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Chipendale

Chipendale

En la Cd. de México, muy cerca de Liverpool Insurgentes hay un centro nocturno que se llama Chipendale. Convoca sólo a mujeres porque el show que presenta exhibe bellezas masculinas: hombres jóvenes y no tan jóvenes entrenados para bailar, desnudarse y excitar a las mujeres a través de danzas eróticas, palabras, besos y tocaditas que ellas consienten gustosas porque es parte de la diversión. Al filo de las diez de la noche, la mayoría en sus propios automóviles, llegan las damas en pequeños grupos. Son recibidas en el estacionamiento por hombres jóvenes escogidos entre atletas que frecuentan gimnasios de fisicoculturismo: Bien hechos, guapos, limpios, vestidos con pantalones ajustados y playeras que permiten destacar los atributos físicos. Ahí mismo, antes de entrar, empiezan los estímulos. Los muchachos esperan una propina, así que se muestran amables, sonrientes serviciales y complacientes con las féminas nerviosas, a la expectativa de emociones y sorpresas. Ellas bromean con los chicos, los piropean, los besan amistosamente y aprovechan para aspirar lo más profundamente posible las fragancias que adornan la belleza viril.. Mmmm qué rico hueles. ¿Cómo te llamas?.. -Jorge Aponte, señora, para servir a usted. ¿Aponte?, que apellido tan sugerente. Y si te digo Ponte, ¿qué haces?.. -Lo que usted me pida señora, estoy para servirle.- Gracias, qué lindo. Y siguen su camino al interior del establecimiento.
El lugar no es muy grande. Hay un pequeño Holl de acceso y escaleras que conducen al recibidor en donde cada visitante compra su respectivo boleto de entrada. La decoración abunda en motivos incitantes: Las estrellas del show exhiben su musculatura simétrica y abundante, cubiertos acaso con mínimos taparrabos que ocultan pero no disimulan los abultados genitales . Las expresiones del rostro invitan deliberadamente a vivir una aventura inolvidable. Sonríen con malicia mostrando los dientes blancos y perfectos. Miran con estudiada mirada para dejar en la fotografía la imagen de una promesa.
Algunas mujeres entran sorprendidas de su propio atrevimiento. En el interior son atendidas por meseros con el torso y la espalda descubiertos. Visten pantalones ajustados y al cuello un moño para dar el efecto de sobriedad y elegancia. Son muy atentos especialmente con las primeras clientes, las cuales pueden escoger entre una docena de mesas no reservadas, aquella en la que consideran que podrá darles una mejor panorámica del espectáculo. Se les explica que el pago incluye “barra libre” es decir: pueden solicitar sin costo bebidas nacionales anotadas en una lista que se les presenta. Cualquier bebida no incluida ahí, se cargará a la cuenta. También se cargará a la cuenta el costo del show si se solicita en privado para la mesa y en particular para alguna de las comensales. Para este fin se reparten papelitos que se entregarán al chico que venda el show.
En pocos minutos se llena el pequeño salón. Las mujeres llegan en grupos de cuatro o cinco. Algunas se dan cita para celebrar una despedida de soltera y entonces demandan una mesa para diez o más. Se escuchan risitas nerviosas, comentarios insustanciales que sólo buscan favorecer el relax. Chistes, bromas intercambio de ideas y alguna bebida sirven para abrir la mente y disponer la receptividad para la diversión “caliente”.
A las 11 P.M. en punto comienza el show. La música de entrada llama la atención de las asistentes que a esas alturas ya han bebido por lo menos un par de tragos. El maestro de ceremonias es un hombre de aproximadamente cuarenta años. Supremamente atractivo, bien vestido, sonriente. El reflector lo enfoca y empieza a hablar.
-Estimadas damitas muy buenas noches, sean ustedes bienvenidas a Chipendale que es en la Cd. de México el único centro de diversión nocturna pensado exclusivamente para damas. Me gustaría saber qué celebran hoy: Cumpleaños, despedida de soltera, ascenso en el empleo o regreso a la soltería. A ver, por acá ¿qué celebran?.
-¡Despedida de soltera!
¿Quién se casa?.
Varias mujeres del grupo corearon el nombre de la muchacha casadera.
¡Esther!, ¡Esther!. Sigue el locutor.
A propósito de despedidas de soltera, yo conozco a una dama que viene a Chipendale sólo en dos ocasiones: Cuando se despide de soltera y cuando se despide de casada. La broma rescató algunas risitas. ¡Ah! pero hay otra que conozco que también viene en dos ocasiones: Cuando cumple años y cuando no. A ver: quiénes más son festejadas. ¿Por acá?. Cumpleaños. ¿Más allá?. Ascenso de la jefa. Muy bien, voy a pedir a una de las festejadas que pase al centro de la pista. ¿Quién pasa?. No le va a pasar nada. Es sólo un juego. ¿Quién?.
-¡Yo!, dijo una de las chicas, una señora joven, blanca, vestida con un blazer y falda color crema. El conductor preguntó. Cómo lo quiere, ¿por delante? o ¿por detrás?. La señora no hizo preguntas, sin saber de que se trataba el juego, dijo: por detrás. Y se sentó a la expectativa.
