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Como sensibilizar el cuerpo de una viuda.
Agotado pero más relajado, al comienzo de mis vacaciones estivales. Pasábamos casi todas las tardes refrescándonos en la piscina, de un amigo del barrio.
Angélica, su mamá, había enviudado hace dos años. Había guardado un largo luto. Tenía cuarenta y cinco años, veinte años mayor que yo. Era una morena muy sensual, de un cuerpo voluptuoso bien cuidado, de grandes caderas y suculentos muslos de antigua deportista. Ella, algo ingenua y se notaba insegura por su larga soledad involuntaria, pero por dentro guardaba a una hembra que añoraba la necesidad de un macho. Lo había notado en sus pupilas negras de mirada penetrante e inocente, que ¡me habían cautivado!
Un día, llegó con un nuevo traje de baño de dos piezas, con una insinuante y pequeña tanga. Ella, ruborizada pero provocativa, nos mostraba y decía-"qué les parece chiquillos". "¡Mamá! Se parece a los que usa mi novia"-dijo su hijo. ¡Ella necesitaba sentirse deseable a las miradas!
Se veía ¡muy rica!, con toda su cinturita a la vista, resaltaba más su anchito culito y dejaba entrever gran parte de sus senitos y marcaba bien el monte de su entrepierna. Se paseaba, balanceando su exquisito cuerpo. ¡Daban ganas de pellizcarla! Se tendía al sol relajadamente, boca arriba y con sus piernas entreabiertas, exhibiéndose ¡muy atrevida y deseable!
Me provocaba unos deseos intensos en mis solitarias noches de verano. Fantaseaba agarrar y disfrutar de su cuerpecito. ¡Cómo poder abordarla y saborear toda su piel!
Un día, mi amigo me cuenta contento, pero preocupado que todo el fin de semana, no llegara a su casa, acompañará a su novia sola en su casa. Yo lo azucé, dándole valor para tan sacrificada misión. La oportunidad lo tenía muy entusiasmado. ¡A mí también!- me dije, pensando en mi morenaza.
Ella, el fin de semana, después de un refrescante baño en su piscina, se había puesto una ropa muy sensual, luciendo sus doradas y hermosas piernas. Cenamos, unas ensaladas y deliciosos quesos, acompañado con vino blanco fresco. Me ofreció un trago de coñac como bajativo, que hizo ¡encender nuestras carnes y fogosas miradas!
Nos interrumpió el llamado telefónico de su hijo, que se encontraba en la casa de su novia. Mi amigo suspiró de tranquilidad, que yo me encontrara ahí, que ya se había convertido en algo habitual. Ella lo tranquilizó, que no fuera tan aprensivo. Con esa llamada ¡todos nos tranquilizamos!
Me preguntaba, ¿cómo conquistar y poseer este exquisito cuerpo?, que me acepté sin producir rechazo, después de tanto tiempo sin prácticas sexuales. Pensé en la sensibilización del cuerpo que aplican los sicólogos en los grupos de terapia. Agregarle, algo del erótico libro "La cama celestial" de Irving Wallace, de doctores que usan terapeutas para sanar a pacientes con problemas sexuales ¡con mucho morbo!
Cuando discutíamos la situación de las mujeres que han tenido experiencias traumáticas. Me armé de valor, y le dije: "¡conozco un sistema para sanar el cuerpo!, elimina las inseguridades. Con ejercicios de tactos en la piel, entre dos personas".
A ella le llamó la atención, casi inocente y apremiada, dijo - "¿… a ver cómo es eso?". "¿Tú me lo podrías enseñar?"
La tomé de su mano, y le pedí que nos sacáramos los calzados, y nos sentáramos de frente en una alfombra gruesa de la terraza, en posición de piernas cruzadas.
"Cerremos los ojos…., respire profundamente y relájese…Ponga sus manos en su pecho. …bájelas lentamente hacia su vientre,…siga por sus muslos hasta juntar nuestras manos…"- le daba mis instrucciones. Realizamos juegos de manos, expresando sentimientos, "expresemos alegría" "angustia", "amor", "pasión"- le decía, todo muy agradable. "…retiremos lentamente nuestras manos"- decía finalizando, provocando una clara angustia en ella. Al volver a tomar nuestras manos, deseábamos el contacto, ¡con mucha intensidad la pasión!
