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Categoría: Infidelidad

Compañera de oficina, solo es sexo

Debíamos completar un informe para una licitación, quedarse después de hora en la oficina era todo un pequeño caos, por suerte, todo resultó más fácil de lo pensado, terminamos superando un poco el horario habitual. Los empleados se fueron retirando, solo quedamos Susana, Vivi, Dany y yo para ultimar detalles.



Susana y Dany se retiraron, juntos, nos dirigieron una mirada cómplice. Terminarlo bien y antes del tiempo estimado, nos puso de buen humor. Tenía tiempo extra para mí solo, como hasta las cuatro o cinco de la madrugada, según lo estimado.



Mientras fue por café, sentí que era el momento ideal, la ocasión hace al ladrón, yo quería robarme ese tesoro que formaba parte de mis fantasías pero no había encontrado en ella ningún gesto para intentarlo, decía ser esa mujer fiel y honrar el sacramento del matrimonio.



Compartimos el café y de pronto se descorrió el telón, cambió la escena de la honestidad y convicción de fidelidad, el silencio y las miradas dieron un giro impensado. La buena onda era evidente, hacía tiempo que le había echado el ojo, pero no se me daba, pensé que era tiempo de quemar las naves, el ahora o nunca, algún gesto me hacía intuir que ella estaba la misma sintonía.



Le propuse una travesura, aprovecharnos de este tiempo libre.



-La empresa te invita a cenar, y después… te llevo a tu casa.



La pausa, exprofeso, en “después” fue el anzuelo que mordió sin escuchar lo que seguía.



-Y después… vemos el después. Acepto, vamos a cenar!



El primer game me dio ventaja, elegí un rinconcito alejado de todos. Buen vino, café y la invitación a un whisky on the rocks, aceptado fue el segundo game y premio. Subimos al auto, sin preguntar me metí en el primer telo que encontramos, ingresamos a la habitación tomaditos de la mano, como noviecitos. La tenía regalada.



-Acá sirven un whisky Premium…



Mientras se desvestía preparé el hidromasaje, nos metimos en él. Aproveché para mirarla, llenarme los ojos con ese cuerpo que me desveló más de una noche. Sin ser muy bonita, era atractiva, buena figura, lindas piernas, tetas y caderas armoniosas, una boca como me gusta, los treinta y cinco los tenía bien puestos.



El whisky y el relax de las burbujas acariciando la piel crearon el momento propicio para que la mujer pueda entender que este desliz, justificarse haciendo el alegato emocional como prólogo a dejarse llevar por el erotismo de la relación transgresora.



-Doce años de convivencia y dos de casada cambiaron la forma de ver mi relación, tener otra visión, replantearme el sentido de la honesta esposa, afloran sentimientos irreverentes respecto del sacramento matrimonial. Entender que la lealtad prevalece sobre la fidelidad de la carne. Aceptar que entres en mí era la propuesta disruptiva inaceptable… hasta ahora, pero esta noche sentí el gusto de sentirme deseada, que debía aceptarte, esta era mi oportunidad de pasarla bien, disfrutarte y disfrutarme, que sería solo sexo



La saqué de la bañera, tomándola de la cintura, atraje contra mí. Nos besamos largo y profundo en la boca, lengua hasta la garganta, hasta quedar sin aire. Al mismo tiempo tomaba las nalgas con toda la mano y apretaba cuanto podía de esta carne ardiente temblorosa.



Nos revolcamos, enlazados, mamé sus tetas hasta empalagarme de pezones, navegué por su vientre hasta ahogar mi sed en el mar de su conchita. Giramos cambiando de posición hasta matarnos en un glorioso 69. Acabó demasiado rápido para su gusto.



Se deslizó hasta quedar con la pija entre las tetas, ella apretarla con las dos mamas, cuando empujo alcanzaba a pasarle la lengua por la cabeza.



-Quiero que me la metas, que me cojas ya. No puedo contener la ansiedad por sentirla.



Respondí, montándola entre sus piernas. Entra fácil, en dos golpes hasta el mango, elevé sus piernas, talones sobre mis hombros, empujando con fuerza hasta cortarle la respiración en cada llegada a fondo. Los gemidos se interrumpen con quejidos propios del fragor, batirme con furioso apremio por darle la brusquedad requerida.



Nos movimos con la dureza que la ansiedad, comenzó a tener orgasmos, en continuado, gime y se retuerce, ahogada en sus propios gemidos. Aprovechando lo último de su cadena de orgasmos acabé dentro de su conchita, olvidé preguntar si se podía, toda la calentura acumulada por ella ahora se transformaba en caliente semen disparado en ella. Sin sacarla, presionando, nos besamos profundo y prolongado.



En el descanso se aflojan las ansiedades, fluyen las confidencias. Dijo que estaban buscando un hijo, como no llegaba el tipo se ponía mal, cree que la culpa por no lograrlo, desatendía sexualmente también. Sí, soy una malco… gida.



-Anoche estuve pensando que tal vez estando a solas te daría esa oportunidad, estaba lista para acceder si me lo proponías, necesito satisfacción sexual, y…



-Y…



-No te enojes, pero en mi deseo por ser mamá, había jugado con… eso que estás pensando.



No pudo seguir, escondió las lágrimas reveladoras de su deseo secreto.



-Tranquila, no pasa nada, es como dijiste en el hidro, solo es sexo, solo será sexo.



La coloqué con la cara contra el colchón, arrodillada, la cola en pompa, levantada hacia mi deseo endurecido. Le entré en la concha, garchando un buen rato, una buena ración de semen llenó por segunda vez la conchita. Le pedí que permanezca en esa postura, dije que para poder acariciarle las tetas desde abajo. Ambos sabíamos que esa postura favorece la permanencia del semen para… eso.



En cucharita, las manos llenas de tetas, frotando los pezones, bien apretadita, moviendo las caderas, apretando el pene entre sus muslos, solo ese roce fue necesario para ponerme al palo. La tentación de tenerla tomada, desde atrás permitía jugar con sus nalgas, abrirlas, colocarme haciendo una tijera, el miembro entro de uno en la vagina, jugando a entrarle, pero sentir el calorcito del hoyo, jugarle con el dedo despertaba mis más oscuros deseos.



Saqué la poronga y apunté al orto, empujé un poco, asido a sus caderas, acomodé para tener el ángulo y proyectarme en el ano. Era la postura para menos traumática, sobre todo las primerizas, me hice camino abriendo espacio para la cabezota, el resto fue tarea sencilla, pero agradable y excitante.



De aquí en más la culeada se tornó inolvidable, una gimnasta del sexo, y sobre todo anal, con toda la energía puesta en ejercicio. La muy puta me cogía ella a mí, se movía a un ritmo loco, el recto aprisionaba al choto, dándole placer a tope.



Cuando ella decidió me hizo acabarle con todo. Llegamos juntos, con la llegada de mi leche a su culito estaba teniendo un furibundo orgasmo.



Quedamos enchufados un ratito más, luego retiré el choto del canal rectal. Nos lavamos y descansamos tomados de la mano, un nuevo whisky selló el trato, “solo es sexo”.



Era tiempo de volver a nuestras rutinas, cuatro horas en el telo cubría su necesidad sexual. A los pocos días comenzamos a darnos con regularidad, una y a veces dos veces a la semana teníamos sexo, también se hizo adicta al sexo anal.



Colaboré con ella para que tuviera el bebé que tanto buscaban con el marido. Nos hicimos muy amigos, unidos más allá de los convencionalismos Este sentimiento nació por una necesidad de sexo que se refuerza en cada acto.



Lobo Feroz


Datos del Relato
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