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Categoría: Incestos

Claudia y su hermano

Sabía que pronto sucedería, que Jorge bajaría la escalera y que pasaría lo inevitable.



Claudia estaba acostada completamente desnuda, esperando que su hermano se decidiera al incesto.



Habían quedado solos en casa y lo estarían hasta el día siguiente y ella se dedicó toda la tarde a excitarlo de diferentes maneras, pues sabía que Jorge la deseaba.



¿Cuándo se dio cuenta de ello?



¿Sería hace un año atrás, cuando estaba leyendo recostada en el sofá de la sala y le sorprendió mirándole las entrepiernas por donde asomaba su calzoncito blanco?



¿O tal vez cuando estaban acostados durmiendo la siesta y sintió que su excitación era evidente al acercar su cuerpo al de ella como si se acomodara para seguir durmiendo?



Esta situación le pareció excitante y empezó a insinuarse a Jorge, primeramente con la intención de jugar con él y sentía que ese juego le producía una extraña sensación de placer. La situación tan especial de coquetear con su hermano, sin demostrarle abiertamente que le gustaba este juego, como si todo sucedía inocentemente, le pareció excitante. Pero poco a poco la situación fue cambiando y la diversión se convirtió en un irrefrenable deseo de tener sexo con él. Pensaba en el placer que le produciría sentir su virilidad dentro de ella, que la galopara y sacara de ella todos los deseos retenidos. Y se dedicó a poner todo su empeño en lograr que se hermano la penetrara, la hiciera gozar.



Cada vez que podía le daba espectáculos sexuales para despertar en él el mismo deseo que ella sentía por él, abriendo descaradamente sus piernas cuando estaban sentados en la sala de estar, o bien paseándose a contraluz, mostrándole la silueta de su cuerpo bien formado, desnudo bajo el vestido. Incluso hubo oportunidades en que él la "sorprendió" saliendo del baño semidesnuda.



Recordaba divertida la vez en que se subió a una escala para alcanzar el entretecho, donde no había nada que buscar, sabiendo que era observada por él escondido tras una puerta. Estaba segura que en esa oportunidad él se masturbó a su nombre, lo que le produjo un deseo irrefrenable de verlo acabar, con su instrumento disparando semen mientras pensaba en ella como objeto de deseo. Y al no poder observar a su hermano en esas actividades, optó por ir a su dormitorio y dedicarse a acariciar su propio sexo hasta lograr un derrame prolongado que aumentó más aún sus ansias de ser penetrada por su hermano.



Jorge tenía dos años más que ella, que ya había cumplido los dieciocho años. Pero Jorge, con sus veinte años, era tímido y no se había atrevido a iniciar ningún tipo de intento. Y es lógico, pues todo lo que Claudia hacía parecía ser inocente, sin ninguna intención.



Pero hoy la situación había sido diferente, pues ella le miró directamente a los ojos, con una sonrisa dibujada en la cara, cuando el entró a la pieza y la vio masajearse por sobre el calzón, suavemente, pasando su lengua entre los labios, en una actitud de deseo evidente. Pero él se dio vuelta y se dirigió a su dormitorio, en el segundo piso, sin decir palabra, completamente perturbado.



Claudia decidió facilitarle el camino a su hermano, al que suponía ya casi listo para sucumbir a sus encantos, para lo cual reanudó su juego íntimo. Empezó a jadear fuertemente mientras seguía tocándose la vulva, con la intención de que sus gemidos llegaran a oídos de Jorge. Se desnudó completamente, abrió sus piernas semi levantadas y comenzó a tocarse los senos para aumentar el gustito que sentía con sus toqueteos en sus partes íntimas.



Se quedó quieta un rato, esperando alguna reacción de parte de su hermano, algún ruido que indicara que entraba al jueguito al que ella le invitaba, pero no sucedió nada. Se quedó desilusionada, con los ojos cerrados, descansando de la agitación que le había producido el masaje a su clítoris e imaginándose lo bien que lo habrían pasado los dos esa noche, completamente solos. Pero parecía que se quedaría con los deseos solamente.



Un ruido la sobresaltó, abrió los ojos y lo vio frente a ella, al pie de la cama: completamente desnudo, con la verga enhiesta, mirándola con unos ojos húmedos de deseo. Había bajado la escala sin que ella lo notase y ahora lo tenía frente a ella, dispuesto a seguir adelante lo que ella había comenzado.



