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Querido diario íntimo. A ti que has sido el receptor de mis amargas reflexiones de los últimos años, te escribo estas letras para contarte lo dichosa que hoy me siento después de haber vivido en estos últimos días una experiencia que me ha devuelto mi autoestima como mujer.
Estuve tentada de contárselo a mi querida amiga Claudia, receptora y confidente de toda mi vida, pero dudé mucho por la persona involucrada, pensando que ella no podría mantener el secreto, lo cual sería fatal para mi familia. Por eso, y porque me siento tan feliz que no puedo callarlo, por lo menos me veo tentada a escribirlo para recordarlo cuantas veces lo necesite.
Todo empezó hace más de una semana cuando después de una noche tremenda donde no podía dormir pensando en lo triste y aburrida que resultaba mi vida sintiéndome una vieja olvidada, por la mañana me despertó el timbre de mi departamento. Era mi yerno. Muy sorprendida abrí la puerta y me lo encuentro muy sonriente diciendo que pasaba cerca de mi casa y sintió deseos de saludarme. Esa sola enunciación después de la noche que había pasado, me robó el corazón.
Yo estaba con el pijama puesto aún, y como tú sabes duermo sin corpiño. La tela del pijama es muy liviana y trasluce, por lo que seguramente él pudo observar mi cuerpo en detalle. Un raro sortilegio se produjo, pues muy suelto de cuerpo me echó un piropo exaltando mis formas. Imagínate, no lo podía creer y menos oírlo de parte de mi yerno que nunca había insinuado ningún avance al respecto. No lo podía creer y traté de que la cosa quedara allí, pero de una forma u otra el volvió sobre lo mismo. Creerme que dudé si cortarlo o seguir su locura, pero me tomó con las defensas bajas y acepté su propuesta. Te diré que por un momento pensé en mi hija y lo que haría si se enterara, pero el deseo y la pasión pudieron mucho más. La presencia en solitario de ese hombre tan joven me cautivó y derribó todos mis prejuicios.
Fue mirarnos a los ojos y liberar los instintos pasionales. Nos abrazamos y comenzamos a besarnos con una desesperación como dos amantes que hace tiempo no se veían. Sus labios se pegaron a los míos y nuestras bocas se abrieron para que nuestras lenguas se entrelazaran en un juego que duró largos minutos, mientras sus manos se solazaban dándome apretones en mis nalgas que permitieron que mi sexo y su verga se juntaran en una aproximación letal para mis olvidados deseos carnales.
Todo se precipitó, tomados de la mano rápidamente marchamos al dormitorio en donde las sábanas todavía tenían los restos de mis lágrimas nocturnas. Fue una vorágine en donde fui perdiendo la noción de las cosas. De lo que recuerdo es que me vi desnuda en mi cama y mi yerno mirándome como si fuera la primera vez que viera una mujer desnuda. Temí, por un momento, que su arranque pasional se desvaneciera cuando pudiera observar el cuerpo de una vieja como yo, que aunque se cuida físicamente no puede ocultar sus arrugas y algunos defectos propios de la edad. Por fortuna para mí, nada de eso ocurrió, al contrario. Empezó a acariciar todo mi cuerpo desde el cuello y cara hasta los pies, lo hizo de frente y de espalda. No te imaginas las sensaciones que empecé a sentir cuando esas manos jóvenes se posaban sobre mis carnes. Era algo raro pero hermoso, una suerte de cosquillas con cargas eléctricas, al menos así lo sentía, lo cual me estaba llevando a un estado de éxtasis que como verás a continuación solo era el comienzo de un goce total, infinito y desconocido hasta entonces por mí.
Así desnudos en la cama, comenzó a besar todo mi cuerpo en un nuevo recorrido total de cabeza a los pies. Se me revolucionaron todas las hormonas adormecidas y ya te darás cuenta cómo me puse, estaba en una nube. Volver a sentirme mujer, deseada, acariciada y besada eran cosas que ya tenía olvidadas y que mi yerno me hacía revivir. Mi mente volaba hacia aquellos días de juventud cuando en mis encuentros sexuales encontraba la satisfacción que mi cuerpo demandaba.
Pero vuelvo al relato. Sus caricias y besos abundaron sobre mi cuerpo, pero la situación llegó a su apogeo cuando con su boca llegó a mi vulva. Fue un shock tremendo sentir que mis labios vaginales recibían nuevamente la presencia masculina. Nada de mis toqueteos nocturnos con que hasta esa mañana me auto satisfacían. Esta vez era una boca masculina que recorría vorazmente mis entrañas produciéndome un goce inenarrable. Esa lengua no se cansaba de hurgar en mis rincones y me llevaba a derramar mis jugos sobre su boca en forma que no recordaba de mis experiencias anteriores. Hasta mi agujerito anal recibió su lengua, situación que me sorprendió mucho porque era la primera vez que recibía ese tratamiento. Pero lo mejor estaba al llegar. Con sus manos abrió los pliegues de la vagina y dejó al descubierto mi clítoris que empezó a recibir toda clase de embestidas. Besos, lamidas, chupones y hasta suaves mordiscos que me llevaron al máximo estado de deleite y dieron rienda suelta a un orgasmo brutal en intensidad y duración, del cual quedé rendida y transportada a otra galaxia. Sin embargo mi yerno parecía estar empeñado en mi vulva. Siguió chupando y lamiendo con una ferocidad que yo recibía con gran satisfacción y que me llevó a derramarme en otro orgasmo de esos que parecen sacados de lo más profundo de tu interior.
