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Me gustás así: con el pelo mojado, sentada en el escritorio, esperando mi siguiente orden. Ayer te pedí que vinieras a trabajar, hoy sábado, para adelantar el trabajo que no pudimos hacer durante la semana. La realidad es que te quería tener un rato solita para mí, porque en la semana es un quilombo a todas horas.
Siempre me gustaste, desde que te descubrí en ese café en Once, una mañana de verano. Tu boca me llamó la atención, era desmesurada debido a los grandes dientes. Instantáneamente te imaginé atragantada de mí. Eras una bebota, recién salida del secundario. Cintura de avispa, culo monumental, tetas desmesuradas, carita de nena. Explotabas por donde te mirara. Te dejé una buena propina en agradecimiento a tanta belleza.
Inventé excusas para ir a ese café con regularidad. Un día te pregunté tu nombre. Otro día te saqué una sonrisa con un chiste malo. De a poco fui sabiendo de vos y me inventé una pseudo amistad. Sabía que despreciabas tu trabajo, que con propina y todo, ganabas una miseria, que los clientes no paraban de mirarte el culo, y el dueño te quería coger a toda costa. Te ofrecí un trabajo en mi Pyme. Un mejor sueldo, una mejor vida. Leías en mis ojos las intenciones de zorro tramposo, pero te dejaste engañar, seguramente cansada de tu vida de mierda.
Estás divina detrás del escritorio, concentrada, revolviendo papeles, tus tetas vistosas por encima de la mesa. Y pensar que no sabías ni encender una computadora. Pero aprendés rápido. Al principio sólo me conformaba con tener un lindo culo dando vueltas por la oficina, una agradable distracción en un trabajo estresante. Pero me saliste buena, ávida de conocimientos, y sumisa ante las órdenes.
Te pido cosas que no necesito sólo para verte ir y venir de un lado a otro. Ya sea buscando una carpeta vieja en el archivo, o sacando fotocopias, desparramás tu hermosura por todas partes. Estás buena desde cualquier perfil, desde cualquier ángulo, sos una bebota sexy.
Sé que ya es hora, sé que vos estás esperando el momento del avance. Voy al baño, me lavo la pija con agua y jabón. Me enjuago bien, quiero que esté impecable, que disfrutes cuando te la haga saborear. No puedo más, cada vez que me la froto se endurece un poco. Me concentro para que se me baje. Cuando lo logro voy a tu encuentro.
Que linda sos cuando te hacés la boluda. Tus ojos están bajos, mirando el formulario que estás llenando. Pero tu campo visual alcanza a vislumbrar la figura de perro hambriento que va a devorarte.
Me pongo a tu espalda. Apoyo el mentón sobre tu hombro, tu pelo húmedo despide un aroma riquísimo. Te pregunto cómo va lo que estás haciendo. Te pregunto cualquier estupidez para verte mover esa boca deliciosa. Me contestás sin sacar la vista del papel. Se te nota nerviosa. Sabés lo que se viene. Sabés que siempre te tuve ganas. Sabés que rescatarte de la pocilga en la que trabajabas no fue una hazaña de un caballero errante, sino un plan urdido por un buitre libidinoso. Tu respiración se escucha entrecortada. Te agarro del mentón con suavidad, te hago girar para que me veas a los ojos. Tu mirada tiene algo de miedo y de expectación. Te estampo un beso en la boca. ¡Qué boca! Girás la cabeza al otro lado. Susurrás un “no”. Una resistencia esperada, una resistencia obligada. Apreso tu cara con fuerza, pero sin lastimarte. Otra vez me estás mirando. Repetís el “no” estéril, te beso de nuevo, saco la lengua, comienzo a saborearte, pero te mantenés obstinadamente cerrada. “abrí la boca” te ordeno. Me mirás en silencio. “abrí la boca”, repito. Siempre fuiste obediente. La vida es un cliché. La tercera fue la vencida. Esta vez mi lengua fue recibida por la tuya, la masajeás, te muerdo los labios, que rico sabés, que gusto dulce y enviciante. Te estrujo una teta, hermosa, enorme, mi mano no da a vasto. Nos fundimos en ese beso un buen rato. Desatiendo la teta para bajarme el cierre del pantalón. Saco mi miembro impaciente, duro, altanero. No hace falta que cambies de posición, solo es cuestión de girar la silla, y que te agaches un poco. Te empujo hacia abajo haciendo fuerza en tu nuca. Te quedás dura, trabada, tenías otro “no” guardado bajo la manga. ¿Acaso tenías esperanzas de que esto termine en un beso? ¿Acaso somos adolescentes? Olvidé que vos casi lo eras. Seguir empujando es inútil. Te tironeo del pelo, cuando chillás por el dolor, abrís la boca por inercia, y entonces mi espada clava su estocada. Estoy adentro tuyo, mi glande siente la viscosidad de tu lengua. Mi tronco sufre un poco, apresado entre tus dientes, que no muerden, pero tampoco se abren del todo. “dale bebé, si ya estoy adentro tuyo, chupámela bien” te pido. Me mirás desde abajo, enojada, derrotada. Sucumbís ante mi elocuencia improvisada. Abrís más la boca. Esa boca que me enamoró, ahora invadida por mi sexo. Agarrás el tronco con una mano, lo pajeás, lamés la pija en toda su extensión, empezando por encima de las bolas, terminando en la cabeza. Todo en cámara lenta, sin dejar de mirarme con reproche, cosa que me hace calentar más. Ahora el miembro se pierde en tu boca. ¿Quién te enseñó a chuparla así? ¿Acaso no sos muy chica para adivinar todo lo que les gusta a los hombres? ¿Cuántos hijos de puta como yo se aprovecharon de tu inocencia, de tu necesidad? Mi pija se entierra por completo, la pierdo de vista. Mis testículos cuelgan pegados a tu cara. Te agarro con ambas manos para que te quedes ahí un rato. La saliva se desliza por tu cara y va a parar a la alfombra. Me golpeas la pierna porque te estás atragantando. No te suelto, quiero verte sufrir un rato. Me golpeás de nuevo y te libero del castigo. Tosés sobre mi pija, escupís encima de ella, la lustrás con saliva, hilos de baba unen mi sexo con tus labios. Qué imagen sucia, que imagen hermosa.
