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Trascurrió más de una semana desde la “propuesta” que me hizo mi compañera Alejandra. Y aunque nos veíamos todos los días, actuaba como si no me hubiera dicho nada, no es que actuara de forma distinta, ella actuaba de la misma forma que siempre. Me mantuve al margen, porque entendía que podía haberse arrepentido, que su marido se lo hubiera pensado mejor, etc. así que mejor estar callado y no decir nada ni tampoco insinuar ni preguntar. Unos días después estando trabajando la vi que aparecía por mi sección, venia directa hacia mí con unas carpetas en la mano.
Golpeo con sus dedos en la puerta y me pregunto si me pillaba mal, como no, le dije que adelante, no hizo ni amago de cerrar la puerta. Fue directa, “Ya lo hable con Rafel y no ha dicho que no, pero tampoco está muy conforme, por eso de ser compañeros. Pero como le he dicho que es lo que hay, me ha dicho que primero quiere tener un primer contacto contigo. Ver si le caes bien, explicarte como seria, etc. ¿Qué te parece?” iba a contestar algo fuerte pero quise ser delicado en mi contestación, “Alejandra, me caes muy bien, estas muy buena. Pero no estoy dispuesto a hacer un examen” ella se quedó cortada y solo me dijo, “Bueno, hazme ese favor y si se pasa ya le corto yo, de verdad”, “No si eso me da igual, que ya le contesto yo” le dije, al final quedamos en tomar una copa al día siguiente por la tarde.
Estábamos los tres tomando la copa, la presentación, aunque nos conocíamos de vista, fue un tanto fría. Estábamos en el interior de una cafetería y nos salimos a la terraza porque el fumaba. Lo hacía compulsivamente y aunque lo disimulaba se le notaba nervioso, igual que a Alejandra. Me sentía analizado por él, en un principio hablábamos de todo un poco, sin centrarnos en nada en concreto. Se que esperaba que yo iniciara la conversación de porque estábamos todos allí, pero él era el que había querido tener esa reunión, así que tendría que tomar el la iniciativa. No sé porque no se decidía, pero enseguida lo entendí, cuando le dijo a su mujer, “Alejandra, ¿Te importa ir a comprarme tabaco?”, Alejandra se tensó y con cierta preocupación le dijo, “El estanco está lejos. Si eso luego pasamos, aquí tienen máquina de todas maneras, porque compres un paquete aquí no pasa nada”, el marido insistió y entonces intervine yo, “Personarme los dos por meterme en vuestro temas. Alejandra está claro que tu marido quiere hablar conmigo a solas. Por mí no hay ninguna pega, le entiendo. Si a ti te da igual y tienes algo que hacer, pues por mi puedes hacerlo”
Los dos se quedaron callados, no sé porque esperaban que el otro dijera algo. Al final quien hablo fue Alejandra, “Está bien, voy a aprovechar para ir a hacer un par de cosas, pero yaos aviso, ni discusiones y os esperáis a que yo vuelva, aunque no os habléis”, los dos estuvimos de acuerdo y los dos coincidimos al decir a la vez, que no nos íbamos a pelear. Alejandra se levantó y se marchaba, los dos nos la quedamos mirando. Se alejo no llegaba a 100 metros, cuando se dio la vuelta y regreso a la mesa. Se sentó nos miró seria y nos dijo, “Me lo he pensado mejor. No tengo porque irme, que esto me concierne a mí también. Hablar lo que tengáis que hablar y me comprometo a no intervenir en nada. Aunque me reservo a dar mi opinión al final, salvo que algo me haga hervir la sangre”, yo le dije que me parecía bien y su marido se quedó pensativo. Al final accedió, entre otras cosas porque no le quedaba más remedio.
– Esto es muy sencillo, tú has querido que nos viéramos. Pues para empezar dime para qué. Así podemos avanzar en algo.
– Tienes razón. Te quiero dejar claro que el estar aquí, no quiere decir que sea que sí. Solamente es un primer contacto.
– Lo he entendido así antes de venir y lo sigo entendiendo así. Pero vayamos al grano.
– Te voy a exponer mis preocupaciones. Mi primera preocupación y la única, es mi mujer. Yo la amo más que a mi vida. Solo quiero que disfrute de otro hombre, porque solo ha estado plenamente conmigo. He contactado por las redes con otros hombres. Ninguno nos ha dado la confianza necesaria y a Alejandra no le gusto ninguno, a todos les encontró alguna pega. Esto quiero que lo entendamos como una diversión totalmente privada. ¿Lo vas entendiendo hasta aquí?
– Si claro. Tu sigue si en algún momento hay algo que no entienda te interrumpiré.
– Si se diera el caso de que intimáramos, hay una serie de condiciones, que tenemos muy claras mi mujer y yo. Te las diré para que lo tengas tan claro como nosotros.
– Dímelas, pero si adornar, esta, esta, esta y esta otra. Sin necesidad de darme los motivos.
– Vale, así lo hare. Pues,
Siempre con preservativo.
