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Subí al coche de Juan y durante todo el trayecto estuvimos en silencio. Él conducía sin dejar de mirar al frente. Yo miraba por la ventana sin saber qué decir.
Mi corazón latía tan fuerte que parecía que se me fuera a salir del pecho. No podía dejar de pensar en todas esas cosas que haríamos una vez llegáramos a casa.
Cuando por fin Juan aparcó ya era de noche. Yo intenté salir del coche pero él me cogió repentinamente del brazo y me colocó otra vez en el asiento. Me giré sorprendida y le sostuve la mirada un instante. Se movió tan rápidamente que en un segundo ya tenía una de sus manos en mi pecho y la otra en mi pelo.
-No he podido decirte nada durante el trayecto porque estaba demasiado cachondo- me dijo al oído -pero una vez pases por la puerta de casa te juro que voy a hacerte lo que quieras y donde quieras.
Otra vez esa sensación entre las nalgas y el fluido que notaba como mojaba mis bragas.
-Creo que debería ser yo quien te hiciese lo que quisieras. Has hecho que me corriese en la playa.
-Y haría que te corrieras en el coche si es lo que quieres.
Me vino la tentación de decirle que sí cuando él metió sus dedos dentro de la parte de abajo del bikini y luego en mi vagina mientras me besaba el cuello. Sin embargo, a pesar de las ganas que tenía de hacerlo allí mismo, me reprimí todo lo que pude y le cogí la mano para sacarla fuera de mí.
-Prefiero que hagamos todo eso cuando lleguemos a casa.
Él cogió el volante con tensión pero sonrió.
Esa situación me producía un morbo increíble. No pude resistirme y me abalancé sobre él. Le besé y sin pensármelo dos veces puse mi mano por encima del tejido donde estaba su polla.
Juan se quitó el pantalón con sus manos levantando su pelvis y enseguida el bulto que había notado entre mis dedos se extendió liberado. Me sorprendió lo gorda que era. Ni muy larga ni muy corta pero con una anchura que hacía que me imaginara el placer que me produciría eso dentro de mi coño.
Cogí el tronco entre mis manos y puse el glande entre mis labios. Bajé lentamente, metiéndome la polla hasta la mitad. Estaba algo nerviosa pero seguí.
Succioné un poco y escuché un gemido de Juan que hizo que me entraran ganas de tocarme. Estaba un poco incómoda en esa posición, así que dejé lo de tocarme para más tarde. Me puse a fondo en el tema y empecé a subir y a bajar mi cabeza mientras tenía su polla en mi boca. Eran movimientos suaves y lentos.
-Más rápido, Lucía.
Yo sonreí e hice lo que me pidió. Cogí con mi mano izquierda sus testículos sin apretar mucho y mojé mi mano derecha con saliva para agarrar su polla. Levantaba y bajaba mi mano mientras daba pequeños lametones al glande.
-Joder… Así… Sigue, sigue, no pares…
Metí su polla en mi boca lo más profundamente que pude, hasta que me atraganté un poco. En ese momento él me cogió la cabeza e hizo que tocara el glande a mi garganta, haciendo que me dieran arcadas.
Yo me levanté tosiendo y con los ojos llorosos.
-Lo siento, Lu… Me he pasado.
-Tranquilo. Veo que te gusta que te la coma hasta al fondo…
-Y que lo digas…
Le sonreí, dejé mi cabello a un lado y esta vez me preparé para meterme toda su polla hasta tocar su pelvis.
-¡Dios! Que bueno…
Aguanté muy poco pero esta vez los movimientos fueron más rápidos y más profundos. Él gemía y cogía mi cabeza marcando el ritmo que él quería.
-Voy a correrme Lu.
Yo le acerqué mi lengua al glande y él se puso en una posición para que fuera directamente hacia mí mientras se daba las últimas sacudidas. El semen no tardó en derramarse por toda mi cara y mi lengua. Lo notaba caliente. Me relamí los labios mientras veía la mirada entrecerrada y complacida de Juan. Me tragué el líquido espeso y Juan me sonrío sorprendido. Tenía un sabor salado y fuerte pero no desagradable.
-Creo que ya estamos empatados- le dije devolviéndole la sonrisa con malicia.
-Eso ya lo veremos.
Más que una amenaza parecía una promesa de placer e indudables orgasmos compartidos. Algo que deseaba más que nunca.
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