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Comencé a trabajar allí en septiembre del 2003. Era una empresa dedicada a la publicidad en una ciudad del norte España. Éramos más o menos unos 20 trabajadores, de todas las edades y con más mujeres que hombre.
Los primeros meses fueron normales, conociendo a la peña y esas cosas tan habituales en los nuevos trabajos. En los cafés y pausas de cigarros corrillos, grupos y tal. Nada anormal.
Un día, en la cafetera apareció una tarta de cumpleaños. "Felicidades Marta". Marta era una compañera de departamento. Una mujer de "cuarentaitantos" no especialmente bella, pero que en su conjunto se mostraba como una mujer atractiva y en algunas ocasiones muy deseable. Cuando Marta apareció se mosqueo mucho, porque según ella la molestaba enormemente tener que celebrar años. Un compañero me comentó:
"Joder, no me extraña, tiene que ser muy jodido cumplir cincuenta años". Me quedé helado. ¿Cómo podía estar así de apetecible a sus cincuenta primaveras? Lo primero que pensé fue que ojalá mi esposa tuviera esa pinta en su cincuenta cumpleaños.
A partir de ese día busqué más la compañía de Marta. Reconozco que no con el deseo explícito de follármela, pero si con una sensación morbosa de estar cerca de ella. Enseguida Marta se mostró como una persona divertida, vacilona y muy extrovertida. Rápidamente comenzamos a estrechar nuestra relación. Conversaciones sobre curro, fútbol, motos, coches, monte… Me llamó la atención como pronto comenzó a dar señales de que era muy infeliz en su matrimonio, como se arrepentía de haber sacrificado tanta cosas y el poco apego que sentía por su marido y sus tres hijos (¡¡ el mayor de mi edad ||). También me pareció muy liberal en ciertas cosas. Me comentó que en verano acudía a una playa de la zona que era nudista y que disfrutaba muchísimo.
Así iban transcurriendo los días, las semanas y los meses hasta que llego el verano del 2004. Un día de Julio me comentó que iba a la playa el día siguiente y que si me animaba. Por supuesto que me apunté. Quedamos pronto. Pensé que se iba a cortar y que me llevaría a cualquiera de las muchas playas de la zona. Pero no, me dijo que ese día me iba a enseñar su playa favorita, pues yo no la conocía para que disfrutara yo también de un paraíso como aquel al que ella acudía asiduamente. Aparco junto a la playa y comenzamos a andar. A la vez que íbamos acercándonos a unos acantilados la cantidad de ropa de a gente disminuía hasta que llegamos al final, donde todo el mundo estaba en pelotas. Pusimos las toallas. Yo me hacia un poco el remolón, dado que soy un tío tímido y nunca me había visto en una parecida. Comenzó a quitarse el vestido y me dijo:
Bueno tío, ya sabes que esta playa es nudista, pero puedes hacer lo que quieras, esta gente es muy liberal y pasa del resto. Viene aquí a lo suyo- Mientras seguía hablando, como algo que hacia todos los días se quito toda la ropa sin titubear, quedándose en cuestión de un momento en pelotas.
M quede con una cara de bobo increíble. No sabía para donde mirar ni que decir. Solo pude hacer un scanner rápido: Marta es bajita, pelo moreno y liso. Su piel muy tostada, dado que disfruta mucho del sol. Bastante delgada, aunque con las huellas de la edad. La piel acumulada en ciertas zonas, pero de un aspecto muy juvenil. Sus tetas eran perfectas. Al momento comprobé que había pasado por el quirófano. Dos melones espectaculares, más en la forma que en el tamaño, con dos pezones muy abultados de al menos dos centímetros. Que tetas, increíbles, apoteósicas. Su sexo estaba parcialmente depilado, con una mata de bello cuidado y recortado que lo hacían irresistible. Su culo era maravilloso para su edad, levantado y sin estrías.
Con este percal delante me toco actuar. Reconozco que estaba cortado, dado que por la personalidad de Marta veía esta manera de actuar como medio normal y en ningún momento podía pensar que estaba pensando en ir más allá. Me armé de valor y me desnude. Allí con el cimbrel al aire rodeado de tetas y de mi compañera me sentía muy descolocado, a la espera, como la hiena agazapada esperando a su presa. Yo soy un tío normal, alto y de peso medio (vale, lo reconozco me sobran cuatro o cinco quilos…) con una polla estándar. Soy tímido pero reconozco que las tías siempre se me han dado bien, siempre he tenido con quien echar un polvo. Pero os aseguro que nunca había vivido una situación como aquella.
El día de playa trascurrió normal. Yo miraba aquellas tetas siempre que podía aunque procuraba controlarme para no mostrarme como un hombre-poste, ya me entendéis… Cada vez que se agachaba podía ver perfectamente su culo y su sexo a pocos centímetros de mi, mi libido ya no aguantaba más , aunque me decía, tranquilo tío que no a pasar nada.