Siempre estando yo presente, si por algo tuviera que dejar el sitio donde estuviéramos, se para todo.
Nada de hablar en privado y sin que yo me entere y lo mismo que lo anterior, siempre estando yo.
Yo soy el que más o menos dirijo como se hacen las cosas.
Nada de eyacular en su boca. Nada de sexo anal. Son cosas reservadas solo para mí.
En todo momento mucha educación y respeto.
Nada de pasarse con el lenguaje.
Siempre recordando que tú no eres nada nuestro, salvo que eres un accesorio encargado de nuestro entretenimiento.
Estas son las condiciones básicas. ¿Qué te parecen?
– Pues me parece perfecto. Es bueno que lo tengáis tan claro.
– Que peso me quitas de encima. Porque creía que pondrías algunas pegas. No sabes cómo me alegra que te parezcan bien nuestras condiciones, porque eso abre mucho el camino.
– Espera Rafel, que creo que no me has entendido. Te he dicho que me parece muy bien que lo tengáis tan claro, pero eso no quiere decir que esté de acuerdo. Porque de todo solo estoy de acuerdo en una cosa, de momento. Exactamente lo de usar siempre preservativo. En el resto no estamos de acuerdo y por eso creo que no vamos a llegar a entendernos.
Se quedó callado, no se creía lo que le había dicho. Estaba asimilándolo. Alejandra que hasta ahora había estado como espectadora, tampoco decía nada. Solo se tocaba su melena pelirroja y se le veían los ojos azules con más intensidad. No sé a quién quería “pegar” si a su marido, a mi o a los dos. Era pérdida de tiempo seguir tomando nada, el o ellos no se bajarían del burro y yo tampoco aceptaría esas condiciones. Nos despedimos y nos marchamos.
Varios días después, Rafel me llamo al móvil. “Disculpa que te llame, no le digas nada a Alejandra, que le he cogido tu número para llamarte. ¿Podríamos hablarnos por el whatsapp para ver si encontramos un punto de acuerdo?” le conteste que aceptaba pero que si no contestaba rápido era porque estaba en otras cosas y así quedamos. Le había dicho que si por compromiso, no porque pensara que íbamos a llegar a entendernos, que eso era casi imposible. Aunque se le veía un hombre agradable y bastante simpático. Estuvimos con el whatsapp casi un mes, falto muy poco para cumplir el mes. Estuvimos con tiras y aflojas, pero no llegamos al entendimiento. El ultimo whatsapp que me puso decía, “Le he enseñado a Alejandra nuestras conversaciones y le he dicho que podíamos tomar una copa en el mismo sitio de la otra vez, ¿Qué te parece?”, mi contestación fue “No creo que valga para nada, pero si queréis que tomemos una copa, pues tomémosla”
Es que le conteste eso, porque es la verdad, su posicionamiento del mío distaba mucho. Había un abismo. Ese día me había llevado el coche y me toco estar un rato dando vueltas para encontrar donde aparcar. Lo que me vino bien para pensar cómo encarar esa “reunión”, a Rafel se le veían ganas, pero no quería quedar a ojos de su mujer como un “flojo”, a ella era más difícil saber lo que quería, porque hasta ese momento no había expresado lo que ella quería. Cuando estábamos ya los tres juntos. El que inicio la conversación fui yo, no quería perder el tiempo.
YO.- No es necesario andarnos por las ramas. Por mucho que le demos vueltas no vamos a llegar a un entendimiento, no sería la primera vez y tampoco se acaba el mundo por ello.
RAFEL.- No me lo puedo creer. Si te ha sucedido alguna vez mas, seguro que era porque no te encontraste a una mujer tan buena como Alejandra.
Y.- En eso es en lo que si estamos de acuerdo, en que tu mujer está muy buena. Pero si no llegamos a entendernos, entre otras cosas es porque no me considero ni soy un “accesorio” ni tuyo ni de nadie.
ALEJANDRA.- Déjame a mi Rafel. Tienes todo la razón y ya le dije a Rafel que se había equivocado mucho tratándote de simple accesorio. Estuvo muy desafortunado. Y ahora cuales son las otras cosas por la que no podamos entendernos.
Y.- Por ejemplo en lo de como hablar follando. En estar pensando no meter la pata, etc., así no se está a lo que se está. Además yo soy bastante dominante en esos momentos. No es que lleve un guion, porque mi único guion es como vaya transcurriendo la situación, el morbo, el calentamiento. Me fijo más en la mujer que en el hombre.
R.- Pero ponme un ejemplo en tu forma de actuar, en eso de dominante y en eso de que te fijas más en la mujer que en el hombre.
Y.- Me gusta rebuscar dentro de la mujer la calentura que nunca ha salido y exponerla. Si para eso la tengo que dar un par de azotes pues se los doy, si tengo que llamarle zorra, pues se lo llamo y si me esta mamado el rabo, estoy a punto de correrme y ella no dice nada, pues me corro en su boca. Y en lo que me fijo más en la mujer, pues claro. Tu Rafel eres un cornudo aunque no lo quieras reconocer y busques las disculpas que busques, lo que quieres ver es eso, a tu mujer follada por otro y sacándole lo que tú no has sabido sacarle y que sabes que tiene dentro.
