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Edades adolescentes. La calentura a mil, y cada uno de nosotros, motivados por una fantasía que veníamos madurando en aquel grupo de 14 chicos varones que conformábamos aquella compacta pandilla.
¿Cuál era esa fantasía que veníamos madurando? Una fantasía, alentada por aquellos videos pornográficos donde habíamos establecido elegir como preferibles para mirar, y que consistían en las orgías dominantes en las cuales las chicas, eran sometidas a intensísimas sesiones de sexo salvaje, por varones que las hacían el centro de salvajes folladas interminables.
¿Y por qué no poder hacerlo también nosotros? Era nuestra pregunta. Pero... ¿y las chicas...? ¿Cuáles? ¿De dónde sacarlas...?
Todos nosotros éramos verdaderamente chicos muy bien parecidos y agraciados todos con unas figuras masculinas de muy asombrosa coincidencia en los 14 que éramos, cosa no muy común en un grupo tan numerosa donde siempre generalmente existe algún que otro fuera de aceptable estética por decirlo eufemísticamente... pero en nuestro caso, éramos una verdadera "selección de chicos lindos".
¿Cómo no aprovechar entonces tal suerte, para llevar adelante aquella cochina idea? ¡Obvio que sí!
¡Pero estaba el faltante, del material femenino para tal cosa...! ¡Mujeres! ¡Nos faltaban... las mujeres!!! Hasta que una noche, caliente noche de un carnaval coloridamente alegre y pleno de bullicios y corso por una inmensa avenida contigua a una extensa floresta que se prolongaba hasta las costas del río allá a varios kilómetros, allí, en ese multitudinario corso de carnaval, la suerte quiso que otro grupo juvenil, ¡femenino! se encontrase con el nuestro en aquel bullicio festivo y donde los alegres ánimos tanto de nosotros como los de ellas, estaban dispuestos a conseguir ese espíritu de marcha orientado al placer y la aventura.
Aquello, parecía como una mágica coincidencia donde la suerte, había aritméticamente conjugado los números para que, entre nosotros, las cuentas cerraran perfectas:
Éramos catorce nosotros, ¡Y eran catorce, ellas!
Ellas, un tanto menores que nosotros, es verdad; pero todas, todas ellas, con una exuberancia física que las mostraba muy superiores a nosotros, en corpulencia y altura. Parecían, como seleccionadas para un conjunto de mujeres robustas.
Inmediatamente comenzamos a contactarnos en ese rápido y hábil estilo donde tanto nosotros como ellas utilizábamos nuestras mañosas artes para la seducción y la simpatía, y rápidamente congeniamos en esa afinidad que también ellas como nosotros, buscábamos para lograr lo que pretendíamos... pues si nosotros queríamos marcha picante, ellas: ¡también!
Pronto, llevamos nosotros la delantera, en la osada propuesta a intimar en un íntimo acuerdo a sostener juntos una orgía de amor, para saciar nuestros apetitos ardientes que ni nosotros ni ellas, ocultábamos.
Ellas, obviamente como mujeres y mucho más cautas, comenzaron a manejar la astucia de saber prolongar la aceptación a tales propuestas, en el erótico juego de hacerse desear y torturarnos con la incertidumbre de una aceptación que dilataban. ¡Reían las muy cochinas!
Nosotros, ardiendo cada vez más en la segura certeza que ellas sí también querían sexo, íbamos creciendo en calenturas y ese deseo como animal, y no dejábamos de mirar aquel manchón negro y extenso del boscaje donde obviamente, sería el lugar a donde a saciar nuestras ganas, con ellas iríamos. Ellas, viéndonos hacia allí repetidamente mirar, reían y nos decían que no fuéramos impacientes, y que supiéramos aguantar, "que del aguante...vendría después la mayor carga para mejor descargarnos". Todavía, sabían gastarnos esas crueles mofas, burlándose de nosotros con carcajadas que de inmediato entre las catorce coronaban.
Entre nosotros, y sin que ellas lo pudieran oír, nos decíamos cuando ello podíamos:
-"¡Les vamos a romper cuánto agujero tengan, y las vamos a rellenar de leche, por putas!!!"
Continuamente estaban llevándose a la boca caramelos, y nos convidaban también en continuos ofrecimientos que, como ellas, devorábamos unos tras otros.
Nuestra impaciencia era ardientemente feroz, y ellas reían demorando el "vamos" que tanto anhelábamos de sus bocas oír.
Uno de nosotros, en tal estado de ardor y nervios no conseguía abrir el envoltorio del caramelo que hasta una vez tras otra se le caía de las manos, y ellas reían a carcajadas por tal cuestión, y hasta ellas mismas hacían por él el trabajo, hasta colocárselo ellas mismas también, adentro de la boca.
Como indignados, los demás mirábamos aquello. Ellas… reían.
Los nervios y la creciente ansiedad ardiente, nos iba poniendo a todos en igual torpeza, y como a aquél primero, también a todos, los nervios y la ansiedad y una calentura ya como monstruosa, nos impedía poder manipular aquellos caramelos. Ellas, eran ya un coro de reír y mofarse de nosotros, ayudándonos como al otro, del que todos minutos antes tanto nos indignábamos.
