Llevaba 2 años con mi novio Luis y faltaban solo tres semanas para celebrar nuestra boda. Todo estaba listo: el banquete, los billetes reservados para el viaje, los invitados ya estaban avisados… Él no era precisamente el hombre de mi vida, pero sí que tenía lo que siempre he buscado, un gran poder político y económico. Además él me amaba y aunque la diferencia de edad era enorme (yo tenía 24 y él 52 años), practicábamos el sexo siempre que podíamos, pero yo siempre acababa fingiendo mis orgasmos.
Por este motivo y para satisfacer mis necesidades sexuales, tenía un amante que me daba todo el placer que deseaba. Él, llamado Julián, era el ayudante de mi futuro marido, casado y con dos hijos, pero no dudaba ni un segundo en disfrutar de mi esbelto cuerpo: 1,65, 52 kg., un trasero alto y duro y unos pechos grandes y firmes que son las delicias de cualquier hombre. Como Luis se pasaba casi todos los días viajando por negocios, Julián y yo teníamos todo el tiempo del mundo para disfrutar el uno del otro, hacíamos el amor de mil formas distintas y en diferentes lugares, aunque a mi particularmente donde mas me gustaba era hacerlo en el despacho de mi prometido, me daba un morbo increíble.
Pues como iba diciendo, justo cuando faltaban tres semanas para la boda, mi novio tuvo que viajar a Alemania y se debía quedar quince días para poder solucionar unos temas pendientes. La misma noche que me dio esta noticia, me hizo el amor como nunca antes lo había hecho, parecía una fiera. Por fin consiguió provocarme un orgasmo real, aunque por lo que me confesó después supe que el mérito no había sido solo suyo, sino de unas pastillas que se había tomado para ayudarle a aguantar más tiempo la erección. A pesar de esa noche, yo seguía pensando en ver a Julián aprovechando el tiempo que iba a estar de viaje; así que a la mañana siguiente, justo cuando se fue Luis, le llamé y quedamos en vernos a mediodía en su despacho, que es cuando los demás empleados salen a almorzar.
Cuando entré en el despacho, él estaba en el sillón esperándome. Al verme entrar, sus ojos se abrieron y me miraron de arriba abajo. Y es que me había puesto deslumbrante, llevaba un vestido rojo semitransparente y unos zapatos altos de tacón que estilizaban mucho más mi figura. Se levantó y se acercó, agarrándome por la cintura me dio un beso con lengua y después siguió besándome por el cuello y por los hombros. Sus manos acariciaban mis nalgas por encima del vestido, hasta que una de ellas me lo levantó pasándola por mis ingles y bajándome el tanguita rojo que llevaba. Cuando sus dedos tocaron mi vagina, mi pasión se disparó y le desnudé completamente, acariciando su enorme miembro erecto. Él también me quitó el vestido y sentándose en el sillón, me atrajo hacia él cogiéndome por la cintura y me senté encima de su pene, metiéndomelo de un tirón. Empecé a cabalgar como una gran jinete, los dos gemíamos como locos pero justo en el momento en que íbamos a llegar al orgasmo, se abrió la puerta del despacho y con un “¿pero que es esto?”, nos interrumpía el sobrino de mi futuro marido que asombrado no dejaba de mirarme sin saber que hacer.
Sin decir nada salió de allí y vistiéndome todo lo rápido que pude, fui tras él para intentar convencerle de que no le contara a nadie lo que acababa de ver. Le alcancé y le rogué que no le dijera nada a su tío, que no estropeara nuestra boda. Él se negaba, decía que su tío debía conocer toda la verdad, que no iba a dejar que me quedara con su fortuna y que viviera engañado. Le volví a suplicar y le dije que le daría lo que quisiera. Entonces preguntó: “¿Me darías lo que te pidiera, fuera lo que fuera?”, a lo que le contesté que sí. Así que sin pensarlo me dijo: “Quiero que me des tu trasero”, vio mi cara de asombro y me volvió a repetir: “Si, quiero que me des tu trasero, quiero cogerte por detrás y hacerte mía; y no sólo una vez, sino siempre que yo quiera vas a tener que estar lista para mí”. Me quedé sin saber que decir, así que él se me acercó y me dijo al oído: “Esta noche te espero en mi casa, sino vas se lo diré”, y se fue.
Se lo comenté a Julián, que me dijo que no tenía mas remedio que hacerlo, sino el escándalo que se iba a armar iba a ser enorme. Él perdería su trabajo y su mujer y sus hijos se enterarían de todo, aunque lo que más me preocupaba era perder el prestigio y el dinero que tanto esfuerzo me había costado tener después todo el tiempo que había tenido que aguantar a ese viejo. Nunca me habían dado por detrás, tenía miedo de que me fuera a doler, pero ahora no podía perderlo todo. No quería. Así que decidí ir.