A.- Rafel y yo lo tenemos muy hablado y yo no lo considero ningún cornudo.
R.- Yo no me considero un cornudo.
Y.- Alejandra seguro que tú, cuando tu marido empezó a meter en tu cabeza estas ideas, aparte de no entenderlo y no encontrar una respuesta a ello te hacías una pregunta, ¿Por qué quiere que le sea infiel, que le ponga los cuernos? ¿Cuántas veces te lo preguntaste? No hace falta que me contestes, si te preguntabas eso, que seguro que lo haces es porque lo veías como un cornudo. (Ella se quedó muda)
R.- Pues vas a tener razón, no estamos para entendernos.
Y.- Ya te lo había dicho.
R.- Lo que espero es que no afecte esto en vuestro trabajo.
Y.- Por eso no te preocupes, que no pasaría nada en ninguna circunstancia, pero es que además lo único que tenemos en común es que trabajamos en el mismo edificio pero no nos vemos. Porque estamos en distintos lugares. (Alejandra se fue al aseo)
R.- ¿De verdad no estás dispuesto a ceder? O es que esperas que nos rindamos a tus encantos.
Y.- Esto último me ha sonado a cachondeito. No espero que nadie se rinda a los encantos de nadie y cuando estoy en una situación similar, siempre digo lo mismo. Seguro que encontráis a más de uno dispuesto.
R.- Pues tú te lo pierdes.
Y.- O tu. Nunca lo sabremos.
Como regreso Alejandra ya no seguimos con la conversación. Pero no fue como la otra vez, esta vez nos quedamos hablando de otras cosas, como si nada hubiera pasado y sigo diciendo que Rafel era un tío simpático y amable. Me sabia mal que no hubiéramos congeniado en lo otro, porque nos hubiéramos llevado muy bien en esa faceta. Descubrimos que teníamos muchas cosas en común en la vida cotidiana.
Con posterioridad a ese día, a Alejandra la vi una sola vez y ya había pasado más de un mes. Con Rafel había tenido algo más de contacto por el whatsapp, para cosas muy concretas y en ninguna ocasión volvimos a tocar el tema dichoso, aunque sabía que estaba latente por ambas partes. Tan latente que un día tuvo unos comentarios tal vez “hirientes” tratando de provocar en mí una reacción que no iba a lograr. Otro día veía que empezaba más o menos de la misma manera y le escribí, “Rafel, no vayas por ahí. Que no te estoy echando un pulso ni quiero que tú me lo eches a mí. Decidimos lo que decidimos y nos llevábamos bien, ¿Por qué estropearlo?” y su contestación me dejo seco, “Tienes toda la razón, perdona. ¿Te puedo llamar? Siempre que no estés ocupado.” Al decirle que si no tardo nada.
– Que esto quede entre tú y yo, Alejandra no debe de enterarse.
– La cantidad de veces que me han dicho cosas similares. Adelante, entre tú y yo.
– Tenias razón. Lo hemos intentado y cada vez ha sido peor. Al final hemos acabado cabreados.
– Pues me sabe mal. Seguro que al final lo conseguís.
– Alejandra está prácticamente cerrada a todo. Dice que es una locura y una equivocación.
– Pero que pasa, ¿Le duraron poco o no obedecieron?
– No llego prácticamente a nada, no le agradaron. Si yo cediera un poco, estarías dispuesto a intentarlo.
– Rafel, no creo que salga bien y sinceramente no por tu mujer ni por mí, seria por ti.
– Joder, te digo que estoy dispuesto a ceder en algo. Cede tú también.
– Te hago una contrapropuesta y que tiene que aceptar tu mujer también, no la podemos ignorar. Lo intentamos de la siguiente manera. Lo hacemos sin tu decir nada, sin tratar de dirigir. Y dejas que acabemos. Si no te ha gustado, no se vuelve a repetir y si te gusta, pues perfecto. Pero te dejo un comodín, si en un momento dado dices que paremos, paramos y se acabó. Pero se acabó nada de decir luego seguimos.
– Pero por lo menos con preservativo y nada de anal ni de correrse en su boca.
– Solo te acepto lo del preservativo, lo demás según vayan ocurriendo las cosas. No es necesario que me contestes ahora, lo piensas lo hablas con Alejandra y ya me dices, aunque si quieres tampoco es necesario ni que me contestes.
– Hombre contestar si te contestare, solo déjame pensarlo.
– Tienes todo el tiempo que quieras. Y si aceptas, te mandare que hagas una cosa para ese día.
