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Cita a ciegas

asaban las 12 de la noche, cuando en una discoteca de ambiente selecto, se arremolinaban “la créme de la créme” junto a la barra para pedir esos cócteles impronunciables.



Al fondo casi en la penumbra, se sentaba él, taciturno, con su whisky de 15 años en la mano, divisando todo el local y analizando al “ganado”. Quizás él iba a ser su cita a ciegas.



Alto, delgado pero fuerte, con unos ojos verdes felinos, se le daba bien el arte de ligar, tenía esa labia y una seguridad especial en sí mismo, que tanto nos gusta a las mujeres.



Pero esa noche no estaba por la labor de cazar, sino más bien de adorar su vaso de whisky y dejar pasar las horas hasta el cierre del local.



De repente, entro ella, esa mujer llamaba la atención, su cabello pelirrojo y su vestido ajustado a un cuerpo esbelto y proporcionado para sus pasados los 40, resultaban no pasar desapercibidos para nadie.



Incluido el chico del fondo de la barra.



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Atravesó la atestada pista de baile hasta llegar a la barra. Su baja estatura le impedía llegar bien, el ruido de fondo de la música le impedía se oyera su petición al camarero.



No le quedó más remedio que auparse sobre la barra semi recostada. Dejando su culo prieto bajo el ceñido vestido como en un escaparate.



– Un tequila Sunrise, por favor.



– ¡Enseguida encanto! -le contesto el camarero cachas, guiñando un ojo a modo de complicidad.



Mientras esperaba se giró para mirar el panorama, no había nada de diferente a su alrededor.



Los moscones de siempre, las chicas glamorosas, la engreída que se subía a un podio para que todo el mundo la mirase para excitación de su ego, los borrachos de turno y los que jugaban al billar al fondo en unos apartados que había.



Su mirada, buscaba algo más, algo que llamará por completo su atención.



Y ahí estaba el muchacho solitario del whisky que levanto su mirada al percatarse de la mirada insolente de ella.



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Pago la consumición una vez el camarero se la sirvió acercándose a él sigilosamente, tanteando el terreno, enviando una sonrisa a modo de bienvenida.



– Hola, me llamo Alma, puedo sentarme aquí.



– Hola, encantado me llamo Iván y rotundamente SI por supuesto, puedes sentarte.



-Sabes, resulta interesante ver a alguien en una discoteca abarrotada buscando un poco de intimidad con su copa. -dijo alma



-Bueno, esta noche he salido pero he decidido me voy a portar bien, ¿sabes?



-¿Así? y eso Iván… ¿Eres un monje o algo así? Aquí hay muchas mujeres que te están escaneando con la mirada, tienes muchas presas que caerían tentadas bajo tus pies.



-No me interesan las presas como tú las llamas, soy un hombre casado



-¡Oh! Qué lástima, pero no estás en el lugar adecuado, entonces.



-¿Solo buscas compañía alcohólica? No me gustaría molestarte en serio.



Dijo ella algo disgustada en sus adentros.



Se sentía enormemente atraída hacía Iván, pero no se lo estaba poniendo nada fácil



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-Tú compañía no me desagrada Alma, cuéntame cosas sobre ti.



– Bueno, yo también estoy casada y hoy me han dado permiso, sabes, tengo la noche libre, y espero aprovecharla al máximo.



-Pues, tu hombre está loco, si deja suelta a una hembra como tú… yo no lo permitiría…



-¿Ah no? ¿Y qué harías para retenerme en casa?, dime…



-Tenerte muy bien follada si me permites las confianzas…



Eso sonrojo y excito a Alma muchísimo.



– Para no venir a ligar, eres directo chico, esto es acoso y derribo. -¿Otra copa más?



Me está interesando esta conversación en la que el hombre casado y solo de la barra que no quiere ligar, me adula jajajja



Los moscones de alma ya se habían retirado, sabían no tenían nada que hacer. El grupo de amigas de la pista que hizo una apuesta a ver quién se llevaba esa noche al chico solitario, estaban demasiado borrachas y mendigando sexo por cualquier otro extraño.



