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Ella obedece sin rechistar, y arquea deliciosamente su espalda para ofrecerme su sexo de nuevo. Me hundo en ella, y empiezo un vaivén frenético que nos hace gritar a las dos. Nos vaciamos por completo. Tras unos segundos para reponerme, me tumbo en la cama, atrayéndola hacia mi pecho. Ella suspira satisfecha y cierra los ojos con una sonrisa. No puedo evitar que la ternura se apodere de mi mente, y la beso en la frente con cuidado.
-Bienvenida a mi mundo de placer -susurro, pero ella ya se ha quedado dormida.
Me despierto completamente sola en mi enorme cama. ¿Dónde demonios se ha metido Elsa? Me pongo de pie de un salto y salgo a buscarla por toda la casa, sin éxito. La llamo sin conseguir respuesta, termino desnuda, y completamente frustrada en mitad del salón.
-¡Maldita mujer! No tengo medios para contactar con ella, pues hasta mañana en el trabajo.
Y la solución no la encuentro, no asiste a la reunión diaria e indago con cierta cautela, solo saben decirme que ha pedido días de vacaciones, y como no voy a encontrar la solución dejo de preocuparme, incluso de averiguar su número de teléfono. Hasta que llega su llamada.
-Sí tú quieres, cariño, por supuesto.
-Quiero -insisto.
-¿Qué te parece el sábado por la tarde?
-Estupendo -ella pone la hora y el lugar
Me encamino hacia el café, donde se encuentra Elsa. Al fondo sentada en un sofá, con la cabeza apoyada en el respaldo y los ojos cerrados. La observo y al tenerla ante mí hace que mi cuerpo se relaje. Sin hacer ruido, camino hacia ella. Dicen que cuando alguien te observa detenidamente, su cuerpo se alerta y lo percibe. Quiero ver si es cierto. Pero mi impaciencia me puede y, acercándome a ella, poso los labios sobre los suyos y la beso. Se sobresalta, abre los ojos y murmura confusa:
-Perdóname, por favor, me he quedado traspuesta.
-No, perdóname tú a mí. ¡Por favor! -Mientras tomo asiento a su lado.- El otro día todo se me fue de las manos.
-Caprichosa…
Seguramente tienes razón. Soy caprichosa. Pero caprichosa de tí. De nuestra sexualidad loca y salvaje.
-¿Estás segura?
Asiento y musito: -El placer no ocupa lugar.
-Dirás el saber… -puntualiza divertida.
Estoy encantada de estar a su lado. Mientras me comenta la huida a casa de sus padres para tomar decisiones y, no solo fueron mis palabras las que le decidieron poner fin con el absurdo de su relación.
-¿Por qué he sido tan tonta?
Dispuesta a disfrutar de ella, me aprieto contra su cuerpo y la beso. Así estamos unos segundos, hasta que Elsa se separa, me mira y murmura:
-Lo siento, cariño. Lo siento. Te prometo que nunca más volverá a pasar.
Deseosa de notar sus labios y sus caricias, digo mientras la beso:
-Lo sé, pero tenemos que hablar.
-Sí.
-Ahora -insisto.
-Tienes razón, debemos hablar.
-Luego -digo ahora yo, excitada.
Ella sonríe y, apretándose contra mí, comenta:
-Debería asearme. Creo que…
-Espera un poco… -se lo repito.
Sin apartar los ojos de ella, por debajo la mesa paso la mano por debajo de su falda y le acaricio el muslo.
-Quítate las bragas o te las arrancaré yo.
-Dios, cariño… Te deseo, pero temo que eres demasiada...
-Tienes dos segundos. Ya sabes que no me gusta repetir las cosas.
Asiente con la cabeza y, tras unos tensos segundos, contesta:
-De acuerdo, caprichosa. Te he entendido. Sonríe y finalmente accede.
Se encoge y se apoya contra el sofá, para asegurarse de que nadie podrá verla. Sus manos se meten bajo la falda, la cosa es rápida y me las echa a un lado y, mientras me mira, susurra:
-Anda, vámonos de aquí antes de que nos echen.
-Mmmm… No te imaginas lo que se me ocurre que podríamos hacer tú y yo ahora mismo.
-Vamos, provocadora, ¡salgamos de aquí!
-Dios, cariño… Te deseo tanto que temo ser demasiado bruta.
-Te quiero, fuerte y exigente. Te lo exijo, mi amor… Estoy caliente, receptiva. Te necesito y quiero ver y saber cuánto me necesitas tú. Quiero continuar...
Ya en la calle y, tras darle un azote en el trasero, contesto: -¿Estás dispuesta?
Sonríe divertida: -Te lo exijo... es lo que necesito.
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