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Yo, un verdadero calentón al extremo ardiente y dueño de una soberbia vergota y unos huevones enormes por demás cargados de leche siempre, me dije:
—A esta despampanante piernuda hermosa, me la voy a rellenar de pija y leche ¡y la voy a tener para divertirme con ella!
Pero ella, decía cosas parecidas:
—Le llegó la hora a este cerdo, de tener que entregarse resignado a mí, para que lo viva ordeñando como a un tambo, y a tener que lamer mis pies ¡y dejarse montar como un caballo siempre por mí!
En dos bandos de chicos y chicas se había jocosamente dividido el colegio para seguir con erótica atención las instancias de aquel insólito desafío, y todos los preliminares de aquella competencia escritora, en la cual una profesora cómplice a tal cuestión, nos haría el dictado que deberíamos ella y yo simultáneamente redactar, sería luego corregido, y se vería quién vencía, y quién, debería "pagar, por ende, la apuesta".
Como ya dije, era yo un estupendo estudiante orgulloso de mis buenísimos resultados en las cuestiones de la ortografía, pero mi hermosa amiga también lo era, y entre los dos existía esa continua pugna de querer ser cada uno, el mejor al respecto.
Ella, una verdadera muchacha lujuriosa a extremos insólitos, vivía fantaseando con la idea de tener a un chico "para sus usos y abusos”, y todas sus amigas reían festejándole esos deseos.
Yo, un calentón como al comienzo explicaba, al plantearse aquella prueba entre los dos, no vi oportunidad mejor, para aprovecharla apoyando la propuesta tan insólita como zafada, que había así sido planteada... ¡por la propia profesora de lenguas!
Por fin ¡llega el gran día! Ella y yo vamos hasta el salón de biblioteca en donde la cochina y hermosa profe nos esperaba con el texto que iría a dictarnos para que lo redactásemos, y la expectativa general, era como una final del mundo allí.
Alguien iría a ganar salvo un empate y el hecho de tener que aceptar el resultado fuese cual fuese, le daba a la cuestión aquel saborcillo vicioso de esa lujuriosidad por demás cochina que la apuesta implicaba.
Y sin más herramientas permitidas que el teclado y el monitor para cada uno, y la profe atentamente vigilándonos al hacernos el dictado, aquella competencia ¡comenzó!
Nos mirábamos de reojo ella y yo riéndonos con maliciosa lujuria amenazante, y yo la imaginaba ya, presa en mis deseos ¡de divertirme morbosamente con su despampanante cuerpazo de diosa! Ella, obviamente, tenía también sus pensamientos acerca de mí.
¡Horas llevó aquel dictado! ¡un texto de más de siete mil palabras, no podía obrar un empate!
Finalizado, todos allí en tensión más que expectante, nos dispusimos a presenciar en el gran monitor central de la pared, la verificación de cada redacción que la profe con máxima transparencia, iba allí junto a todos mirando, así contemplando para detectar la mínima falta.
Aquella redacción transcurría y transcurría, y en ninguno de ambos trabajos, se detectaba falta alguna... la tensión, aumentaba.
Las muchachas reían atentas, y los varones nos mirábamos con ellas, riéndonos también.
Siete mil cuatrocientas palabras, y ya íbamos por las 7399 ¡y no había errores! pero en la última, sí: ¡en la última!, un error en alguno de los dos trabajos:
¿Con “z”? La puta frase final, así terminaba diciendo: "... y allá se divisaban, las chozas y las chocitas". ¡Ay...! Uno de los trabajos estaba con "c" y el otro con "z".
Estalla inmediatamente la discusión, y las risas y ardores crecían al saberse que ya, había un trabajo ganador, y, sobre todo: "un perdedor". La profe sonreía ampliamente en medio de la encendida discusión eufórica.
Los trabajos se confrontaban simultáneamente, pero sin darse a conocer, a quién pertenecía uno y otro.
El error ¿a cuál de los dos pertenecía? Primero, estaba la ¡CORRECCIÓN! y luego, se diría a quién de nosotros pertenecía el trabajo.
—¡Es con "c"!
—¡Que no, es con "z"!
—¡Es con "s"!
