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Categoría: Incestos

CDMX Sexo, pecado y crimen – II

Cuando termina la educación preparatoria entre a trabajar a un taller mecánico, así lo decidió mi padre y mi madre y reconozco que nunca me gusto trabajar con grasa, con autos, pero sobretodo el ambiente, tan peculiar que ahí se respiraba, el día que me llevaron era un jueves, me recibió Héctor que era el dueño del taller y me enseñaron lo primero a conocer la herramienta y después conocer, las partes del motor, tomé mucha experiencia (aprendí a desvalijar autos), pero sobretodo lo importante de esta historia es que conocí a su familia a sus hijos de sangre, como a los adoptados y a la otra familia.

Verán Héctor era un hombre moreno de un metro setenta, moreno oscuro, de hecho había sido militar, era un hombre que no tenía el vicio del alcohol, el cigarro, la mariguana, entre otras, pero su gran problema las mujeres guapas, si así es su único vicio que le quitaba mucho dinero, recuerdo a las clientas que llegaban él era el que las atendía, solamente a Beto y a su servidor nos tocaba tratar con los hombres, amenos que un cliente deseara hablar directamente con Héctor.

 

No había pasado más de dos meses, me encontraba debajo de un tráiler sacando una marcha, cuando tuve toda una gran conversación que a continuación les relatare.

– ¡Hola!, Jose Manuel, ¿vas a comer? –

– ¡Si claro!, apoco ya son las dos de la tarde. –

– ¡Así es!, traje tlacoyos, agua de tamarindo y arroz con huevo. –

-Déjame lavarme, para sentarme a comer, ¿vas a acompañarme o ya te vas? –

– ¡ok! Te acompaño.

Me fui corriendo al baño a lavarme las manos y la cara, me senté a comer y empezamos a platicar, hasta que ella inicio a platicar cosas más personales, y no dude en preguntarle su historia de amor con Hector.

-Bueno jose, la onda esta asi.-

Mi madre quedo embarazada de mi a los 15 años, siempre fue una chica muy aventurera, e irresponsable de mí, su pequeña hija, venimos de una familia, no rica pero si vivíamos bien con mis abuelos, con una bella casa tipo colonial, con amplios jardines y todo tipo de comodidades que se puedan imaginar, mi abuela murió después de quedar viuda de mi abuelo a los 56 años, mi madre como hija única se convirtió en la heredera universal de todo.

-Muy bien, ahora entiendo por qué los talleres están grande- conteste.

Cuando yo contaba con 18 años, ya la había visto con una gran cantidad de «novios» y ve a saber tu que mas. Los cuales se quedaban a dormir en su recamara que por cierto estaba junto a la mía, una noche unos ruidos extraños me despertaron de madrugada, eran unos golpes en la pared y unos quejidos profundos que venían del otro lado de la pared, me levante y me dirigí a la recamara de mi madre, la puerta estaba abierta y la luz apagada, solo una tenue luz de luna se colaba por la ventana, lo que vi. Me dejo una honda impresión en mi infantil memoria, allí estaba mi madre trepada sobre un hombre de normal estatura, de cabello y bigote negro con un cuerpo muy musculoso, tomaba a mi madre como una pluma y la levantaba sin ningún esfuerzo, ella se quejaba y sollozaba, pero no veía que quisiera escapar de su tormento según mi pensamiento, aunque se quejaba, parecía disfrutar con su verdugo.

 

Yo le hice la pregunta del millón. – ¿Quién era ese hombre que le hacía eso? –

– ¿Me vas a dejar terminar? – Me respondió, y yo me quede callado.

En eso estaban mis pensamientos cuando de repente escuche su voz como trueno:

– ¡La niña!,¡Héctor párate , vístete y vete!

Mi madre se desprendió de aquel hombre y corrió hacia mí para cerrar la puerta, claro que al salirse de aquel apasionado abrazo, pude distinguir algo entre las piernas del hombre, algo que me hizo fijar la vista, era un pedazo de carne como un pepino enorme que brillaba como con luz propia.
– ¿Qué quieres aquí? –me grito mi madre enojada

– ¡Lárgate a tu cuarto!, no vez que estoy con Héctor. –

– ¿Quién es Héctor? – le pregunte, la mire a los ojos y ella me respondió.

– ¡Él va ser tu padre! Debes de estar feliz –

Sus palabras retumbaron en mi cerebro, mi madre nunca me había comentado que tenía planes de casarse, bueno nunca me comentaba nada, para ella era como una carga, y no se molestaba en fingir, que mi presencia la molestaba.

