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Con los calzones de papa

Aquella noche de verano era especialmente calurosa. Las sábanas se me pegan al cuerpo de manera asfixiante impidiéndome dormir. Al no poder conciliar el sueño mi mente se entretiene buscando formas extrañas en las sombras. De vez en vez, cambio de postura para ver si mi cuerpo encuentra alguna que le resulte más cómoda y poder por fin dormir. Ciertamente mi examen de Historia me tiene inquieto y es que cursando el Segundo de Secundaria, la Escuela es en lo último en lo que piensa uno o ¿no?

Convencido por fin de que conciliar el sueño es una empresa imposible me siento a la orilla de la cama. En calzoncillos y sin playera como me encuentro, puedo ver mis pies. Los estiro a modo de abanico y experimento sed. Para esas horas seguro no hay nadie despierto en casa, así que en calzones salgo del cuarto dirigiendo mis pasos hacia la cocina en busca de un vaso con agua.. Con absurdo cuidado camino por el oscuro pasillo. Paso por el cuarto de mi hermana y no puedo percibir ruido alguno. Seguro la muy boba sueña con Príncipe Azul o con alguna estupidez propia de sus 11 años.

La puerta del cuarto de mis padres se encuentra entreabierta. Un fuerte ronquido de mi padre me hace volver la cara en esa dirección. Ante la posibilidad de reírme un poco viendo a papá babear, me acerco para intentar atraparlo en tan húmeda actividad. Abro un poco más la puerta y me asomo. Espío y esculco la oscuridad. La ventana se haya abierta; las cortinas corridas. La luz lunar se cuela entre la penumbra y permite adivinar siluetas. Mis padres dormidos a pierna suelta. Mamá en posición fetal, cubierta toda con la sábana, descubriendo de paso a papá que ronca boca arriba, sus piernas abiertas como compás, a penas flexionadas.

Desde la puerta puedo verlo. Su respiración es profunda y pausada acompañada de vez en vez de fuertes ronquidos. Pecho y barriga bailando al ritmo de su respiración. Mi mirada viaja hacia su cara intentando divisar alguna señal divertida en su rostro, pero nada. Que lindo es ver a papá dormir. Un profundo sentimiento de ternura me embarga. Ganas no me faltan para ir corriendo y abrazar con cariño al hombre regordete que se encuentra dormido delante de mi . Pero es una hora extraña para demostrar afecto, así que mejor me dedico a contemplar.

Lo miro con ternura y después con diversión intentando adivinar en que momento mamá se decide y termina por incrustar la almohada en la cabeza de mi padre para que suspenda de una vez y por todas su concierto gutural. Pero nada eso.

Comienzo a mirar a mi viejo con mayor detalle. Lo primero que me seduce es su piel canela pintada al sol con apenas surcos dibujados en su rostro. Sus cincuenta y tantos años le sientan bien. Miro su cara y me fijo atentamente en el nutrido bigote entrecano que bordea su boca. Observo un poco más su rostro. Me entretengo en su nariz a penas perfilada por la luna y me mezo en sus negras pestañas. Ilumino con la mirada sus labios. Mi padre a pesar de su edad es todavía un hombre bastante guapo. Pensamiento raro, pues nunca había visto a mi padre de ese modo. Este pensamiento me incomoda un poco, pero no lo suficiente como para interrumpir mi exploración.

Después de un rato mirándolo comienzo a inquietarme. Mi corazón late rápidamente como si quisiera salir volando de mi pecho. Mi viaje visual continúa su ruta. Recorro su cuello grueso como tronco (quizás algunas arrugas propias de la edad), viajo en los ríos de sus venas y llego a la ribera de vello grisáceo que vive en su pecho. Como pequeñas catedrales obscuras se yerguen sus pezones. Escalo la cadena montañosa de sus pecho y abultado estómago. Me pierdo en su maraña capilar. Pesadas gotas de sudor surcan su cara. Adivino que su cuerpo estará igual de húmedo. Pequeñas perlas líquidas posadas en él. Y de repente un ronquido. Las manos comienzan a sudarme y mi verga, antes flácida, comienza a crecer un poco formando con mi calzón una protuberancia a modo de pequeña tienda. A mis doce años aún no me he desarrollado del todo y mi miembro es más bien pequeño.

Regreso a mi viaje. La vorágine obscura de su ombligo me embriaga y me permite llegar al blanquísimo elástico de su truza. Puedo adivinar que el resorte dirá la marca de la prenda. Esta prenda blanca, pero bastante usada, arropa su entrepierna, abrazándola de tal modo que se perfila con claridad su miembro. Un rayo de luna dibuja su superficie. Puedo entonces mirar con cierta claridad que mi padre tiene el pene completamente erecto, y que también se encuentra pegado al lado derecho de su cuerpo gracias al ajustado calzón. Puedo distinguir ciertos detalles. Donde comienza su verga es uno de ellos. Noto además, como cuelgan sus huevos. La cabeza del pene de mi viejo es como una rechoncha bellota. Lo sé porque la prenda se tensa especialmente ahí. Tal vez un buen sueño cachondo, una reacción natural del cuerpo o el no haber cogido con mamá lo mantenga así. El espectáculo que me ofrece su cuerpo semidesnudo me inquieta por demás (por decir lo menos).

