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Cecilia & Jimena: La vieja amiga

Cecila bajó rápidamente a la calle, en medio de la lluvia torrencial, sin paraguas. Lo único que le importaba era conseguir un taxi para ir al aeropuerto. A esa hora estaría llegando un avión que traía a una amiga, que hacía mucho tiempo no veía. Se había confiado por la hora pero sabía que por demorarse en nimiedades llegaría tarde.

Por fin consiguió alguien que la llevara. Mientras viajaba hacia allá recordó rápidamente lo mucho que la quería a Jimena. En la vida hay momentos en los que las amistades tienen momentos muy especiales, específicamente cuando se es joven, ya que después, por muchos motivos, todo se vuelve más complicado. Lo cierto es que Cecilia bendecía profundamente el día en que una amiga del secundario, a la que veía seguido, le comentó que había una página web del colegio al cual iban en la cual las diferentes camadas de egresadas podía ubicar a cada una de las compañeras. Se animó a contactar a muchas de ellas. Pero con Jimena pasaba algo especial. Siempre hubo un cariño especial entre las dos, que hacía que sus miradas fueran algo íntimas. Tuvo la suerte de contactarla y poder retomar la amistad, aunque sea a distancia. Estaba viviendo en Australia y, bueno, las circunstancias de la vida hicieron que vuelva a la Argentina por un tiempo.

Al verla de nuevo, Cecilia no lo podía creer. La reconocía como si el tiempo no hubiera pasado. Jimena la vio, abrió sus abrazos, mostró una generosa sonrisa para que ambas se fundieran en un abrazo entrañable, en medio de lágrimas sentidas. En medio de la excitación de verse otra vez, intercambiaron algunas palabras y luego Cecilia la acompañó hasta el hotel. Ni bien se instaló, ya tenían decidido ir a cenar a manera de festejo. Tan grande era la alegría de Cecilia que se decidió por un restaurante de los buenos, de esos a los que ella raramente iba, salvo en ocasiones especiales.

Jimena era una chica que le faltaba poco llegar a los treinta. Flaca, casi de un metro setenta. Sus pechos operados se notaban mucho. Ella siempre estuvo acomplejada sobre esa parte del cuerpo. Su cabello lucía castaño oscuro, con algunas trencitas, muy sutiles. Era realmente guapa. El tiempo la había favorecido. Cecilia le encantaba los rasgos de mujer que su amiga había obtenido y también le gustaban sus labios de mujer, tan femeninos, gruesos. En esa ocasión vestía un top negro, bien ceñido, con un pantalón rojo, muy chillón, que no llegaban a los talones. Sus sandalias también eran rojas. Cecilia la halagó mucho por la elegancia y por lo bien se veía. Su amiga se lo devolvió, argumentando su respuesta.

Cecilia era una chica también flaca, algo más sexy que ella. De pelo más largo, más oscuro, enmarcaba una cara delgada, pero que dejaban protagonismo a sus ojos, siempre tan encendidos que parecía que lucía sexy todo el día. De pechos grandes, quizás lo mejor de su cuerpo, de cintura normal y de buen trasero, también estaba bien vestida, como para no ser menos que su amiga. Ella lucía un pantalón azul, zapatos negros y camisa del mismo tono que el pantalón, con accesorios plateados y levemente maquillada.

La cena fue de lo más encantadora y entrañable. El tiempo pasó volando para ambas. Lamentaban que la vida las haya distanciado tanto tiempo y prometían no separarse en el futuro.

En un momento, a Cecilia le incomodó que su amiga le mirara los pechos, cada vez que se distraía. Incluso cuando se la quedaba mirando, a Jimena no le importaba que Cecilia se diera cuenta. Le pareció raro. Pasó varias veces. Por su parte, a Jimena le llamaba la atención lo cariñosa que era Cecilia con ella. Se sorprendía del cariño que le profesaba y, además, no estaba segura, pero físicamente se sentía de alguna manera atraída. Después de terminar el postre y de brindar efusivamente, acabaron varias botellas de champagne. Ebrias y festivas terminaron yendo a lo de Cecilia, que vivía con su chico. Llegaron al edificio, abrieron la puerta y abrazadas fueron a tomar el ascensor. Apenas podían mantenerse en pie. Entraron al ascensor. Cecilia pulsó el boton nueve. Y a pocos segundos dijo:

—Dejá de sacar tetas. ¿No ves que me excito?

—Jaja, ¿viste? De perfil lucen mejor. Y mejor que te excites, porque te hace más linda.

Jimena se quedó mirándola. Sus pupilas se pusieron grandes y su boca se humedeció. Mordió su labio inferior con ganas.

El ascensor había llegado al piso destino. Ninguna de las dos abría la puerta. Se miraban mutuamente en medio de un silencio tenso. Cecilia le fue a comer la boca. Se fundieron ambas en plena calentura, besándose y toqueteándose con muchas ganas. Sus manos acariciaban nerviosa y mutuamente sus cinturas, y de allí se escapaban a sus nalgas y de a ratos a sus pechos. Entraron torpemente al departamento, en medio de toqueteos y lenguetazos salvajes hasta cerrar la puerta. Cayeron finalmente fatigadas en la cama de acolchado negro. Una al lado de la otra, acostadas, descansaron. Cecilia rompió el silencio:

—Amaría quedarme dormida en tus pechos.

