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Desde que mi pequeña hija Daniela comenzó su vida escolar hizo buenas amistades. Siempre ha sido muy querida por otras niñas y por sus padres con quienes mi esposa y yo hemos entablado excelentes amistades. Aquí incluso debo incluir que ha habido a una que otra madre soltera.
Desde el primer año hiso buena amistad con Paola, Wendy y Carolina, una amistad que alcanzaba lo familiar. Era y es a la fecha una fuerte hermandad entre ellas. No había convivio, celebración o fiesta en la que no fueran juntas las cuatro. A partir del tercer año comenzaron a organizar pijamadas ya sea en la casa de Wendy o la de nosotros, en las otras dos casas no lo realizaban ya que los padres de estas dos niñas trabajaban de noche y no había quien las cuidara, por lo que una pijamada era tranquilidad para los padres de ellas, ya que no habría problema de quien las cuidara.
Paola y Wendy tenían ambos padres, Carolina solo tenía mamá, ya que su mamá la había tenido de adolecente y vivía con ella en casa de sus abuelos. Al cursar el cuarto año, los padres de Paola se separaron. Las señoras junto con mi esposa también hicieron buena amistad, tanto que se reunían para organizar los cumpleaños de las niñas. Con los papas de hubo cierto recelo conmigo, ya que hubo ocasiones en las que delante de ellos sus niñas me llamaron papi y es que en segundo año cuando ya la amistad de las niñas estaba ya firme sucedió que, como Daniela, mi hija cada vez que me ve llegar se emociona y corre a encontrarme, esto fue contagiando a sus amigas y en una ocasión que llegué a casa y ahí estaban sus amigas, mi niña me ve llegar, se levanta del sillón y grita “mi papi llego, mi papi llego”, sus amigas hicieron lo mismo, gritaron y corrieron a encontrarme, mi niña llegó y se lanzó sobre mi como era costumbre, mientras las otras niñas se me abrazaban a la cintura, cosa que no sucedía con las otras niñas, no tenían esa cercanía y protección de sus papas. Esto sucedió unas dos veces antes que se repitiera en una ocasión delante de ellos y más me seguían estas niñas porque yo las consentía y mimaba, les compraba helados a la salida de la escuela o las llevaba a comer la pizza o cuando hacían sus pijamadas les cumplía sus antojos.
Aunque pese a este detalle, los padres estaban conformes con nosotros y tranquilos. Silvia, la mamá de Carolina, desde que nos conocimos mostro una actitud de mucha confianza para con mi esposa y no se diga conmigo, bastaba cualquier absurdo o estúpido chiste para agarrarme del brazo, de los hombros o incluso abrazarme, aun delante de mi esposa quien no se molestaba de la actitud de Silvia. Cuando nos encontrábamos temprano en la escuela en que iba a dejar a Daniela, apenas me veía, me abrazaba y saludaba de beso en la mejilla muy cerca de los labios, esta actitud no pasaba desapercibida para las otras mamas, unas se molestaban, otras les era indiferente y para otras, buscaban entrar en confianza conmigo e imitar a Silvia.
Silvia, una señora muy joven, la más jóvenes de las mamas, una mujercita muy bella, delgada, con caderas anchas, nalguitas redondas y paraditas que hacen buen juego con sus muslos anchos, no de grasa, si no musculosos, pechos medianos, redondos y paraditos, una cara angelical de labios gruesos, boca chica, nariz puntiaguda, ojos redondos y grandes color cafés, de cabello corto a los hombros, castaño oscuro, de estatura alta, y piel blanca. Quien la viera no creería que ya tuviera una hija, se veía tan juvenil y fresca. Gusta mucho de vestir minifaldas o minivestidos y cuando usa pantalón, son muy ajustados.
Por mi trabajo, me da facilidad para ir a dejar a mi niña al colegio, así como ir por ella y de paso llevar a sus casas a Paola, Carolina y a Wendy, después de llevarlas a comer ya sea pizza, hamburguesas o helados, según lo que me pidan. Como en cierta ocasión, era un jueves, llego a la entrada del colegio y me encuentro con Silvia, que me sorprende ya que no me había avisado que iría por Carolina, al llegar me ve y se acerca a saludarme algo efusiva, me abraza y saluda de beso en la mejilla como de costumbre.