Me tomo de la mano y me llevo a mi cama, claro que no pude pegar los ojos, de la impresión de ver aquello y por la noticia de mi nuevo padre, como pude me dormí, al día siguiente cuando baje a desayunar, para irme al colegio, los volví a sorprender en acción, pero ahora de manera diferente, vi a mi madre de rodillas delante de Héctor, quien la tenía tomada de la cabeza con ambas manos con un movimiento de vaivén, su enorme torso velludo se agitaba como queriendo explotar mientras unos extraños gemidos escapaban de su boca, tenía los ojos cerrados y al parecer estaba disfrutando al máximo su mamada mañanera, él estaba sentado en el desayunador y solo vestía unos calzoncillos de color negro, mi madre tenía puesto un vestido azul, con su delantal blanco, al verme Hector parada en el pasillo, le dijo algo a mi mami en el oído y ella se levantó de mala gana, vi de nuevo aquella cosa extraña, era como un dedo pero más grande y gordo con la punta más ancha como forma de hongo, él se la guardo en su calzoncillo, pero aquello le hacia una extraña protuberancia que la hacía más llamativa a mis ojos, como pudo se tapó con el mantel, pero yo no le quitaba la vista de encima, quería, deseaba ver aquello que supuse mi mama le daba besitos.

– ¡Buenos días! –me saludo Héctor sonriendo.

Era muy atractivo, tenía los dientes muy blancos, sus ojos eran color almendra con unas pestañas espesas, sus cejas eran negrísimas al igual que su cabello, sus brazos eran enormes, parecían como de gorila por lo velludo, así lo veía yo en mi infantil inocencia.

-Si me imagino- Le conteste yo de forma sarcástica

– ¡Buenos días! ¡Papi! – Le respondí con timidez

– ¿Cómo te llamas? – Me pregunto

Fabiola –le respondí, sin atreverme a verlo a los ojos, sintiendo mi corazón en la garganta.
-Eres una niña muy bonita, me parece que más que tu madre-

– ¡Héctor! – exclamo mi madre -no me el mal influencies, que después se lo va a creer y no va a ver quién la aguante-…

– ¡Pues es verdad!, es muy bonita y cuando este más grande va a traer a más de diez babeando por ella. ¿Te puedo dar un beso pequeño? –

Despacio me acerque a él, quien con una mano me tomo de la cintura y me acerco a él, mi madre estaba de espaldas a nosotros, así que no vio que Héctor con una mano me acaricio el culo levemente, me dio un beso en la mejilla pero muy cerca de mi boquita, aquello me puso más nerviosa, aunque no he de negar que ese primer encuentro con Héctor me provoco mucha alegría, que un adulto se tomara la molestia de hablarme y además darme un beso, era lo máximo para mí metió una mano debajo de mi faldita de cuadros acariciando mis pequeñas nalguitas, sentir sus enormes manos rasposas provoco que la piel se me erizara, un sobresalto hizo que me separara de él.

-Siéntate a desayunar «hijita» – me hablo mi madre sacándome de mis pensamientos, me sorprendió que me llamara hijita, y además que desayunara conmigo pues nunca se levantaba temprano, siempre era mi abuela, quien me atendía en la mañana, bueno todo el día, ya mi madre tenía una agitada «vida social», pero ahí estábamos los tres como una familia «normal».

Como pude tome mi desayuno, esa situación nueva para mi me tenía desconcertada y quería salirme corriendo a tomar mi camino hacia el colegio.

Al correr de los días mi madre me contó, que había conocido a Héctor en un taller mecánico, que él era el dueño, que tenía 30 años, soltero y que se había encariñado con él, por eso lo había invitado a casa, no sé si por esa nueva situación en mi casa mi madre empezó a cambiar su trato hacia mí, ya no era tan enojona, me preguntaba cómo había estado mi día en el colegio y cosas así por el estilo.

-Como veras, Jose, Héctor llego para quedarse y cambiar las cosas para bien de todos. –

– ¡Si, eso veo! – yo le conteste.

