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Sol quemante, aroma a sal en el ambiente; rítmico y relajante romper de las olas en la playa. Segundo día de unas ansiadas vacaciones; nada mejor que la playa del Pacífico mexicano. Tras un día de diversas actividades en el lugar, salgo a caminar por la playa, disfrutando la arena bajo las plantas de mis pies y recreándome con la vista de la puesta del sol. Aspiro profundamente para llenar mis pulmones con ese aire tan puro, tan rico que sabe dar nuestro amada costa. Mi vista recorre desde la rojiza mancha que el sol deja en el mar hasta las escasas personas que aún están en la arena.
Ella camina delante de mí, con el cuerpo cubierto por un delgado vestido que deja adivinar sus formas. No se quién sea, pero su andar me provoca, me seduce hasta lo sumo. Se verá como una mujer apenas un poco mayor que yo, pero con ese atractivo que perdura en las mujeres por toda su vida. Recorro con la vista su figura que camina serena algunos metros delante de mí, y voy tratando de imaginar su aroma, su sabor, la forma en que ese cuerpo puede dar y recibir placer en la oscuridad de una alcoba. Se me antoja aquella mujer, siento que la vista se me pierde en sus formas, siento que esa piel me llama. De pronto ella cambia de rumbo y se dirige a uno de los hoteles de playa que se encuentran frente al mar. De lejos la sigo, intentando averiguar con quién viaja, si está sola, si hay alguna oportunidad de obtenerla para mí.
Tras verla entrar a su hotel, me dirijo a uno de los empleados del mismo. A los pocos minutos, tras haber invertido algunos billetes, salgo con la información necesaria. Ella viaja con tres amigas, cada una hospedada en su propia habitación, en la planta baja del hotel. Ni tardo ni perezoso, consigo una habitación en ese mismo hotel y regreso a cerrar mi cuenta en donde estaba antes hospedado. A la mañana siguiente salí a buscarla a la arena de la playa. La encontré echada en un camastro, luciendo su figura madura bajo el traje de baño, tomando el sol al lado de sus compañeras. Me instalé a un par de camastros de distancia y tendí mi toalla, saqué mi block de notas y tras pedir a uno de los meseros una helada cerveza me fui al mar.
Al salir del agua me dirigí a mi camastro. Me comencé a secar el cuerpo, de pié, mostrándome hacia donde ellas estaban. Tras untarme un poco con el bronceador me tendí a tomar el sol, tapándome el rostro con un amplio sombrero de palma. Desde ahí escuché algunos divertidos cuchicheos que entre ellas se decían. Mi mente volaba; mi deseo aumentaba. Casi podía verlas divertidas mirando de reojo mi paquete cubierto por el traje de baño y haciéndose comentarios pícaros. Al poco rato me levanté y dirigí hacia ellas, solicitando si alguna podría prestarme un encendedor. Ella me sonrió levemente, indicándome que no llevaban. Nos miramos por unos segundos y regresé a mi camastro. Saqué mi block de notas y comencé a hacer algunas anotaciones sobre ese momento, sobre lo que me imaginaba, sobre lo que se me antojaba, intentando que de él surgiera alguna vez un relato.
Tras un buen rato de escribir, deseché la idea de escribir sobre ello y arranqué las dos hojas que ya llevaba escritas y me recosté nuevamente para dormitar y broncear mi piel antes de regresar al agua. Cuando lo consideré oportuno me levanté, arrugué el borrador, pidiendo al mesero lo tirara a la basura en cuanto pudiera y me dirigí hacia donde estaban las lanchas paseando en paracaídas a los turistas. De regreso del paseo en paracaídas, cuando crucé cerca del camastro, los papeles ya no estaban, pero el resto de la basura que generé sí. Estuve a punto de sonreír pero logré evitarlo, si bien ellas sonreían divertidas cuando pasé a su lado. Mientras terminaba mi desayuno, las vi dirigirse a la piscina, donde vi que tenían intenciones de pasarla bastante tiempo, por lo que tomé mis cosas y salí a la ciudad a hacer mis actividades preferidas.
La noche llegó a la costa y con ella las luces aparecieron. La terracita del bar del hotel dejaba sentir el viento en el rostro y llevaba la música que de muchos bares mas salía. No fue solo la belleza del lugar lo que me llevó ahí, sino la algarabía de la risa del grupo de chicas que bebían y se divertían a placer en ese lugar. Ahí estaba ella, atrayente, con esa mirada coqueta e insinuante que tanto me gustaba. Un par de tipos ya se habían sentado al lado de dos de sus amigas, y el grupo comenzaba a disfrutar de mayores charlas, de mejor ambiente. Tuve por un momento la intención de acercarme a invitarla una copa, pero… no, preferí esperar. Había algo que me indicaba que sería mejor retrasar todo al día siguiente, y eso me excitaba mucho más. De todas formas, busqué su mirada con la mía, y ambas se encontraron al momento de estar dando cada quién un trago a nuestras respectivas bebidas.
