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Categoría: Confesiones

Con la tía caliente de mi mujer

Este relato lo escribo desde una habitación de un hotel, con la mujer protagonista del mismo. Hace unos tres meses atrás ni esposa me presento una tía que las había venido a visitar con motivo del cumpleaños de mi suegra, Carmen es una mujer de unos treinta, tres años casada, pero que por efectos de la migración su marido no se encontraba con ella desde hacía dos años, es muy bonita con unos exuberantes pechos que llaman a la tentación y al pecado, su cuerpo se mantiene terso y joven, no tiene hijos, con una mirada muy sensual con quien ella considera puede iniciar una amistad.



Nos presentamos y comenzamos a platicar sobre nuestras vidas y sobre la familia, invite a mi esposa, suegra, una cuñada y a Carmen, que fuéramos a un lugar para bailar por lo que todas estuvieron de acuerdo. Mi suegro no quiso ir. En la casa se encontraba un amigo, Héctor, que se apuntó también para ir a bailar. Nos encontrábamos en el baile, tomando y disfrutando. Al principio bailé con mi esposa y mi suegra, cuando Carmen me pidió que la sacara a bailar, lo que hice de inmediato me comenzó a susurrar al oído que por que la esquivaba, le conteste que pensaba que no le gustaba bailar, lo que me contestó me dejó helado "Me gusta bailar y otras cosas más ricas". Terminamos el baile y volvimos a la mesa, mi cuñada que nos había observado me dijo “parece que mi tía quiere algo” me hice el que no había escuchado y nos marchamos.



A la semana siguiente mi esposa me dijo que su tía Carmen, había regresado y que le había pedido que la invitáramos a salir el viernes en la noche por lo que dije que estaba bien. Esa noche solo salimos mi cuñada Besy y Carmen, ya que Mercedes, mi esposa, tenia examen en la Universidad y no podía acompañarnos. Mi cuñada es de unos 22 años, pero tiene un carácter pesado y aunque tiene un buen cuerpo no es muy bonita y sé que le gusto por sus insinuaciones. Esa noche ella tomo más de la cuenta, y se quedó dormida en la mesa, Carmen y yo aprovechamos para bailar. Ella tenía puesto un traje negro muy ajustado y cuando se sentaba dejaba ver su entrepierna y resaltaba su pequeña tanguita color roja. Al estar bailando con ella sentía como su cuerpo se ceñía al mío, su respiración cerca de mi cara y su olor me tenía excitado, a tal grado que mi verga buscaba como loca salir de su prisión y aunque no lo lograba, Carmen sintió ese deseo de mi verga y me dijo, “Carlos me parece que la tía Carmen te está poniendo caliente”, le dije que disculpara y me contesto que eso le gustaba ya que también estaba viva, me dijo que si al día siguiente la podía acompañar al cine ya que ella no conocía muy bien, a lo cual accedí.



Por la tarde, nos encontramos en un centro comercial y entramos al cine, solo había 5 personas. A los minutos de haber comenzado la película me dijo que quería ir al baño y cuando regresó me introdujo algo en la bolsa de la camisa, creí que era un pañuelo y cuando lo saqué vi que era su tanga, me miró y me dijo “me molestaba”, nos acercamos y nos besamos, su mano empezó a buscar mi verga la que ya estaba en todo su esplendor de dura, comencé a introducir mis dedos en su raja, pequeños chorros de semen goteaban y me servían de lubricante en mis masajes de clítoris que le estaba dando, su respiración se oía entrecortada, sentí como sacaba la verga de mis pantalones y sin percatarse si nos estaban viendo, dirigió su boca hacia la cabeza de mi verga, comenzó a mamarme y chupar mis jugos, lo que al parecer le excitaban, mis dedos buscaban como locos introducirse más dentro de ella, saque mis dedos y se los introduje en su boca algo que la excitó aún más, cuando volví a introducírselos sentí como Carmen comenzaba a tener un orgasmo que la hacía mamar con locura y sus gemidos ya se escuchan en el cine, sin embargo a nadie parecía importarle, ese ambiente de indiscreción hizo que me excitara más provocándome una explosión de semen en el momento en ella tenía atrapada toda mi verga hasta el fondo de su garganta, sentí que mi cuerpo se sacaba como una pasa, sentí esa sensación por varios minutos hasta que ella soltó mi verga después de haber tragado todo mi semen.



