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Categoría: Confesiones

CLASE DE EQUITACION

Era verano, ya habían terminado los exámenes en la universidad y estaba pendiente de recibir las calificaciones, para aprovechar el tiempo, habían desarrollado una serie de cursos como windsurf, buceo y equitación.
Por cierto, perdonad, todavía no me he presentado, me llamo Blanca, hago honor a mi nombre, ya que tengo mi piel de ese color y suave como la seda, no es falsa modestia, la naturaleza me ha recompensado muy bien físicamente, soy todo lo que una mujer puede desear, unas curvas de infarto en un metro setenta y siete, unas medidas de locura y una larga melena rubia, que me llega casi hasta la cintura. Para colmo de fortuna mis padres están podridos de dinero, con lo cual no me falta de nada, o casi de nada.
La verdad en que en la universidad donde estudio, derecho, por supuesto, esta llena de pijos ego centristas, personas las cuales no me suelen interesar lo más mínimo.
Como os iba contando para matar el tiempo hasta la finalización del curso y entrega de actas me apunte al curso de equitación. El primer día el profesor, un hombre guapo, moreno y excesivamente musculoso para lo que yo veía en mi facultad, me ayudo muy galante a subir en mi montura, un bello caballo árabe con una hermosa crin, depositando mi bota en el estribo y dándome un leve empujón en mis redondeadas nalgas, lo que hizo que me ruborizara. Cuando se lo conté a mis amigas me dijeron que no tenía nada que hacer, puesto que sus inclinaciones sexuales eran hacia su propio sexo. No podía imaginar como semejante adonis no estuviera hecho para amarnos a nosotras, así que decidí recuperarlo para nuestro disfrute.
Al día siguiente, decidí ponerme manos a la obra, me puse los ceñidos pantalones bancos de montar con mis botas y una blusa blanca con un ligero sujetador de encaje del mismo color, dejando el escote lo más abierto que podía. Estaba rompedora, de esta no se me iba a escapar, empezamos a cabalgar suavemente, y cuando estábamos acabando la clase, fingí una torcedura de tobillo abalanzándome hacia él.
- Perdona Ricardo – le dije, intentando poner cara de dolor y permitiendo que mis pechos fueran muy visibles a sus ojos, cosa que el ni se digno echarles una miradita.
- Siéntate en ese tronco Blanca, voy a darte un leve masaje y veré si te has hecho un esguince- No si además de guapo iba también a ser doctor.
Me quitó la bota, cogió con suavidad mis calcetines y los retiro como si de una gasa se tratara, muy suavemente, a continuación me dio unos leves giros y comprobó mi tobillo concienzudamente, mientras me explicó que estaba estudiando quinto de medicina y que necesitaba dar las clases para pagarse los estudios, eso me encanto un hombre que tenía claro sus objetivos y luchaba para conseguirlos, como yo, mi objetivo era él y esta tarde iba a ser mío como fuera.
Me puse otra vez la bota, y nos dirigimos a los establos a dejar mi corcel, iba cogida de su brazo, y en ese momento, comenzaron los aspersores del césped a regarlo, mojándonos de camino a las caballerizas.
Cuando llegamos, estábamos solos y empapados, ya que fingí que no podía correr, tenía la blusa pegada a mi piel dejando entrever mi esbelta figura.
Dejamos el caballo, le despojamos de su silla y Ricardo me indicó.
- Ven vamos a mi despacho, allí tengo un baño y podrás secarte con una toalla- accedí encantada, esta era mi oportunidad.
Una vez dentro, me indico el cuarto de baño, me despoje de toda mi ropa y botas salvo de mis tanga, y colocándome su albornoz salí del baño, le entregué la ropa para que la tendiera, me acerque a él lo mas seductora que pude le di un beso en señal de agradecimiento, lo que le ruborizó.
Me senté en su sofá, y decidí ir al ataque.
- Ricardo. ¿Por qué no me das otro masaje en el pie con algún ungüento?
- Esta bien, estira la pierna- no solo eso, la estiré y a medida que me iba masajeando el pie mis piernas se fueron abriendo más y más permitiendo que tuviera delante de sus ojos, mi cuevita, guardada por mis braguitas.