Te dejo descansar unos segundos, pero sigo parado frente a vos, con mi lanza dura, lista para el próximo ataque. Y ahora comienzo de nuevo, me arrimo a tu boca, que esta vez se abre sin preámbulo. Saboreás la cabeza, envolvés la parte inferior del tronco para evitar que te lo haga tragar de nuevo. Pajeás y chupás como una experta. De repente parás, me molesta que lo hagas justo ahora, que lo estabas haciendo tan bien. Pero entonces te veo sacar de algún lugar una colita para el pelo. Te lo atás, ahí, arrodillada como estás. Ahora sé que la cosa se va a poner seria. Ahora el ritmo lo marcás vos, tragás y escupís cuando se te ocurre, pero pareciera que estás adivinando mis deseos, estamos más conectados de lo que pensábamos. Ahí se viene la leche, ya no la puedo retener. Abrís la boca. ¡Que hermosa sos la puta madre que me parió! Sacás la lenguita como una perrita muerta de sed mientras recibís la leche, calentita, abundante. Salen varios chorros, algunos erran al blanco y te decoran la cara. Te felicito por lo bien que hacés los petes, me decís que soy un boludo, te hago tragar el resto que brilla en tu rostro.
Ya sos mía, ya no hay vuelta atrás. Vamos a terminar lo que empezamos. Te agarro de la mano y te ayudo a levantarte. Te acompaño al baño para que te enjuagues la boca, porque quiero seguir besándote. Mientras hacés buches, te toco el culo. Es grande, firme, desproporcionado en comparación a la cintura fina. Se siente muy rico el tacto por encima del pantalón de jean. Te abrazo, te beso. Un beso apasionado, lleno de ternura. Te desabrocho la camisa. Te la quito. Manoseo las tetas por encima del corpiño. Te corro el pelo a un lado y te beso el cuello. Te hace cosquilla. Que hermosa sonrisa tenés. Desabrocho el corpiño, te libero de él. Tus pezones son rosados y puntiagudos. Te agarro de la cintura y te hago girar. Te chupo las tetas. Me descubro hambriento. Entierro mi cara entre ellas y la froto. Que hermoso tacto. Te manoseo el culo. Tus curvas me enloquecen. Te chupo el pezón. Sé que te gusta. Largás un gemido. Ya estás entregada bebota, ya sos mía. Te llevo a la sala de espera. Ahí hay un sillón cómodo donde esperan los clientes. Ahí te voy a coger. Te desabrocho el pantalón, te lo bajo, lo tiro a un costado. La bombachita blanca tiene el mismo destino. Te doy un cachetazo en las nalgas. Me arrodillo detrás de vos. Estás depilada. No podés ser más hermosa. Te muerdo. Que rica sos. Te chupo, te saboreo, estás más buena que comer pollo con las manos, estás para chuparse los dedos. Te escupo el ano. Entierro mi dedo. Largás un gemido. Es muy estrecho, mi dedo se siente muy apretado ahí adentro, se nota que sos virgen del culo, pero también se nota que te gusta, porque te cuerpo se estremece de placer cada vez que lo invado. Te ordeno que te pongas en cuatro, encima del sillón. Que bebota obediente, ya no te negás a nada. Ahora mi dedo entra a mayor profundidad. Ahora no sólo gemís sino que también gritás. Tu cuerpo se hamaca al ritmo di mis embestidas. Se escucha un sonido como de palmadas cada vez que mis otros dedos chocan contra tu culo. No me ensucio para nada, estabas lista para coger bebota. Es muy lindo culearte con mi índice, pero llegó la hora de cogerte.
Te das la vuelta, me tiro encima de vos, te beso, te abrazo, me retuerzo sobre tus tetas, agarro el forro, me lo pongo, te penetro, despacio, porque sos estrecha. Hacés un gesto de dolor, eso me excita más, siento como mi pija se expande más adentro tuyo. Mi miembro también siente dolor por la estrechez. Lo saco, te escupo la concha varias veces, entro de nuevo, despacio. Te retorcés de dolor y placer. Ya sos mía bebota. Me cuelgo de tus tetas, como un alpinista, y subo, despacio, mientras me entierro más en vos. Te chupo el pezón, el cuello, te beso la boca, nuestras salivas se mesclan, me queda tu sabor en la boca. Me mirás. Tus ojos se abren mucho cuando te penetro. Querés mantener los labios cerrados, pero a cada rato se te escapa un gemido. Ya estás dilatada, puedo entrar con mayor libertad. Embisto más fuerte, más rápido. A vos te duele más. Te gusta más. Me acuerdo de vos cuando te vi por primera vez: Una bebota recién salida de la escuela. Apenas pasaron meses de eso, pero parecen mil años, parece que te anhelo desde siempre. Que bien se siente sentirme sobre vos, sentirme en vos. Que linda sos cuando sufrís y disfrutás al mismo tiempo. Me vengo de nuevo. Grito como un animal, te abrazo, te digo que te quiero, que te necesito, que sos mía.
Nos quedamos abrazados, desnudos, hasta que oscureció.
Fin.
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