Jorge subió a la cama, mirándola intensamente. Abrió las tapas bajo las cuales ella le esperaba también desnuda, con las piernas juntas y con los brazos tapando sus pechos, devolviéndole la mirada intensamente, con la boca húmeda y abierta de deseo, esperando que él tomara la acción para secundarle.



Le abrió las piernas y le puso su instrumento a la entrada de su vulva, mirándola a los ojos. Ella devolvió su mirada, sin apartar los ojos, intensamente, mientras abría sus piernas, en señal de aceptación.



Ambos seguían mirándose, como si no quisieran interrumpir ese momento, mientras el hundía su espada en el interior de ella y ella adelantaba su cuerpo para recibirla toda.



Empezaron a moverse lentamente, sin dejar de mirarse, acompasadamente, armoniosamente. De pronto Jorge sintió que Claudia estiraba su cuerpo, apretaba sus piernas a su cuerpo y lanzaba un profundo quejido de gozo, sin apartar la mirada de sus ojos. El cuerpo de ella se distendió, las piernas descansaron, pero su mirada seguía tan intensa como en un principio.



El continuaba moviéndose sobre ella lentamente, hundiendo y sacando su herramienta del interior de su hermana, sin apartarle los ojos, como queriendo hundirse en los de ella.



Claudia se sintió renacer y los deseos la impulsaron nuevamente a apretarse al cuerpo de su hermano y sus piernas buscaron su espalda. Jorge sintió que su momento había llegado, pues empezó a secundarla en los movimientos rápidos, en los quejidos y en la mirada. Y ambos llegaron al clímax al unísono.



Después de un momento de silencio, cuando las respiraciones de ambos se hubieron aquietado, el bajó de la cama, salió de la pieza sin mirar atrás y se fue a su dormitorio, calladamente, como había llegado.



Claudia quedó sorprendida. No comprendía como Jorge podía abandonarla sin pronunciar palabra después de un momento tan intenso como el que compartieron.



Lo sucedido entre ambos había avivado más aún en ella los apetitos que sentía por su hermano. Y las dos eyaculaciones que había tenido aumentaron su deseo hacia él.



Se levantó decidida y subió al dormitorio de Jorge, al que encontró desnudo sobre la cama, con los ojos cerrados y masturbándose lentamente.



Su verga se elevaba vigorosa, mientras la mano de él bajaba y subía por su costado. Y el, con los ojos cerrados, emitía quejidos quedos mientras aumentaba la intensidad del masaje.



-¿Necesitas ayuda?



Claudia se acercó a la cama y tomó su verga, la que empezó a masajear suavemente. Al solo toque de su mano, pareció que lo imposible sucedía: la masa de carne se endureció más aún de lo que estaba. Entonces ella acercó su cara al instrumento y abriendo su boca se tragó poco a poco la verga de su hermano.



Jorge se echó hacia atrás, cerró sus ojos y empezó a emitir quejidos que demostraban el gozo que sentía por el trabajo que su hermana le hacía.



Ella se detuvo, apartó su boca de la verga y se subió encima de su hermano de manera de quedar sentada sobre su estómago de frente a él. Cerró los ojos y empezó a sentarse lentamente sobre la verga, la que se fue hundiendo poco a poco en su interior. Cuando hubo entrado hasta la mitad, se levantó hasta que el instrumento volvió a quedar en la entrada de su gruta. Después de una corta pausa, nuevamente se empezó a tragar la verga de él, lentamente, gozando la sensación de sentir como era penetrada por el instrumento de su hermano. Pero nuevamente se levantó, como si no se decidiera aún a que el instrumento de su hermano la penetrara completamente.



Después de un rato de estar suspendida sobre la verga, Claudia abrió los ojos, le miró directamente y se dejó caer bruscamente sobre el pedazo de carne, músculos y sangre, que se hundió completamente mientras ella emitía quejidos cada vez más fuertes.



Echó su pecho sobre el de él y le besó en la boca, sin dejar de moverse, cada vez más rápido. Él abrió su boca y empezaron a darse de lengua, frenéticamente, mientras Jorge se apoderaba de sus senos, manoseándolos fuertemente.



-¿Te gusta como lo hacemos?



-¡Si, es rico! -Respondió finalmente él



-Muévete más, m’hijito rico.



Y él aumentó el ritmo de sus caderas.



-Riiiico, m’hijito, riiiico -decía ella entre lenguas, saboreando las palabras.



-¿Te gusta?



Se atrevió a preguntar él y Claudia comprendió que finalmente se estaba entregando completamente, sin restricciones, como ella deseaba.



-Me encanta tu verga, me gusta que me metas toda tu cosa dentro de mí.



