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Categoría: Confesiones

Cómo me volví una zorra

Hola, mi nombre es Amelia Bauman, tengo 23 años y esta es la historia de cómo pasé a ser una zorra.



Para introducirlos un poco en mi vida les cuento que desde que era muy pequeña mis hermanos mayores me alentaron a hacer deporte con ellos, fuera lo que fuera, y al final terminé enamorándome del deporte tanto como ellos. 



Mis vecinos siempre fueron buenos amigos míos, David y yo tenemos la misma edad, pero su hermano, Antonio me lleva 8 años por delante. Fuimos creciendo y, como era de esperarse yo empecé a ganarme el título de mujer. Empezaron a formarse mis curvas, mi culo se hacía cada vez más grande, mi busto igual. Por el ejercicio constante mi culo se tonificaba cada vez más y mi abdomen era completamente plano. Debo admitir que mi cuerpo se formó de manera ideal. 



Siendo mjoven pasaron dos cosas, una: entré a la clase extracurricular de natación del colegio y dos: empecé a sentir deseos sexuales. No fue muy difícil empezar estando en un colegio tan grande.



En las clases fue que me di cuenta de que me empezaban a atraer los chicos de manera diferente a la de una simple amistad. Además noté que muchos de los hombres se me quedaban mirando el culo. Cuando teníamos que calentar el entrenador nos ponía en fila, hombre mujer, hombre y así sucesivamente. Estoy segura de que les sentí el pene a todos los hombres de la clase contra mis nalgas. Y empezaba a gustarme que se me pegaran, tanto así que algunas veces cuando no los tenía tan cerca como quería yo me movía hacia atrás para cerrar el espacio entre nuestros cuerpos. Ninguno me decía nada, pero el hecho de que el pene les creciera con el roce de mi culo era mucho mejor.



Un día jueves luego de entrenar, uno de los chicos, Santiago, me esperó en los vestidores de mujeres para hablar. Él estaba en un curso mayor al mío y era el más guapo de su clase. ''Hola bonita'' yo le respondí sonriendo y él se me acerco demasiado, me agarró de la cadera y me pegó a su cuerpo para susurrarme al oído.



-No creas que no me he dado cuenta de todo lo que haces con estos niñatos.-me dijo acariciándome la espalda.



-¿Qué es lo que hago?-ese día me estaba sintiendo valiente y se lo dije haciéndome la inocente.



-Yo creo que tu sabes qué es.-despacio fue bajando la mano hasta que la tuvo rodeándome el culo, lento me lo iba tocando. Y me estaba gustando que lo hiciera, le seguí sonriendo-El sábado hay una fiesta en mi casa, deberías ir.-dijo mientras que iba bajando un poco más la mano.



-Me lo pensaré.-respondí y puse mis manos en su pecho para alejarlo de mí. Sonrió y me soltó.



-Allá te espero, bonita.-se fue sin más.



Ese día en casa hablé con David para saber si él estaba enterado de la fiesta, me dijo que si entonces le dije que yo lo iba a acompañar. 



Al otro día en el entrenamiento Santiago se hizo detrás de mí. No tuve que moverme un centímetro, se me pegó completamente al culo, yo no podía parar de sonreír. Cuando terminamos fui a tomar una ducha y al salir en la toalla camino al vestidor me lo encontré, estaba terminando de vestirse, con el cabello rubio mojado y no llevaba puesta la camiseta, todo el abdomen perfectamente marcado me hizo sentir cosas en el cuerpo que jamás había experimentado. Al darse cuenta de que lo observaba me sonrió y se acercó. Empezó a jugar con mi coleta  y luego puso su mano en mi hombro.



-Me gusta tu piel, bonita.-dijo deslizándola por mi brazo. Me cogió de la mano y me llevó hasta el vestidor de hombres que ya estaba vacío. ME abrazó por la cadera y empezó a besarme, pero no era como los besos suaves que me habían dado, era salvaje, era fuerte. Y me encantaba.



Me cogió por el culo y me alzó, yo lo abracé con las piernas (llevaba el sostén y panty por suerte) y se me soltó la toalla. Sentía el roce de nuestros cuerpos sin ningún impedimento, me estaba apretando y acariciando el culo y yo no hacía más que suspirar. Se sentó en la banca y yo quedé sentada sobre sus piernas, con la pelvis pegada a su abdomen. Sus manos soltaron mi culo para ponerlas en mis tetas, sobre la tela. Las fue descubriendo poco a poco, para que al final yo pudiera sentir cómo me acariciaba los pezones.



-Eres toda una zorrita-dijo entre besos. Sonreí. Y entonces me di cuenta de lo que estaba haciendo. Me levanté nuevamente y me cubrí las tetas. 



-No.-dije. El no borró su sonrisa.