-¡Que guapa vienes!- Le digo mientras gira frente a mi sonriendo.
-¿Te gusta? ¡Gracias!- Me contesta a la vez que me lanza un beso.
La verdad se ve bien, viste una falda blanca tipo mezclilla con flores, con una blusa azul cielo de tirantes, la cual hace resaltar bastante sus bellos pechos, con su cabello suelto y unos huaraches blancos de piel.
En eso sale primero Wendy, seguida de Paola quien viene jalando de la mano a mi Daniela y atrás corriendo Carolina.
Le grita Wendy a las demás -¡Apúrense que ya llego papi!- se me acerca y me abraza, dándome un beso en la mejilla como acostumbraba, seguida de Paola, luego mi Daniela y por ultimo Carolina. Las cuatro niñas me abrazan y dan beso, en eso se da cuenta Carolina que ahí está su mamá, la mira, le abraza y da beso…
-¿Así que ya llego tu papi?- Le dice Silvia a su hija, quien solo sonríe y tira varios besos. Ella se los corresponde y luego –Bueno, voy a tener que exigir que también me dé el gasto, ya que es tú papi- contesta ella.
Le sonrío –Bueno, entonces yo voy a exigir lo otro, que me tienes muy descuidado.- Le contesto.
-¡Cuando quieras!- Contesta Silvia siempre sonriendo ante las miradas de algunas otras mamas.
-¡Mira que te tomo la palabra!- Le contesto.
Ella solo se lleva la mano derecha a la boca y hace gesto de “sorprendida”.
-¿Qué nos vas a invitar de comer papi?- Me pregunta mi Daniela.
-Lo que ustedes gusten, nada más me dejan pasar a pagarles a las señoras y recoger las llaves.- Le contesto.
Para esto, soy el administrador de la casa de un extranjero, amigo de un directivo de donde trabajo. Rento su casa para fines de semana, ya que es grande y con alberca, todo esto con debida anticipación, ya que cuando el patrón viene, me avisa para tenerla desocupada.
-Si papi, en lo que vamos, pensamos que comemos.- Me contesta Daniela.
Le digo a Silvia que si gusta ir con nosotros, ya que su hija está incluida, porque así son los jueves. A lo que ella acepta y se va con nosotros. Ya en el carro, me pregunta Daniela si hay gente en la casa o si va ir el fin de semana, le contesto que no. Entonces me dice que ¿si no les doy permiso de meterse a la alberca y ordenar pizza para comerla ahí? Le digo que sí, que no hay problema, miro a Silvia y le pregunto si acepta. Ella acepta sin problemas. Daniela, que ya sabe el número, marca a la pizzería que es de la zona y que ya nos conocen, ordena ante la alegría de sus amigas.
Llegamos a la casa y me dirijo con las señoras, superviso la casa, todo está en orden, les pago y recojo las llaves y se van. Bajo a la alberca y las niñas, con toda la confianza que me tienen, se están despojando de sus uniformes, faldas, blusas, zapatos y calcetas y se meten a la alberca saltando de alegría, así en pantaletas y corpiños….chiquillas de nueve años, con hermosos cuerpos. Mientras Silvia se sienta en una de las sillas de campo, viendo como juguetean las niñas, como están de alegres y contentas.
No tardan en llegar las pizzas y los refrescos, por lo que ahí, en el jardín, escurriendo agua de sus bellos cuerpos comimos las niñas, Silvia y yo. Sus pantaletitas y corpiños se les pegaban perfectamente a sus cuerpos, marcando sus nalguitas, pechitos y puchitas. Wendy y Carolina traían conjuntos blancos, Paola en rosa y Daniela amarillo, a las cuatros se les marcaban sus puchitas en todo su contorno y sus nalguitas, lo cual me excito tremendamente, sentía que mi verga reventaba debajo de mi pantalón, pero más cuando gire la cara para ver a Silvia, que estaba sentada con las piernas separadas dejándome ver su parte más íntima, una prenda blanca y transparente, con una puchita limpia y sin vellos en la que marcaba la separación de sus labios intimos.