Pasaron bastantes días. Una de dos o no se lo había contado a Alejandra, algo que era muy posible, porque me encontré alguna vez con ella y estaba como siempre o había decidido no contárselo porque él había decidido que no. Cualquier cosa me parecía bien. Hasta que pasaron unos días más y em llego un whatsapp que decía, “Alejandra está dispuesta a intentarlo, solo hay un problema. Ella no quiere ir a un hotel ni nada similar y tampoco quiere en nuestra casa por miedo a que los vecinos se enterasen”, me dio una gran alegría y le conteste, “Si no hay ningún problema, podemos en mi casa. Pregúntaselo a ella y solo tenéis que decirme que día” y su respuesta fue inmediata, “Ya lo hemos hablado y si era en tu casa a ella le parecía bien. El día, si te viene bien este viernes o sábado noche” mi respuesta fue que el día que quisieran, a mí me venía bien. Quedo en decirme el día.
Esta conversación por whatsapp la estaba teniendo en mi desayuno y veía en otro lado de la cafetería a Alejandra. Que en ese momento leía algo en su móvil, me miro un poco, contuvo una sonrisa y al rato Rafel me escribía “Ya he hablado con Alejandra, que si te viene bien el viernes, pues el viernes” le conteste que perfecto. Seguí desayunando y al rato me llego otro whatsapp de Rafel. “¿Qué es lo que tendría que hacer?” le respondí, “Primero tengo que saber y vamos a cenar y tomar una copa o venís directos a mi casa” Rafel rápido me dijo, “Alejandra prefiere vernos en tu casa, porque dice que estará muy nerviosa” tarde un poco en contestarle, no para dar intriga, sino porque apareció un plasta y tuve que despacharlo. Le respondí, “Quiero y es innegociable que tu elijas toda la ropa que se pondrá la putita de tu mujer. Quiero que sea la que tú te digas, menuda pinta de zorra tiene con esta ropa. Pues esa y la ropa interior igual. Quiero que cuando lo hagas te digas, la estoy preparando para que se la follen y ver cómo me hace cornudo la muy zorra”
Vi el doble check azul. Lo había leído y tardo casi una hora en decirme, “Juegas fuerte, pero acepto. No sé cómo hacerlo sin que se dé cuenta ella, pero lo hare” y le respondí, “Si has aceptado, seguro que te has puesto cachondo, no hace falta que me lo digas. Pero no seas tonto y que ella se dé cuenta, es más, le puedes decir que yo te lo he dicho, lo mismo descubres algo en ella”, no me llego ningún comentario por parte de Rafel. Pero al día siguiente si me llegaron los “comentarios” me llegaron por Alejandra, que apareció con varias carpetas y se sentó frente a mí. Ni buenos días, ni nada.
– ¿Cómo le has dicho eso a Rafel? Lo he leído todo que no nos tenemos secretos. No soy una “pilingui” mi marido no es ningún cornudo, simplemente quiere experimentar, llevamos mucho juntos y quiere revitalizar la pareja. Además que no se te olvide que estoy casada, soy madre. No sé qué te has pensado.
– Le he dicho a Rafel algo, para ponerle en bandeja el que se pueda echar atrás si tiene alguna duda. Ha sido eso, porque es el único que tiene dudas.
– No sabía que habías echo eso. Me acabo de quedar cortada.
– Pues sí, porque si sigue adelante, te guste o no, es porque quiere ser un cornudo y si lo quiere, seguro que ya ha pensado en como debes ir vestida. A ti te habrá extrañado pero habréis echado un polvo fabuloso. ¿Ha sido así? O ¿Ha dicho que se anula lo del viernes?
– Lo del viernes no se ha anulado, si es lo que quieres oír. Pero me das miedo, o me da miedo todo esto. ¿Qué va a pasar?
– Que te voy a follar delante de tu marido, que te hare mi puta durante esa noche, que harás cosas que no has pensado, que me pedirás cosas que desees. Que tu marido se pondrá cachondo como un mulo. No te pongas colorada, tengo ganas de ver esos ojazos azules clavados en mi mientras me montas y que tu marido los vea clavados en él, la primera vez que mi rabo entre en el coño que solo ha disfrutado tu marido.
Ni se despidió, se levantó y se fue, pero no se iba enfadada se iba cachonda, eso seguro, pero antes de irse me dijo, “Pues olvídate de que vaya vestida como tú quieres”, me gustaba como se puso. Y la semana llego a su término el viernes, casualidades que al salir nos cruzamos con más gente Alejandra y yo y como con el resto nos deseamos todos un buen fin de semana. Yo ya tenía todo preparado en mi casa, la bebida fría, hielo preparado, no había dejado nada por hacer. Hice una comida bastante completa y luego vino una buena siesta. A las 19,00 h. me sonó la alarma me desperté y me di una ducha. Estuve viendo que ponerme y decidí que fuera algo muy normal, total no íbamos a salir de casa. Me puse un pantalón chino azul y una camisa de manga larga sin metérmela por el pantalón. Las mangas sin remangar pero sin abotonar, recogidos los puños. La cena fue mucho más suave y me prepare una copa, mientras prepare hasta la música que pondría como ambiente. Ellos vendrían a las 23,00 h. así habíamos quedado.
