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Como termine la prepa

~~Hola, soy yo de nuevo, es mi segundo relato, todo lo que escribo es real, pueden comprobarlo por los detalles que describo o por las personas que menciono. No es continuación, pero tengo otro relato publicado el 10 de abril del 2003.
 Ahora quiero contarles como fue que logré pasar las materias de geometría analítica y lógica formal contemporánea , no sé a quien se les ocurrió que esas cosas sirven de algo, pero sé que no se hicieron para mí. Para serles franca nunca he podido comprender esas pequeñas cosas llamadas números.
 Para los que no me conocen, soy morena, delgada, de pelo lacio color castaño que debe llegarme mas o menos bajo los hombros, mido 1.60 y peso 52kg. Mi cuerpo se mantiene firme pues me gusta mucho hacer ejercicio. Tengo un buen trasero de 93 bonitos cms además de que está durito y bien parado, mi cintura mide 64, no tengo panza aunque tampoco los abdominales marcados, mis piernas son largas y musculosas. Pero lo que más me gusta de mi son mis pechos, tengo 98 cms y juro que no son de espalda, uso talla 36 c si saben de bras me entenderán, mis pezones son grandes y obscuros, cuando me excito se ponen muy, muy duros.
 Todo sucedió cuando yo terminaba el tercer semestre de preparatoria en un colegio marista, ya saben; caro, de niños y niñas bien. Nos obligan a usar un uniforme súper ñoño, calcetas blancas hasta la rodilla, falda a cuadros roja y verde y camisa blanca, también un suéter verde que casi todas dejamos tirado por ahí. Tenía 17 años.
 Fue durante el examen final de matemáticas III o geometría analítica . No había estudiado nada y no me sabía ni siquiera una de las muchas formas que íbamos a necesitar, además estaba enojada con esa materia porque por mas que hice nunca pude ni siquiera sacar más de 4.
 A pesar de mis bajas notas en los exámenes, en el colegio nos dan puntos por todo, tener el cuaderno completo, un punto extra, ser puntual y asistir a clases, otro punto extra, por lo que llevaba un promedio de 6 y aún me quedaba una ligera posibilidad, pero también tienen la política de que no importa si llevas puro 10 durante todo el semestre, si repruebas el último examen, repruebas el semestre completo y te la llevas a extraordinario, que por cierto cobran carísimos. Necesitaba un 6 para aprobar la materia, sólo un 6. Estaba segura de reprobar, por lo que me dediqué a escribir sobre la parte interna de mi muslo, muy, muy arriba todas las fórmulas y los ejemplos que necesitaba para lograr pasar, escribí tan arriba para que no se notara estando de pie, ni siquiera estando sentada normal, pero si cruzaba la pierna y me subía un poco la falda podía ir leyendo. Ya saben el clásico acordeón. Así preparada llegué al salón, me senté casi al final de la cuarta fila (creo) y saque mi lápiz y demás útiles escolares. Nuestra maestra de mate, era una señora que se clavaba en su rollo y no nos hacía caso la mayor parte del tiempo, durante los exámenes se sentaba en el escritorio y nos callaba constantemente, pero ni se movía ni nos decía nada, el problema fue que ese día llegó a cuidarnos un señor al que no conocía, su nombre es Gerardo y da filosofía o cosas así, nunca me había dado clase y apenas lo conocía por su fama de perro. Mis problemas comenzaron cuando nos sacó del salón y nos fue acomodando como se le dio la gana, todas las mujeres del lado izquierdo, junto a la puerta y todos los hombres al fondo, en las últimas 4 columnas, por malísima suerte a mi me tocó en la primera fila, hasta delante, casi a medio salón. Estaba preocupada hasta que me di cuenta de que para cuidarnos se paraba un par de pasos por detrás de mí, tenía el campo libre y me dediqué a buscar en mi acordeón las respuestas a aquellos misterios que eran las ecuaciones de parábolas y demás jaladas. ¡Estaba feliz! Duré quizá unos 25 minutos así, me sentía salvada y estaba concentrada de lleno en lo que decían mis piernas cuando escuché sentí su mano sobre mi hombro, levanté la cabeza y el tipo seguía exactamente igual, no se había movido ni un milímetro, me daba la espalda.
  Señorita, póngase se pie.