—¡Si es con "s", pues que habrá un EMPATE, y ninguno habrá ganado! Eran las discusiones eufóricas allí, mientras la profe, reía sin poder todavía poner el orden y el silencio en aquella alocada bulla en el salón.
Finalmente, la feliz profesora logró el silencio total, y en voz alta preguntó:
—Díganme ¿Es con "z" o con "c"? Y reía.
Otra vez, el bullicio estalló, y la gritería bramaba ya "c" o "z".
Mi contrincante reía junto con otras amigas dándose ya por ganadora, y yo hacía lo mismo seguro de mi acierto también. Y dijo, por fin, la profe:
—Chicos es ¡con "c"! Y de inmediato, pulsando la opción que mostraba los nombres de cada trabajo y que permitía ver quién de los dos estaba acertado, el acierto ¡ay! era para mí cerda y triunfadora amigota!!!
Estallaron los gritos y las carcajadas en el mujererío y mi amigota me miraba con la más grotesca morisqueta sutilmente lujuriosa sacándome la lengua y riéndose, anunciándome con ella ya, mi destino de "esclavitud" hacia ella. La profe, extasiadamente sonreía y me dirigía también, una sutil mueca y guiñadita "compasiva".
Vi a mi amiga alzar bien en alto sus brazos comenzando a hacer una burlona danza triunfal ahí alrededor de mí, y sentí como si dentro de mi ardiente cuerpo un volcán erótico ya comenzara a arder su lava para querer estallar en cualquier momento.
Y como ya estaba establecido que inmediatamente conocido el resultado, quien triunfara tenía ya el derecho de comenzar a "cobrar su premio" según lo dispusiere, mi amigota me ordenó, así con su dedo índice arrollándolo y soltándolo repetidamente, a que fuese con ella a donde iría a llevarme...y debí salir tras ella obediente ¡ayy!
Riéndose, con la más cochina de sus risitas, me conducía mi hermosa amiga hasta un salón abandonado del fondo del cole, donde me encerró con ella haciéndome desnudarme, para comenzar ahí mismo a "divertirse"!
Gozosa se reía haciéndome cosquillas eróticas enloqueciéndome, mientras todo mi cuerpo era ya un fuego total entregado a ella y gemía yo y suspiraba desesperadamente sintiendo esa obligada resignación de tener que cumplir tan humillante cosa, mientras ella reía y me decía socarronamente mientras me manoseaba:
—Burro - burro - burro...asno - asno - asno - buurroo!, haciéndome excitarme todavía más ¡mucho más!
Oímos entonces desde afuera ir llegando a los gritos y risas las demás chicas en eufórico festejo, y haciendo tremendo escándalo burlón hacia mí, nos golpeaban la puerta con golpes tremendos al tiempo que me decían mil cosas que la hacían reír con ganas a mi triunfal amigota puerca.
No demoró mi amiga en hacerme llegar al primer orgasmo, arrancándome una colosal acabada haciéndome saltar la leche a chorros, pajiándome como una desaforada en aquel "bautismo" que era recién, el comienzo de toda una larguísima cadena de una y cien mil cosas que iría a hacerme en más, en cumplimiento de aquella apuesta que con ella, yo había perdido.
Mis gritos y gemidos orgásmicos delataban lo que ahí dentro me estaba pasando, y afuera las chicas eran un estridente coro de carcajadas y gritos totales.
Todo, pero todo aquello que mi cochina amigota decía que iba a hacerme, pues comenzó de ahí en más, a hacérmelo.
Todos los días prácticamente, era yo su objeto teniendo que dejarme hacer cuánto se le antojara hacerme, hasta dejarme como poseído en un loco placer de ser así por ella tan grotescamente sometido y verla y escucharla humillándome con su comicidad excitante.
Hasta un parque íbamos en donde solía montarme desnudo y sobre mis hombros pasear, y yo la llevaba encendido en eroticidades que me hacían estallar en "acabadas de burro" según ella decía, cosa que aumentaba más todavía, el ardor que sabía ella inyectarme.
Lamía sus pies y su anatomía entera, y pasé a ser el juguete de aquella hermosa muchacha que, en aquella prueba, logró sacar..."CERO FALTA"
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