-"¡Vamos, chicas...! ¡por favor ya no demoremos más y vaaaamoooos!!!" -Fue la imploración ya casi llorando de varios invitándolas por enésima vez a ir hasta el bosque a vivir nuestra orgía, y ellas, riéndose como sin parar y mirándose entre todas a las risas, nos respondieron para felicidad sin par de nuestros oídos:
-"Bien...ahora sí... ¡VAMOS!"
Como poseídos por una ansiedad salvajemente feliz, salimos con ellas hasta corriendo hacia aquel bosque mientras ellas en la carrera, reían con un reír extasiado y diciéndonos mientras corríamos:
-"¡Corran, chicos...corran más fuerte!!!"
Corríamos más fuerte como nos pedían, y nuestra ansiedad y nervios nos hacía sentir aún más torpezas en nuestros brazos que los sentíamos como pesados y bamboleándose en nuestro correr, como cosas muertas y sin poder controlarlos en sus movimientos colgándonos sin obedecer a nuestra mente al querer moverlos.
Aquel correr hacia el bosque, acentuó aún más aquellas sorpresivas parálisis que sólo en nuestros brazos así se había presentado de manera rápidamente progresiva en nosotros, hasta que ya adentro del bosque... ¡nos era imposible mover nuestros brazos!
¡Todas ellas, eran un constante reír en coro de carcajadas!
Ya habiéndonos ellas llevado en la carrera hasta un engramillado enorme allá bien adentro de aquel boscaje, se detuvieron con nosotros allí jadeantes y sintiendo como muertos nuestros brazos que no podíamos mover, comenzaron a decirnos mientras no paraban de reír y reír:
-"¿Chicos...qué les pasó???"
-"¡A.… a.… ay... ayyy, no podemos mover los brazos! ¿Qué nos está pasaaaandoooo???" Exclamó uno de nosotros, para que un coro de carcajadas de ellas todas, estallara estridente.
Burlonas y sin parar de reír, nos decían mientras ya, comenzaban a actuar al modo que actuar querían:
-"¿Peeereoooo...no pueden desnudarse para comenzar la orgía??? ¡Nosotras los ayudamos!!!"
Y ya, sin demoras y actuando todas con rapidez asombrosa, comenzaron a desnudarnos dejándonos rápidamente así a todos completamente desnudos, para de inmediato proceder con total facilidad, a maniatarnos atando nuestras manos con sus medias, sostenes, y todo cuanto sirviera para amarrar nuestras manos a nuestras espaldas, detrás.
¡Y comprendimos!: Las muy cerdas, nos habían drogado con aquellos caramelos, provocándonos esas parálisis en los brazos, para poder dominarnos a su antojo, ¡cosa que lograron con total éxito absoluto!
¡Caímos, como verdaderos idiotas!
Sí: ¡Nos habían capturado a todos juntos! Y aquella droga además de tener ese poder de paralizarnos los brazos solamente, tenía también el afrodisíaco poder de exacerbar los sentidos sensoriales del cuerpo masculino multiplicando por millones las sensibilidades de toda la piel y el cuerpo entero, haciendo que el menos rose o toquecito uno lo sintiera como la más monstruosa cosquilla enloquecedora que electrizaba el cuerpo entero en vibraciones eróticas que lo volvían como loco a uno al sentirlas.
Sádicas y en un reír a carcajadas de todas, comenzaron a torturarnos probando en nuestros cuerpos desnudos sus más sutiles toquecitos arrancando en nosotros verdaderos alaridos de desesperación y un corre inútil tratando de huir de ellas que nos corrían capturándonos y haciéndonos sentir con el contacto de sus manos atrapándonos, verdaderos cataclismos de cosquillas inenarrables que nos hacían quedar gritando y pataleando en el lugar donde habíamos sido cada uno capturado.
Sus dos manos cosquilleando nuestros cuerpos entre sus carcajadas y risas, arrancaban de nosotros un general berrinche de gritos desesperados aullando en una demencial expresión de guturalismos y gemidos, bramidos y suspiros, largos gritos y un sin fin de mil sonidos que evidenciaban la locura en la que nos estaban entrando.
Cuando atraparon nuestras vergas como garrotes y fuego, y sus manos jugueteaban con nuestros huevos como melones de tan crecidos y la leche bulléndoles dentro, ahí...todos éramos un masculino coro grotesco de las más insólitas y cómicas exclamaciones de desesperación alocada. Ellas, no podían parar de reír en un constante tronar de femeninas carcajadas grotescas.
En medio de una enloquecedora caravana de sensaciones orgásmicas que nos llevaban a la locura más impensada, comenzaban ellas a hacernos saltar correntadas de leche que nos hacían saltar pija afuera en chorretes como interminables que festejaban con alaridos de risas mientras nosotros aullábamos enloquecidos, y lo que era recién, el comienzo de una sádica orgía en la cual catorce varones habían caído atrapados en las manos de catorce mujeres que habían sabido ser más inteligentes y astutas, demostrando una superioridad que tuvimos que sufrir en un tiempo tan extenso como intenso, donde lo que hasta aquí he contado, apenas si constituyó el comienzo de lo que resultó, un posterior cautiverio a donde después supieron llevarnos para prolongar lo que pasó a ser, la más inmensa y gorda cosa dominante de mujeres a varones, plagadas de una y mil situaciones dignas de ser contadas seguramente, en un voluminoso libro que escribiré, ¡sin dudas!
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