Pero a las 22,40 h. sonó el portero automático y cuando pregunte quien era, la voz de Rafel me decía un “Nosotros”, había imaginado como vendría ella de explosiva y ahora estaba deseando verla. Abrir la puerta, el venia normal, como yo y ella con un chaquetón y como siempre pantalones. Que rabia que me dio. Pantalón de tela color blanco. Estuve a punto de hacerme el duro mandarles a la mierda y se acabó, pero no podía olvidar que era una compañera de trabajo, si no, si lo hubiera hecho. Al entrar y sacarse el chaquetón, ya me gusto más la cosa. Llevaba un top de color verde liso, con unos tirantes que parecían dos hilos un buen escote en pico y con un encaje. Se notaba perfectamente que no llevaba sujetador. Mi rabo empezó a dar los primeros síntomas de excitación.
Me saltare unos pasos hasta que llegamos a sentarnos, ella y su marido se sentaron juntos, algo que subsane rápidamente diciéndole a Rafel que estaría mejor en el otro sillón. Estaba claro de que estaban muy “verdes” en esas lides, pero eso lo hacía más morboso, más excitante y la sensación de que podía prometer mucho la noche. Alejandra estaba nerviosa y Rafel expectante, como si fuera un guardaespaldas. Los que más hablaban eran ellos y se entremezclaban los temas de conversación, algo normal. Me puse de lado con una pierna sobre el sillón, para ver a Alejandra de perfil. Eso la puso un poco más nerviosa, si creía que era porque iba a “atacar” ya se equivocó, lo digo porque al rato se relajó un poco más, no mucho. Empecé a acariciar su pierna, en concreto su muslo. Vi cómo empezó a ponerse colorada y dejo de hablar. Rafel haciendo un esfuerzo y viendo que había empezado, trataba de mantener la compostura y como si eso no estuviera pasando. Después de bastantes minutos, mi mano ya campaba a sus anchas por sus muslos y por la marca que hacia su coño en el pantalón. Alejandra estaba resoplando muy discretamente y no me miro en ningún momento.
Había todo tipo de tensiones. Rafel quería evitarlo pero su ojos iban a la cara de su mujer y a mi mano. Baje el cordel que tenia de tirante y empecé a besar su hombro y luego fui a su cuello. Ahí se produjo el silencio. Solo se notaba la respiración de Alejandra. Quite mi mano y la fui subiendo hacia arriba, hasta que llegue a sus tetas. Sus pezones estaban ya duros. Le cogí una mano y la lleve hacia mi muslo, para que ella siguiera sola, pero lo que hizo fue quitarla. Ahora me gire un poco y le di un beso en la boca, tardo un poco en reaccionar, pero al final nos dimos un beso tremendo, donde note que se relajaba. Cuando paramos de besarnos, bale el otro tirante y baje el top, quedando sus dos tetas al aire. Los pezones eran grandes, pero muy blanquitos.
Alejandra cuando iba a comerme sus tetas, puso una mano en mi frente parándome y le pregunto a su marido, “Rafel, ¿Quieres que sigamos? ¿Estás seguro?” yo no podía ver a Rafel, porque en la posición que estaba solo veía las tetas de Alejandra. Pero debió de decir que si de alguna manera no hablada, porque Alejandra, quito la mano y me empecé a Omer las tetas, en ese momento se le escapo un buen gemido y le dijo a su marido con voz excitada, “No te entiendo, no sé cómo dejas que otro hombre me esté haciendo esto, pero si tú quieres vas a llevar unos cuernos muy bonitos” y ahora si llevo su mano hacia mi rabo, fue un momento especial para ella, indecisa pero con ganas, aunque seguía pendiente de su marido. Me tocaba solo por arriba del pantalón y era evidente mi bulto. Desabroche su pantalón y la tensión creció, metí mi mano por dentro de sus bragas y cuando mis dedos llegaron a su clítoris, se agito fuertemente, dijo algo así como un “AAUUGGGG” y apretó su palma de la mano sobre mi rabo, sin agarrármelo.
Para saber en el momento que estábamos después de tocar su coño mojado, pare el movimiento y ella me apretó fuerte el rabo y como seguí igual, con su mano libre apretó por encima de su pantalón mi mano contra su coño y mirando con cara de zorra a su marido. La cara de su marido era igual que la de ella de cachondo a tope. Alejandra estaba tan nerviosa que no atinaba a desabrocharme los pantalones. Una vez que lo consiguió metió su mano y me agarro el rabo, lo toqueteo por todos los lados y después miro a su marido, poniendo una cara de puta inaguantable. Pero me tuve que quitar, porque necesitaba quitarle sus pantalones y no puso ninguna pega, se quedó con unas mini bragas. Y también le quite el top, estaba rebuena. Su coño parecía un rio llegando a una catarata. Se fue espabilando y era ella la que me quitaba los pantalones, me gustaba ver como lo hacía, era muy decidida. Levante un poco mi culo y Alejandra tiro de mis pantalones y mis calzoncillos a la vez, quedándome sin nada.
