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Consolación a la viuda
ECSagardez
Doña Cleotilde era una mujer de 47 años de edad, morena y de un cuerpo regular. Su cara presentaba los rasgos que el paso de los años y las preocupaciones van dejando. En el momento que la conocí vivía con su esposo don Enrique y su hijo Rafael en una casa alejada del centro de la ciudad en Veracruz, México.
Por azares del destino, doña Cleotilde tuvo que entregarse en cuerpo y alma a su esposo, ya que éste perdió sus extremidades inferiores al caer de un tren en movimiento, debido a su trabajo en los Ferrocarriles Nacionales.
Luego de varias intervenciones quirúrgicas, don Enrique vivió por varios años postrado en una silla de ruedas y por tal motivo el contacto sexual con su mujer sólo se reducía a algunos toqueteos que, por ende, la dejaban insastifecha.
La situación para doña Cleotilde se tornó más crítica, cuando su hijo Rafael, partió a la ciudad de México para estudiar en la UNAM la carrera de ingeniería y eso la sumió en una soledad indescriptible, ya que las enfermedades de su esposo avanzaban, hasta llegar a padecer cáncer terminal, que a los pocos meses de su diagnóstico sobrevino el fatal desenlace…
II
Por pláticas con mi abuela, que era su amiga de juventud y confidente, alcancé a escucharle sentirse insastifecha, sexualmente hablando. Por lo que mi querida madre-abuela le sugirió tener relaciones con algún joven que le prodigara cariño y a la vez le llenara su palpitante concha de leche caliente…
Pero doña Cleotilde no deseaba hacerlo, mientras su querido esposo, don Enrique, viviera, porque no deseaba serle infiel y porque se sentía responsable de cualquier situación que le provocara un fuerte enojo y eso no deseaba para él.
En alguna ocasión los visité a ambos en su domicilio con el pretexto de que doña Cleotilde quería el arreglo de una instalación eléctrica que fallaba en su recámara. Mientras don Enrique se encontraba sentado en el patio, la madura señora me acompañó hasta el lugar donde estaba la anomalía y comencé a trabajar.
No pasaron ni varios minutos, cuando regresó con un vaso de agua de naranja, mi preferida, y me preguntó si no tenía calor, por lo que me sugirió quitarme la playera para estar más cómodo…
Mi sorpresa fue mayor, cuando doña Cleotilde comenzó a tocarme el pecho y los brazos, además de decirme que era muy guapo y que tenía un cuerpo atlético… Su rostro palideció al observarla con incredulidad y se retiró de inmediato…
Las caricias de doña Cleotilde cumplieron el cometido, porque de inmediato se me paró la verga y me introduje al baño de la recámara principal para hacerme una pajuela a su salud y tras de una buena eyaculación busqué algo con que limpiarme y para mi suerte se encontraba un calzón usado recientemente y cuyos olores se conservaban intactos y enardecieron mis sentidos. De nuevo quedé empalmado y cubrí con la suavidad de la tela mi miembro y volví a la carga con otra masturbación que me dejó exhausto… Porque la venida fue de pronóstico reservado…
III
Desde que conocí a doña Cleotilde sentí cierta disposición por las mujeres mayores y buscaba en todo momento la oportunidad para acosarla y tratar de cogérmela… Ella como siempre se negaba, porque no quería hacerle daño a don Enrique, su esposo, si éste se enteraba de lo que pasaba entre nosotros…
En una ocasión llegó doña Cleotilde a mi casa y mis abuelos no se encontraban porque habían salido de viaje… Por lo que la invité a pasar y a sentirse cómoda… Al principio se negaba y trataba de eludirme… Sin embargo, dicen que para hombre necio no hay mujer honrada… Y el milagro se realizó…
Me pidió que la llevara a mi recámara y le mostrara donde dormía. Así lo hice y cuando entramos buscó un lugar en la cama para sentarse y me pidió que le mostrara mi verga, no hubo más preámbulos me la saqué y ella con su mano derecha la tomó y sopesó, por lo que el miembro viril respondió de inmediato al sentir esas manos delgadas y con uñas bien cuidadas, que la tocaban con fébril entusiasmo…
Doña Cleotilde no desaprovechó el momento y se introdujo en la boca mi verga. En verdad que la señora mamaba con mucha alegría y disposición. Era una experta y se concentraba en pasar su lengua y recorrer el glande con loco frenesí.
Mientras yo cerraba los ojos, porque esa forma de mamar me estaba produciendo escalofrío y algo que recorría mi cuerpo. No pude evitar el descargarle mi esperma en su boca y ella con ansiedad se tragó todo, al tiempo que me decía:
- Que bien sabe tu leche… Está caliente y tiene un fuerte olor a almidón… Deveras que está muy sabrosa… Ojalá y me dieras más…
IV
La madura señora sólo me practicó un tremendo fellatio… Pero no dejó que la tocara ni la desnudara… Se arregló ligeramente el pelo y salió despavorida de la casa… Por la forma en que huyó me hizo sentir culpable… Pero los días pasaron…
Fue una noche de viernes, cuando doña Cleotilde habló por teléfono a la casa… Yo respondí la llamada y con voz entrecortada me pedía que le avisara a mis abuelos que su esposo había fallecido… Por lo que de inmediato me ofrecí a ayudarla en lo que llegaba su hijo Rafael de México y quien era mi amigo, por ser compañeros desde la secundaria.