Terminamos de comer Silvia y yo, las niñas entre la alberca y la pizza ahí iban gozando. Silvia se ofreció a levantar nuestros platos, pero le dije que yo lo haría, por lo que me pregunto dónde podría lavarse las manos, le indique donde. En lo que las niñas estaban divirtiéndose, nos dirigimos a la casa, fui a tirar la basura y de ahí me fui a la cocina, ahí me encontré a Silvia quien se lavaba las manos. No me oyó entrar a la cocina, me pare recargado en la puerta, admirando su ella figura, sus piernas, sus caderas, sus nalgas, su cintura, su estrecha espalda que resalta en esa blusita azul de tirantes y que deja mucha piel a la vista.
-Te vez bastante hermosa y sensual.- Le dije, lo cual la hizo brincar del susto.
-¡Hay! ¡Me espantaste!- Me contesta, pero sonriéndome me da las gracias.
Aún seguía excitado de ver y recordar a las niñas mojadas con sus prendas íntimas en las que se les marcaba bastante sus pequeños tesoritos y ahora de ver a Silvia, quien en más de una ocasión me había coqueteado e insinuado algo más y que en ese momento estábamos solos, sin miradas indiscretas.
-¿Qué tanto me miras?- Pregunta Silvia.
Como nos llevábamos bien y hasta algo pesado, me atreví a contestarle así. -¡El hermoso culo que tienes!-
-¿Te gusta?- Me contesta con una sonrisa y parando más sus caderas mientras apoyaba las manos sobre él lavabo.
-¡Me encanta!- Le contesto, ya entrando a un terreno caliente en el que o me la cogía o de plano era muy wey y la dejaba ir, más porque ella me estaba dando entrada para ir a lo que yo deseaba, que era cogérmela y apagar la excitación que traía después de haber visto a las chiquillas bañándose en pantaletas y corpiños.
Me acerque a ella y la tome de sus caderas, repegandole el duro bulto que hacia mí verga debajo del pantalón.
-¡Hey! ¿Qué haces?- Me dice, pero…
-Ya no digas más.- Le contesto mientras comienzo a besar sus hombros, su cuello, aspiro el rico aroma de su cabello y voy subiendo las manos y levantando su falda hasta llegar a sus nalgas.
-Ven, que quiero quitarte ya esa tanga blanca que traes puesta.- Le digo mientras no dejo de besarla.
-¿Cómo sabes que es blanca?- Me contesta entre suaves gemidos.
-Te la vi en la alberca y es transparente.- Continúo.
Quiso decir más, pero no la deje, la hice girar y la bese con lujuria y pasión. Sus brazos rodearon mi cuello mientras mis manos acariciaron con fuerza sus nalgas duras y firmes.
-Pueden venir las niñas.- Me dice, pero no le contesto, la levanto de las nalgas y la sostengo firme mientras ella con sus piernas rodea mi cintura, la llevo hacia una de las dos habitaciones que da vista a la alberca y que tienen un gran balcón. Al momento de levantarla, sus labios se aferran a los míos en un profundo y apasionado beso. Abro la puerta de la habitación, cierro y la deposito sobre la orilla de la cama, nos besamos por unos instantes, me separo de ella y miro sus ojos cafés que me miran con lujuria, luego tomo su falda y se la levanto hacia la cintura, tomo su tanga blanca y se la quitó para apreciar por unos instantes su hermosa puchita. Vuelvo la mirada a sus ojos y estos están llenos de lujuria. Entonces la tomo de la mano y la levanto, tomo su blusa y se la quito de un solo golpe, trayéndome con ella su brassier y como niño hambriento comienzo a chupar sus aterciopelados pechos, succionando uno a uno, mordisqueando sus pequeños pezones mientras sus manos acarician mi cabeza y las mías sus nalgas, luego paso la derecha y comienzo a acariciar su puchita, la cual ya está húmeda y caliente.
