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Con un indigente en su cuchitril

Una mañana iba manejando mi auto despacio, buscando una casa comercial de productos químicos para comprar un veneno para termitas, que se estaban comiendo un árbol de limón en mi patio trasero; en una calle curvada bajé más la velocidad y vi a un hombre que venía por la banqueta cerca de la calle, en sentido contrario caminaba un indigente pero pegado a las construcciones. Me moví hacia el hombre para preguntarle si sabía donde estaba la casa comercial, pero cuando casi llegaba a él, el indigente le dio un empujón que hizo trastabillar al hombre y casi caía a la calle; me frené y vi que el hombre volteó a ver al indigente y parecía que iría tras él, pero se quedó en el intento, solo se le quedo viendo con las manos en la cintura mientras el desfavorecido siguió su camino como si nada.

Andé mi auto y me puse junto al hombre preguntándole si estaba bien. Me dijo que sí y que pensó en darle unos cates pero se arrepintió al verlo en fachas, que pobrecito y que quien sabe que tanto estaría sufriendo ya. Entonces le pregunté al señor por el comercio y me dio instrucciones para llegar, iba en buena dirección pero 2 calles adelante. Seguí manejando y en el camino vi al indigente haciendo ademanes y hablando con él mismo, me pregunté si no intentaría hacer algo malo contra otros caminantes y de eso me daría cuenta más adelante. Llegué al lugar comercial que buscaba y estacioné mi auto, al bajarme cruzó una señora con su hijo de brazos y se dirigía al indigente; pensé en lo peor y entonces caminé junto a la señora por si el deshilachado hombre intentaba algo contra la señora, me metería a defenderla.

Y así fue, llegando frente al indigente, este su puso a estorbar el camino de la señora, que se movía a donde la hacía la señora con su bebé. Le hacía burlas con palabras y con risas, entonces yo tomé mi bolso de la correa y me acerqué al tipo, dándole un tremendo bolsazo en la cara; yo trataba de darle en la espalda pero el tipo se movió rápido y ahí fue el descontón. Ya saben cuántas cosas traemos las mujeres en las bolsas jajajaja.

El caso es que el golpe hizo que el tipo cayera en la acera y se puso a llorar como niño, lo que aprovechó la señora para huir, dándome las gracias por la ayuda. Me puse amenazante ante el ahora llorón indigente y le dije que no se atreviera a molestar más a la gente;

Me dio ternurita ver al pobre tipo como un bebé aterrado queriendo huir de una monstruosa bruja mal encarada y entonces sentí pena por él porque quien sabe que tan atormentada era su vida que lo llevó a estar en la situación de calle. Entonces empecé a hablarle con cariño y en actitud amistosa para que se calmara, me acababa de decidir a ayudarle a componer su vida si fuera posible, o al menos hacerla más llevadera.

Ya que se tranquilizó se dejó ayudar a levantar y le dije que si lo podía llevar a su casa, él me dijo que sí y le pregunté donde vivía. Me indicó con el dedo hacia una dirección y me dijo que vivía lejos. Le ofrecí entonces llevarlo en mi auto y aceptó, en el camino le hacía preguntas pero solo contestaba monosílabas y a veces lloraba quedito. Me dijo su nombre, que era Sebastián. Cuando íbamos llegando a su lugar abrió la puerta y tuve que frenar rápido para que no sufriera accidente; se bajó rápido y caminó rápido también hacia un callejón. Entonces estacioné mi auto y lo seguí para conocer su espacio personal, apenas alcancé a ver que se metía entre dos enormes recipientes de basura para camiones de basura. Llegué al lugar y lo encontré entre cobijas viejas sollozando, ahí me puse a llorar con él y lo abracé y le acaricié el pelambre que tenía por cabello. Él se me pegó y su cara se metió entre mis tetas pues su quijada me bajó el escote con el movimiento; me quedé estática y abochornada pues me di enteré que no olía nada bien su cabeza, además su maraña de pelos en barba y bigote me hacían cosquillas. Hice muecas pero me sostuve en querer ayudarlo y si lo retiraba podría causarle nuevo dolor en el alma; Me dijo que yo era buena y bonita y me empezó a besar los pechos con devoción, lo que me hizo pensar a donde me llevaría esa situación. Lo retiré un poco de mi para acomodarme mejor, pues estaba yo recargada en el metal del recipiente basurero y él se encogió y empezó a lloriquear de nuevo pidiendo perdón como niño regañado.

Entonces me armé de valor y decidí dejarlo ser hasta donde pudiera, incluyendo una relación sexual que seguro no tenía desde años y años. Le pedí con palabras tranquilas que me esperara que le iba a traer de comer algunos panecillos y leche; Sebastián asintió y me sonrió, y fue cuando me enteré que era linda su cara abajo del montón de pelos de barba y bigotes. Salí del callejón y busqué una tienda de conveniencia que había una por ahí, dónde aproveché para comprar cosas de afeitar a ver si se dejaba. Entonces vi los condones... me quedé pensando largamente si sería conveniente. Me pasee por los pasillos de la tienda haciendo como que veía que más comprar pero en verdad solo pensaba en los condones y las consecuencias de mi acto. Finalmente los cogí también y ya vería después que decidir.

Cuando regresé al callejón dejó de haber luz solar y anochecía, vi que había una pareja de hombre y mujer también indigentes pero ya adultos mayores platicando con Sebastián. Me acerqué y le ofrecí unos panes y la leche que casi me arrebatan. Se levanta Sebastián y les quita la leche y me arrebata el resto de los panes, que se los regala a la pareja y les dice que se vayan, estos se van y él abre la leche y casi se la toma de un gran trago, tirando algo al suelo por sus comisuras.