-Lo eres pero no te has dado cuenta aún. Mañana en la fiesta te lo puedo mostrar, bonita.-se levantó, pasó por mi lado y al volver me entregó la toalla.-Vas a querer volver por mas.-dijo y antes de irse me dio una nalgada. Sinceramente no tenía la menor idea de lo que acababa de pasarme, jamás había hecho algo así... pero se sintió tan bien.  Pasé toda la tarde pensando en esos cinco minutos de lujuria. 



Al otro día le dije a mamá que iba a ir a una fiesta en la tarde, me dijo que estaba bien si iba a ir con David. Ella confiaba plenamente en él. A las 6 David me llamó para ver si salíamos ya, le dije que yo ya salía, que esperara afuera. Me había maquillado y me puse un vestido ceñido al cuerpo que me quedaba a medio muslo con tacones bajos. A los lados el vestido tenía encaje por lo que, muy a mi pesar, no pude llevar bragas. Era muy lindo, uno de mis favoritos, era todo azul petróleo a excepción del encaje negro de los lados. Me recogí el cabello rubio oscuro en una coleta, me puse una chaqueta negra de hacer deporte y salí. David y Antonio estaban afuera esperándome, ambos de espaldas a mí, al cerrar la puerta se dieron vuelta y fue la primera vez que los vi mirarme como a una mujer.



Luego de un montón de miradas incómodas David y yo nos fuimos, pedimos un taxi y al llegar buscamos a Santiago por toda la casa. Lo encontramos en la cocina, hablando con un grupo de chicos a su alrededor: era el macho alfa. Cuando me vio pidió permiso a sus amigos para venir a hablar conmigo y David fue a hablar con los demás chicos.



-Hola, bonita.-dijo. Antes de que pudiera responderle ya me estaba besando. Cuando terminó de ‘saludar’ me tomó de la mano y me llevó al salón. Se sentó en un sofá y me sentó en su regazo.



-Deberías quitarte eso, pronto te dará calor.-dijo bajando la cremallera de mi chaqueta.  Le sonreí y la bajé completamente, me la quité y la puse sobre el respaldo del sofá-Así está mejor, linda.



Estuvimos hablando un rato, él flirteando y yo riendo como una nena hasta que me dijo que bailáramos. Habían puesto bachata y, sin problemas, me agarró del culo y pegó mi pelvis a la suya, haciendo que nuestros cuerpos se mecieran al tiempo. Me daba cuenta de que los otros no dejaban de mirarnos. Seguramente porque era la primera vez a la que iba a una fiesta así y porque el anfitrión me estaba manoseando el culo. Cuando hubo cambio de música a reggaetón decidí ser yo quien tomara la iniciativa. Me di vuelta y pegué mi trasero a su pelvis, lo agarré por el cuello y empecé a moverme. Sabía bailar, claro, así que no eran solo lado a lado, era el paquete completo. Cuando le sentí el pene creciendo puse mi mano encima y lo apreté. Soltó un gruñido y me giró con un movimiento.



-Vamos arriba-me tomó de la mano y me arrastró por la casa a las escaleras. Ya arriba entremos a su habitación. Me alzó y volvimos  hacer lo mismo de los vestidores-Esta vez vamos a terminar.-seguimos besándonos fuerte, mordiendo nuestros labios. Lancé un gemido, me gustaba la presión que estaba sintiendo en la entrepierna.



-No traigo bragas.-murmuré. No tengo la menor idea de por qué lo hice, pero lo hice. Sonrió contra mi cuello y me mordió un poco.



-Eres toda una zorra, May. Te voy a dar lo que una zorra se merece.-me sentó en la cama y se desabrochó el pantalón, se lo bajó y lo tiró a un lado. En realidad no tenía idea de que estaba haciendo Santiago hasta que se bajó los calzoncillos también, dejándome ver por primera vez un pene. Supe que estaba excitado porque estaba derecho y se le notaban un poco las venas.



Tomó mi mano y la puso alrededor de su miembro diciendo que él me iba a enseñar. Por la muñeca me hacía subir y bajar la mano sosteniendo su pene.



-Sigue tú sola.-dijo y eso hice unos minutos, hasta que una idea iluminó mi cerebro. Acerqué la cabeza aprovechando que él había cerrado los ojos y lo lamí mirándolo. Abrió los ojos de golpe y frunció el ceño. Volví a hacerlo, una y otra vez como si estuviera comiendo un helado, por todos lados y acariciando con la mano. Metí la punta en la boca y chupé un poco, me sentía atrevida esa noche y sabía que le estaba gustando lo que hacía.



-Voy a venirme, deja de hacerlo un momento.-dijo un segundo antes de que mi mano se llenada de sus fluidos acompañado de sus suspiros de placer.



 



Bueno, pues esa es la primera parte de mi historia. La próxima vez prometo ir más al grano. 


Datos del Relato
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