Luego vino el lavado de pies. Sentada, puso un pie dentro de un pequeño lavatorio, obligándola a entreabrir sus piernas. Mojé y acaricié cada uno de sus pies. Esto a ella le produjo un divertido cosquilleo. El movimiento de cambio de pie, lo realizó con elegantes movimientos pero de manera descuidada. ¡Mis ojos vieron muy de cerca sus carnosos muslos!
Luego, tocó hacer masajes en su espalda –gracias a que era en verano, andaba con su diminuto traje de baño, sintió pudor pero como entre nosotros era ya habitual, quedó en su pequeño sostén, que apenas tapaba sus prominentes senos maternales y marcaba el inicio de unas contundentes caderas. ¡Mamita,…qué rico tocar este cuerito!
Aproveché de jugar con mis manos sobre su espalda intencionalmente para crear una mayor comunicación y aumentar la sensibilidad en su cuerpo. ¡Muy suavecita su piel!
"Oiga, no sabía que fuera tan cosquillosa" –le decía, sin tutearla.
"Estoy sensible, hace mucho tiempo que no me hacían cosquillas"– me decía sonriendo.
Me salté varios ejercicios. Pasé directamente al masaje de cuerpo entero, donde debíamos estar sólo con ropa interior. ¡Estaba más que ansioso!
A ella, en un principio le dio vergüenza continuar. Yo me adelanté para hacerla sentir cómoda, sacándome primero mis pantalones, y ella con elegancia se sacó lentamente su falda, quedando en su pequeña tanguita. ¡Me saboreaba la boca, se veía muy apetitosa!
"De nuevo… póngase boca abajo"- le dije, para mirarle bien su culito que me ¡tenía loco! Comencé de lleno en sus firmes muslos, ¡se me hacía agua la boca!, con mucho esfuerzo en un lento camino hacia su potito, redondito y firme, "¡era muy rico!". Me hacían perder la razón, declarándose una clara hinchazón bajo mi poca ropa.
"Voltéese…lentamente"- le dije, quedando con todo su frente, a mi plenitud. ¡Que senitos! Pasé mis manos por todo su cuerpo, lenta y suavemente. Noté que su lengua se movía para lubricar la sequedad de su boca. Al pasar por sus muslos, sus piernas provocativamente se entreabrieron de manera refleja e involuntariamente. Subí y bajé por su vientre, buscando estar más cerca de su hendidura ¡se notaba toda su conchita!
"¿Cómo se siente, sigo o paramos un momento?" –le dije, averiguando su aceptabilidad.
"¡Sigue!, me encantó,… hay partes de mi cuerpo… pensé que no existían" –me decía, con sus ojos cerrados. ¡Acariciando su tostadita piel!
Sabía que el siguiente ejercicio, era el obstáculo mayor de esta "terapia", la imagen corporal con la desnudez total de ambos. Tenía que avanzar en esta posición, ella debía recibir mucho estímulo y así hacer más fácil el siguiente paso. ¡Se me iban las manos a su "conejito" y pechitos!
Por último, le apliqué las imposiciones de mis manos, tipo "Reiki", en varios puntos de su cuerpo. Hasta que tomé más confianza e imponerle atrevidamente mis manos, una de ellas sobre sus paraditos pechos, y la segunda sobre la suavidad del monte de su entrepierna, explicándole – "por aquí abajo la mujer recibe la energía y por acá arriba, ella se la entrega al hombre", transmitiendo mis conocimientos tántricos. Se sorprendió, pero me agradeció colocando sus manos sobre la mías. Yo ¡hervía!
Hasta que abrió sus brillantes ojos, retiró sus manos y yo terminé con un beso en la frente. Esta hembrita me aceptó tocar puntos vedados hasta ahora, delataba que su "carnecita" esta cada vez más sensible.
Necesitaba que ella, pudiera reconocer mi cuerpo, haciéndome un masaje. Así, le sería más familiar la desnudez total. "¡Quería sentir sus manitos!".
"Ahora me toca a mí"-le dije. Tuve que hacer un esfuerzo para calmar mi hinchazón. El pasar de un lado a otro de sus manos, más mi imaginación, pasando sobre mi sexo oculto. Mi bulto en vez de disminuir, aumentaba con más fuerza, se hacía cada vez más notorio. ¡Me excitó sus caricias!