Con Hector las cosas eran igual, era un amor en su trato hacia mí, me cargaba en sus hombros cuando salíamos a pasear, me compraba dulces, regalos y siempre me tenia abrazada en el cine, yo ponía mi manita en su pierna y la sentía dura como roca, entre escena y escena le dirigía miradas a su bragueta abultada, mi madre estaba orgullosa de haber atrapado a semejante ejemplar masculino, lo presumía con sus amigas como un trofeo, organizaba carnes asadas en el jardín cuando era verano, para nadar en la alberca y Héctor lucia su anatomía con ajustados trajes de baños que marcaban su paquete, para envidia de las amigas de mi madre, todas se metían al agua para estar jugando y entre juego y juego tratar de manosear a Héctor, quien se dejaba querer, mi madre se hacia la que no veía, pero a mí me daba no sé qué, después entendí que sentía celos, ver que las mujeres se abalanzaban hacia Héctor como para comérselo vivo, aun con la presencia de sus novios o esposos, las muy zorras, recuerdo que un día de esos, cuando ya casi todos se estaban marchando, mi madre salió a despedir a unas amistades, Héctor me llamo a meterme al agua, ya que en casi todo el día no me había metido a la alberca, me lance al agua y el me atrapo con sus fuertes brazos, claro que yo sabía nadar, pero sentirme apoyada en su poderoso pecho, hacia latir mi corazoncito a mil por hora, me pegue a su cuerpo como una calcomanía, mis brazos no podían abarcar su espalda tan enorme, de pronto sentí en mis piernas algo duro y enorme, metí una mano al agua para saber qué era eso tan duro, mi mano sintió un bulto en el cuerpo de Héctor, baje la vista pero la visión no era muy buena, como ya estaba anocheciendo, Héctor solo sonreía divertido, de pronto la luz interior de la alberca se encendió me imagino que fue mi madre desde el interior de la casa.

-¿Sabes nadar? –me pregunto Hector

-Claro-
– ¡Vamos a hacer una competencia! a ver cuál de los dos, aguanta más la respiración debajo del agua, ¿te late? – pregunto con una de sus hermosas sonrisas

-Si papi, juguemos-

-Primero yo –dijo el, metiendo todo su cuerpo al agua.

Como estábamos en una parte no muy profunda del agua, no teníamos necesidad de estar flotando, pero el agua me llegaba al cuello, vi. Su cuerpo como hincado, frente a mí, cuando de pronto sentí sus manos que me tomaban de mis piernas abriéndolas, y una mano acariciando mi conejito por arriba de mi traje de baño, sentí un dedo como queriendo meterse en mi vagina, claro que cerré las piernas inmediatamente asustada, salió Héctor del agua y me dijo, es tu turno, vi. Sus manos haciendo un movimiento extraño en el agua, pero no le di importancia, me sumergí en el agua y quedé frente a él, lo que vi. me dejo sin habla, el muy atrevido se había sacado su pene y lo balanceaba frente a mis ojitos, era enorme y muy grueso, estaba a unos centímetros de mi cara, el movimiento del agua le daba vida propia, no pude resistir más la curiosidad y lo tome con mi manita, lo palpe a todo lo largo y ancho de su tronco, gruesas venas alrededor parecían latir, vi que en la base salían dos bolas llenas de pelos, los tome con ambas manos y me parecieron muy suaves pero pesados, claro que no era el primer pene que veía en mi vida, ya había visto a mis abuelos desnudos y sus partes, pero ver una pene en completa erección, frente a mí, no tenía comparación, así que estuve palpando ese pene enorme que me tenía fuera de sí, cuando la falta de aire me obligo a salir del agua.

– ¡Te gane! – exclamo Héctor y como toda competencia debe tener un premio, quiero mi premio

– ¿Y cuál es el premio? –pregunte

– No es mucho ni es algo imposible de dar es ¡solo Un beso!…

Me acerque a él para darle un beso en la mejilla, pero él me tomo de mi cabeza y me acerco a su boca, metió su lengua dentro de mi boquita como explorándola, me tenía suspendida en el agua, me tomo de la cintura y acercándome a el me restregó su pene mi cuerpo, sus manos acariciaban mis nalguitas encima de mi calzoncito esa acción me dejo en blanco, ya que casi me explota mi corazón, sentí que desfallecía en sus brazos y para no caer abrí las piernas y las puse alrededor de su cintura quedando mi conejito arriba de su verga, casi sentí que me podía levantar con su pene.
-Tramposo, eso no es un beso- le conteste.

