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Pilar y yo no fallábamos, tan solo hacíamos el amor. Después de tantos años de casados, el trabajo y los niños, la pasión se había ido apagando. Y, aunque nos queríamos, el sexo había quedado muy atrás en nuestras prioridades.
Hacía ya varios meses que no hacíamos nada, y esa noche decidimos hacer un intento, aunque estábamos totalmente derrotados, tras un día de no parar.
Ella estaba encima, casi dejando caer el peso de su cuerpo sobre mí. Yo trataba de penetrarla, pero me costaba a duras penas mantener la erección, mientras que a ella se le notaba que no tenía ningún tipo de excitación por el momento. Estaba completamente seca, por lo que teníamos que usar gran cantidad de lubricante, quejándose a ratos de que le hacía daño. Los dos sabíamos que eso no estaba funcionando, pero nos negábamos a tirar la toalla
Pero hubo algo que cambió las cosas. Fue una tontería, algo que le dije, pero que cambió radicalmente su forma de actuar de una forma que no podía imaginar.
—Ya te echaba de menos… —le dije mientras la penetraba.
—Si hacía mucho tiempo… —me respondió sin mucha pasión.
—Pensaba que te habías buscado a otro…
En ese momento, puso una cara de asombro y se detuvo un momento, para luego seguir.
—¿Por qué dices eso? —me preguntó.
—Bueno, como ya no lo hacemos, pues me dije que a lo mejor me habías buscado un sustituto.
—¿Me ves capaz de hacer algo así?
—Quien sabe… cosas más difíciles se han visto....
Callamos un momento, pero noté que la penetración, que antes era difícil y algo dolorosa, se estaba volviendo algo más fácil.
—Entonces, ¿crees que tengo un amante?... —me preguntó
—No sé… eso es cosa tuya…
—¿Cosa mía? ¿Es que no te importaría que me acostara con otro?
—Si así lo deseas… yo solo quiero verte feliz…
—ja ja ja, eres un mentiroso —me contestó riendo, mientras notaba como la penetración ya no le hacía daño y era cada vez más fácil.
—No te miento....
—¿De verdad?, ¿en serio no te importaría compartir estas tetas? —me dijo, incorporándose mientras se acariciaba sus grandes tetas frente a mí, en una posición en la cual mi pene entro totalmente dentro de ella sin ninguna dificultad.
Noté enseguida como su excitación iba en aumento. Como me cabalgaba con más fuerza, acariciándose los pechos. La penetración era ahora totalmente suave. Su lubricación natural se encargaba de ello. Indudablemente, las palabras que estábamos teniendo la estaban calentando.
—Claro que no cariño. Esas tetas que tienes están hechas para ser admiradas y disfrutadas no solo por mí.
—ja ja ja… no me lo digas dos veces que mira que voy y te pongo los cuernos…. aaahhh... sigue que me está gustando…
—Puedes hacer lo que quieras cariño…. aaahhh
—Sí, ¿me das tu permiso?
—No necesitas mi permiso amor….
No cabía duda de que Pilar se había excitado. Se notaba totalmente lubricada y ahora, en la penetración, se oía el clásico chop chop, que indica que la cosa marcha bien. Sin lugar a dudas ella se había puesto muy caliente.... y yo también…
—Te has puesto muy cachonda cariño… aaahhh
—Uhmmm…. ssiiiiiii….
—¿es que quieres ponerme los cuernos de verdad?
—¿y qué pasa si lo hago?, ¿te vas a enfadar?
—En absoluto. Quiero que seas feliz…
—aahhh... me estas tentando… como sigas así te voy a hacer cornudo... aaahhhh¡
—¿Sí?, ¿y ya sabes con quien me pondrías los cuernos?
Pilar dudó un momento, pero al final terminó contestando.
—…. con un cerdo….
—¿Con un cerdo?
—Siii, quiero que sea un tío muy cerdo.... un guarro….
—¿Por qué? —dije yo sorprendido ante su respuesta.
—Quiero que me traten como una guarra… Que se aprovechen de mí, me utilicen, como una vulgar puta… aahhh... sigue, sigue, que me está gustando, aaahh.
—Eso no lo esperaba de ti... oohhh que maravilla cielo, no pares.
—¿Qué ocurre? ¿estás decepcionado?
—Para nada… te prefiero puta antes que beata…
—No quiero que me hagan el amor cariño…. ¡quiero que me follen!...
—¿si?
—Siiii
—¿Quieres que te metan una buena polla?
—siii
—¿Una polla grande?
—sii… una polla grande, gorda, venosa y jugosa… quiero tenerla en mi boca y sentirla dentro de mi coño….
—¡Que puta eres cariño! .... me encanta….