Nos volvimos a besar y después de estar haciéndolo un buen rato, sin dejar de meternos mano. Me agache, me metí entre sus piernas, quiete las bragas y me puse a comerle el coño. Mientras se lo comía la miraba y ella estaba con los ojos cerrados. Como también le metía varios dedos en el coño, ella estaba muy excitada. Hasta que le metí un par de dedos en el culo. Ahí abrió los ojos y miraba a su marido, tenía su vista clavada en él y de pronto se puso a correrse, gritando y gimiendo a todo volumen. Me iba a quitar para que ella me comiera el rabo ahora, pero me di cuenta de que se volvía a correr y no la deje a medias. Se corrió por segunda vez y se quedó muy relajada. Me senté de nuevo y me fije en Rafel, que tenía su rabo en la mano, tenía un rabo más largo que el mío, pero muchísimo más delgado que el mío, me llamo la atención.
Alejandra no se “durmió” empezó a besarme por mi hombro luego por mi pecho y al final se acercó a mi rabo. Empezó a comerlo con timidez y una vez que cogió confianza, menuda mamada me empezó a hacer. Vi que Rafel estaba como inquieto, me ponía nervioso, por si cortaba ese momento tan rico. Hasta que me di cuenta que lo que le pasaba es que por culpa de la melena de su mujer, no podía ver lo que hacía su mujer, por eso con una de mis manos, recogí la melena de ella y así él podría ver como la zorra de su mujer me come el rabo. No me equivoque, se quedó ya quieto y vi cómo se hacia una buena paja.
Mire a Rafel, le hice gesto de la buena mamada que me hacia su mujer y aparte de eso se lo quise hacer saber, para así tantear también como estaba él. “Rafel tu mujer la mama de película. No hay nada que me guste más, que una buena puta casada comiendo el rabo así, viendo como disfruta haciéndolo y como me hace disfrutar a mí, que zorrona que tienes, macho”, el resultado fue que mientras lo decía Alejandra me comía el rabo mas brutalmente y que su marido casi se corre de oírme. Me tenía tan salido con esa lengua que esta vez dije, “Con lo recatada que se la ve en el trabajo y menuda zorra comiendo rabos, me mata de gusto. Zorra metete el rabo hasta la garganta, vamos, que lo vea el cornudo de tu marido” Rafel se quedó mirando y ella se metió el rabo varias veces hasta el fondo, dejando escapar alguna nausea. Pero no me quería correr tan pronto, la quite, sin decir nada, cogí un condón que tenía ya preparado y me lo puse. Alejandra no espero que le dijera nada, se puso de pie, se acercó y se fue a sentar sobre mi rabo, mirándome con vicio. Pero no la deje, hice que se diera la vuelta y una vez que estuvo así, dije, “Mejor empieza así, para que tu marido cornudo vea cómo te entra mi rabo y sobre todo para que vea tu cara de puta” no hicieron ningún comentario. Alejandra se echó para atrás, se colocó, agarro mi rabo y lo puso en la entrada de su coño. Rafel no perdía vista a ese momento, ella se fue metiendo a su ritmo el rabo y guando soltó un tremendo “AAAHHHHH” que fue cuando lo tuvo todo dentro, vimos como Rafel, estiraba sus piernas y se corría de forma abundante.
Se le bajo el rabo. Como había que seguir animándole de alguna manera, después de estar Alejandra follándome, le hice levantarse para que se diera la vuelta y tenerla de cara. Ella así lo hizo pero no la deje que se metiera mi rabo de nuevo, la hice quedar de pie y mirándola a los ojos le dije, “Quiero que te toques para mí, así de pie y mirándome. Que tu marido vea lo zorra que eres”. Los ojos de Rafel eran de no creérselo pero cachondo al máximo, ella muy cortada me dijo, “Eso no, me da corte, pídeme otra cosa”, no dije nada, la hice una seña para que se acercara y cuando estuvo cerca de mí, la gire un poco, para que mirara a su marido y azote su culo. Para los dos fue una sorpresa y después de darle unos buenos azotes, se giró de nuevo hacia mí y le dije, “Empieza ya y no digas nada”
Alejandra aunque estaba cortada empezó a acariciarse. Yo creo que lo que le daba corte no era el hacerlo en sí, era no saber cómo hacerlo. Pero una vez que empezó, se fue desenvolviendo muy bien y si no que se lo pregunten a su marido que fue verla desde atrás como lo hacía y empalmarse de nuevo de golpe. Hasta que la cara de Alejandra era de estar cerca del orgasmo y la hice que se acercara, se volvió a meter mi rabo y esta vez su marido podía verla desde atrás como se movía. Nos empezamos a morrear ella y yo, su forma de besar lo decía todo, nos besábamos más que con pasión, con mucho vicio. Le pregunte al oído muy bajo, “Te pone cachonda, saber que tu marido está ahí viéndote, ¿Verdad?” y ella con la voz entrecortada me respondió, “Bufff, mucho más que cachonda” y Rafel se descomponía al no saber lo que decíamos.