Hasta que ella soltó una risa muy picarona – "oiga y a usted" ¿qué le pasó? – me dijo riendo. "Parece que le creció algo por aquí abajo" – me dijo, aludiendo mí clara erección. "Es que me ha hecho muchas cosquillas"-, Le dije riendo, con mis ojos cerrados y perdiendo toda autoridad de serio maestro terapeuta.
Ella con maestría experimentada, tratándome maternalmente como a un niño, emulando la imposición de manos. Me puso una sobre mi pecho y la otra la posó suavemente sobre mi creciente bulto de la entrepierna. Entregándome un calor potente, haciendo circular un flujo calórico por todo mi cuerpo – "Este es mi aporte de energía para usted" – Me dijo con voz sensual y morbosa, casi al oído para que nadie escuchara.
"Uuaaaaauuuu!"– exclamé casi ahogado. Agradeciendo su gesto y para hacerlo perdurable, puse mis manos sobre las suyas, y dejé fluir toda la sangre a mi sexo, expresando todo mi deseo de estar con ella. Luego, retiró suavemente sus manos, provocando una suave caricia, declarándome una erección salvaje. Se acercó de rodillas, tocó mi cabeza y me besó sensualmente mi boca. Se levantó y se fue silenciosa al interior de su casa. ¡Que manitos y exquisitos labios!
Me recosté de lado, en posición fetal, tratando de aflojar mi erección. Me levanté lentamente, mareado y caminé hacia la piscina. Busqué un árbol para descargar mi vejiga, llena de tanto drenaje producido por los "masajes". Me lavé mis manos y refresqué mi cuerpo. La verdad, es que no podía creer la magnitud que había tomado. Ahora ella, me había sorprendido. ¡Exquisita e inesperada!
Caminé hacia la terraza y justo venía contorneando su atractivo y casi desnudo cuerpo con una bandeja y dos copas. – "¿Quieres un champagne?" – me dijo, abriendo sus sensuales labios y húmedas pupilas. ¡Ella más sugerente y coqueta!
La abracé de su angosta cinturita, tomamos champagne y degustamos quesos. La noche era cálida, y las cosas estaban fluyendo mejor de lo esperado. ¡Calmaba mi ansiedad!
"Me da vergüenza, tengo un cuerpo viejo,… ¡tú eres joven pero yo no!"- me decía. "No tenga vergüenza, su cuerpo es hermoso,… ¡continuemos!", le dije con un tono insinuante y ardiendo por dentro, ¡deseaba verla desnuda!
Tomó un último sorbo de champagne, y nos fuimos a su pieza donde había un gran espejo e iluminada tenuemente, lo cual le daría más valor para desnudarse. ¡Me saboreaba!
Miré de reojo, me quité mis calzoncillos y me pare frente al espejo. Dándole confianza. Al observar que yo había realizado tal acción, me dio la espalda, se quitó su sostén y con más premura su tanga. ¡Que culito! Se sentó rápidamente en la cama con sus piernas cruzadas, y sus senos tapados por sus brazos.
Comencé lenta y pausadamente mi descripción. "Mi pelo rubio y largo", "…algo de pelo en el pecho", "…siempre mi piel bronceada". Llegue a mi pene, que aún mantenía una leve erección, que ya no podía calmar. Le dije-"de tamaño regular, con un glande rosado a rojizo"…"lo mantengo depilado, porque a mi ex novia así le gustaba".
Ella, comenzó a sacar su voz y a opinar, ya no se cubría sus pechos, estaba apoyada con sus brazos en la cama, pero aún mantenía sus piernas entrecruzadas, ahora sonreía y opinaba positivamente de mi cuerpo. Me di el tiempo suficiente, por mis glúteos y mis muslos juveniles, hasta llegar a mis pies. Terminé sin apuro, me gire hacia ella, se notaba mas tranquila, y la invité a que hiciera lo mismo. ¡Quería mirarla!