Por la noche llegué a casa del sobrino de Luis, Jorge, que me estaba esperando. Había puesto música clásica y con una luz tenue en la habitación, servía dos copas de champán. “Sabía que vendrías”, me dijo y me acercó la copa. Me la bebí de un trago mientras él se sentaba en el sofá y me ordenó que me desnudara totalmente. Me quité el vestido negro que llevaba, quedándome en tanga y sujetador negro. Él dijo “todo”, y sin protestar me quité la ropa interior quedando totalmente desnuda.
Jorge se levantó y se acercó mientras se quitaba la camisa. Se notaba a través de sus pantalones que estaba muy excitado, el bulto era enorme. Comenzó a besarme y a masajearme los pechos con fuerza, me agarraba y presionaba con ímpetu; como desesperado. Con respiración entrecortada me decía una y otra vez que me había deseado durante mucho tiempo, que había estado esperando con ansia este momento y que ya no me dejaría escapar.
A pesar de que estaba siendo muy brusco, cada vez me excitaba mucho más. Sus dedos se deslizaban por mi húmeda vagina, entrando y saliendo con facilidad, rozando mi clítoris y haciendo que mis leves suspiros se transformaran en gemidos. De pronto paró, me ordenó que me pusiera de rodillas en el suelo y apoyara la cabeza y mis brazos en el sofá, le obedecí inmediatamente sabiendo lo que ya me esperaba. Él se puso detrás, se bajó los pantalones y los boxers que llevaba, en ese momento pude ver su pene que era mucho más grande que el de Julián, debía medir casi 20 cm. y su grosor hizo que me recorriera un escalofrío por todo mi cuerpo. Solo de pensar que ese palo enorme iba a entrar en mi pequeño y virgen huequito, me echaba a temblar.
Comenzó a acariciarme mis nalgas con sus dos manos, cuando llevó uno de sus dedos a mi orificio y lo introdujo. Di un pequeño grito porque no me lo esperaba y mi ano se contrajo. Él intentó meter otro de sus dedos para dilatarme, pero no lo pudo conseguir. Intentaba relajarme para que fuera menos doloroso, pero no lo lograba. Así que de repente se levantó y se fue, ordenándome que no me moviera.
A los pocos minutos apareció con un pequeño tarro de vaselina, metió ahí su dedo y me lo introdujo en mi ano. Luego se untó un poco en la punta de su miembro y sin más demora, la puso en mi orificio y comenzó a enterrar su enorme pene poco a poco. Yo sentía como se me abría cada vez más y como mi esfínter se contraía al recibir ese cuerpo extraño. En cada contracción, él gemía más fuerte, se notaba que el esfuerzo que tenía que hacer para meter su pene, le daba más placer. De repente, dio un fuerte empujón y me clavó de una vez todo su miembro. Me dolió mucho y grité como nunca, intenté levantarme y salir corriendo de allí, pero él me tenía sujetada por las caderas y al ver que me movía me agarró del pelo, tirando hacia él y me volvió a recordar que no intentara escapar porque se lo contaría todo a su tío. Así que me rendí y él comenzó con sus embestidas. Me enterraba su pene hasta el fondo y lo volvía a sacar cada vez con menos dificultad y más rapidez. Mi agujerito se había dilatado tanto que ya no me dolía y un agradable ardor me inundaba de placer. Además él me acariciaba el clítoris, lo que me provocaba unos gemidos de puro goce.
Pocos minutos después noté por sus gemidos y sus cada vez mas violentas embestidas, que iba a correrse; hasta que oprimiendo todo su cuerpo contra el mío, estalló en mi interior, derramando toda su leche y llegando al mejor orgasmo que había tenido en su vida. Aunque había acabado, seguía pegado a mi tocando mi clítoris por lo que segundos más tardes, terminé en un orgasmo aullando de placer.
Los dos quedamos en silencio, él encima de mí, recuperando la respiración. Luego se levantó y agarrándome de un brazo hizo que me pusiera de pie. Cogió toda mi ropa y de forma muy fría me pidió que me vistiera y me fuera. Lo hice, pero justo antes de salir, me dijo que por ahora no le iba a decir nada a su tío, pero que debía ser buena y estar dispuesta a hacer lo que me pidiera. Sin decir palabra, me largué de su casa.
En la actualidad, estoy casada con Luis, tengo toda su fortuna y poder en mi mano. Aún así, sigo viendo a Julián y cada vez que podemos nos lo montamos en el despacho de mi marido. Por otra parte, su sobrino Jorge me llama en los momentos más inesperados y me pide que vaya a su casa para hacer realidad sus fantasías, cosa que hago con mucho gusto ya que he aprendido nuevas formas de disfrutar del sexo.
Es buenisimo de verdad, que excitante y ademas creo que es verdad lo que cuentas,si no me contestas se lo digo al tio, vale, me gusto mucho