“Rafel, porque no vienes y le hacemos el primer bocadillo a esta zorra” le dije y vino lanzado. Paramos de follar, pero sin sacar mi rabo. Rafel se colocó detrás de su mujer que me miraba con cierta “emoción” iba a ser su primera vez. Rafel estuvo un poco torpe, algo normal en su primera vez. Pero al final logro empezar a follar el culo de su mujer. Ella nada mas notar el rabo de su marido en su culo, me miro muy viciosa y me morreo “cerdamente” un placer en ese tipo de besos. Yo apenas me movía, para que le fuera más fácil y coger el ritmo. Era complicado porque él estaba como un animal, la follaba salvajemente y lo que parecía increíble se produjo, quedando yo como mero espectador. El marido le daba buenas embestidas, lentas pero profundas y le decía, “Que puta que eres, estabas loca por follarte a tu compañero. No digas que no que ya he visto lo ¡PUTÓN! Que eres SO ZORRA” me sorprendió en parte, pero más me sorprendió su mujer que le replico, “Ya he visto yo lo que te gusta ser un buen cornudo ¡CABRONAZO!” y fue un aceleramiento a continuación, que se corrieron los dos como si se acabara el mundo.
Ella cayo hacia atrás en brazos de su marido. Tenía una sudada espectacular. Se quito de encima y me quite el condón. Rafel se quedó sentado junto a mí y ella se puso de rodilla entre mis piernas para comerme el rabo. Sabía que no duraría mucho porque la mamaba muy bien y porque me había quedado dos veces a punto de correrme. Lo que pasa que Alejandra no estaba dispuesta a dejarme correr cunado yo quisiera. Como ya he dicho la mamaba de película. Como su marido estaba sentado junto a mí, una vez miraba a uno y luego al otro. Mamaba, paraba, pasaba la lengua y si le daba la impresión de que me podía correr, paraba y me apretaba el rabo. Me estaba produciendo una dulce tortura.
Una de esas veces mientras apretaba le dijo a su marido, “Ves como no me equivoque al elegirlo. Joven, fuerte, buena polla y con aguante” se volvió a meter el rabo y ya me tenía desesperado. Le dije que estaba a punto de correrme, que tuviera cuidado. Ella con cara de provocación, paro de mamar nos miró a los dos y nos dijo, “Mira y alucina Rafel y tu relájate y disfruta”, se metió el rabo dentro de su boca y fue apoteósico, no aguante a ese sunami que tenía por boca. Me corrí dentro de su boca y no se quitó, cuando me des tensione, saco su lengua con parte de la corrida y se la enseño a su marido, que estaba haciéndose una paja sin parar. Me quede mas que relajado. Ella se fue para su marido, le quito su mano y fue ella la que continuo haciéndole la paja, cuando él estaba a punto, porque además de notársele mucho lo anunciaba, ella le metió un morreo con la boca con la corrida reciente y el que se resistió, la final claudico y vi cómo se morreaban mientras él se corría sobre su propia tripa.
Nos quedamos todos bastante relajados. Alejandra le dijo a su marido que se fuera a limpiar que estaba pringoso. Se quedo mirándome y le dije dónde estaba el aseo y le dije también que había dos toallas preparadas, que cogiera la que quisiera. Rafel se levantó, cogió toda su ropa y se fue al aseo. Lo que nos indicó que se había acabado todo. Antes de irse dijo a su mujer que podía ir vistiéndose si quería. Mas que una opción era una orden. Quise besarla cuando nos quedamos solos y ella me dijo que no, que tenía que estar Rafel, que si no se mosquearía mucho. Y le dije claramente que quería follarme su culo, a ella le brillaron sus ojos, pero me dijo, que si había una segunda vez, que se podría intentar. Que ya sabía lo que Rafel del sexo anal y del oral y ya se había saltado una. Se levanto y fue recoger su ropa, dejándome el culo casi en mi cara. Lo que me llevo a levantarme y pasar mi rabo empalmado por detrás de ella. Ella me dijo sin moverse, sin quitarse, “De verdad, no podemos, no seas así” y yo seguí, ella dejo caer un par de prendas que había cogido, lo que me indico que me tenía que dar prisa.
Hice que se apoyara sobre uno de los sillones. Me puse un condón para que el mosqueo no fuera muy grande. Y con algo de dificultad pero no mucha, empecé a follarme ese culo ideal. Entre la corrida de su marido y el lubricante del condón, aunque algo apretado que estaba el culo, mi rabo entro hasta el final. Me la follaba “bruscamente” era un inmenso placer, me agarraba de su rojiza melena y tiraba de ella, levantando su cabeza, mientras le decía lo puta que era y lo que me gustaba follarme el culo más deseado del trabajo. La follaba cada vez mas fuerte y ella me pedía más, estaba desconocida. Tantee como respondía a mis azotes en el culo y respondió más que bien. Su piel que era blanquísima se puso de un color rosado fuerte y cuando me di cuenta, estaba su marido mirándonos desde la puerta, vestido y con su rabo fuera.