 Lo hice sin saber ni que onda. Giró mirándome a los ojos y cargó la banca tipo paleta donde yo me sentaba llevándosela con él, caminó hasta la orilla del salón y la puso de frente al grupo. ¡De hombres! En los salones de mi colegio tienen hasta delante una especie de tarima o escalón para que el maestro quede arriba y los alumnos puedan ver incluso desde atrás, mi banca quedo sobre la tarima.  Continúe su examen. Y usted señorita si vuelve a desviar los ojos de su prueba, considérese reprobada.
 La tonta de Ana María había estado copiándome y por eso me movían. Respiré profundo y me senté en mi nuevo lugar, los problemas se me complicaban, si abría y cruzaba las piernas para poder ver lo que decían, la mayoría de mis compañeros podrían verme hasta las anginas, nunca he sido de la opinión de usar licras o shorts por debajo de la falda, se me hace algo corriente, de gatas. Por lo que lo que quedaría a la vista de mis amiguitos sería el triangulito blanco de mi tanga.
 Era enseñar o morir, por lo que decidí enseñar. Tragué saliva y abrí las piernas, poniendo mi tobillo sobre mi rodilla, como hombre, para poder ver bien las fórmulas y demás. No tardaron ni dos minutos en darse cuenta, muchas miradas hurgaban entre mis piernas, mi piel se puso chinita y un escalofrío me recorrió la espalda, me estaba excitando y eso no esa bueno. Por la concentración en el examen, pronto tuve que cruzar las piernas como niña, rodilla sobre rodilla para que fuera más discreto, pero mi cuerpo estaba exaltado, mis pezones se erectaron y mi entrepierna estaba ya húmeda, además tenía que seguir levantando la tela, MUCHO para poder ver por lo que prácticamente seguía enseñando lo mismo. Creo que no hubo un solo hombre del salón que no me viera todo esa mañana. Faltaban como unos 5 minutos para terminar la hora y poder salir, yo había terminado ya y tenía el examen boca abajo y las piernas cerradas y apretadas. Me moría de vergüenza porque no quería que nadie viera que tenía mi cosita chorreando y la tanga empapada, pero nada podía hacer. El profesor se acercó y se detuvo junto a mí, me quitó el examen.
  Lo siento pero esta usted reprobada.
 Me quede helada, le reclamé.
  ¿Qué le pasa? ¿Por qué me quita el examen? Me miró y tuve que quedarme callada, era obvio que sabía y no quería hacer un escándalo. Su voz fue una orden sin modo de apelación.
  La espero en mi cubículo dentro de una hora.
 Me quede quieta, casi llorando, si llegaba a reprobar esa materia mis papas se iban a descontrolar, sobre todo si se enteraban que había copiado, además estaba condicionada, es decir me habían amenazado con expulsarme porque en dos ocasiones me habían encontrado fumando y besándome con algún chico en los campos de foot ball. Así que tenía que convencer al tal Gerardo de que no dijera nada y me ayudara a pasar ese dichoso examen.
 Saliendo del examen me despedí de mis amigos y me subía a mi coche (mi papá me regaló un Beatle de cumpleaños en octubre), y me arranqué, no quería hablar con nadie de lo sucedido por lo que me estacioné como a tres cuadras y esperé a que pasara el tiempo.
 Estaba bien nerviosa y una hora después, cuando volvía a la escuela y me dirigí a los cubículos de los maestros, las piernas me temblaban y sentía un sudor frío en las manos y la espalda. Me detuve frente a la puerta, me sentía segura pues el espacio de los maestros no es privado y aunque no se ve que pasa detrás de la puerta de cristal, si se ven las siluetas o sombras por el vidrio traslúcido. Toqué tímidamente, apenas sonaron mis dedos contra el cristal.
  Pásale. Abrí y entre, caminé los tres o cuatro pasos que me distanciaban del escritorio.
  Cierra la puerta y siéntate.
 Lo hice, pero estaba nerviosa, me senté frente a él. Gerardo es un maestro joven, quizás por eso es tan estricto, porque muchos compañeros lo ven como un amigo fuera del salón, pues suele jugar fut con ellos a la salida. Delgado y con buen cuerpo, su pelo es ondulado, castaño, lo lleva bien recortado. No es muy alto, 1.75m como máximo y siempre usa modernos trajes de color obscuro con corbatas de colores.
  Sé que copiaste el examen, sé que estás condicionada, sé que eres una putita y que te encanta el sexo.
 Abrí los ojos como platos y quise decirle una grosería y largarme, pero su mirada era muy fuerte, mis piernas se tensaron para levantarme.
  Quédate quieta si no quieres que destruya tu examen.