– ¡Oye! un momento espérate y ¿qué edad tenías ya en ese momento? – La interrumpí, no quedaba más estaba algo confundido. Pero ella contesto

-Tenía ya 18 recién cumplidos-

-A ok, continua- respondí y ella siguió

Bueno, como pude me solté de su abrazo, Salí del agua y me fui corriendo a mi cuarto, no estaba enojada con él, me gusto, pero sentí que no era bueno, que él, que era el esposo de mi madre, estuviera besándome como si yo fuera mi mami, sentía mi vagina palpitar debajo de mi traje de baño, me asomé por mi ventana y vi. A mi madre y a Héctor en un apasionado abrazo en la alberca vi. que mi madre se balanceaba en el agua abrazada de Héctor, estaban fuera de este mundo, entregados a sus placeres, sin reparar en que una pequeña los estuviera observando, mi madre gemía como la puta que era, pidiendo más verga, sentí una punzada en mi pecho como algo que se rompía, ahora sé que eran celos, celos de mi madre que sentía yo hacia Hector para ella sola, mis ojos se llenaron de lágrimas, me tumbe en mi cama boca abajo y llore de rabia e impotencia, en mi mente infantil, de adolescente quería a Héctor para mi sola, quería su atención, su cariño y además, tener su cuerpo para mi solita, que me tuviera abrazada, que me besara, que me hiciera lo mismo que a mi madre, yo sé que una buena hija no puede tener esos pensamientos, pero en mi eran algo normal, nunca en mi vida alguien se había preocupado tanto por mí, hasta que llego Héctor a nuestras vidas supe lo que era que te dirigieran una sonrisa o un abrazo, aunque ahora se que Héctor no sentía un amor de padre por mí, pero no me importaba lo quería par mi sola, y nada me iba a detener, a partir de ese día Héctor aprovechaba cualquier oportunidad para tocarme el culo, mis piernitas o mi pecho y yo me dejaba manosear gustosa de que un hombre tan guapo, me asediara, los fines de semana el acostumbraba a andar por la casa vestido únicamente en shorts deportivos, sin camisa, y por lo que veían mis ojos, sin ropa interior, porque veía como se le balanceaba su verga cuando caminaba, mostrando orgulloso su cuerpo que sabía despertaba la lujuria de mi madre y de su pequeña hijastra, cuando se sentaba en la sala, yo aprovechaba para sentarme junto a él y disimuladamente acariciar su muslo velludo con mi brazo, claro que él se daba cuenta y se recargaba en el sillón para mostrarme su verga disimuladamente por un lado de la pierna del short, ahí estaba su verga dormida colgando como llamándome, pero yo no me atrevía a tanto, de pronto él tomaba mi mano y la metía por adentro de su ropa, sin que mi madre se diera cuenta, yo se la acariciaba nerviosa pero excitada de tener en mi mano tremenda verga, palpitando en mi manita, sentía mi boca seca, pero no la soltaba.

 

Tuve que volverla a interrumpir, aparte de que no me lo creía, pero tenía que preguntarle:

-Y ¿Qué sentías, no te daba ganas de hacer lo mismo que hacia mi jefe Héctor con tu madre? –

-Hay jose: Ya te dije que no me interrumpas, pero si me masturbaba pensando en el en montármelo-

-¡OK! Disculpa, solo tenía esa duda. Y Fabiola regreso a su relato.

-Bésala –me susurraba Héctor a mis orejas con su voz ronca y varonil.

Yo la soltaba asustada y corría a mi cuarto.

Solo escuchaba la risa de Héctor a mis espaldas.

No me atrevía a dar ese paso, por lo menos no todavía, esa decisión definitiva que me quemaba por dentro y me robaba el sueño, aunque dentro de mí lo deseaba con locura, no me atrevía, cuando me cruzaba con Héctor en la casa, se acariciaba su paquete con lasciva y me mandaba un beso, provocando que me ruborizara, de repente se metía al baño a orinar y no cerraba la puerta, sabiendo que yo lo observaba escondida detrás, se la acariciaba lentamente extendiéndola hacia arriba como si se la quisiera arrancar, yo tragaba saliva de la emoción, lo veía salir de la ducha envuelto con una diminuta toalla enrollada en la cintura, con su verga levantando la toalla como queriendo salirse, entraba a su alcoba y parándose ante el espejo se ponía loción en su pecho velludo, esparciéndola lentamente, sin prisa, sacaba una diminuta tanga blanca de su closet y se la ponía despacio, acomodándose la verga , para que yo viera como la acariciaba, después se ponía un pantalón de mezclilla, pero no se lo abrochaba, dejándome ver su paquete por fuera, cuando se colocaba el cinto hacia un esfuerzo por subir el cierre de su bragueta, yo seguía todo ese procedimiento desde mi lugar, y sabía que el estaba consiente que era observado, era excitante esa complicidad que se había creado entre los dos.

Hasta que un día me hablo y menciono las palabras mágicas.