Le hice un gesto con la cabeza y se acercó por delante a su mujer, que se quedó cortada al verlo, quiso disculparse, “Perdona, no quería pero” y el no dejo que terminara, le metió su rabo en la boca mientras le decía, “Cállate putón, que ya te he calado y Pelayo ha sacado lo puta que eres, que ya sabía yo que lo eras” ella mamaba sin decir nada, mientras yo seguía follándola, azotándola y haciéndome dueño de su melena. Las corridas fueron escalonadas, pero con tanta excitación no sabría decir quien fue el primero en correrse. Ahora fue ella la que se fue al aseo y nos quedamos Rafel y yo. Hubo un momento de silencio, hasta que Rafel me dijo si al día siguiente sobre las 11 podíamos quedar los dos solos. Le dije que sí y quedamos en un bar conocido por los dos. Alejandra salió vestida del aseo y su cara era la de siempre, con un grado de seriedad y distancia.
Llegue antes de las 11 al bar. Tenía una terraza fuera y allí me senté. Como no había desayunado me pedí una tostada con mantequilla y mermelada, acompañado de un café. Termine de tomarlo todo y mire la hora, eran casi las 11,30, me dije a y media me marcho. Recibí un whatsapp de Rafel, “Voy de camino, 10 minutos” me quede esperando y llego un poco antes de los 10 minutos, venia aturullado y se sentó.
– Perdóname, siempre soy puntual. No como, pero no he oído la alarma, me he quedado dormido.
– No pasa nada, eso le puede ocurrir a cualquiera.
– Seguro que te preguntaras porque he querido quedar contigo sin decirle nada a Alejandra y seguro que habrás pensado de todo.
– Es verdad ayer por la noche empecé a pensar en ello, pero me dormí sin enterarme. Así que no lo he pensado mucho.
– Aunque eres mucho más joven que yo, te veo muy suelto en esta materia, ya me entiendes. ¿Verdad?
– Vamos a dejarlo en “practicante” asiduo de ese entretenimiento que tu llamas “materia”
– Bien, vale. Ya nos entendemos.
– Pues ya que nos entendemos, ¿Qué quieres preguntarme?
– Mas que preguntar es decir, hablar. Tengo agolpándose en mi cabeza muchas contradicciones. Por ejemplo, llevo años buscando lo que sucedió ayer noche, teniéndolo todo muy claro, muy estudiado. Pero al ver como la metidas mano, como os besabais, etc., se me hizo muy extraño, a pesar de haberlo deseado. Hasta me dio como un retorcijón en la tripa.
– Pues no te vi con mucho retorcijón.
– Pues a eso me refiero con lo de las contradicciones. Me puse mas cachondo que nunca y mi empalme fue anormal, nunca me vi así.
– Y que malo tiene eso. Lo importante es si te lo pasaste bien o mejor dicho si lo pasasteis bien. Lo demás es secundario. Porque si te pones a comparar lo que habías pensado que ocurriera y lo que ocurrió lo mismo te vuelves loco.
– Desde luego. Porque no se parece en nada a lo que teníamos pensado. Sinceramente fue mucho mejor y eso que a ti no te vi muy suelto en algunos momentos, salvo en la “actuación” final.
– Ahora que estamos en confianza. Se que cuando nos conocimos no te caí bien y no quieres nada conmigo. ¿Por qué?
– Tienes razón. Pero no es que me cayeras mal. Te veía muy sobrado, demasiado seguro. Un tío joven, demasiado dominante, no sé, esa es la impresión que me lleve. Pero a la vez te veía simpático, agradable y muy educado, mientras no habláramos del “tema” porque ahí te veía de otra manera.
– Pues las dos preguntas obligadas, ¿Alejandra que dice? Y ¿Ahora como lo ves?
– Alejandra pone cara tierna cuando le preguntas y con eso vale. Y yo digo, que si tú quieres podemos explorar un poco más allá.
– ¿Qué es lo de cara tierna? Porque en el trabajo es todo menos tierna. Y también dime que es eso de explorar un poco más, para tener clara las ideas.
– Pues que cuando pone cara tierna, es que le ha gustado más de lo que dice. Que lo mismo es por no provocar en mi celos. Y lo de ir más allá, es que hagas de “guía” “maestro” o algo similar, lo digo para que no te enfades por el termino, como la otra vez.
– Pero no me has dicho lo que opina Alejandra.
– Es que no ha opinado cuando le he dicho si quería repetir. Lo único que me ha dicho es que ha estado muy bien, mucho mejor de lo que había pensado y que hubiera estado mejor de no estar tan nerviosa.
– ¿Solo te ha dicho eso?
– Ah, bueno y que besas de vicio, que eres mortal besando, que besándola la pusiste al máximo.
– Pues me alegro. Y ahora solo falta saber que quiere ella, que hay que tener claro que es la estrella de todo esto.
– Si eso es así. Pero la conozco y sé que lo mismo se hace remisa pero al final lo pedirá de una manera o de otra.
– Pues cuando llegue ese momento si es que llega, le tienes que decir que es ella la que me lo tiene que decir. Tú te buscaras cualquier excusa para no ser tú el que me lo dices.
– Así lo hare.
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