Debo decir que el miembro de mi padre no es muy grande, pero si lo suficiente como para despertar en mi la curiosidad y seguir con hambre de seguir mirándolo. Desde donde yo lo observo (y al estar él abierto de piernas), puedo apreciar que el suyo es un miembro bastante gordo. Acostada su verga como está, en la pierna derecha, puedo apreciar sus enormes huevos apenas suspendidos por su calzón ya viejo. Lo gastado de la prenda hace que se transparente el color oscuro de sus testículos. Yo alguna vez pude verlos mientras nos bañábamos juntos y puedo asegurar que eran igual de peludos que su pecho.

Para ese entonces yo ya tengo mi pitito más que parado. Sin saber porque meto la mano en mi truza y me toco los huevos. Siento mi pene endurecido por el calor que comienzo a experimentar y comienzo a frotar. Sudo como loco; me mojo como loco. Mi mano recorre la longitud de mi verga. Subo y bajo. Mi mano no se cansa y comienzo a humedecerme. Mi mano a manera de tubo. Mis uñas acariciando mis testículos. Sudor. Bajo y subo. Un pequeño cosquilleo comienza por inundarme. Asustado por esta nueva sensación la suspendo del todo, pero no despego mi presencia visual en el cuerpo de mi padre.

La contemplación de su cuerpo es algo hipnótico. No puedo dejar de contemplarlo. Sus gruesas y peludas piernas abiertas para mi enmarcan su miembro. Mi mente vuela. De verdad son largas y robustas. Ellas terminan en sus enormes pies. El vello del cuerpo mi padre comenzaba ya a canear. Quizás su pelo corporal raspe. A ciencia cierta no lo se. El único recuerdo que tengo es su barba de varios días sin rasurar en mi cara cuando yo era aún muy menor. Buenos recuerdos.

Mi vista no se aparta de su cuerpo. Sobretodo no puedo despegarme de observar ese gran bulto blanco en su truza. El sentimiento primer de ternura ha mutado en algo más ¿perverso?. Imagino como tocar a papá. Las posibilidades de que despierte son muchas y si no él seguro mi madre lo hará. Si eso sucede, seguro la deshonra será mía. El deseo me arrebata y mi verga esta dura de la emoción. No sé que hacer. Pasa el tiempo y ya de entrada destierro la posibilidad de acercarme. Ya no para de agarrar, sino solo para mirar. Me siento frustrado y el mundo cae sobre mi. Ni modo, me conformaré con verlo. Imagino cómo será, a qué olerá, a qué........ ¡Ey¡ ¡Esperen un minuto ¡ ¿Qué tenemos aquí? Su olor, mmmm…. puede ser. Me quedo pensando en ello.

Aspiro profundo y creo percibir su olor. El sudor no solo de lo caluroso de la noche, sino también olor acumulado durante el día. Sin duda alguna la ropa suya deberá oler a él. Sin querer este pensamiento me excita. Oler la ropa de mi padre (y especialmente sus calzones) era algo que nunca se me hubiera ocurrido, pero la idea no me desagrada del todo.

Sin dudar y sin hacer demasiado ruido me dirijo al baño (que es donde está el cesto de ropa sucia). Cruzo el pasillo y al llegar a mi destino prendo la luz. Revuelvo las prendas que están en la cesta hasta encontrar lo que busco. El calzón que mi padre se cambiara después de bañarse e irse a dormir está ahí. Me lo llevo a la nariz y aspiro su aroma. Mmm. Respiro profundamente de vuelta y percibo un olor confuso. Algo se mezcla entre sudor, orín, y quizás también lechita (esto de la lechita lo imagino pues hasta ese día nunca he olido semen alguno). La sola idea de hacer algo que no debiera estar haciendo me calienta aún más.

Volteo la prenda y de nueva cuenta huelo ahí en donde sus nalgas estuvieron. El olor a culo me inunda. Después de devorar su aroma me dedico a contemplar la prenda. Una pequeña mancha vertical señala a manera de mapa donde su chico estuvo (su "rajita de canela"). Vuelvo a aspirar el olor a mierda de mi padre mezclado con su sudor.

Los aparto de mi cara y miro con cuidado en donde su verga y huevos estuvieron. Mi sorpresa es encontrar dos pelos púbicos. Los tomo, los meto en mi boca y durante un corto tiempo los lamo con mi lengua para después guardarlos envueltos en papel de baño (tal vez los quiera lamer más adelante). Puedo ver además algunas manchas amarillentas y otras más bordeadas en su truza. Seguro miados. Vuelvo a olerlos.

