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Conociendo un Orgasmo Vaginal

~~Yo era
 una mujer casada durante 14 años y 3 de novios. Tenía
 35 años de edad,, fiel a mi marido y único hombre hasta
 entonces. Hacía un mes le había propuesto la separación
 definitiva, pues yo ya no sentía lo mismo por él. Chateando,
 un día apareció W, con 33 años, mi segundo amor.
 También a punto de separarse, con una relación matrimonial
 deteriorada desde hacía 3 años. Vivía a 600Km.
 de mi lugar de residencia pero eso no impidió que nos enamorásemos,
 aún sin habernos visto físicamente. Logramos
 conocernos en persona tras una trama en la que los dos matrimonios
 quedamos. Nos las ingeniamos para que su mujer y mi marido contactasen
 antes por chat y por teléfono, planteando que estábamos
 pasando situaciones similares de crisis marital y que intercambiar
 impresiones sería bueno para las dos parejas. Llegamos a ser
 dos matrimonios amigos aparentemente hacia ellos, mientras que W y
 yo, por detrás, teníamos otras conversaciones telefónicas
 donde nuestras afectividades maduraban. Mi
 marido les invitó a pasar un puente festivo en mi casa. Pasamos
 3 días juntos en una situación de morbo y disimulo,
 escondiendo nuestro amor ante los ojos de nuestros cónyuges.
 No estuvimos solos físicamente ni un solo momento, pero sí
 en nuestras mentes cada vez que podíamos traspasar una mirada
 o rozar en ocasiones las manos por un instante. No hacía falta
 hablar.
 Sólo nos habíamos visto esa vez, pero nuestras conversaciones
 por teléfono en la distancia se prolongaban durante horas y
 cada segundo del día estábamos más unidos. Nunca
 me había sentido tan cerca de alguien ni tan deseada. Un anhelo
 incontrolable nacía de mi interior cuando oía su voz.
 Nuestras miradas fijas hablaban de pasión y lujuria sin gesticular.
 A metros de distancia me llegaba su olor y me humedecía. Pasaron
 dos meses, y sin pensar más allá planeamos escaparnos
 lejos de nuestras casas, dejando a nuestras parejas solas. Reservamos
 una habitación en una casa rural, en un parque natural. Un
 lugar solitario, casi incomunicados, donde crearíamos nuestro
 mundo entre el frío y la pureza del aire. Yo
 llegué antes que W. Eran las 23h. de un lunes invernal. Dejé
 las cosas en la habitación me duché y salí a
 pasear buscando un lugar donde mi teléfono tuviera cobertura.
 No podía esperar, estaba impaciente y a la vez nerviosa. Al
 regresar hacía el hotel, un coche pasó por la calle
 a toda velocidad. Era él, corrí en su busca. Al verme
 frenó en seco y abrió la puerta corriendo hacia mí.
 Un abrazo impetuoso profundo entre respiración agitada, una
 penetración intensa de olor, de calor, fue nuestro inicial
 saludo. Fuimos
 a dejar sus cosas en la habitación y a cenar algo. Su mirada
 era la misma que había tenido conmigo antes, yo le correspondía
 y me hacía notar tímida, con ese pudor insinuante que
 a la vez provoca. Regresamos
 a la Casa Rural. Entramos en la habitación y sacamos unas fotos
 que teníamos pendientes de ver sobre nuestras vidas. Nos sentamos
 a los pies de la cama y entre risas y charla, viendo las fotos, de
 una manera espontánea, nos encontrábamos semitumbados
 paralelos a la cabecera de la cama.
 Envueltos en la magia de la complicidad del momento, entre sonrisas,
 de repente, nos miramos y nos besamos. Caí rendida en sus brazos.
 Una sensación de fogosidad y deseo, de querer todo, inundaba
 nuestros cuerpos. Poco a poco entre las fotos sueltas encima de la
 cama, muy despacio, los besos dulces se mezclaban con abrazos tiernos.
 Respiraba su aire y él el mío. Rozábamos suavemente
 los labios, hasta morderlos. Ardientes, no pensábamos en nada.
 Nuestro espacio era un sueño pasional donde los antojos contenidos
 durante meses se hacían realidad.