La jocosa charla acompaño un par de copas más, se notaba había una química más que evidente entre ellos dos, pero ninguno de los dos quería molestar al otro.



Al fin y al cabo en una discoteca no encuentras mucha gente con la que puedas mantener una conversación interesante.



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No tenían más remedio que hablarse muy cerca el uno del otro, al oído, respirando el perfume mutuo, eso excitaba mucho a los dos y el alcohol ya comenzaba a hervir en la sangre.



-Creo debo ir al baño, o me haré pis encima.-Dijo Alma



Al levantarse de su taburete y apartarse de él, pudo notar su mirada lasciva sobre ella.



-Ya sé que te dicho que estoy casado y tú también, pero que tal si te acompaño al baño para que no te pierdas, no me gustaría algún tipo te asaltara por ahí… jaja



-De acuerdo, vente conmigo, pero, ¿acaso, te ha contratado mi marido para que vigiles de cerca?



Se dirigieron hacia los baños de la discoteca. En el pasillo que se dirigía a estos había una “fauna” extraña haciendo cola. Alma ni corta ni perezosa paso por delante de varias chicas que se acicalan las tetas frente a los espejos.



Entro en el baño, bajo sus braguitas y se dispuso a hacer pis cuando algo irrumpió empujando la puerta, era Iván.



-Sabes que llevas poniéndome caliente toda la noche, y no voy a dejarte escapar…



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-Pero, ¿qué haces? Esto es el baño de chicas y tú me has dejado claro estabas casado y no querías nada conmigo, ni con nadie.



Pues te equivocas, si crees que voy a desaprovechar esta oportunidad. Sé de sobras que tú también lo estás deseando. Dijo fanfarroneando.



Para que engañarse, allí estaba a un palmo de la cara de él, con las braguitas bajadas y el vestido subido hasta la cintura, cachonda y húmeda ante la situación. Se dejó llevar…



Iván la volteo de manera que sus manos estaban apoyadas en la pared del minúsculo baño y acariciando sus muslos puso uno sobre la taza del baño.



La penetro con su erecta polla sin avisar, mordiendo cada centímetro de su largo cuello, y jadeando en su oído.



Fue un gran polvazo. Un “aquí te pillo aquí te mato” en todo su esplendor, terminaron entre jadeos en una corrida mutua, poco les importaba les oyeran afuera con el volumen de la música…



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De repente fueron sorprendidos por el guardia de seguridad aporreando la puerta. No parecía los invitaba a salir amablemente.



Se vistieron rápido y entre risas, salieron corriendo cogidos de la mano por la discoteca, sorteando a la gente que aún bailaba. Subieron las escaleras que les llevaba a la calle y allí fuera se besaron como si no hubiera mañana con sus lenguas entrelazadas.



-¿Quieres acompañarme a mi casa?- dijo Alma a Iván.



-Está bien.- dijo él, dirigiéndose hasta su coche.



Condujo hasta la dirección que ella le dio, mientras reían sin parar comentando la jugada y la cara con la que se había quedado el policía de seguridad de la discoteca.



Una vez en la puerta, nada más entrar, Iván volvía a estar empalmado y listo para continuar con el festival erótico.



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Se arrancaron la ropa, mientras no dejaban de besarse, el se postró ante ella y lamió su clítoris como un perro muerto de sed y una vez consiguió que ella se corriera de nuevo.



Esta vez en su cara, la cogió en brazos y la llevó hasta el dormitorio.



Decidieron añadirle más picante al asunto sacando una vieja cámara de vídeo para filmar su propia película. Uno de esos vídeos caseros de porno amateur, que acaban olvidados en el fondo de algún cajón.



Fue una noche memorable de sexo, estuvieron follando hasta casi el amanecer, hasta caer extenuados y dormidos el uno junto al otro sin ningún remordimiento ni nervios.



Al fin y al cabo nadie les esperaba en ninguna parte, era verdad que estaban casados, pero entre ellos. De vez en cuando jugaban a ser desconocidos, cambiaban de rol, falseando sus nombres, como en un relato caliente de parejas que se encuentran en lugares públicos y follan como locos.


Datos del Relato
  • Categoría: Hetero
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