Al final del día me comento que me iba a llevar a ver el atardecer a unos acantilados. Durante el día de playa ni una insinuación, ni un comentario, ni un gesto… no me paso como habitualmente se lee en los relatos que se te tiran a la polla como el hierro al imán a las primeras de cambio (por desgracia…).
Aparco el coche (un Renault Laguna) en un lugar apartado. La verdad que la vista era cojonuda. Estaba disfrutando del paisaje, ya más relajado y casi aplastando mis ganas de marcha cuando me suelta:
Hostias tío, ¿a ti no te pone cachondo la playa?
Pues la verdad es que si, después de la playa siempre me gusta echar un polvo.
¿Ósea que cuando llegues a casa hoy tu novia va a disfrutar, ¿eh?
¡¡ Pues eso espero ¡!
En ese momento un gran silencio se instaló en el coche. Sin mediar palabra se acercó y me pegó un morreo increíble, al que por supuesto correspondí.
"¿Por qué esperar?"- me dijo.
Comenzó a tocar mi pecho y mi estomago y no tardó en posar su mano sobre mi paquete, el que se recreó sobando durante un buen rato. Ni que decir tiene que en décimas de segundo mi polla estaba como el mástil de la bandera y que luchaba por salir del bañador. Toqué sus tetas sobre su vestido de tirantes y la sensación fue maravillosa. Unas tetas duras como rocas adornadas con un pezón grande y duro me esperaban debajo de la poca tela que la cubría. Saco mi polla y comenzó a meneármela para lograr su máximo esplendor. Al poco rato comenzó a bajar su boca hacia mi polla. Creo que yo ya tocaba el séptimo cielo.
Esto es lo que os gusta a los jóvenes ¿verdad?- y comenzó a chuparme la polla de una manera lenta y pausada, pero que me hacia ver las estrellas.
Recostada sobre la palanca de cambios, con su cabeza encima de polla comencé a tocar su culo y deslizar mi mano por debajo del vestido. Toque toda la raja de su culo por encima del tanga que se había colocado después de la playa, hasta alcanzar su coño, que toque por encima de su ropa interior. Aparte con mi mano su tanga y comencé a masturbarla. Que mojada estaba, era increíble. Completamente empapada. Después de unos minutos así, se pasó a mi asiento y se subió encima de mi. Baje sus tirantes y su sujetador y sus tetas asomaron, acentuadas por la ropa que las elevaba, por encima. Eran estupendas. Lamía una y otra, las tenía en mi cara, mamaba sus pezones como si de una polla se tratase, estaban hinchados y duros. Con mis manos la estrujaba, pellizcaba sus pezones y las unía para pasar mi lengua entre las dos. No lo podía creer, una mujer de cincuenta años casada y con tres hijos me estaba follando como una adolescente. Un sueño hecho realidad.
En una de esas aparto su tanga, busco la entrada de su coño y se metió mi polla hasta que mis huevos golpearon contra su culo. Comenzó a moverse frenéticamente. La cogí de su culo y ayude sus movimientos. Mira hacia la derecha y pude ver que en el espejo retrovisor se reflejaba justo mi polla entrando en su coño. Esa imagen me puso aun más cachondo y no pude hacer más que seguir bombeando polla en ese caliente coño. En una de esas, cogio mi mano y la llevo hasta la entrada de su culo. Comencé a tocar su ano con un dedo y se lo introduje poco a poco. Con sus tetas en mi boca, mi dedo en su culo y mi polla en su coño tuvo un orgasmo maravilloso entre espasmos y gritos.
Yo ya he tenido lo mío, ahora te toca a ti. Haz lo que quieras- me dijo.
No lo dude. La coloque a cuatro patas en mi asiento y comencé a darla polla por detrás. Mis huevos chocaban con sus nalgas. La imagen de verla con su minúsculo tanga a un lado y su vestido enrollado en la cintura me puso a doscientos. Apoyó sus cabeza sobre el apoya cabezas y con su mano derecha agarró mis huevos suavemente. No tarde no quince segundos en correrme, sintiendo el mayor de los orgasmos que recuerdo.
Nos vestimos y en silencio, pusimos rumbo a casa. Me comento que necesitaba echar un polvo así, que no follaba en condiciones desde años y que si contaba algo a alguien me cortaría las pelotas.
No se ha vuelto a repetir y nuestra relación desde aquello se enfrió bastante. Una pena porque aun a día de hoy tres años después me masturbo recordando aquel polvo en una bonita tarde de verano.
Espero les haya gustado y les animo a relatar historias reales como la mía. Espero sus comentarios.
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