– ¿Quieres pasar? –me preguntaba con una sonrisa maléfica y de locura.

Pero yo bajaba corriendo con el corazón en la boca, a sentarme a desayunar, cuando lo veía bajando las escaleras mi mirada se dirigía automáticamente a su entrepierna, al sentarse junto a mí, tomaba mi mano y la colocaba en su pene, yo retiraba la mano asustada de que mi mama nos viera, el solo sonreía divertido, escuchar el claxon de mi transporte era una salvación para mí, para salir corriendo de ese lugar tan peligroso pero a la vez tan excitante, tremenda lucha se libraba en mi interior de adolescente pervertida, por un lado quería experimentar lo que mi madre hacía con él, en su alcoba matrimonial y por el otro lado mi conciencia me decía que eso era malo, que desear a mi padrastro no era nada bueno, pero la humedad que sentía en mi vagina, esa comezón en mi pequeña vagina me obligaba a no escuchar mi consciencia.

Un día al llegar a casa no estaba mi madre, solo Héctor me recibió, vestía un pequeño short deportivo de algodón, como siempre sin nada abajo, ese prominente bulto era la causa de la revolución en mi interior, sentí que no podía más, no podía esperar más, ese día pasarían cosas, cosas que me harían ver a Héctor con otros ojos.

Subí a mi recamara y me cambie de ropa, me puse un diminuto short rosa, que dejaba ver mis nalguitas redondas muy ricas, una pequeña blusita de tirantita también rosa, que marcaba mis grandes pezones, recogí mi cabello en una coleta con un listón rojo, fui a la alcoba de mi madre y tome un poco de su perfume, quería estar bonita para Héctor, para lo que fuera a pasar. Baje a la sala, ahí estaba Héctor acostado en un sillón, tome aire y me mentalice.

El bulto del short se le notaba a punto de reventar, me acerqué como una gatita mimosa, y me senté en el suelo a un lado de él, inmediatamente sentí su mano acariciándome la mejilla y el cuello, cerré los ojos disfrutando la caricia, de pronto sentí su mano en mis pechitos por debajo de mi blusita, el primer paso estaba dado ahora era mi turno…que me perdone mi madre, pero quien la manda meter un hombre a nuestra casa y más estando así de divino….

Las manos de Héctor acariciaban mis pechitos suavemente, yo tenía mis ojitos cerrados, disfrutando la caricia de sus enormes manos, cuando lo voltee a ver, tenía sus ojos cerrados con una ligera sonrisa en sus labios, mientras con la otra mano se acariciaba su enorme paquete, alce una mano y puse mi manita debajo de su mano, entre su verga y su mano quedo mi manita atrapada, estaba durísima, palpitaba a mi suave tacto, sin abrir los ojos me dijo que le quitara el short, que aprisionaba su gran pene, tome la prenda por el elástico y lo jale hacia abajo, tarea muy difícil ya que su verga estaba muy erecta, formando una gran carpa, Héctor divertido por mi esfuerzo, levanto su trasero y con una mano jalo el short, su verga salto como un resorte y casi me golpea la cara, seguí quitándole el short, lo quería ver completamente desnudo, claro que no era la primera vez que lo veía en cueros, pero esta vez era diferente, estaba a mi alcance, era para mí solita, para mi uso, goce y disfrute de ambos acaricie sus piernas velludas, eran duras y enormes como de futbolista, sus muslos gruesos parecían dos troncos los cuales aventaban sus enormes huevos hacia fuera, por lo cual su verga se proyectaba más hacia arriba de lo normal, acaricie su abdomen, tenía algo de pancita, que le daba un aire más sensual, su torso completamente forrado de vello remataba en un cuello grueso como de toro, sus brazos membrudos y llenos de venas, a causa del trabajo físico de mecánico, me subí a sus piernas y abriendo mis piernitas me monte como si fuera un corcel, frente a mi quedo ese objeto de placer, debía medir como unos 19 o 20 centímetros de largo y era muy grueso, una extraña curvatura lo inclinaba hacia la izquierda, gruesas venas lo rodeaban, su glande no estaba completamente expuesto, gruesas gotas de líquido pre-seminal lubricaban la punta de su pene, lo tome con ambas manos y no era capaz de abarcarlo en su totalidad, acerque mi nariz a la punta, su fuerte aroma me llego al cerebro, lo acariciaba con deleite y con golosa lentitud, Héctor solo se retorcía acostado en el sillón sin abrir los ojos.