Luego de los preparativos de las exequias y disponer lo necesario para que los acompañantes estuvieran bien atendidos, doña Cleotilde me llamó y me dijo que la acompañara a su recámara, porque me quería decir algo…
Al cruzar el umbral de la habitación, doña Cleotilde cerró con llave y me dijo:
- Así esta bien para que no nos molesten…
Su forma de decirlo me sugirió que algo pasaría… Por lo que me invitó a quitarme la ropa, mientras ella también se desnudaba… La sorpresa fue mayor cuando observé que atrás de esa ropa conservadora que usaba había un cuerpo firme, de senos pequeños, cuyos pezones invitaban a lamerlos y unas piernas delgadas pero fuertes… Cuando se quitó la última prenda, me percaté que tenía un hilillo de vellos púbicos, parecía que le habían dado un hachazo en lo que era su vagina…
Doña Cleotilde no esperó más y me tomó de la mano para invitarme a que me acostara con ella… Me pidió que lo hiciera boca arriba, mientras ella se montaba y se introducía mi verga hasta que mis huevos chocaron con sus nalgas, para subir y bajar con movimientos de honda desesperación…
Era notorio su ayuno de verga y quería aprovechar el momento. Pero doña Cleotilde poco a poco fue calmando sus ansias y realizó ligeros movimientos rotatorios que me estaban transportando al recóndito paraíso… Hasta que se detuvo por un instante y se llevó la mano a la boca para contener un desesperado grito de excitación… Su cuerpo se convulsionó terriblemente y comenzó a masajear mi verga con sus músculos vaginales como queriendo exprimirla. Mientras ella se sacudía desaforadamente para tener otro espectacular orgasmo…
V
La madura señora se desmontó y buscó con su boca mi verga para limpiarla con su lengua y sorbió mis restos seminales, los cuales le agradaban como la experiencia demostrada en mi recámara…
La observé y ella se me quedó mirando con una enigmática sonrisa… Yo pensé que todo terminaría ahí y bajaríamos de inmediato… Pero no…
Su forma de acariciarme el pito hizo que se me parara de nuevo y me lanzara a la carga… Fue cuando me contuvo y me suplicó:
- Ahora tu mámame… Mete tu cabeza entre mis piernas y bésame toda mi concha…
No me hice del rogar y llevé a cabo lo que me pedía… No bien había tocado su clítoris, cuando ella se llevó las manos a los senos y se jaló los pezones, para retorcerse y brindarme sus fluidos agridulces que embelesado sorbí. En tanto cerraba las piernas por unos instantes que me parecieron siglos, porque sentía que el aire se me escapaba… Doña Cleotilde había gozado de eso no había duda…
Con mi verga bien parada le levanté las piernas y se la metí toda, no fue necesaria tanta fuerza, tenía la vagina bien lubricada y empece a meterla y sacarla hasta la punta, lo cual la desesperaba porque se empujaba hacia arriba como deseando que el miembro no se fuera de su lado…
El mete y saca se convirtió en un verdadero ritual, ya que tanto ella como yo acompasamos nuestros movimientos a tal grado que sólo se escuchaba los sonidos de su húmeda vagina y se despedía un fuerte aroma de que en ese lugar se estaba practicando sexo en forma desesperada…
Lo inevitable tenía que llegar… Era tal la calentura de doña Cleotilde que de inmediato arqueó su cuerpo y se volvió a tapar la boca con la mano para evitar un grito de intenso placer, señal de que estaba teniendo su tercer orgasmo de esa noche… Mientras yo le disparaba varios chisguetazos de leche caliente…
VI
Luego de dormirnos por espacio de una hora, ambos nos bañamos y tocamos nuestros cuerpos en la tina llena de agua, mientras nos untábamos jabón en nuestas partes íntimas que respondieron a las caricias… Todavía en el baño le aventé otro polvo que ella disfrutó plenamente… Porque volvió a tener otro orgasmo de grandes proporciones y la viuda sólo alcanzó a decirme:
- Gracias, por consolarme… Estoy en deuda contigo… Cuando quieras vamos a hacer el amor… Ahora he quedado sola y tu me visitarás para hacerme compañía…
En ese momento se soltó a llorar y comprendí que todo había sido una acción desesperada. Si… porque Doña Cleotilde había estado reprimida sexualmente y en ese momento dio rienda suelta a sus deseos de sexo, amor y ternura…
Eso si, doña Cleotilde había cumplido… Jamás engañó a don Enrique… Fue la muerte la que la separó de su amado esposo para entregarse ahora a su joven amante, quien se encargó de consolarla por muchos años y ese no era otro, más que yo…
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