A él no pareció sorprenderle esta explosión de palabras obscenas, limitándose a continuar con su movimiento pelviano y apretando más los senos de ella.



-Siempre quise acostarme contigo, que me encularas, que me tocaras, que me dieras besos con lengua, que me hicieras gozar como lo estoy haciendo.



-Yo también tenía ganas de metértelo, de chupar tu cosita y tus tetas. Eres muy rica, m’hijita.



-¿Quieres chuparme el chorito?



-Si, y que tú me chupes mi cosa.



Y ella bajó de encima de él para situar su boca sobre su verga, poniendo su sexo en la cara de él, que se apoderó inmediatamente de su conejito, como un sediento a un vaso de agua.



Ella bajaba y subía su boca en el instrumento de su hermano, mientras éste metía su lengua al interior de ella, hasta alcanzar su clítoris.



-Hmmmmm, rico -decía ella entre chupada y chupada.



Y el respondía -qué cosa más rica, m’hijita



Cuando sintieron que el clímax se aproximaba, se separaron y ella se acostó para que él la penetrara como la primera vez, en su pieza, a lo que él accedió de inmediato, abriendo sus piernas y empujándole el instrumento profundamente, hasta perderse en la vulva de su hermana.



-Qué rica eres m’hijita



-Y tú lo haces delicioso, hermanito.



-¿Sientes cómo te lo meto, hermanita?



-Me llega hasta el final, Jorge



-Claudia, Claudia, es rico hacerlo contigo



-Ayyyyy, m’hijito, ya me viene



-Sí, m’hijita, a mí también



-Riiiiico hermanitoo, riiiico



-M’hijita rica, m’hijita rica, hermanita



Y nuevamente acabaron ambos al mismo tiempo. Y quedaron un largo rato en la misma posición, él con su verga en el interior de ella y ella con el semen escurriendo entre sus piernas.



-¿Sabías que siempre me gustaste?



-Tú también, por eso te di los espectáculos que te daba, tontito.



-¿En serio? Y yo que me hice la paja a tu nombre por lo menos una docena de veces, pensando en tus calzones, en tu cosita y en tus tetas, sin saber que tú también querías hacerlo conmigo.



-Entonces, ¿por qué te demoraste tanto en decidirte?



-Es que pensé que tú querías hacerlo con Víctor, que es casi de tu edad.



-¿De dónde sacaste eso?



-Es que como él anda siempre tras tuyo, pensé que era porque habría algo entre los dos.



-Hmmm interesante, -pensó ella para sí.



-No nada, si sólo me interesas tú.



Y mientras hablaban, ella movía suavemente su pelvis, en rotación, para darle un movimiento circular a su vulva sobre la verga de su hermano, que empezó a responder lentamente, hasta quedar nuevamente en condiciones de enfrentar otra batalla.



Claudia empezó a moverse frenéticamente debajo de su hermano, acicateada por la idea de que podría tener sexo también con su hermano menor, lo que la puso más caliente aún.



Ahora era Víctor el que la tenía ensartada, que le metía la verga hasta el fondo en su interior, hasta golpear su clítoris. Era a su hermano menor a quien estaba cabalgando, al que le hundía y sacaba la chucha de su verga.



Enloquecida por sus pensamientos lujuriosos, se salió de la posición en que estaban y se puso en cuatro pies, haciendo señas a Jorge para que se pusiera detrás. El obedeció de inmediato y cual una pareja de perros él la montó, pero ella se adelantó y tomó su verga, la que dirigió a su culo.



El comprendió lo que ella quería y empezó a empujar suavemente, pero la calentura de su hermana era tan grande que se echó hacia atrás y logró que le penetrara hasta la mitad del instrumento de su hermano, el cual empujó y logró penetrar lo que restaba de su verga.



Jorge se echó encima de ella y se apoderó de sus senos, tomando uno en cada mano, mientras empujaba su palo en el interior del culo de Claudia, que movía su cuerpo enloquecida, pensando que era penetrada por su otro hermano.



-Métemelo todo, m’hijito



-Toma, toma, toma



-Uuuuyyyy, que riiiiiiiico



-Comételo todo, m’hijita rica



-¿Te gusta mi culo, m’hijito?



-Es rico, m’hijita. ¿Te gusta mi pico?



-Siiiiiiiii, es riiiiicooo, riiiiicooo, aaaayyyyy



-Toma, toma, tomaaaaa



Fue tanta la fuerza con que acabaron, que Claudia se hundió en la cama y Jorge quedó encima de ella, con la verga hundida en el culo de su hermana.


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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