-¡Que empapada estas Silvia y que rica se siente tu puchita!- Le digo mientras meto el dedo medio en su cuevita y que la hace gemir con fuerza.
Me separo de ella y desabrocho su falda, le bajo el cierre y se la quitó, dejándola caer al suelo. Luego, con desesperación, Silvia me despoja de la camisa, me baja el pantalón y la trusa, y salta mi erecta y dura verga, sus manos la aprisionan y comienza a masturbarme un poco torpe.
-¡Tranquila, despacio!- Le digo, luego la hago hincarse y la tomo de la cabeza para acercarla a mi verga.
-¡Chúpamela!- Le digo. La lleva a su boca y comienza a hacerlo, un poco torpe, entonces le voy diciendo como hacerlo despacio, aprendiendo rápido y haciéndome gozar demostrando que es una buena alumna. Le digo que me lama los huevos y el tronco, luego que succione la cabeza. Silvia aprende rápido y goza más.
Luego de unos momentos, la levanto y la empujo sobre la cama, le separo las piernas y me coloco entre ellas, comienzo a chuparle su empapada puchita, succionándola una, dos veces, haciéndola estallar en un orgasmo que sus labios ahogan. Sus manos me jalan hacia ella de la cabeza, está ansiosa, por lo que coloco la punta de mi verga en la entrada de su puchita y de un solo golpe se la meto, haciéndola gemir con fuerza. ¡¡Guau!! Para ya haber tenido una hija, que apretada esta. La punta de mi verga esta hasta el fondo de su matriz, donde la dejo quieta por unos instantes. Luego apoyo las rodillas sobre la cama, sus piernas bien separadas rodean mi cintura, sus brazos rodean mi cuello y mis manos las pasó por debajo de su espalda, mientras nuestros labios se unen para besarnos con desesperada lujuria. Sus gemidos se ahogan en nuestras bocas. Comienzo a embestirla despacio, poco a poco arreciando hasta que se la saco y meto con furia, metiéndosela con fuerza hasta el fondo, hasta que la punta golpea el fondo de su matriz.
Me detengo de golpe dentro de ella, luego se la saco y meto de nuevo con fuerza, vuelvo a repetirlo, haciendo pausas entre cada sacada y metida. Los labios de salvia se despagan de los míos y sus brazos se aferran a mí con fuerza, jadea con fuerza…pareciera quererse fundir conmigo, su desesperación y ansias son asombrosas. Quise levantarme y cambiar de posición, pero ella no me dejo, por lo que seguí así, bombeándola, metiéndosela y sacándosela así, en esa misma posición con fuerza, hasta que el fondo de su matriz quedara hinchada de tanto golpe. Cuando sentí deseos de venirme, arrecie más mis embestidas y de un solo golpe dentro de ella me quede quieto, me vine con furia dentro de ella con una abundante y caliente erupción de leche. Con varias explosiones dentro, se la saque y separe de ella.
-¡Ven, chúpamela!- Le dije, mientras me tumbaba sobre la cama y la jalaba del brazo, Silvia se acomodó entre mis piernas y comenzó a chupármela, tomándose todavía un poco de mi leche. Me chupo hasta donde su deliciosa boca alcanzaba, me lamio el tronco y los huevos. Ya limpia, aun siguió chupándomela.
Si hubiéramos estado solos, la hubiera cogido por su lindo culo, pero estaban las niñas y podían subir a buscarnos, por lo que nos levantamos, secamos nuestros sudorosos cuerpos y vestimos. Salimos de la habitación y bajamos a la alberca, para estar con las niñas, pero al pasar por la otra habitación, vi un poco de agua en el piso, la puerta estaba cerrada pero no con seguro, no dije nada y bajamos. Las niñas seguían jugando como si nada. Ya más tarde, pasadas las seis, les baje unas toallas, salieron de la alberca y no pude evitar volver a excitarme con sus bellos cuerpos en ropa interior, donde se marcaba perfectamente sus puchitas y pechitos.
Se secaron y se fueron a los vestidores, saliendo cada una con sus prendas escurriendo en las manos y con sus uniformes puestos. Nos fuimos, pasando a dejarlas a cada una a sus casas.
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