Se limpia la boca con la manga de camisa, se acuesta de nuevo y me invita a acostarme con él. Pongo las cosas al lado y me acuesto, él me abraza y de nuevo pone su cara en mis senos, nos quedamos así un rato y su respiración es cada vez más caliente y rápida... uff que calor. Ya no aguanta y de nuevo me besa, primero cariñosamente y después chupando mi piel, mi cerebro se pone a pensar muy rápido si debo complacerlo o hacer otra cosa para ayudarlo. Entonces sucede algo que me desbarató y se acabó mi precaria resistencia, me bajó la blusa y el sostén de un tirón y se apropió de una de mis pezones, lenguando con su áspera lengua. Siento entre cosquillas y electricidad entrando por mis niples que despiertan mis maripositas vaginales, se me sale un gemido chillón y eso le da más ánimo a continuar, me hunde la lengua en la teta y me empuja para quedar arriba de mi, prosigue con sus lenguadas que me provocan moverme como puta y abro las piernas para que Sebastián quede entre ellas, mi falda cerrada no permite mucho pero el también se mueve sobre mi moviendo su cadera empujando su garrote en mi vientre una y otra vez. Como puedo me subo la falda y entonces sí, su verga me rosa la vulva estorbando su pantalón y mi tanga, me tunde varias veces como queriendo meterme su garrote a pesar de las ropas y me pongo más cachonda. Le digo excitada que se baje el pantalón y me quite la tanga y así lo hace, yo aprovecho para alcanzar la bolsa de la tienda y saco el condón. Él arrodillado y yo sentada veo como un burro largo y endurecido le cuelga entre las piernas y me lanzo a comérmelo, bueno, es lo que Sebastián creyó y no me dejó acercar mi cabeza a su pedazote de carne colgante. Le tuve que decir que solo lo besaría y le daría una mamadita, entonces accedió y así fue primero; tomé su burro con una mano y le di besitos cariñosos y mamaditas en la punta, el tipo empezó a lanzas gemiditos y entonces me dije que era el momento de tragarme todo su vergotón y así lo hice. Sabía horrible pero luego dejé de pensar en eso y le di unas mamadas que casi se lo arranco con todo y próstata, el pobre lanzaba chillidos y rugidos y hasta sonidos raros de placer.

Después de satisfacer boca y lengua decidí que ya mi vagina, que ya estaba fluyendo juguitos, merecía también degustar de aquel garrote que estaba más duro que un acero. Me quité y vi que Sebastián se encontraba en estado de shock y viendo hacia el cielo, entonces tomé el condón y se lo coloqué desesperada, le di jalones en la camisa a  Sebastián y al voltear me puse en cuatro y levantando las naglotas exponiendo mi coño a su disposición, pero el no quiso así, me obligó a acostarme boca arriba y se fue sobre mi, aplastándome y sacándome el aire. Le iba a reclamar pero me ensartó su vergotón de un golpe y sin apuntar sacándome gritos y estertores que ya no me abandonaron mientras él me estuvo cogiendo de manera febril. Todos esos años sin sexo que acumuló le dieron un gran poder que me convirtió en su puta por largos minutos en que me llegaron orgasmos que no supe contar, me pude dar cuenta que le salían muchas babas pues me caían en la cara y el cuello. Cuando finalmente llegó a él su orgasmo, me abrazó con gran fuerza y se le salieron sonidos guturales que me lastimaba los tímpanos, pero también sentí que yo tenía mi último orgasmo y nos vinimos juntos. Entonces me provocó encajarle las uñas y arañarlo como gata en sus espaldas y también me salían chillidos y bufidos descontrolados; apenas terminando todos cansados y satisfechos, pasó la pareja de indigentes anterior y nos gritaron cosas feas; que cochinos, que indecentes, que léperos, que diablos y no se que más. Me di cuenta que eso le avergonzó a Sebastián y mientras se iba la pareja él se quitó de encima y se tapó empezando sollozar otra vez, ahora que lo quise ayudar de nuevo no se dejó, se atrincheró en la cobija y me dijo que me fuera, que yo era mala y una diabla.

Entonces me puse la tanga y acomodé mis ropas, tomé mi bolso y me retiré entre confundida y satisfecha, le pregunté si podía regresar y me dijo que no porque sus papás lo regañarían; entonces comprendí que la pareja de indigentes eran sus padres. Lo peor es que al salir estaban los viejecitos sentados en una banqueta y con vergüenza me desvié y me regresé por la otra banqueta tratando que no me vieran, creo que lo logré y me subí al auto para regresar a casa esperando que no le haya causado empeorar su situación a Sebastián. Pero creo que las cosas salieron bien pues cada cierto tiempo pasaba por ahí aunque nunca me animé a entrar al callejón; en una de esas pasadas vi que iba Sebastián acompañado de una mujer, también indigente al parecer. Ambos traían mejores ropas y él estaba rasurado de la barba y un poco más corto el cabello. Entonces me dio gusto y desapareció mi remordimiento, a partir de ese día recordé esa cogida tan satisfactoria que me dio el indigente lindo y poderoso... me imagino que el condón derramó litros y más litros de semen cuando se lo quitó, me hubiera gustado tragarme todo ese montón de leche de indigente, pero mejor que lo aproveche su nueva mujer afortunada. Me imagino a su mujer toda ida recibiendo las embestidas de Sebastián y me dan cosquillitas abajito, que lo disfrute entonces y yo de envidiosa.

Datos del Relato
  • Categoría: Hetero
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