La música da entrada a un bailarín con el torso desnudo, los pies también; pero viste un pantalón blanco bombacho que disimula las formas gluteas. Como la invitada dijo “por detrás”, ahí se colocó el hombre e inició sus movimientos “calientes”. Se quitó el pantalón exhibiendo un trasero que arrancó expresiones de júbilo lujurioso entre las asistentes. La breve tanga tapaba apenas el bulto genital. Cuando la invitada intentó voltearse para ver el show, el bailarín se le colocaba detrás como jugando a las escondidillas. La provocaba con movimientos supremamente sensuales, se acercaba mucho a ella por detrás y la tocaba pero no se dejaba ver. Ágilmente se le colocaba en la posición cancelada para la visibilidad de la dama. Ella se desesperaba pues quería ver, pero nunca lo logró porque justo cuando se puso de pie para voltearse, se apagaron las luces y en la oscuridad desapareció el muchacho. La broma arrancó risas en la concurrencia. Cuando pasó otra invitada nuevamente le preguntaron ¿por delante? o ¿por detrás?. Ella dijo: Por delante. y todas rieron. Esta vez apareció un hombre guapísimo, alto como de 1.90 metros, rubio con una tremenda melena, ojos azules aleonados y sonrisa sensual con un matiz de cinismo. Vestía un traje color hueso y zapatos del mismo color. Abajo del saco una playera negra de seda cuello Mao. El hombre bailó vestido delante de la dama sentada y la invitó a formar pareja con él. Ella aceptó gustosa y untaron sus cuerpos, tanto que él pudo sentir los senos erectos de la mujer transportada a un mundo de fantasía erótica. Intensamente estimulada por el rose en el vientre muy cerca del ombligo, de algo duro y caliente, ella cerró los ojos y se dejó ir con el olor, el calor, el rose y algunos susurros dichos levemente al oído. - Eres una mujer sumamente excitante. Hueles bien, luces bien. ¿Y qué más?, dijo ella, estimulándolo para que siguiera en ese tenor de galantería frívola. Bueno, se nota que estás orgullosa de tus senos, son bonitos y los sabes portar. Ella se ruborizó un poco y sonriendo coquetamente dio las gracias. Resollaba como si faltara oxígeno y sudaba, excitada en una fase cercana al delirio.
Caballerosamente el hombre acompañó a la dama a su mesa para iniciar el “verdadero show”. Cambió el ritmo de la música, algo como “matador y “bombo”. Sentado en la silla, el güero se quitó los zapatos y el saco, mismos que entregó a un ayudante. A pie firme, de frente al público retiró la prenda de seda negra y descubrió un torso atlético, muy marcado por el ejercicio en el gimnasio, sin vello y sin mancha y se volteó para mostrar la espalda en triángulo. Hizo varias poses de fisicoculturismo y retiró el pantalón. Se escuchó ¡hooooooo! cuando el hombre mostró las nalgas; sólo un hilo bajaba por la línea entre ambas. Se hacía grueso entre las piernas para tapar los tesoros que se notaban abultados; visibles a intervalos cuando les daba luz o la pose los destacaba para ser codiciados. Las mujeres aplaudían, se mostraban voluntarias para lo que fuese necesario y ofrecían dinero al güero para estimular su generosidad en el retiro de la prenda única que le vestía. El hombre pidió una voluntaria, se ofrecieron diez; escogió una que le pareció la más atrevida y excitada. Subió una muchacha que tenía aspecto de estudiante universitaria. Muy joven; acaso veinte años. Bailó con ella como había hecho con la otra pero más atrevido. La besó en la boca, en el cuello y la oreja, le quitó la blusa e intentó quitarle también el brasier. Ella se negó. ¡No!, dijo alarmada. Entonces él cambió de táctica: le dijo al oído, tan fuerte y claro que se pudo oír en el salón: Te cambio mi tanga por tus pantaletas. La chica llevaba pantalón, quitarse las pantaletas implicaba necesariamente hacer un desnudo. No aceptó. Ruborizada comprendió que había llegado demasiado lejos; pidió su blusa y salió presurosa del escenario. Varias presentes ofrecieron jubilosas sus calzones en prenda de la tanga del rubio, pero él ya estaba en retirada. Apagaron las luces y se anunció al siguiente bailador. Un chico muy joven, bien proporcionado pero más bien delgado y bajo, si lo comparamos con el gigante rubio anterior. Su característica es que se parecía a Michael Jakson y bailaba increíblemente. También se desnudó hasta quedar en tanguita; pero no levantó furor como el otro. A estas alturas, ya se peleaban en las mesas el show del rubio; pero privado, sólo para la mesa y sólo para una de ellas, la cuál tenía la consigna de llevar las pantaletas en la mano por si había “trueque”..