«Bésame preciosa»-me tomo de la cintura y me acerco a su cara, recostándome en su pecho velludo, el sentir el contacto de su piel ardiente con mis peoncitos provocaron que se me pusieran como piedritas, yo le daba pequeños besitos en los labios, su espeso bigote me picaba mi nariz, pero el tomo mi cuello con una mano e introdujo su rasposa lengua en mi boquita hasta mi garganta, abrí los ojos sorprendida por su acción tan cachonda, -«chúpame la lengua» tome su lengua con mi boca y se la succione suavemente, después me pidió que metiera mi lengua en su boca y me la estuvo succionando largo rato, provocando que mi rajita se humedeciera con palpitaciones que retumbaban en mi cabeza, me bajo mi blusita de tirantes poniendo al descubierto mis pequeños pezones de un color rosita claro, se los metió a la boca chupándomelos, yo solo me retorcía en sus brazos, estire mi mano y alcance su verga que no había perdido fuerza, al contrario, abundante liquido pre-seminal escurría por su grueso tronco, haciéndola más apetecible, él se dio cuenta de mi deseo y me pregunto:

– ¿Le quieres dar un besito? -El tono ronco de su voz hizo que me sonrojara, y una tímida risita salió de mi boca, como aprobando su petición.

Como estaba acostado en el sillón de tres plazas, se sentó a lo largo poniendo una pierna a lo largo y la otra pierna flexionada apoyando el pie en el suelo, yo me semi-recoste en el espacio que quedaba libre y tomando la verga de Héctor con ambas manos la acariciaba tímidamente, arrancándole gemidos de placer

-«Chúpala mamita»- Me dijo al oído así que yo continúe.

Saque mi lengüita y la acerque a la punta, le di una ligera lamida, su liquido pre-seminal formo una baba espesa de su verga a mi boca, con un dedo la separe de su pene y me la metí a mi boca para probarlo, era tibio y tenía un sabor a saladito, que no me desagrado, olía a un perfume más fuerte de los que yo estaba acostumbrada, acerque mi boca y le di un beso, en un movimiento involuntario Héctor se retorció de placer, pero no habría los ojos, solo estiro su mano y jalo la piel que cubría su pene, poniendo al descubierto su glande rosado con forma de hongo «métetelo a la boquita», me pidió de nuevo, «pero no me a caber, es enorme» –le respondí- «solo la puntita, bebe, chúpala como su fuera una paleta», procedí a engullir ese capullo de carne caliente, extendí mi boca al máximo y metí un trozo de carne masculina, solo destinada a mi madre, pero que en ese momento era su pequeña hija , quien satisfacía los requerimientos de su hombre, en un movimiento masturba torio levantaba su pelvis hacia arriba y hacia abajo, fallándome por la boca, su miembro me llegaba a la garganta, pero no retrocedí un momento, no me iba a echar para atrás, si era lo que más deseaba desde que vi su verga en la alberca.

La tomaba del tronco y la trataba de acostar hacia su ombligo, pero rebotaba hacia mi rostro balanceándose de un lado a otro, me entretenía jugando con su verga, repitiendo esa acción tan excitante, me la introduje a la boca de nuevo chupándola con frenesí, leves quejidos invadieron la sala, un delicioso olor a sexo adultero entraba por mi nariz y me llegaba a mi cerebro aniquilando cualquier pensamiento moral, solo éramos una hembra y un macho, me tomo de ambas orejas y me jalaba más hacia su miembro para hacer más profunda la mamada, abundante saliva brotaba de mi boca, resbalaba por su tronco y se depositaba en su pubis, «chúpame los huevos», baje a sus testículos peludos y los metí en mi boca uno a uno dándole ligeras chupadas, de pronto se puso de pie, “chúpamela parado eso me calienta aún más, ver a una mamita mamando su primer verga es maravilloso», se puso de pie a un lado del sillón y me pidió que me arrodillara, pero por mi corta estatura no alcanzaba a meterme su verga completamente, solo la cabeza, así que me cargo en sus brazos y me sentó en una esquina del sillón, después él se acercó a mí y colocando una de sus rodilla en el descansa brazo del sillón y el otro pie en el piso formando un 4, apoyo una mano en el respaldo del sillón coloco la otra en mi cabeza y me penetro de nuevo por la boca, fallándome como si fuera una vil zorra , lo tome por la cintura para que no me ahogara de verga, porque sus movimientos de cadera eran muy fuertes y contundentes, mi pequeño cuerpo era completamente ocultado por su enorme anatomía masculina, tomo mis manos y las puso en sus redondas nalgas y las acaricie lentamente, estaban peladitas, inclino su cabeza hacia atrás y solo se oía su respirar agitado, en verdad que lo estaba disfrutando, me estaba follando fuerte por mi pequeña boquita, sus huevos se balanceaban de un lado a otro rozándome la barbilla, mis ojos parecían querer salírseme del tremendo esfuerzo de atragantarme de su enorme verga.