Cuando recuperé parte de mi aliento, sentí la necesidad de recompensar a mi yerno por tanta felicidad que estaba recibiendo y me apropié de su verga que estaba durísima. No tienes una idea de lo que fue reencontrarme con un miembro en todo su vigor. Ese macizo cilindro de carne, además de tener un largo respetable era de un grosor más allá de todo lo que había conocido. Estaba rodeado de gruesas venas que por su estado de excitación parecían reventar por lo tensas que estaban. De su punta aparecían gotas perladas que me indicaban su estado de calentura. Acaricié ese pene como si fuera la primera vez que tuviera uno en mis manos, lo llevé a pasear entre mis senos y mi cara. No lo podía creer, tenía un falo de esa envergadura en mis manos y era todo para mí. Lo miraba una y otra vez como queriendo retener esa imagen en mi mente, lo acaricié, lo besé y le hice una paja suave hasta que me lo llevé a la boca para chuparlo como se lo merecía. Así estuve chupando, lamiendo y besando todo su recorrido una y otra vez, de arriba hacia su cuerpo, y de su base hasta el glande. El juego aumentaba mis deseos y ponía a mi yerno en estado próximo al estallido, su cara y sus gestos así lo demostraban. Veía como se mordía los labios y gemía mientras aguantaba lo inevitable. Así estábamos hasta que sentí llegar un torrente de semen que me inundó la boca. Por primera vez en mi vida bebí semen. Todo lo que salió de esa verga magnífica era mío y lo saboreé con mi paladar y lengua, y debo decir que me gustó mucho. Tanto que lo que se derramó en mi cuerpo lo recogí para llevarlo a mi boca y terminar de degustarlo.
Mi yerno quedó como aturdido por un rato, hasta que lo reanimé. Yo no quería que la función acabara sin probar esa picha en mi cueva. Tenía que hacerlo revivir, para ello con caricias y besos en el aparato logré al fin que resucitara en todo su esplendor. Él estaba de espalda y con su verga enhiesta parecía un gran barco con su mástil sin sus velas, en un rapto de audacia me subí sobre su cuerpo y me quedé mirándolo fijamente. Antes que dijera nada, tomé su polla y la llevé a mi vagina. No te puedo contar, porque me faltan las palabras, la tremenda sensación que sentí en ese momento. Casi se me paraliza el corazón cuando la tuve adentro, me moría de la emoción y del goce. Parecía latir dentro mío produciéndome un placer tan intenso que no quería que acabase. Lo cabalgué en repetidas oportunidades para sentir esa picha entrando dentro de mí una y otra vez. Yo no quería que eso acabara rápido porque tal era el goce que sentía, los roces de esa verga en, mis paredes vaginales me excitaban sobremanera y mi vagina respondía con un fluir de mis líquidos que nos encharcaba a ambos. Pero no importaba, yo era muy feliz.
Mi amado yerno resistió todo lo que pudo pero no tuvo más remedio que rendirse y se vino en un orgasmo que inundó mi cueva con su espeso esperma, que yo recibí encantada.
Logrado el éxtasis total, los cuerpos demandaban reposo y así estuvimos de espaldas tomados de la mano largo rato, contándonos nuestras sensaciones sobre lo que habíamos vivido hasta ese momento. Ambos nos sentíamos satisfechos y felices de ese encuentro matinal.
La hora había pasado rápido así que decidimos ir a ducharnos para terminar la faena, pero encontrándonos desnudos frente a frente besándonos bajo el agua renació la pasión con mayor intensidad y con una sorpresa para mí. Reanimé con caricias la alicaída verga. La ocasión fue propicia para mi amado yerno me propusiera penetrarme por mi agujero anal. A pesar de la calentura que llevaba tuve mucho miedo, pero la pasión pudo más y me sometí. Dolor hubo, claro está, una verga tan gorda no entra fácilmente, pero él lo hizo de una forma tal hábil que el dolor pasó muy rápido y dejó espacio a un placer tan grande que no lo puedo describir con exactitud. Tantos años negándoselo al difunto por temor y me vengo a dar cuenta que me perdí una buena parte del placer sexual de mi vida. Por eso lo viví plenamente y con sumo goce, y me encantó recibir en mi tripa los restos de semen que mi yerno me brindaba. Fue exquisito.
Había pasado todo muy rápido, como en un sueño. Después de una mala noche, un despertar con una mañana que nunca hubiera imaginado. El encuentro con mi yerno, esta vez mi amante, me reconcilió con la vida. Volver a sentir el cuerpo masculino y joven junto a una fue tremendamente reconfortante. Sentir en mis manos otra vez una verga enhiesta y vigorosa, y además poder degustarla en mi boca, sentirme penetrada e inundada del semen vivificador de mi yerno, fue algo que siempre recordaré pues me volví mujer a los 62 años.
invitado-el loco 09-03-2017 20:50:24
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muy bueno relato como quiciera que fueras mi suegra paragos arguntos