 Tomó la hoja haciendo un ademán de partirla a la mitad, era capaz y además estaba de cierta forma en su derecho. Estaba en sus manos por lo que decidí esperar. Se quedó quieto, mirándome estremecer, sus labios pintaron una sonrisa. Miró el examen.
  Sería una pena que rompiera el 7 que obtuviste. ¿No crees? Había pasado, ahora lo único que debía hacer es lograr que aquel sujeto no destruyera la prueba. Se puso en pie y caminó hacia mí rodeando el escritorio. Su mano se apoyó sobre mi hombro.
  No sé que hacer. Creo que debo denunciar tu falta de honestidad, o tal vez no. Quizá te de una lección que no puedas olvidar. Algo que de verdad te enseñe que si haces trampa te puede costar caro. Sentí mis rodillas temblar, estaba fría, la situación no me excitaba nada, estaba mas bien asustada.
  ¿Tú qué crees que debamos hacer?  No sé.
 Alcancé a susurrar. El tipo me miraba insistente desde arriba, giró y volvió a su escritorio. Se sentó y bajó la vista hacia y comenzó a corregir los exámenes que le faltaban, que creo que eran todos. Largo trato después o a mí me pareció largo volvió a mirarme.
  Tú eres quien va a decidir como y qué haremos exactamente. Tengo que entregar calificaciones hasta dentro de 3 semanas, pero si voy a denunciar que hiciste trampa debo hacerlo al salir, hoy. Así que no tienes mucho tiempo para convencerme de porque no debo reprobarte.
  No, por favor, dame chance, mis papás me matarían si se enteran de esto y peor si me llegan a expulsar. No seas malo, dame chance y te juro que no lo vuelvo a hacer.
 Mis súplicas primero tímidas se habían hecho ahora un remolino de razones bastante torpes de porque él debía ayudarme. Me miraba serio, sin ninguna expresión en su rostro. Se llevó un dedo a sus labios haciéndome callar.
  Ok, me has dado varias razones de porque tuviste que hacer trampa, también de porque no puedes reprobar, así como algunas promesas sobre tu rectitud futura, pero no me has dicho porque YO debo ayudarte.
 Entendí perfectamente, no se trataba de mí, se trataba de él.
  Porque si me ayudas podrás hacer de mí lo que quieras.
  Sabes lo que estás diciendo. ¿Lo que yo quiera? La verdad no tenía idea de a que se refería pero asentí con la cabeza, aunque en realidad me lo imaginaba, viéndolo bien, Gerardo no es feo ni mucho menos. Con solo pensar en eso sentí un calorcillo extraño en mi vientre y las clásicas cosquillas de la calentura en mi entrepierna.
  Sígueme.
 Salí tras él y salimos de la escuela, caminé a su espalda media cuadra hasta su auto, tiene un Golf negro, subió y bajó la ventana sin permitirme abrir la puerta.
  Quítate la tanga y dámela.
 No supe que hacer, cuando escuché sus palabras el calor explotó dentro de mí y sentí como me calcinaba en mis propios jugos. Voltee a ambos lados y miré que algunos de mis compañeros estaban en la acera todavía, ninguno miraba en nuestra dirección pero podían hacerlo en cualquier momento.
  Déjame subir.
  No. Quiero tus calzones y los quiero ahora.
 Me hinqué lo más rápido que pude sujetando la orilla de mi tanga y me la quité, al parecer nadie me vio, la aventé dentro del auto de Gerardo.
  Bien putita, así me gusta, ahora dame las llaves de tu coche y tu mochila.
 Lo hice sin protestar. El levantó la tanga y sintió su humedad.
  Vamos a ir a mi casa a quitarte esta calentura zorra.
 Me quería morir, pero realmente estaba excitada con todo aquello. Me dijo que caminara a la vuelta de la esquina, par que no me vieran subir con él y así lo hice, ponto nos dirigimos a su casa, en el camino Gerardo extendió su mano, pensé que para abrazarme, que inocente. Puso su mano en mi cuello y me jaló sin miramientos hasta dejarme la cara a unos centímetros de su paquete.
  ¡Vamos cómetelo que no tengo todo el día! Con algo de asco le bajé el cierre y el golpe de su aroma me hizo sentir como mi cosita se humedecía hasta que una gota descendió por mi pierna. Saqué su miembro, normal, algo grueso y feo, como regordete, con un prepucio largo que cubría la cabecita por completo, lo fui acariciando lentamente viéndolo de cerca, pero el quería que se lo chupara ya. Sus dedos se enredaron en mis cabellos y me jaló el pelo.