—…y que luego se corra encima de mí y bañe mi cuerpo con toda su leche…
—oh, que guarra, ¿y has pensando en alguien que te gustaría follarte, cariño?
Ahí mi mujer se lo pensó por un momento. No sé si es que no se atrevía a decírmelo. Sus tetas estaban grandes y duras como rocas. Su coño abierto y empapado a más no poder. Ella seguía encima de mí, alternando momentos de más calma con otros más apasionados y enérgicos. Mientras yo agarraba y acariciaba con fuerza su voluminoso culo, abriéndolo y jugando con uno de mis dedos alrededor de su ano.
—Con Julián el carnicero… —se atrevió al final a decirme.
Me quede sorprendido. Julián el carnicero era un cincuentón, divorciado desde hacía mucho tiempo, gordo y grasiento, con un gran bigote y el poco pelo que le quedaba engominado. No era un tipo precisamente atractivo, pero sí que era un auténtico cerdo. Era un baboso que no paraba de mirar a las clientas de arriba abajo, lanzándoles de vez en cuando algún comentario soez, que ellas se tomaban a broma. Eso sí, siempre andaba de putas. No había semana que no fallará. Incluso algunas veces se paseaba por el barrio con alguna de ellas.
—¿Julián? ¿y por qué Julián?
—Porque quiero que me trate como una de esas putas con las que va. Quiero que me folle… comerme su polla…. sentirla dentro de mi coño…
—¿te pone cachonda?
—Siii… mucho cariño.... me pone muy cachonda y caliente imaginármelo…. aaahhhhh
—¿si? …. pues fóllatelo, amor…. Fóllatelo.
—si…. ¡me lo voy a follar! .... ¡me lo voy a follar! .... ssiiii… ¡aaahhhhh!!!.... ¡me corro!
—¡aaahhh¡¡ …. yo también…
Los espasmos que nos entraron a los dos después de sendos orgasmos fueron brutales. Hacía muchísimo tiempo que no sentíamos algo así. Quedamos los dos tumbados y exhaustos en la cama.
—¡Que polvazo! —dije
—siiii, hacía mucho tiempo que no sentía algo así, amor mío.
—desde luego. Tenemos que repetirlo
—Oye, por supuesto, todo lo que hemos dicho, ha sido fruto de la calentura.
—Claro, claro. Aunque si quieres, yo te puedo tratar como una puta…
—ja ja, venga cielo. Soy tu esposa ejemplar y la madre de tus hijos. Para tratar a una mujer como una verdadera puta, primero hay que ir de putas, y no es tu caso cielo....
En eso tenía toda la razón del mundo y tenía que dársela, porque yo jamás había contratado los servicios de una profesional.
—Sí, pero, ¿lo que me has contado de Julián es cierto?
—¿Y que si lo fuera? ¿tú nunca tienes fantasías?
—Sí, claro que las tengo.
—¿Pues entonces?
—No nada, preguntaba sólo por curiosidad.
—¿Y tú?, lo que me has dicho de que no te importaría que me acostara con otros ¿es cierto?
—Bueno sí, ¿por qué no? Supongo que, si te apeteciera mucho, y bueno, solo se vive una vez…
—Vaya, vaya, me dejas sorprendida. Pues yo no te dejaría que te acostaras con otras…
—Vale, me ha quedado claro. No tenía la intención.
—Más te vale. Puede que a ti no te importe compartir estas tetas con otros, pero esta polla es solo mía, ¿te enteras? —me dijo agarrándome con fuerza mí ya flácido pene.
—Por supuesto que sí. Me ha quedado totalmente claro.
—Me alegro. Así me gusta. Anda vamos a dormir que ya es muy tarde.
—Buenas noches cariño.
—Buenas noches mi amor.
Al día siguiente, todo iba sobre ruedas. Estábamos mucho más relajados y felices. Yo la veía más guapa que nunca.
Pero un par de días después me dejo boquiabierto. Ella siempre vestía de una forma más o menos informal, pero sin llamar la atención, pero aquel día su estilo cambió radicalmente. Llevaba puesta una falda de tubo, que le marcaba espectacularmente su abultado trasero. Además, se había puesto un sujetador que le realzaba más aún su abundante pecho, y una camiseta ajustada, con un gran escote que dejaba ver buena parte de sus tetas, sobre todo cuando se agachaba. Me sorprendió porque a ella no le gustaba vestir ajustada. Decía que se veía gorda, aunque realmente no lo estaba, y no quería ir marcando. Pero parece que ese día no le importaba.
—¿dónde vas? —le pregunté.
—A la carnicería de Julián…
Y se marchó contoneando su hermoso culo, mientras yo me quedé preguntándome durante cuánto tiempo más ese culo seguiría siendo solo mío.
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