Esa noche, tras cruzar nuestras miradas en tres o cuatro ocasiones y sonreírnos ella y sus amigas se despidieron, yéndose cada una a su habitación. La mirada de ella estaba cargada de un no se qué que me electrizaba, algún tipo intenso de fuego ardía en su interior. Terminé con calma mi copa y dejé el sitio encaminándome a mi habitación, haciendo un rodeo para pasar por su cuarto. El sonido de la TV que salía por la puerta indicaba que iba cambiando de canales hasta detenerse en uno que dejaba oír algunos gemidos que fueron bajando de volumen casi inmediatamente. Llegué a mi habitación y me quedé pensando en ella, imaginándola frente a la TV, viendo algún canal porno; la sola idea me excitó. Me acerqué a la puerta trasera de la habitación y sin poder controlarlo, salí rumbo al jardín. Como pude, pero con ganas, me escabullí hasta la puerta de su cuarto y me pegué lo mas que pude a ella, para espiarla. La escasa luz del monitor iluminaba apenas la penumbra de la alcoba, pero lo suficiente para verla tendida sobre su cama, apenas con la ropa interior puesta, llenando sus oídos con los gemidos del canal, y con la vista clavada en un conjunto de papeles, los cuales leía con avidez. Una de sus manos sostenía los papeles, que de inmediato reconocí como mi borrador, y la otra jugueteaba obscenamente dentro de su ropa interior.
Los dedos de su mano se deslizaban gentilmente por toda la línea de su sexo; se frotaban, se hundían. Jugueteaban dactilarmente con el botón de su clítoris y volvían a meterse en sus adentros. Ella movía suavemente la cadera, acompasadamente y flexionaba sus piernas, como si quisiera capturar a algún invisible amante. Sus ojos leían por unos instantes mi borrador, y luego se cerraban, llenándose de las imágenes que segundos antes había leído, acompañadas de suaves toques por parte de sus dedos. Regresé a mi habitación con la mente confundida, con la verga completamente erecta, con las ganas a tope. Antes de quedarme profundamente dormido, continué recreándome en recordar aquella escena, y en decidir acercarme a ella ya sin mayor demora al día siguiente.
La localicé al día siguiente en la mañana, desayunando con una de las chicas de su grupo. Me acerqué a ellas y pregunté por la calidad del desayuno. Ella sostuvo mi mirada apenas un poco, y la desvió, mostrando el desasosiego que la lectura de mi borrador le había causado. Quise imaginar solo por un instante cuántos orgasmos pudieron haberle generado mi relato y su mano la noche anterior. Ellas no desayunarían; esperaban a las demás para ir a la piscina nuevamente y eso les hacía prescindir de alimentos hasta más tarde. Me invité yo solo a su mesa a acompañarlas, lo cual me permitieron entusiasmadas. Aún así fue patente el leve rubor que apareció en el rostro de ella. Las otras dos chicas aparecieron mas tarde, los dos tipos de la noche llegaron también, y charlamos un rato, bebiendo jugo, y haciendo que nuestras miradas y sonrisas se encontraran cada vez mas seguido.
En la piscina jugamos, reímos, nos acercamos y declaramos con la mirada el gusto mutuo que había entre nosotros.
- Eres una mujer realmente atractiva- le dije en una de esas que acomodaba su cabello detrás de su oreja- ayer te vi y me gustaste mucho.
Ella sonrió antes de responder.
Esa noche fuimos todos en grupo a bailar a otro bar. Ya nadie iba sin pareja, lo cual lo hacía menos difícil para ir avanzando. Ella y yo bebimos y bailamos una y otra vez, un ritmo y otro, suaves y movidas. En todo tiempo reíamos, dejábamos rozar nuestros cuerpos cada vez mas sin ocultarlo, nos apretábamos cada vez que podíamos. Cuando nos dábamos un descanso, charlábamos sin dejar de mirarnos, hasta que nos veíamos forzados a desviar la mirada y sonreír de las puras ganas que sentíamos.
En mitad de la pista nuestras manos se entrelazaron y nuestros labios se encontraron por primera vez; fue delicioso. Su boca sabía maravillosamente y me encendía más a cada minuto.
