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Hola, me llamo Juan y me gustaría compartir con todos vosotros una experiencia muy gratificante. Me encanta masturbarme, y aunque nunca he mantenido relaciones homosexuales, sí tengo continuas fantasias con hombres. Me gusta pajearme viendo una buena película gay, pero no conseguía encontrar alguna donde hubieran culos bien abiertos y corridas faciales, ya que me gusta ver como un hombre saborea semen. Yo mismo lo hago en bastantes ocasiones con mi propia leche. El otro día, estaba yo muy caliente y necesitaba ver una buena película, así que fui a un sex-shop en busca de la película perfecta. Era la primera vez que iba, ya que las anteriores las había comprado en quioscos.
Cuando entré en el sex-shop, no había nadie y las películas gay estaban justo enfrente del dependiente, por lo que mientras las consultaba, no me quitaba ojo. Por las imágenes, parecía que había algunas que podrían cumplir mis expectativas, pero me resultaban demasiado caras. Llevaba media hora ojeando las cintas, y la que me gustaba no me la podía permitir, y las otras no parecían buenas, y no me atrevía a dejar el sex-shop sin comprar nada. Así que me puse a ojear las revistas (todas precintadas) y los consoladores, y decidí comprarme un vibrador. Nunca había tenido ninguno y la idea de usar uno ya excitaba más de lo que estaba. Me acerqué al dependiente y le pedí que me mostrara los vibradores anales. Empezó enseñándome un par de unos 15 cm de largo, pero sólo de 2 cm de grosor. Le dije que los encontraba muy delgados, a lo que me respondió que los anales eran así, pero que me podía enseñar otros vibradores de mayor tamaño. Asentí y me enseñó uno que estaba de oferta, anatómico de látex de 20 cm por 5-6 de grosor. Sólo de ver aquella polla casi perfecta, se me puso dura. Además, tenía un motor regulable bastante potente. Me hubiera gustado llevármela puesta, pero no era plan correrme en plena calle, así que me la envolvió y me fui derecho a casa.
Al llegar a casa no esperé ni un minuto, y me desnudé por completo. No quería manchar mi nuevo juguetito, así que me hice un enema casero. Cogí un globo, lo llené de agua, y introduciendo la punta del globo por el ano, empecé a bombear el agua hasta que pasó toda a mi interior. Tenía la polla dura, aguanté lo que pude el agua en mi culo hasta que la eché toda, quedando perfectamente limpio mi culo. Sin perder un instante me tumbé en la cama con mi nueva polla en la mano. Era muy parecida a la mía, aunque un poco más grande. La comencé a chupar y me encantó su tacto y gusto a goma. Cuando estuvo bien lubricada, al igual que mi ano, empecé la operación. Empecé a introducirla poco a poco y con cuidado, pero mi culo ya estaba acostumbrado a recibir objetos, así que se iba introduciendo lentamente, al igual que mi polla endurecía sin parar. En pocos minutos estaban toda dentro, y yo no podía aguantar más de placer. Pero aún quedaba lo mejor por llegar. Le di al botón del vibrador y un cosquilleo empezó a recorrer el interior de mis entrañas. Fui subiendo la velocidad del vibrador poco a poco hasta llegar al máximo y yo ya no podía más. A los pocos minutos, y sin tan sólo tocarme la polla con las manos, empecé a correrme. Fue una de las corridas más bestias de mi vida. La primera sacudida de leche me llegó hasta la boca. Fui sacando el vibrador poco a poco de mi culo y las últimas sacudidas descargaban mis últimas gotas de semen. A continuación unté el vibrador con la leche que había derramado sobre mi pecho, y empecé a chuparlo como si fuera una polla que acababa de correrse. La sensación era tan real, que no tardé en tenerla dura otra vez. Cuando acabé de limpiar con mi mamada, toda mi leche, cogí con mis manos las dos pollas a la vez, una sobre la otra (parecían gemelas), y accioné el vibrador. El placer era infinito, un cosquilleo me recorría desde la punta de los pies hasta la punta de la polla, y no tardé en correrme por segunda vez.
Desde ese día, el vibrador juega un papel importante en mis pajas, y lo utilizo a menudo mientras contemplo una buena película gay.
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