 Sentía como él temblaba y contenía su fuerza
 al abrazarme, su aliento abrasador y la dureza de su pene por debajo
 de los pantalones hacían que mi vagina cada vez estuviera más
 mojada. Me subía desde el estómago hasta la garganta
 un escalofrío que me ponía la piel de gallina. Mis pezones
 estaban empitonados como jamás en la vida. Los besos dulces
 pasaron a ser irracionales, nuestras lenguas se agasajaban y nuestras
 salivas se entremezclaban. Habíamos empezado un viaje con un
 destino sin vuelta. Él
 pronunciaba mi nombre, y eso me excitaba más todavía.
 Los estremecimientos y las ganas de entregarme a él me estaban
 volviendo loca. Nos quitamos la ropa el uno al otro poco a poco observando
 cada zona de nuestros cuerpos, sólo con la vista, con esas
 miradas de siempre, de codiciar poseernos. No había visto un
 pene tan erecto y de esa forma y tamaño en mi vida, era totalmente
 recto y le llegaba al ombligo. Yo no estaba acostumbrada a recrear
 mi visión de una forma tan espectacular.
 Sus manos me cogían mis manos mientras me besaba, me olía
 la nuca, y suspiraba cerca de mi oído. Cuando llegó
 hasta mis pezones con su boca, creí entrar en un estado de
 éxtasis, mi vagina ardía por dentro y succionaba pidiendo
 ser saciada Mi pelo recorrió su piel rozando muy levemente
 sus hombros, su cuello, su torso. hasta acercar mis labios que terminaron
 mimando cada milímetro de su figura desde sus pies hasta su
 boca.
 Entre las sábanas empapadas, jugamos nuestro sueño volando
 en nuestro universo. Me
 penetró muy despacio. Nunca había experimentado tal
 sensación, ahora me explicaba porqué en las películas
 cuando hacían el amor gemían, porque yo gemía,
 concebía algo que jamás había sentido, no pude
 evitar decírselo. ¡ Que gozada! Estaba impresionada por
 su arte, su empuje, roce, presión al notarlo dentro de mí.
 Estuvimos
 toda la noche haciendo el amor una y otra vez, comprobamos todas las
 posibles posturas con sus diferentes alucinaciones. Al cambiar de
 posición su pene continuaba dentro de mí, pegado a mis
 entrañas, para mí también era algo nuevo. Eramos
 un molde perfecto. El
 placer extremado continuó durante 4 días más,
 donde todo era naturalidad y compartíamos lo que siempre habíamos
 deseado. W permanentemente estaba en erección y yo calada de
 flujo. Al pasear por los parajes de aquel lugar, sólo con la
 vista nos excitábamos y era inevitable palpar alguna parte
 de nuestros cuerpos porque hervíamos en un vicio constante.
 Sus manos continuamente buscaban mis nalgas, mi cintura mis senos
 y daba lo mismo donde estuviésemos, nos metíamos mano
 continuamente, nos baboseábamos pasionalmente. él
 solía decir que llegaba a marearse cuando le abrazaba, que
 le dejaba sin sentido.
 Sexo, amor, pasión, ternura, todo en un estado de hipersensibilidad,
 provocado por ese sueño ansiado durante meses.
 Reconfirmamos nuestros sentimientos, fue un enamoramiento mutuo lleno
 de lujuria. W me hizo sentirme mujer al 100%, deseada, muy cariñoso,
 me comprendía más que nadie, me escuchaba y nuestra
 complicidad era el máximo. Después
 volvimos a nuestros hogares destrozados, obligados por la desesperación
 de su mujer, donde afrontamos nuestra nueva circunstancia, con enfrentamientos
 entre mi marido y él. Pero esta es otra historia. El
 final de mi relato es mucho más adelante. Como suponéis,
 yo me separé de mi cónyuge y él de su esposa.
 Y continuamos nuestro camino de amor y pasión. Pero eso os
 lo contaré otro día con mucho más detalle.
 Un adelanto: con W supe lo que es un orgasmo vaginal el día
 que cumplía 36 años, que hasta entonces no supe lo que
 era, y lo mejor de todo: mi multiorgasmia.

Datos del Relato
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