Acerqué mis labios a los suyos y le di un apasionado beso, que él no dudo en responder, se incorporo un poco, permaneciendo todavía de rodillas y me desanudó el cinturón de su albornoz, abriéndolo y admirando todo mi cuerpo, comenzó a besarme la barriguita, subiendo hacía mis pechos desnudos, y antes de alcanzarlos basándome alrededor de mi rajita moviendo juguetonamente sus dedos y desplazando mis minúsculas braguitas sin llegar a besarme en mi monte, continuó besando, lamiendo, jugando y mordiendo mis pechos, mis pezones estaban duros y mi cuerpo temblaba embriagado, de repente, introdujo cuidadosamente un dedo dentro de mí, al principio me sobresaltó, pero estaba ya tan húmeda, que no encontró obstáculo a su paso, mientras con su lengua iba lamiendo y besando mi clítoris, es sofá se me hacia pequeño, tenía espasmos de placer y alcancé mi primer orgasmo, me besó muy apasionadamente mientras sus dedos quedaban prisioneros de mi celda, a cada latigazo de placer.
Acto seguido, me despojó de mis braguitas, se quitó la camiseta, tenía su torso forrado de un suave pelo y yo mientras le desabrochaba sus pantalones, apareciendo un enorme pene, que ya estaba reclamando mis caricias, sin darme apenas cuenta, Ricardo me dirigió suavemente la boca hacia él y comencé a hacerlo una buena mamada, era enorme, calida, embriagadora.
-No te olvides que debajo están sus bolas y si no las mimas se pueden enfadar, así que no te dejes ni un milímetro para luego.
Accedí encantada, le lamí los testículos, su pene dedicándole mucha dedicación a su glande, que lo supo agradecer, después me tumbó y comenzó a introducir su miembro dentro de mí, al principio despacio, aunque yo estaba tan húmeda, que no necesitaba tantas delicadezas, sino sentirla dentro de mí en toda su hermosura, caliente y fuerte.
Ricardo comenzó a moverse con mas ritmo, a cada embestida suya me arrancaba gemidos de placer, estaba extasiada, de pronto sentí otra ola de calor y me vino el segundo orgasmo, permanecimos abrazados hasta que exploté totalmente, mi hizo girarme y mostrándole mi culo, me introdujo su pene de nuevo, cada vez entraba más y más. Ricardo entonces, introdujo un dedo en mi culito, no me dolió, al contrario, después introdujo otro y así hasta tres, mi coñito estaba empapado y mi culito pidiendo guerra, nunca lo había hecho por ahí pero esta me parecía la mejor oportunidad.
- Encúlame, fóllame por el culo ya, quiero sentirte en todos mi agujeros.
- Tendré cuidado, no te preocupes- comenzó poco a poco, hasta que me la metió entera.

Continuó metiéndomela hasta dentro, sentía que me desgarraba por dentro, que me partía en dos, pero después de unos momentos estaba disfrutando como una loca. De repente sacó su pene dentro de mí y me regaló en mi boca su simiente, calida, pegajosa y riquísima, desde ese día me hice adicta al semen.
Nos abrazamos, nos duchamos, y ahí comenzó otra vez, mientras nos caía el agua tibia me volvió a penetrar contra los azulejos y esta vez me inundó por dentro, alcancé dos orgasmos más, mis piernas casi no podían soportar mi peso, esta batalla lujuriosa me había dejado sin fuerzas. Pero era una mujer nueva, ni que decir tiene que me hice una buena amazona y que en esos días nos amamos muchas veces y en muy variados escenarios, que ya os relataré.
Datos del Relato
  • Autor: Payasote
  • Código: 8184
  • Fecha: 06-04-2004
  • Categoría: Confesiones
  • Media: 6.39
  • Votos: 54
  • Envios: 6
  • Lecturas: 3574
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