- No sabes cuánto me provocas- le susurré en una de esas que bailábamos abrazados, y ella solo pegó su cuerpo mas al mío.
Regresamos a nuestro asiento en el bar, y ya estábamos ambos que no nos aguantábamos. Las manos se tocaban, corrían por el cuerpo del otro, sentados lado a lado uno del otro; los besos se desenfrenaban y las bocas se frotaban con fruición, anhelantes. En un momento que nadie nos veía, la jalé hacia mí, y ella acomodó su cuerpo encima del mío. Sus nalgas quedaron justo encima de mi falo, el cual se erectó bajo la ropa instantáneamente. Con suaves movimientos ella comenzó a frotarse encima de mí, dándome un placer glorioso. Mis manos la tocaban por las piernas, sentían su carne caliente, sus caderas calientes, su tórax y sus senos frondosos.
Vimos a lo lejos acercarse de nuevo a sus amigas y ambos nos acomodamos de nuevo en nuestro respectivo lugar. A cada instante nos veíamos con ansiedad, nos sonreíamos amenazándonos mutuamente con una noche inacabable. El sufrimiento de esperar hasta que todos quisiéramos irnos del bar fue tremendo; los minutos se nos hicieron eternos hasta el momento de irse cada quién a su habitación. Yo no solté la mano de aquella hembra que me cautivaba, hasta que la puerta de su habitación se cerró detrás de ambos. Segundos después yo la tomaba por la espalda, apretándome en su cuerpo con mis brazos mientras que nuestras bocas se devoraban.
Me dejé caer en uno de los sillones de su alcoba, jalándola para continuar el manoseo en la misma forma que lo hacíamos en el bar. Mis manos ahora se dejaron perder descaradamente bajo su ropa, deleitando mi mirada con aquellas formas y aquella piel que desde días antes se me antojaban a cada instante. Sus nalgas se movían sobre mi verga de manera circular, mis manos las imitaron moviéndose en círculos cada vez mas dentro de su ropa interior hasta que la tuve encima de mí masturbándola y haciéndola jadear enloquecida.
- ¡Si! ¡Sí!- decía sin trabas y pedía más, moviendo con más salvajismo su culo exquisito encima de mí. En mi mano tuvo su primer orgasmo, tensando su cuerpo al momento de venirse. Mi falo estaba a punto de explotar también por los deliciosos movimientos de aquella mujer.
Poniéndose ella de rodillas frente a mí, abrió mi pantalón con la torpeza que da la excitación y comenzó a besar mi cadera y mi pene encima de mi tanga, dejando salir por segundos su lengua para seguir los bordes de mi ropa interior. Los movimientos de su lengua indicaban que a cada lamidita paladeaba el sabor de mi entrepierna e ingle antes de volver a tocar mi piel. Bajar mi ropa interior lo hizo con mas lentitud, esperando ver surgir mi palo de debajo de la tela. Cuando mi verga quedó al descubierto ella sonrió vorazmente y comenzó a pasear la palma de su mano por encima del tronco que se ofrecía a ella. Tras acariciármelo así lo empuñó suavemente, comenzándolo a pajear lentamente. La punta de mi glande mostraba su humedad, llamando ansiosa a su boca, pero ella seguía masturbándome y mirando sin decoro alguno, dándose tiempo para disfrutar de mi carne caliente.
Pegó su nariz a mi verga, olisqueándome desde los testículos mientras seguía pajeándome. Su mirada no se despegaba de la mía. Lancé un suave gemido cuando sentí como su lengua fue comenzando a recorrer la carne dura de mi pene, el cual se estremeció de gusto. Ella dejó seguir su lengua a lo largo de mi palo hasta que recogió las gotas que empapaban mi glande desde hacía rato.
Ella tomó con ambas manos mi verga antes de comenzar a chupetear la punta e írsela metiendo hasta el fondo lentamente. Recordé en ese instante cómo había imaginado que sería tenerla mamándome cuando la ví por primera vez, y todo se quedaba corto. Sé bien que ella jamás pensó cuánto y con cuántas ganas la pensé haciéndomelo; pero lo que yo sentía ahí, en su cuarto era mucho mas rico, sin duda alguna.
Sus manos jugueteaban con la piel de mi falo mientras ella jalaba y jalaba de mi carne con sus labios, chupándome fuertemente y haciendo mil y un sonidos excitantes. Yo no podía articular palabra alguna del gran placer que estaba recibiendo; solamente acariciaba su cabello, evitando el impulso de jalarla y penetrarle la boca por completo. A cada mamada que ella le daba a mi verga yo sentía que explotaría en ese mismo instante.
