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Conchita era una muchacha alta, morena y guapa. Que había recibido una buena educación en un colegio de monjas. Su madre, Concepción, una morena de buen ver, era una mujer católica, de misa dominical, confesión semanal y fiel a su marido. Era la esposa perfecta. Su padre, Federico, era un hombre, alto, moreno, de complexión fuerte y admirado por su rectitud. Decían de él que era el marido que toda madre querría para su hija.
Carnavales 2017.
Conchita con su disfraz de Caperucita Roja estaba arrebatadora. La minifalda era tan corta que no se le veían las bragas porque las llevaba tapadas con unos pantis rojos. El escote era brutal. Mostraba la mitad de sus grandes tetas, si a esto añadimos una peluca rubia, sus piernas largas, delgadas y moldeadas, y su careta de Anonimus, más que a un baile de carnavales se diría que iba en busca de un lobo para que la devorase.
Su padre y su madre se habían disfrazado en las casas maternas, él, de mujer, con la careta de Megan Fox y ella de hombre, con la careta de Donald Trump.
El baile se celebraba en el local de pueblo y Caperucita Roja era el centro de atención. Todos y todas querían bailar con ella, y es que a la gente le das una careta y salen folladores, maricas y lesbianas hasta de debajo de las piedras, y estoy hablando de gente de pueblo, de un pueblo que hace nada era una aldea.
Después de bailar con Pluto, Mickey Mouse y Peter Pan, a Caperucita Roja la llamó a bailar Donand Trump, que bailando el agarrado, y apretando tetas contra tetas, le preguntó:
-¿Follaste con alguna mujer?
Caperucita Roja reconoció la voz. Casi le da la risa. Negó con la cabeza. Donald Trump, le susurró al oído:
-Entonces no sabes la maravilla que se siente cuando una mujer te la come y te corres en su boca.
Caperucita Roja guardó silencio, pero se estaba excitando.
-¿Quieres que te la coma?
Siguió en silencio.
-¿Te la podía comer en el lavabo? ¿Te espero?
Acabó la canción y Donald Trump se fue al servicio. Caperucita Roja, calentita, se sentó en una silla esperando que la orquesta empezase a tocar de nuevo. Al empezar a tocar, a Caperucita Roja la llamó a bailar Megan Fox.
Bailando pegados sintió la polla empalmada de Megan rozando su coño.
-Tienes un polvazo, Caperucita.
Caperucita Roja, al reconocer la voz, no salía de su asombro, aun así, sonrió.
-¿Te animas a echar un polvo? Te garantizo dos orgasmos.
Guardó silencio, pero la polla de Megan rozando su coño la puso más caliente de lo que ya estaba.
-Tengo fuera el coche. ¿Vienes?
En ningún momento le contestó.
Durante toda la noche, Donald Trump y Megan Fox bailaron varias veces con Caperucita y le fueron calentando la oreja, más, más y más... A la sexta vez que bailaba con ella, Caperucita Roja, mojada, muy mojada, siguió a Donald Trump al lavabo. Donald, le puso a la puerta el pasador. Arrimó a Caperucita contra la pared, le bajó los pantis y las bragas, subió la careta, y sin decir palabra le comió el coño. A Caperucita era la primera vez que le comían el coño, y en menos de dos minutos, con un tremendo temblor de piernas, se corrió en la boca de Donald, que después de beber una inmensa corrida, bajó la careta. Al ratito tuvo que abrir la puerta del lavabo, ya que estaban llamando.
Al acabar el baile, volvía Caperucita a casa, cuando Megan Fox paró el coche a su lado, abrió la ventanilla, y le preguntó:
-¿Subes?
Caperucita Roja subió al coche, y Megan, su lobo, la llevó al bosque.
Al aparcar el coche al lado de un camino y bajo un pino,
Megan Fox reclinó su asiento. Caperucita se quitó los pantis y las bragas, y sacó las tetas de sus copas.
Megan, con Caperucita encima, se quitó la careta y le comió aquellas grandes tetas con inmensas areolas rosadas y pezones pequeños como lentejas. Megan, le dijo:
-¡Joder, estás más buena que Pamela Anderson en sus buenos tiempos!
A Caperucita Roja le quedara el coño con ganas de más lengua. Se lo puso en la boca a Megan, que le acabó haciendo un cunnilingus aún mejor que el de Donald Trump. Al correrse Caperucita Roja, la aguadilla, que echaba del coño le salía por la comisura de los labios a Megan, ya que era tanta que no daba abasto tragando.
Al acabar de correrse, Donald, la penetró. Cabía otra polla al lado. Caperucita Roja ya había probado buenas trancas. Como era delgadita, Megan, le dijo:
-Cierra las piernas con mi polla dentro del coño.
Caperucita, cerró las piernas. La polla, que era larga, ya entraba justa. La disfrutó como no había disfrutado otra. La sentía dentro de ella acariciando su punto G y rozando las lubricadas paredes vaginales. Quince o veinte minutos más tarde, Megan Fox, sintió como un caudal de flujo calentito inundaba su polla y acababa bajando hasta empapar sus pelotas. Megan comenzó a correrse, Caperucita, corriéndose, quitó la polla y Megan se corrió entre sus piernas.
Caperucita Roja, sin decir palabra, se limpió con las bragas y puso los pantis, Megan Fox guardó la polla. Encendió el coche y acabó dejando a Caperucita Roja en la entrada del pueblo.
Al llegar a casa, Caperucita Roja, o lo que es lo mismo. Conchita, se metió en la bañera, y pensando en su padre y en su madre, se hizo una paja como un mundo, aunque no tan grande como la paja que se estaba haciendo su madre en casa de su abuela mientras pensaba en Caperucita Roja.
Se agradecen los comentarios buenos y malos.
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