Tomo el calzón y lo extiendo en la palma de mi mano. Con él acaricio mi cuerpo. La tela que tocó su culo acaricia mi verga e imagino como serán las nalgas de papá ¿serán tan peludas como su pecho? Grandes y duras son. Los domingos papá juega fútbol y aunque correr tras el balón no le ha reducido la panza si ha endurecido y agrandado su ya de por si enorme trasero. ¿Cómo será tocar su hoyito con mi verga? ¿Estará tan apretado como lo imagino? Vuelvo a oler. Los muerdo solo un poco e imagino metiendo mi nariz en el culo de mi padre. Tengo la verga bastante dura. Mi padre a veinte uñas en posición perruna con su ano bien abierto a causa de su postura. O tal vez abriéndose lo más posible las nalgas con las manos, su cara recargada en el colchón. Como gato me relamo los labios. Mi lengua en su hoyo. Quizás también muerdo levemente los pliegues de su ano. Un dedito mío acaricia la entrada a su recto. Me chupo mi dedo y continúo acariciando. Sin previo aviso meto mi dedo índice a su hoyo.¡Uf¡ que justo está. Y así rítmicamente mi dedo entra y sale de ese culo tan tragón. Mi padre solo gime. Claro, todo esto en mi imaginación.

Mi mente revolotea mientras acaricio mi pito con su truza. Imagino mi pitito entre sus nalgas, el roce en mis huevitos de sus vellos. Raspa. Envuelvo mi miembro con el calzón y comienzo a frotar imaginando la presión que el culo de mi padre haría en mi pene. Su culo contrayéndose y relajándose.

¡Zas, zas, zas¡ Mi mano sube y baja en mi pene acariciándome con la tela del calzón. La rajita de canela recorriendo la longitud de mi pequeña verga. Veo en mi imaginación a mi padre sentado y manejando su taxi. El calor, el tráfico y su sudor remojándole el culo. Su calzón reteniéndole los humores. Lo imagino enfundado en aquellos pantalones grises tan justos que tiene, con sus zapatos negros y su camisa azul. Al sentarse la tela se tensa tanto que sus piernas apenas caben en el. Mi padre deteniéndose en una calle solitaria para miar. Las gotas de orín mojando manos y las últimas siendo absorbidas una vez más por su calzón. Tal vez alguna plática excitante con algún pasajero o una mujer de piernas bonitas le lubriquen la verga, mojando de nueva cuenta su calzón. La rajita de canela mojándose con mi excitación.

Un agradable cosquilleo comienza a recorrerme. No puedo parar, Mi pene se inflama. La sensación se expande por todo mi cuerpo y de la punta de mi verga un pesado líquido blanco brinca a la truza paterna manchándola. Del enorme goce paso al terror más brutal.

- "¡Ya la cagué¡" Fue lo primero que me viene a la cabeza seguido de un sentimiento de culpa terrible. "No debí hacerlo, no debí hacerlo" me martillea la conciencia. Se me agolpaban imágenes de mi padre cuidándome en la enfermedad, arropándome en la noche y sus tiernos "Buenas Noches" tan cotidianos. De verdad me siento fatal. En un intento por "revertir" lo hecho lo único que se me ocurre es enjuagar la prenda. La restriego bien bajo el chorro de agua. Quiero que junto a mi leche se vaya también este sentimiento culposo que inicia por devorarme. La cuelgo en la llave de agua de la regadera para que se seque. Tiro los vellos de papá al inodoro, me subo la truza y regreso a mi cuarto. Ni siquiera me animo a voltear a su cuarto. Tan avergonzado estoy.

Bajo la sábana solo me revuelvo en mi culpa mientras el sueño tarda -una vez más- en llegar. Pasa el tiempo y el cansancio, mis pensamientos o todo junto finalmente me vencen. Quedo profundamente dormido.

Serían las cinco de la mañana cuando mi madre entra al baño. El ruido del inodoro me despierta. Hay movimiento en casa, pues mi padre sale temprano a trabajar. De verdad ha sido una mala noche. Mi corazón empieza a latir con rapidez ¿se darán cuenta de la prenda en la llave? . ¡ Qué angustia esperar una noticia así¡ ¡Estúpido de mi, debí haberla puesto en otro sitio¡.....

Por fin lo tan temido sucedió.

La voz de mi madre gritándole a mi padre.-

"¡Gordo¡ ¡Ya te dije que no dejes ropa húmeda en el baño¡ ¿No ves que luego se apesta?".

No supe de la respuesta de mi padre. Me envolví en la sabana y no quise enterarme de nada más.

Datos del Relato
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