En una de las mesas, muy cerca de la pista departía un grupo de damas; eran cuatro. Festejaban el cumpleaños de una de ellas: Marisol de 38 años; oficinista como tantas señoras que trabajan mucho, ganan poco; pero no tan poco que no puedan permitirse algunos gustos como tomarse unas piñas coladas en Chipendale; viven atrapadas en un mundo de responsabilidades inherentes al trabajo, los hijos y el marido; pero no tantas que no puedan hacerse un espacio de tiempo en la noche, dejar al marido con los niños y contar con la complicidad de una amiga, para inventarse una convivencia “sana” al estilo de las buenas señoras casadas que conquistan cada día su libertad. Marisol no es el estereotipo de mujer bella: es rolliza, blanca, pelo corto; los senos pequeños se confunden con la “llanta” que rodea su abdomen. Las caderas son muy anchas y las nalgas más. Empero la mujer tiene un atractivo sensual que la hace sobresalir en un grupo de damas más jóvenes, mejor proporcionadas y solteras, compañeras de trabajo con quienes compartía esa noche..
El maestro de ceremonias solicitó una voluntaria para pasar a la pista. Las acompañantes presionaron a Marisol para que se ofreciera coreando su alias: !La Güera!, !La Güera! ¡La Güera! Y la Güera se hacía la remolona resistiéndose a pasar. El hombre fue hasta ella, le ofreció su mano para acompañarla pero ante la resistencia le dijo: Güera, ¿Cómo le gustan los hombres?. Marisol reaccionó con alegría. Sus hermosos ojos brillaron regocijados, se abrieron mucho antes de responder: Guapos, serios y que sepan besar. Pues venga conmigo, yo tengo lo que le gusta. La pasó al escenario, la puso cómoda en una lujosa silla y la dejó ahí justo cuando aparecieron seis muchachos musculosos, jóvenes; vistiendo breves chalecos que dejaban pecho y brazos a la vista. Abajo llevaban shorts muy justos, diseñados especialmente para destacar el perfil de las nalgas y el perfil del monte fálico, hinchado por la excitación del momento. Levantaron a la dama la cuál no obstante ser gordita subió fácil con todo y silla a la altura de los hombros de los atletas. La coronaron, la pasearon como reina llevada por sus esclavos y la colocaron en el lugar de honor: un estrado a un metro arriba del piso justo en el centro de la pista. La música tomo un giro africano de percusiones y aliento. Los hombres bailaron, se quitaron el chaleco y el short, exhibiendo debajo unas mini tangas tan pequeñas que no cubrían el vello púbico , ni siquiera “las macanas” que hacían esfuerzos por asomarse a ver a las mujeres furiosas de temperamento que querían ver a los hombres en cueros ¡ya!. Algunas se quitaron las pantaletas y las ofrecían a cambio de las mini tangas. Otras ofrecían dinero; pero los bailarines sólo atendían a la “reina”, la cuál había entendido que los hombres eran sus esclavos y sólo a ella obedecerían. Marisol pidió a uno de ellos “un beso”. El joven la besó en la boca y transmitió su aliento con sabor a menta. Pidió a otro la tanga, el seleccionado subió al estrado, bailó desenfrenado al ritmo de los tambores. En el clímax de la euforia se quitó la minitela y mostró “todo” a la reina, sólo a ella. Alzando los brazos le obsequió la prenda al tiempo que hacía una profunda reverencia enseñando a la clientela el trasero y sus adornos. De inmediato cinco forzudos rodearon al desnudo y lo llevaron atrás del telón y regresaron para obedecer a la soberana, la cuál, presa de la euforia de sentirse poderosa, ordenó a todos que se encueraran y enseñaran “todo” a sus súbditas que pedían “ver” . El grupo danzó hasta casi desfallecer de agotamiento. En un momento los deportistas obedecieron a su reina: bajaron el calzón y desaparecieron en la oscuridad.
El ambiente estaba caldeado. Las mujeres con la pantaleta mojada, los labios resecos, no estaban del todo satisfechas porque no habían podido ver desnudos integrales. Compraban el show privado y pagaban con los papelitos que les dieron al entrar. A la mesa de Marisol se presentó el rubio de los cabellos largos: “Tarzán” le decían. Su encomienda era bailar, tocar, besar y excitar a las damas que para eso habían ido a Chipendale y para eso habían pagado. La Güera Marisol, como festejada de la mesa, fue el centro de atención del divo que le clavó una cínica mirada felina. Se le sentó en las piernas, la envolvió con su larga cabellera, la besó en la boca y le dijo al oído: Me gustas mucho: ¿Qué quieres que te haga esta noche?. Ella respondió: Todo y luego preguntó ¿Qué sabes hacer?. El hombre bailó frenético con movimientos simuladores de una relación sexual. Exhibía el bulto con el pene ostensiblemente erecto y provocaba para que ella lo tocara por encima de la tela. A las demás se los dejaba ver; lo devoraban con la vista; pero se evadía cuando intentaban palparlo. Ellas reían nerviosas, excitadas por el estímulo. ¡Se necesita estar muerta para no excitarse!. Marisol lo tocó, lo acarició y se atrevió a hacer un intento de retiro de la tanga. Él puso la regla: quítamela pero sin meter las manos. Ella entendió. El juego consistía en quitarle la mini con la boca. La “Gordita” se arrodilló; con sus manos se apoderó de las nalgas, pegó la cara al “cañón”, prendió la tela con los dientes y bajó el calzoncito. Apareció un falo hermoso; grande para el gusto de las mujeres, erecto, rosáceo y pelado en la punta; vellos rubios como habían