-huffff- huuuuufffffff- que buena eres mamando verga, de verdad- me decía con voz muy agitada -Hhhhhaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhaaaaaaaaaa-
-Hhhhhhhhoooooooooooooooooooommmmmmmmmmmmmoooooooo-

En la habitación solo se escuchaba el chupeteo de mi boca hacia su miembro «chop, chop», que delicia tener semejante pedazo de verga para mi solita, en la sacaba de mi boca y se escuchaba un sonido como al descorchar una botella por la succión que aplicaba a su verga, la retiraba y me veía fijamente a mis ojos, yo lo miraba suplicante pidiéndole más verga, ahora era yo quien lo buscaba y el solo sonreía orgulloso

– ¿Quieres más verga, preciosa?»- Me cuestiono y yo lo miré solo le di un simple

-Si-
– ¿Si, que? –

-«Quiero más verga»-

-«dime; quiero más verga papacito….»-

-«Dame más verga papacito»- Le conteste como el me pidió que se lo pidiera.

-«Aquí esta nenita, toma mi verga, chúpala, que es toda tuya princesa»-

Me daba ligeros golpecitos en mis mejillas con su garrote, yo estaba súper mojadita,
la tome con ambas manos y la dirigí a mi boca sedienta, arrancándole gemidos de placer al macho…
-Hhhuuuuuufffffffffffff, que riiiiccccooooooohhoooooouuuuummmmmmm
-¡Exprímeme el garrote que lo traigo hasta el tope de leche para ti mi pequeña putita!-

¡Así!, asiiiiiiiiiiiiiiiihhiiiiiiiiiiiiii ¡chupa, chupa, ya mero! siguuuueeeeehhhheeeee hufffff!

Saco mi chupón de carne de mi boca y se empezó a masturba en mi cara -«saca tu lengüita preciosa» «ya mero viene tu llleeeeeeeeeeeeeeeccccchhhhitaaaa hhhhhhaaaaaa»-

-¿Cuál lechita? -pensaba- en eso estaban mis inocentes pensamientos cuando de pronto gruesas gotas de un líquido blanquecino salieron disparados de la punta de su verga con tanta potencia que un enorme chorro de semen me tapo un ojo, de tan potente y espeso, los demás chorros fueron a dar a mi cara y cabello, conté casi nueve disparos de leche abundante, solo los últimos dos se depositaron en mi lengua, los probé y su sustancia y sabor hicieron que se me enloquecer mis 5 sentidos, usando su verga como cuchara los recogió de mi rostro y me los metía en la boca, así estuvo juntando sus mocos y metiéndolos a mi boquita, todavía me pidió que se la exprimiera bien.

– ¡sácale hasta la última gota de leche, mi vida! –

Con ambas manos tome ese garrote, y lo fui exprimiendo hasta la punta, sacando una gruesa gota de semen, lo tome directo del envase y lo engullí como vil golosa

-«que linda niña, tan obediente, desde hoy serás mi nena consentida»-

– ¿Qué te salió de la verga? –pregunte intrigada y con el semen escurriendo por mi barbilla
-«es semen, con esa lechita se forman los niños»-

– ¿Voy a tener un niño? -pregunte asustada nunca había tenido pláticas sobre educación sexual

-No preciosa, necesitas que esa lechita te entre aquí-

Me contesto poniendo su mano en mi rajita, que estaba muy mojada de la excitación la cual formaba una mancha sobre mi diminuto short.