Fuimos a un restaurante y me confeso que tenía más de dos años de no hacer el amor y que lo había disfrutado al máximo, pero que necesitaba una buena cogida, por lo que quedamos de vernos al día siguiente. Esa promesa no pude cumplirla ya que en el trabajo me informaron que tenía que salir ese día por una semana y no le pude avisar a Carmen. Ella me esperó en el lugar acordado y al ver que no llegaba regresó a la casa. Dos días después se fue para su lugar de origen y no volví a verla hasta dos meses después, cuando en casa de mi suegra me informaron que Carmen llegaría la próxima semana. El miércoles me levante más temprano que de costumbre y le dije a mi esposa que estaría de viaje por dos días, luego me trasladé a la Terminal de buses en donde encontré a Carmen.



—Pensé que no vendrías ya que la última vez de dejaste plantada, esa llamada tuya el día de ayer me emocionó y le dije a mi hermana que llegaría hasta el viernes como me dijiste.



Nos trasladamos a un balneario en la costa norte, llegamos un poco tarde. En la noche fuimos a cenar a un restaurante, pedimos mariscos pensando en el desgaste que íbamos a sufrir. Durante la comida sus pies rozaban mi verga y yo cautelosamente deslizaba mi mano por su abultada concha. Nos trasladamos al hotel y pidió que le llevaran fresas con crema, las que llevaron cuando salíamos del baño. Comenzamos a acariciarnos, inicié una exploración exhausta y a profundidad de su clítoris el que ya se encontraba húmedo por la excitación, quería introducir toda mi cara en su panocha la que emanaba un rico olor a sexo. Nos dimos vuelta en la cama en un 69, yo me encontraba abajo, mientras ella acercaba la bandeja con las fresas y la crema con la que empezó a untarme en la cabeza de la verga coronándola con una fresa y empezó a engullir aquel delicioso postre de verga. Su lujuria me excitaba tanto que le introduje una fresa en su concha sacándola con mi lengua y ese sabor acido de su semen con lo azucarado de la fresa me hicieron pasar mi lengua por el ano, cuando introduje mi lengua en su rosadito culo, comenzó a darme sus jugos en una serie de espasmos que atrapaban mi lengua con sus contracciones, en ese momento mis chorros salían a torrentes, sentí como se los tragaba y saboreaba junto con la crema chantilly.



Luego adoptó una posición dejando en evidencia que quería ser penetrada por al ano, comencé una serie de masajes con mi verga, lubricándola con mi semen y comencé de forma delicada una penetración de lujuria, sentí como ella retrocedía de forma que la penetración fuese más profunda, sus suspiros se confundían con mis gemidos de placer. Rodeé su cuerpo con mis brazos de forma de acariciar su clítoris, sus suspiros se transformaron en gemidos y luego en quejidos que la transportaron al clímax. Si hay algo delicioso en el sexo es cuando una mujer tiene un orgasmo anal, ya que sus contracciones se sienten y te provocan una acabada como la que estaba experimentando, sin embargo mi placer no terminaba ahí. Sacó mi verga de su ano y comenzó a darme una mamada de perra lujuriosa, sentía el fondo de su garganta y en varias ocasiones sentí como ella experimentaba ganas de vomitar al introducírsela hasta el fondo, al poco tiempo nuevamente mis chorros de semen inundaron su boca esta vez lo regó por toda mi verga y mis huevos, para después lamerme y tragárselo.



Fue una noche inolvidable, igual que la siguiente por la mañana del viernes, nos encontrábamos en la cama tomando el almuerzo y escribiendo estas notas, las que tengo que dejar de escribir ya que Carmen y su boca lujuriosa han comenzado una mamada acompañada de un postre de tres leches.


Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
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