara su clítoris, maniobra que ella hace muy hábilmente. Tenía que distraer esa aparente preocupación que tiene cuando la penetro por el ano, de sentir dolor. Tenía que concentrarla también en el placer que de forma indudable le da el tocarse el clítoris. Ya mi pene entraba y salía con facilidad, deslizándose en una funda muy lubricada, muy deleitable... No sé si le provoqué un orgasmo, ella nunca ha dicho si le encanta que la penetre así, a  mí me fascina; pero no se resiste y creo que si es de su agrado aunque no lo exprese abiertamente.

Yo ya me había abierto de capa y el ritmo de mis embates era casi furioso, parecía ya no haber resistencia en ella, sus gemidos habían cambiado ese tono de duda y ahora era de entrega total, así que yo me concentré en filmar, moverme como loco y venirme en su culito, derramar mis fluidos todos, en el interior de su estrecho conducto.

Liberé mi semen y gemí triunfante dentro de ella. Me gusta mucho ese momento en el que suelto todo y ella si puede sentir como el semen recorre su ano. Apagué la cámara y seguí moviéndome más lentamente dentro de ella. La nueva lubricación lo facilitaba todo, el semen hacía un camino suave y transitable en su interior.  La calma en los dos era la atmósfera dominante, y se prolongó mientras yo mecánicamente y con los ojos cerrados (con la imagen de su cara llena de paz), seguí suavemente entrando y saliendo y poniendo énfasis en la entrada de su ano, deteniéndome especialmente y con precisión a la entrada y a la salida. Después cuando ya no escuche ningún leve murmullo de su parte, me moví hacia afuera de la cama, mis piernas temblaban con el esfuerzo y necesitaba abandonarme para tomar un descanso. Lo hice,  me desplome en la cama a su lado, pero le tomé de la mano, agradeciendo con ese gesto sin palabras, su entrega y mi satisfacción. 

Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
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