adivinado; testículos colgantes, sin pelo, duros como bellotas por la excitación y disponibles para ser objeto de la curiosidad lujuriosa del grupo y para ser acariciados y besados por la festejada. Una de las muchachas bromeó regocijada: ¡Anaconda! ¡Guaaaaauuuuuuu! Todas en la mesa y en otras cercanas reían con pasión reprimida, levantaban las manos al ritmo de la música coreando el canto atentas a todo lo que hacía y se dejaba hacer. Se escuchaban gritos ¡Quieroooo!. ¡Aprieto papacito!. Marisol tuvo una oportunidad para decirle al oído: Qué bonito lo tienes, me gustaría mucho tenerlo adentro. El hombre besaba su oído y le susurraba: Me gustas mucho, me excitas. Si quieres ahora mismo vamos. Atrás hay cuartos. Ahí podemos hacer el amor y no te cobro nada. Las muchachas acompañantes; más jóvenes, más esbeltas, bien vestidas, con porte y gracia; excitadas al igual que todas no podían atraer la atención de “Tarzán” . Una de ellas le dijo: hazme a mi el show, yo lo quiero. El hombre respondió: Con mucho gusto; pero ahora tengo que vestirme. Van a pasar otros muchachos y enseguida regreso. Cuando “Tarzán” apareció de nuevo, ya estaba trabajando en otra mesa. Ninguna de las acompañantes de Marisol, pudo conseguir que el Güero regresara con ellas. Todas las veces que llamaron a los meseros para pedirlo, les contestaban: con mucho gusto, nada más que se desocupe. Cuando Marisol se levantó para ir al baño, “casualmente” El Melenudo rubio con mirada de león se desocupó para acompañarla y reiterarle su ofrecimiento de hacerle el amor en privado. Ella aceptó pero con la condición de que la tratara como a una reina. Había probado el poder y ya se le estaba haciendo costumbre.
Marisol regresó con su grupo sólo para avisarles que se tardaría un poco. Les explicó lo que ellas ya sabían. Los comentarios eran de envidia. No comprendían cómo una mujer gorda, de más edad, casada, podía inspirar tanto atractivo en un hombre de suprema belleza física, de mirada tan seductora y presumiblemente “experto” en el amor. De todos modos el show seguiría y muchachos disponibles había muchos. Sólo que para conseguirse uno se necesitaba o dinero o un especial atractivo mental, más que físico; además de un atrevimiento más allá de todo lo convencional.
“Tarzán” pidió unos minutos para vestirse otra vez y salió con un atuendo blanco: playera manga larga, pantalón y zapatos muy finos y frescos. Olía MMmmmm rico. Del brazo condujo a su dama a los privados. Él acostumbraba reservar uno para aislarse llegado el momento con la mujer que más le gustara.
Entraron al cuarto, era sobrio pero limpio. Apenas el espacio para una cama, una pequeña cómoda y un banco. Sobre el mueble único, un cenicero y un paquetito de preservativos. Sin baño porque el único era compartido por los usuarios de las otras habitaciones, los cuales a falta de un buen aislamiento, filtraban sus expresiones de pasión y lujuria pero…¿Quién se fija en eso? El objeto único de atención en esas condiciones es la pareja y sus atributos, lo demás ¡No importa!. La mujer atrevida, sabiendo que nadie la vería se prendió del cuello del hombre y lo besó apasionadamente. Lengua con lengua, diente con diente, labio con labio. En segundos, ambos estaban desnudos: Ella dijo: Déjame admirarte. ¡Qué bello eres!. Me encanta tu cuello y tu melena rubia y tus ojos verdes de animal feroz. Gozo tu olor y el tacto suave por tu pecho, tus brazos musculosos y esas maravillosas pompas simétricas, redondas y duras. Déjame “jugar billar” con este precioso “taco” y estas bolas que me vuelven loca. Recuerda que eres mi esclavo. Marisol se soltó el pelo, recreó su vista, su olfato su tacto y su gusto y después pidió a punto del clímax una “ayudadita” oral; pero antes que todo, un condón por si acaso. Ella se acostó boca arriba y abrió las piernas todo lo que pudo. “Tarzán” exhibió la lengua, tomó posición y le dio en la región genital, tres lamidas de “perrito”, y otras tres de “león”. Paralelamente exploró con mano entrenada, la región del punto que llaman G. Ninguna mujer resiste tanto estímulo sin exigir: ¡Métemelo por favor! ¡Urge!, ¡Urge!, ¡Mételo!. El hombre entró. A pesar de la urgencia, tuvo paciencia para meterlo lento y sacarlo dos veces antes de que ella estallara en un alarido que seguro se escuchó en toda la zona de cuartos y más allá.
Los estímulos eróticos que una mujer recibe en Chipendale la dejan en un estado de excitación que sólo pueden bajar una cadena de orgasmos, en pareja o a solas pero muchos. Marisol tuvo tres; pero uno tan fuerte que ella dice que valió por tres. Las otras muchachas, solteras, sin pareja para solucionar una emergencia sexual, acudirán a las caricias solitarias y fantasías que al fin y al cabo liberan de tensión y ayudan a la salud. ¡Salud!.
Datos del Relato
  • Autor: Dany
  • Código: 4729
  • Fecha: 10-10-2003
  • Categoría: Juegos
  • Media: 4.69
  • Votos: 74
  • Envios: 3
  • Lecturas: 2977
  • Valoración:
  •  
Comentarios