Me fui a sentar, ella se levantó y con pasos rápidos fue al espejo, tapando siempre su entrepierna. "Mi pelo negro, teñido del mismo tono al de mi juventud…mi vientre esta suelto,…mis piernas son flacas... ¡mi cuerpo ya no es el mismo!"- decía ella, finalizando sin pausa su rápida y negativa descripción.
Omitió dos partes de su cuerpo: sus senos y genitales. La verdad que el paisaje que tenía a mi vista era bastante más positiva de lo que decía su dueña. Sus senos si bien no eran grandes, pero maternalmente naturales; una colita algo caída pero bien redondita y suculenta; con piernas algo flacas, pero de muslos carnosos y firmes. Tenía un cuerpo sinuoso bien armadito, de una piel tostada natural ¡Una diosa morena esculpida por natura! ¡para saborear!
"Angélica yo creo que es muy hermosa, pero se ha saltado sus senos y su entrepiernas" le dije calmándola. ¡Con unas ganas de ver su conchita!
"…ay noooo!, mis senos son muy chicos, ni comparado con esos que tienen las actrices, ¡esos sí que son senos!,….y la entrepierna me da vergüenza"- me dijo afligida.
"Vamos, respire profundo y relájese, estamos solos y en confianza, muestre en plenitud la hermosura de una mujer"-le insistí tranquilo, ¡pero más ansioso que nunca de parar y agarrármela!
Cerró sus ojos, respiro profundamente, dándose valor y vencer su pudor, separo un poco sus piernas, siempre tapando su "conchita". Después de interminables segundos cambio rápidamente sus manos y se cubrió la cara, y en esa posición se mantuvo en silencio. Grande fue mi sorpresa, al ver su entre piernas totalmente rasurada, formando un pulido triángulo moreno con una suave rayita rosadita de sus labios mayores ¡que cosita más rica!
¡No aguante más! Me levanté y fui hacía ella, la abracé suavemente, y le dije "eres muy hermosa, te vez maravillosa, cuántos hombres quisieran estar contigo".
Con sus ojos llenos de lágrimas, me dijo emocionada: "… es que hace mucho tiempo que no estoy desnuda ante un hombre,…y tú eres muy bueno conmigo,…gracias".
Se tranquilizó y sacó las manos de su cara, abrazando mi espalda y apoyó su cabecita en mi pecho, apegando más nuestros cuerpos, hasta tocar nuestros vientres. Así, pude posar mi creciente pene sobre su calentita y suave conchita ¡anhelaba rozar mi miembro sobre ella!
Nos mantuvimos pegaditos por varios y exquisitos segundos, aumentando la circulación energética entre nuestros cuerpos, proporcionando un fuerte calor a mi sexo, creciendo una potente erección. Sus pechos se pusieron rígidos, coronados con unos duritos pezoncitos. ¡Sentía toda su carne!
Levantó su cara, y vi en ella una fogosa mirada, entreabriendo sus carnosos labios. Como clamando ¡poséeme! ¡Nos besamos y abrazamos con pasión! Hasta caer revolcados sobre su lecho, con nuestros ¡furiosos y excitados cuerpos!
No nos dimos tregua. Yo quería lamer toda su piel y chupar sus rincones más ocultos; ella quería que la devoraran con una boca por todas sus entrañas. Yo quería besar y lamer su vulva, ella quería sentir una boca en su sexo. Yo quería sentir su boca chupando mi sexo, ella quería tener un pene y saborear. La recorrí de arriba abajo, metiéndome en sus escurridizas y suaves carnes, abriéndose y atrapándome entre sus piernas. ¡Qué sabrosa hembra, que senitos y que culito!
¡Qué rica piel,…qué rica carne,… qué rica hembra! ¡Me la devoré! Con mis manos, con mi boca y mi lengua, por todos lados. Hasta terminar con una feroz mordida y chupada de su suave sexo. ¡Casi ahogado,… pero caliente, muy caliente!
¡Aaahhhhhhh…! – gritaba y grito desahogando toda su reprimido deseo. Hasta acabar, multiplicando infinitamente sus orgasmos guardados por años. ¡Mamita que rica eres!
Quedamos tumbados, con latidos agitados y entrelazados. Sintiendo nuestras mojadas y extenuadas carnes desnudas.
