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Categoría: Incestos

Como en los probadores

Llegando al portal me encontré con la vecina de al lado que venía cargada con un par de bolsas y 5 o 6 vestidos de la tintorería. Yo que soy un caballero le abrí la puerta y cogí las bolsas. En el ascensor como buenos españoles hablamos del tiempo pero yo pensaba: quien tuviera veintipocos para echarte un envite. Cuando abrió la puerta deje las bolsas dentro.



- muchas gracias.



- nada guapa, ya ves lo que me costó, y cualquier cosa ya sabes donde estoy.



- pues ahora que lo dices...pasa, pasa un momento.



Llegados al salón me pidió que esperase allí y se fue con los vestidos. Desde otra habitación me contaba que el año pasado, a su boda, una prima de su marido fue con un vestido un tanto provocativo y acaparo toda la atención, pero que este año se casaba la susodicha y cambiaban las tornas. De pronto apareció en el salón con un impresionante vestido rojo y de espaldas a mí me pidió que se lo abrochase. Al ver que me costaba un poco dijo:



- el último año me han crecido muchísimo los pechos.



Yo con un tono maléfico respondí:



- ya me di cuenta guapa, ya me di cuenta.



Una vez abrochado se retiró un poco, dio un par de vueltas sobre sí misma y mirando al suelo y acariciándose las caderas pregunto:



- que tal me queda?



Yo quise deleitarme un poco mas y le pedí que desfilara y ella con una amplia sonrisa empezó de un lado al otro del salón, parándose de vez en cuando a posar, para finalizar  el paseillo dio otro par de vueltas sobre si misma y ,nuevamente como mirando al suelo pero  mirándome a mi de reojo, pregunto:



- que tal?



Yo analice rápidamente la situación. Bufff... Era un vestido rojo, translucido y largo pero muy sugerente. Era abierto a los lados y permitía ver que también vestía unas medias negras de esas sedosas que a medio muslo se convertían en unas ligas de encaje y terminaban justo para que se viera un poquito de pierna al natural antes de que se cerrase el vestido. Por otra parte, le quedaba muy ajustadito permitiendo que se apreciaran unos contorneados glúteos que se coronaban con la marca que formaba el triangulito del tanga negro, y continuando hacia arriba encontrabas unos generosos pechos encarcelados por un sujetador de encaje también negro, de esos que apenas tapan la mitad.



Ante mi falta de respuesta, nuevamente pregunto:



- como me queda?



Yo, mentalmente me persigné y dije "que sea lo que dios quiera". Me acerque a ella, agarre su mano abierta y la puse sobre mi paquete duro como una piedra:



- te sirve esta respuesta?



Ella se sorprendió, pero tardo unos segundos el soltarla, después me agarro por la pechera y a escasos centímetros de mi cara dijo:



- si juegas con fuego te puedes quemar.



y me dio un par de besitos en los labios. Yo que estaba en época de sequía la agarre por el culo y la apreté fuerte contra mi besándola apasionadamente, como queriendo acariciar su campanilla con mi legua. Después de unos minutos de excitantes magreos y apasionados besos yo tenía mis manos dentro de su vestido y tras apartar el tanga me disponía a meter mi dedo corazón por su puerta de atrás, ella me miro sería y dijo:



- eso no, estoy muy cachonda pero eso no.



Al ver su disposición me la eché al hombro y mientras ella reía pícaramente yo abría una puerta tras otra, buscando una cama de matrimonio que habría de ser testigo de este acto de infidelidad, ya que los dos éramos casados. Una vez encontré la cama deposite con delicadeza a la joven sobre ella y después de besarla otra vez y acariciar sus caderas recogí la parte delantera del vestido sobre su cintura y después de ver que el tanga iba a juego con las medias lo deslice con suavidad hasta sacárselo por los pies, ella fue a quitarse las medias y le dije que no , que le quedaban muy bien, después acaricie sus preciosas piernas con la yemas de mis dedos y recogí un poco más el vestido para jugar con el dedo índice alrededor de su ombligo. Para finalizar los preliminares acaricie sus pechos buscando los pezones hasta que ella, después de haber liberado a mi polla de la cárcel de tela en que se encontraba recluida, dejo de acariciarla y movió su cintura hasta que los genitales de ambos se encontraron. Llegados a ese punto yo tenía la puerta abierta y sabía que aquella calidez que emanaba por allí abajo estaba dispuesta para mi así que entre sin pensarlo y con contundencia, pero pare en seco al ver que el gesto pícaro de su cara se tornaba en molesto. Después de que ella respirase varias veces como una parturienta la mire a los ojos y le dije:



- esto ha de ser un acto consensuado, en cuanto me lo digas yo paro.



En aquel momento note que el brillo regresaba a sus ojos, me dio un besito muy tierno y dijo:



- despacito pero por favor... no pares.



Con mucha delicadeza me tumbé encima de ella repartiendo mi peso entre las rodillas y los codos, luego empecé con mucho cuidado a meterme una y otra vez en el juego. Tras unos minutos note que ella ya gozaba e intente besarla pero cada vez que mis labios apuntaban a los suyos el beso se estrellaba contra mejilla así que me detuve un par de segundos para incorporarme y ponerme de rodillas entre sus piernas para poder admirar su belleza desde otra perspectiva, luego la agarre por las caderas y comenzamos de nuevo el vaivén de los dos cuerpos. Yo gozaba al ver como sus pechos temblaban a cada envite, como queriendo salirse de aquel vestido en el que estaban embutidos, acariciaba sus interminables piernas, disfrutaba del momento... pero anhelaba los besos que momentos antes ella me regalaba. Acercándonos los dos al culmen de nuestro encuentro ella me abrazo con las piernas y me sujeto por los hombros para impedir que me acercara a besarla, en aquel momento vi el placer que sus ojos derrochaban al no dejarme coger lo que yo deseaba pero aproveche la intensidad del momento para sujetar sus manos contra la almohada y robarle un beso en el mismo momento en el que me invadía el éxtasis de eyacular en su interior.



Después de quedarnos los dos tan a gustito me tumbe a su lado con mi miembro asomando aun por la bragueta y deshinchándose poco a poco, ella se giró hacia mi y después de darme una tanda interminable de besitos que rezumaban ternura me abrazo con una pierna, se acurrucó a mi lado y me pidió que la abrazase. En ese momento me di cuenta de que ninguno de los dos necesitábamos sexo, ambos estábamos a falta de amor.


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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