—Dormite aquí con tu boca abierta.

Cecilia sentía que los ojos de Jimena permanecían clavados en sus pechos. No sabía cuantas veces los había mirado en toda la noche. Continuó:

—Los vas a hipnotizar, Jime, jaja.

—Es que me imagino cositas...

—¿Como por ejemplo?

Desde el living se escuchaba el sonido de la puerta que se cerraba. Cecilia la miró a su amiga y le comentó que había llegado Sergio, el pibe con el que convivía. Al entrar al cuarto, este asumió que no había nadie más que Cecilia, a la que saludó primero, pero al ver a su amiga, terminó saludándola también. No tardó en darse cuenta de que acababan de tener un orgasmo hace muy poco y se le llenaron los ojos de deseo. Después de descalzarse y quitarse su camisa blanca, dejándose los pantalones, se echó a la cama en medio de ellas dos, que lo recibieron cálidamente. Jimena aún conservaba su calentura pese a haber llegado a orgasmos varias veces.

Ambas lo empezaron a mimar suavemente. Cecilia le bajó el cierre para tocar su juguete.

Ahora Cecilia estaba acostada y Sergio encima de ella, apretándole las tetas con ambas manos y moviéndose para adelante y para atrás, con su tronco entre los dos montes voluptuosos que tanto cautivaban a su amiga. Mientras, Jimena miraba atentamente tirada en el sillón de cuero negro, tocándose, con sus pantalones bajos hasta su rodilla y su mano hundida debajo de su bombacha. Cecilia lo agarró de sus piernas, para mejor control y se calentó, pero más se excitó cuando la vio a ella de reojo, gozando. Él la tiene grande y Cecilia le fue comiendo la cabeza roja poco a poco. "Mirá qué grande es. Dos manos mías no alcanzan a cubrirla, ¿ves?".

Jimena seguía mirando, con sus ojos entrecerrados, presa de la más loca calentura. "Chupala" —le ordenó gimiendo. Cecilia sostuvo la pija con ambas manos, mientras le empezó a chupar el glande. "Mirale las venas hinchadas" —comentaba cuando su boca se desocupaba momentáneamente. Él la estaba por acabar. Su tronco estaba muy caliente, sentía su caudal venir. Cecilia preguntó con ganas: "¿Querés que termine en mis tetitas? Cuando viene con mucha lechita como ahora en encanta". "Pero arrodillate y que él se pare y te la tire encima" sugirió suspirando. Mientras él se toca para no perder dureza ni la excitación. Ceci: "¿Estás lista? Ahí viene, ahí viene...." —pronunciaba ansiosa. "Mmmmmmm"

Cecilia tenía ahora el pecho blanco. Jimena estaba tan excitada como su amiga y dirigía la escena. Ahora Cecilia le ordenó que le chupara las tetas llenas de leche, pechos que tanto le obsesionaban a Jimena. "Vení, limpiame" reclama CECI. Y esta vino y por largo rato uso su lengua para higienizarle las zonas al tiempo que se calentaba más.

Jimena dice: "Ahora voy a hacer algo mas, que es puerquito"

—"Hacéme lo que quieras"

Jimena le levantó los bracitos levantados y le lamió la transpiración

—Pero no te vayas de mis tetas.

—Nooo

—Acá te falta limpiarme, en el pezón derecho.

—Mmmmm, qué buenos pezones.

—Lo mejor es cuando están paraditos. cuando estoy calentita como ahora

—Son ricos me dijeron, ¿por qué no probas vos misma?

—Te voy a sacar toda la lechita

—Cuando termines partime mal la boca, baby.

—Te voy a meter la lengua hasta las campanitas. Te voy a tranzar roda, putita.

—Comeme la boca.

—Sí, perra.

—Seguí, seguí, no te detengas.

Él miraba mientras se reponía, hasta que las interrumpió diciendo que le quería romper el orto a Cecilia. Jimena se puso celosa, y su amiga se dio cuenta y le sugirió:

—¿Y por qué no jugás vos, mamita, con la mía?

—Hagamos un 69 y acabemos nosotras.

Cecilia le pidió que se acostara y se abriera de piernas.

—¡Uy! Mirá lo que encontré, un lindo tajito.

—Mmmm, como el tuyo, CECI.

—¡Ops! Está mojadito. Te voy a comer el clítoris, entero.

—¡Sí, sí!

—¡Ahhhhhhhhhh! ¡Qué rico! ¡No me dijiste nada que era así de rico! Mmmmmmm

—¡Mmm! Cómemelo, por favor.

—Te lo como crudo, bebé

—¿Te gusta mi pubis?

—Va, eh. No aguanto más. Voy a acabar. Dale, a toda máquina. Ahhhhh

—mmmmmmmmm si

—aahhhhhhhhhhhh

—ah ah ah ah!!!!!

Cecilia tocó por última vez los labios de la amiga, que ardían de calor y comprobó que Jimena estaba a punto de estallar. Se detuvo un momento para después comerle salvajemente el coño, haciéndola acabar, estallando en mil gemidos inhumanos.

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