  Conmigo no estés jugando y cómetelo de una buena vez.
 Abrí la boca y me lo metí, su sabor me atacó en seguida llenándome por completo, seguía jalándome el pelo marcándome el rito que quería para la mamada. Yo estaba hincada sobre el asiento por lo que mi culo quedaba parado. Soltó mi pelo y me jaló la falda hasta dejármelo en la espalda, mi culo desnu8do quedó a la vista de todo aquel que pasara cerca. Oí un silbido y el se rió.
  Parece que le has gustado al camionero aquel.
 Que oso, que vergüenza, me quise morir. Legamos a su casa sin que él se viniera, cosa que de verdad intenté, pues si se venía a lo mejor me dejaba en paz. Frenó, me tomó de los cabellos y me quitó, se bajó del coche y se metió a su casa dejando la puerta abierta, me acomodé la ropa y me quité algo de baba que me escurría por la mejilla y lo alcancé dentro. Se había quitado la camisa, estaba marcado, y tenía una ligera barriguita que no lo hacía verse del todo mal.
  ¿  ¿Perdón?  ¿Qué si quieres que te coja? Moví la cabeza afirmativamente mientras bajaba la vista.
  Dilo.
  Quiero que me cojas.
  Ok.
 Se bajó los pantalones y se terminó de desnudar, se me acercó y me abrió la blusa, comenzó a jugar con mis pechos, los apretaba hasta hacerme daño y me mordía los pezones hasta el dolor. Me levantó del piso y nos acostamos en su cama, me iba a quitar la falda pero no me dejó, supongo que le daba morbo cogerse a una alumna. Estaba muy mojada, me derretía saberme violada, metía sus dedos dentro de mí y me estaba llevando lejos, muy lejos. Sus manos me levantaron y me puso sobre él, fui yo quien tomó su verga y la colocó en la entrada de mi cosita, me di un sentón y de tajo me la comí toda, comencé una cabalgada frenética que me hizo terminar, el tenía sus manos en mis caderas y marcaba con ellas el ritmo del galope, cuando me vine y perdí fuerza el continuó llevándome a un segundo orgasmo. Luego me aventó sobre la cama quedando boca abajo, se subió en mí y me la volvió a encajar completa, su mete y saca era tremendo y me hizo volver a estar a punto de venirme, entonces se levantó y me giró. Nuestros cuerpos quedaron en la posición de misionero, pero mis piernas se cruzaban tras su espalda, abrazándolo. Se aferró a mis hombros y me levantó sentándose, yo quedé sentada sobre sus piernas con su verga bien clavada. Puso una de sus manos en mi trasero levantándome para dejarme caer una y otra vez sobre su estaca. La otra la puso en mi boca donde le chupé el dedo medio, luego lo llevó a la entrada de mi culo mojándomela y metiendolo un poco, bajando hasta mi cosita para mojárselo en mis jugos y volver a mi culo, luego lo volvía a poner dentro de mi boca llenándome de mi propio sabor. Así estuve a punto de correrme de nuevo cuando sentí su verga endurecerse, síntoma de que él terminaría, me abandoné para alcanzar también yo a venirme y cuando esperaba sentir su semen inundarme las entrañas, su dedo dejó mi boca para ir a enterrarse profundamente en mi culo, metió sin aviso ni medida su dedo hasta donde pudo al tiempo que eyaculaba dentro de mí. Yo también, pese al dolor, tuve un orgasmo extraño. No demasiado intenso, pero si muy, muy largo.
 Se paró y se metió al baño. Se detuvo en la puerta.
  Bueno ya vete.
 Tomó su pantalón, extendió hacia mí su mano y me dio 4 pesos que es lo que cuesta el camión.
  Camina a la avenida y toma un ruta 20.
 Por supuesto que no me devolvió la tanga. Salí de su casa con una extrañísima sensación en el cuerpo, subí al primer camión urbano que paso y me fui a la escuela a recoger mi coche. Quise sentarme pero el culo me dolía horrores por lo que preferí continuar parada. Todavía tuve que soportar a un tipo que trató de meterme mano, pero yo no estaba para más jueguitos.
 Al semestre siguiente me dio la clase de Lógica formal contemporánea , materia complicadísima que nunca entendí ni un poquito, pero no tuve problemas para pasar, ya que lo visité dos veces en su casa, ambas en temporada de exámenes, pero eso se los cuento en otra ocasión.

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
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