Al rato después, ya descansados, pero ella seguía inquieta y ansiosa, "Venga, ahora le corresponde el juego de la ducha" le dije. Nos metimos a su ducha. Yo le apliqué agua tibia por todo su cuerpo, con challa fina, simulando un masaje. Apliqué intencionalmente en sus zonas prohibidas, pasando suavemente por sus senos y su limpio triángulo, provocando un relajante placer que me los correspondía, apretando mis hombros que le servían de apoyo.
Inicié las caricias con jabón, por su cuello, luego sus hombros, bajando alrededor de sus tiernos senos, y seguir bajando hacia atrás a su gordito culito. Arrodillado me puse frente a ella, comencé a subir por la parte interna de sus gruesos muslos, pasando de largo hacia su vientre sin tocar su abertura. ¡Con ganas de lamérselo!
¡Hasta que ella no aguantó más! Me interrumpió abruptamente, tomó firme mi mano, y me la dirigió hacía su sexo. ¡Ansiaba el contacto en su hendidura humedecida!
Me paré detrás de ella, abracé su deslizante desnudez. Con mi mano izquierda me afirme de su cinturita y con la más diestra, delicadamente sobre su sexo suave, y con la cooperación de ella que entreabrió sus piernas. Mi boca saboreaba y mordía su hombro y cuellito.
Con mis dedos lubricados logré introducirle delicadamente un dedo, todo muy suave, girando en su interior. Volvía lentamente afuera para envolver su durito clítoris, y volvía al interior con movimientos muy pausados pero firmes. Luego aumenté mis movimientos, me pedía más. Agregué un nuevo dedo a su interior, que salían y pellizcaban su clítoris con movimientos circulares y agitados. Mis movimientos se aceleraban, ¡sentía su grito de urgencia!
¡Más, más….qué rico,…mmmmáaaassss! Hasta producirse una frenética y exquisita explosión orgásmica de su atractivo y suculento cuerpo.
Me miró con frenesí con sus pupilas ardientes, su cuerpo energizado por el deseo de estar con un hombre, de tanto tiempo perdido. "…por favor,…penétrame, ¡ahora!...¡penétrame!"-me rogó.
Aprovechando, su hendidura rosadita y jugosamente lubricada, me arrodillé frente a ella, besándole y lamiendo su pulido "conejito", y la invité a montarse sobre mí. Afirmada en la baranda de la pared por un lado y de mi hombro por el otro, yo la sostenía de sus glúteos. Descendió lentamente hasta besar mi pene con su húmeda vulvita, se insertó en mi firme e irrigada carne, refalándose suavemente y envolviendo cada centímetro de mi dureza.
Detuvo la penetración a mitad del recorrido, iniciando con la ayuda de sus firmes piernas de deportista, lentas subidas y bajadas, frotando mi verga en su interior. Tomaba pausas en este balanceo, mordiendo con su vagina mi lubricado pene, como tomando conciencia de la sabrosa realidad retenida en su memoria. Repitió por largo rato este balanceo, hasta sensibilizar y tomar confianza en su interior.
Hasta que dio rienda suelta a todo lo comprimido de años. Lanzándose al vacío, cayendo en una profunda penetración. Se aferró de mi cuello y a sus piernas, y yo con mis manos a su cintura. Comenzó un violento y desordenado frenesí de contorsiones, que casi arrancaba mi carne hundida en su abertura. Hasta terminar en una mojada explosión de jugos, desplomándonos en un ovillo de cuerpos extenuados, pero victoriosos.
Estuvimos varios minutos, tocando nuestros cuerpos jabonosos y mojados, sintiendo cada uno de nuestros latidos.
Más tarde, nos enjuagamos el uno al otro, como jugando, alegres e inocentes. Nos secamos y desnudos nos metimos en su cama, hasta que se durmió sobre mi pecho con mis suaves y cariñosas caricias. Con mucha seguridad, como dice la canción- "yo quería dormir con ella y ella no quería dormir sola".
Me sentía orgulloso que haber podido aportar, en sensibilizar el cuerpo que una piel dormida, pero no muerta. También me sentía muy afortunado de haber sido yo el elegido como macho para tan abnegada misión, de esta exquisita y suculenta mujer.
Me considero un terapeuta sexual graduado, y con mi primera paciente sanada.
¿Alguna más,…requiere de mi ayuda?
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