Arrodillado frente a ella se apretaba febrilmente contra su vientre. Enlazado a su cintura la apretaba a sí. Ella balanceaba rítmicamente sus caderas contra su pecho y el roce enviaba por todo su cuerpo exquisitas sensaciones. Él temblaba bajo su abrazo. Tenía su boca hecha un Sahara justo a pocos centímetros de su oasis. Mas aún no osaba beber. Había esperado eternamente por este momento, sin embargo no recorría esa minúscula distancia que le separaba del objeto de su deseo. Hundía la cara en su regazo aspirando con fuerza su fragancia entre salada y dulzona y al mismo tiempo con vestigios de mar. El vello cerca de su cara le tentaba con fuerza tal que dolía. Al fin decide recorrer esa pequeñísima distancia y cierra sus ojos.

Por instinto entreabre su boca deslizando la lengua por a lo largo de su ranura resbalosamente suave. Un gemido acompañado de un escalofrío se escapa en el acto. Continúa adentrando su lengua más profundo. Una enronquecida voz apenas balbucea un "no", indicando que llegó allí, a donde deseaba. Con sus labios separa los otros que escurren un líquido transparente, viscoso, cual chorrillo deseoso. En su búsqueda se topa con esa fruta madura y su lengua le acaricia mientras sus labios lo aprisionan. A sus oídos llega un lejano grito, pero él solo piensa en lo que siente entre sus labios: rígido, caliente, dulce... Pero es un tipo de dulce que carece de "esa" pizca de sal. Succiona en búsqueda de ese sabor que ansía y apenas percibe cómo un cuerpo se sacude contra su cabeza. El placer es tan intenso que, en medio de sus piernas, otra parte del cuerpo reclama su atención. Le ignora apretando su boca contra su descubrimiento que crece descomunal entre sus labios.

Le mide con la lengua y se deleita chupándole, cual fruto maduro, jugoso, pulposo. Aferrándose a él escucha los gruñidos que provienen de ella. Y asiéndolo entre sus labios y sus dientes para no dejarle escapar, esa pizca de sal brotó en su boca junto con leve amargor mientras un cuerpo se convulsionaba con violencia entre sus brazos. Con cada convulsión, esa parte entre sus piernas lastimaba hasta el punto del dolor. Separó su boca para asestarle el golpe final. Forzó su entrada y pensó que estallaría al sentir la tibieza y la presión de su interior mullidamente resbaloso. Se detuvo unos instantes a tomar bocanadas de aire y exigir a su miembro más tiempo, pero el lento y acompasado ritmo que comenzó a bailar en sus caderas desplazó de su mente esa intención al subirle por su vientre y verga, espasmos de éxtasis. Se oyó a sí mismo gritar y cubrieron su boca con otra justo antes de que ambas cabezas estallaran: una en brillantes estrellitas de colores, la otra en ríos de caliente semen que desbordaron sus adentros, escurriéndose entre sus piernas.

Desplomándose sobre ella comenzó a sollozar de felicidad. Sus sollozos fueron acallados por unos besos largos, profundos, intensos... y justo cuando sus sollozos fueron cediendo y comenzaba a experimentar paz... esa parte de su cuerpo saltó de su descanso exigiéndole más...