Sacó mi palo de su boca y bajó a lamer y dar placer a mis testículos con su boca mientras seguía masturbándome con sus manos. Me recosté en el respaldo y cerré mis ojos para dejarme mamar al antojo de ella.
- Mama usted riquísimo- le dije apenas pudiendo pronunciar palabras -¿recuerda que de pronto me da por hablarle de usted? Déjeme decirle que me está haciendo sentir riquísimo.
Ella respondió a mis palabras sonriendo calientemente y hundiendo mi verga en su boca nuevamente, hasta donde pudo meterla. Yo apreté mis puños, intentando controlar mi cuerpo hasta donde me fuera posible.
Tras unos minutos de darme placer de esa manera, tomó el sobrecito que ya había dejado yo a un lado y, tras luchar ambos colocándomelo, se levantó y dejó caer de espaldas a mí, nuevamente. Con mi mano dirigí mi verga bien erecta hacia su vagina, que chorreaba desde hacía rato, mojando su panty como ella y yo quisimos desde el inicio de esa noche. Pero no solo su panty había quedado húmeda, sino que, como bien ella sabía, su piel rezumaba sudor de excitación, la cual dejaba lucir una gota resbalando por su cuello, la cual lamí de inmediato. Sus ojos brillaban vidriosos y húmedos por le excitación también; así como yo lo deseaba, y sé que ella también.
Fue dejando descender su cuerpo sobre mi palo, el cual fue horadándola hasta que no pudo entrar más. Sus nalgas frotaban mi vientre mientras que mis dientes mordisqueaban su espalda y nuca. Era realmente delicioso estarme cogiendo así a esa mujer madura que me generó tantas ganas desde el principio. Sentirla por dentro de proporcionaba el mayor de los placeres. Mis manos amasaban descaradamente sus senos, sus costados, y la jalaban más hacia mí. Ella emitía cuanto sonido fuera posible salir de la garganta de una hembra tan prodigiosa como aquella.
- ¡Ah! ¡Ah! ¡Cógeme así!... ¡Sí, así, cógeme así!- decía ella mientras su cuerpo era subido y bajado por mi cadera al estarle empujando la verga hasta el fondo. Sus pezones se erectaban con la excitación y con el manoseo que le daba. Mis piernas comenzaban a sentir la humedad de sus fluidos chorreando por ellas. Yo me la seguía cogiendo con esas ganas…
Sentí de pronto cómo ella comenzó a tensar su cuerpo, recibiendo con beneplácito un segundo orgasmo. Sus gemidos se hicieron más largos a cada instante y sus movimientos más lentos y pronunciados. Ella terminó de venirse dejando salir de sus labios un largo gemido, apretando los labios de la vagina fuertemente. Se levantó despacio y recostó su pecho sobre el asiento del sillón, invitándome con una mirada a colocarme detrás de ella para darme placer en su cuerpo sin demoras. En cuanto volví a clavarme en su coño caliente, comencé a embatir con fuerza, metiéndosela con fuerza, con una voracidad incontenible.
Mis manos jugueteaban atrevidas con sus nalgas, tocando, acariciando, apretando, masturbando. Ella abría los ojos, nerviosa, al sentir cómo separaba sus glúteos y mis dedos se aventuraban en ellas. Mi cadera me hacía cogérmela con más fuerza, disfrutando la manera en que ella se entregaba. Poco después mi cuerpo flaqueó, no pude aguantarlo más tiempo. De mis labios solo salió:
- Me vengo, hermosa, voy a venirme!!!- haciéndola descontrolarse enloquecida por completo. Aflojé mi cuerpo y el placer estalló dentro de mí con gran fuerza, haciéndome eyacular mientras roncos gruñidos de placer inundaban la habitación. Con el latir de mi verga al eyacular, ella volvió a estremecerse nuevamente al no poder tolerar ni un segundo mas la excitación de sentirme viniéndome dentro de ella, a pesar de la protección.
Los dos quedamos besándonos y acariciándonos; con los vellos de mi pecho chorreando sudor en la espalda de ella.
- Quédate conmigo- me dijo en un susurro, y ambos quedamos dormidos un rato en su cama, antes de despertar varias veces en la noche para enredarnos en nuevos y placenteros abrazos.
Los demás días la pasé con ellas, jugando en la playa, yendo a visitar los manglares y todos los sitios hermosos de aquel lugar. Claro, siempre bajo la divertida mirada de sus amigas que no dejan de bromear cuando ellas están aparte, especulando acerca de las formas en que podamos refocilarnos cada una de esas noches, las cuales, para mí son las más apasionantes que pudiera haber imaginado.
RELATO DE FICCIÓN
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