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5 comentarios. Página 1 de 1
Maria Isabel
invitado-Maria Isabel 15-02-2004 00:00:00

Quiero felicitarte, por lo bien que esta relatado, con tanto realismo, que una se excita al leerlo. Muy bueno, y ni de que hablar del contenido, perfecto.

Xaby
invitado-Xaby 28-12-2003 00:00:00

Fue uno de los mejores relatos de todos los que he leido... espectacular y creo que le da imnportancia ah las personas de cuerpo rollizo y no muy atrectivo...

cecilia
invitado-cecilia 28-12-2003 00:00:00

Me gustò la manera tan fina, usando una redacción y un buen gusto.

La Naufraga...
invitado-La Naufraga... 28-11-2003 00:00:00

Me parece excelente este relato... por que sera que tus relatos me recuerdan tanto a mis propias vivencias?? Muy bien descripta toda la parsimonia de mujeres salvajes y hombres dispuestos a ellas, lo que en mi pais (Argentina) se denomina comunmente Golden. Ademas, me gusta aquello de que no siempre la mas perfecta modelo es la que se destaca, sino aquella cuyo carisma sea capaz de irradiarse en toda su extension.

CRISTINA
invitado-CRISTINA 17-11-2003 00:00:00

ME ENCANTO ESTE RELATO!...ESTA ESPECTACULAR!, TIENE BUEN GUSTO.... ESTARE PENDIENTE DE MAS RELATOS COMO ESTE

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