-pero no te preocupes, solo eres una beba, cuando seas mayor y tengas novio, puede ser…-
– ¡Pero yo quiero que tú seas mi novio!  -le dije mirándolo a los ojos.
¡Pero yo soy el esposo de tu mama!, respondió Héctor divertido, pero con cierto orgullo en su voz,
-No me importa, quiero que estés siempre conmigo, y mamarte la verga cuando tú quieras…-
-Mira pequeña, podemos ser novios, siempre y cuando tu mami no se entere de lo nuestro, debemos tener cuidado de que no se dé cuenta, solo así podremos ser «noviecitos”-

– ¿Y cuando seamos novios, me vas a meter tu lechita en mi vagina…? –

– ¡ya somos novios! ¿no? –

– Si – -le respondí sonriendo con coquetería, aun con el sabor de su semen en mis labios

-Solo déjame tomar un respiro y horita te hago ver el cielo y las estrellas sin ser de noche je je je, pero para eso debes darme una culpadita, para que se despierte nuestro amiguito– señalando su verga flácida, que colgaba de manera graciosa, aun en ese estado tenía un tamaño respetable, me acerque de nuevo a su polla y la tome con mi boquita, ahora si me cabía la mitad y ya no estaba tan dura, estaba tibia y suavecita, retire su piel que cubría su cabeza y le di unos buenos chupetones, que maravillosa es la juventud masculina, en unos cuantos momentos sentí de nuevo enderezarse la verga de Héctor, llenándome de nuevo el espacio bucal con su portentoso tamaño, -espera nena, tengo que preparar el camino-, me acostó en el sillón, quitándome el diminuto short rosa, después tomo mi calzoncito y colocándoselo en la nariz, aspiro su aroma -«mmmmmhhhhhhhh hueles rico preciosura, a banquete de reyes»- y en verdad que se iba a dar un banquetazo con mi cuerpo virginal, coloco su cabeza entre mis piernitas e introdujo su lengua rasposa en mi rajita dándole pequeñas lamidas, eso me tenía con los ojos en blanco, no quería que se detuviera, lo tome de los cabellos y hundí más su cabeza entre mis piernas, el entendió mi movimiento y metió la punta de su dedo en mi pequeña rajita, salte de la impresión, pero no retrocedió en su caricia, me estaba enloqueciendo y con su lengua acariciaba mi diminuto clítoris, que estaba duro como piedra, «hhhhhhhhhhhhhhooooooooooooooo» «no pareeeeeeeeeeeeeeeesssssssssss hooo»

-Méteme todo el dedo, quiero sentirte dentro- ohhhhhhhhhhhhmmmmmhhh

– ¡no reina, el dedo no, mejor esto! -señalándome su vergota

– Hoy vas a saber lo que es bueno. ¡Te voy a hacer mujercita!»-

Se levantó, masajeando su enorme espada de batalla, que estaba durísima y gorda, desafiando la gravedad.
-esto te va a doler un poco, pero siempre pasa esto la primera vez, pasado la primera parte, me vas a pedir verga a mi o a cualquier macho-

-No Hector, yo solo quiero estar contigo – exclame

Aun no acababa de decir esto, cuando ya tenía la punta de su polla, justo a la entrada de mi rajita, separando mis labios vaginales con su tremenda herramienta, no pude evitar soltar un grito de dolor, por la desigual cúpula, yo una pequeña nenita y el un hombre de treinta y tantos fallándose a una mujer que apenas era legal.

-¡hhhhhhhhhhhhaaaaaaarggggggggggg! – exclame

-¡No Héctor, no sigas! –detente por favooooooooooorrrrrrrrrrrhhhhhhhrrr-

 

-noquiieeeeeeeerooooooooooooooohhoooooggggggggg!—
Era demasiado tarde, ya tenía la cabeza adentro de mi cuevita, en un violento movimiento de cadera, empujo el resto hasta sentir sus testículos en mis nalguitas, sentí que la vista se me nublaba, todo empezó a girar a mí alrededor, caí en un desfallecimiento, no supe de mí.
Cuando recobre el sentido, nada había cambiado, estaba atravesada por la verga de mi padrastro, quien no había dejado de follarme, pero el dolor estaba desapareciendo por lo dilatada que ya estaba, el comprendió y empezó a follarme más rápido, acariciando mis pezones, sus embates hacían rechinar el sillón, poco a poco fue tomando velocidad, ya la sacaba a la mitad y la volvía a meter hasta el fondo, sacándome quejidos que eran de dolor y placer al mismo tiempo, hasta que el dolor desapareció por completo, poniendo al descubierto nuevas sensaciones de las que nunca creí imaginar, cuando sacaba su polla sentía un vació extraño en mi vientre y yo misma me empujaba hacia él, para hacer más profunda la penetración, mis labios vaginales se proyectaban hacia fuera rodeando su verga como un estrecho anillo, por lo distendida que estaba, así estuvimos follando un buen rato, hasta que sentí que me tomo de mis piernas, las levanto colocándolas en su pecho, metió un dedito de mi pie en su boca succionándolo suavemente una corriente eléctrica recorrió mi espalda agitándome sin control, el tomo más velocidad en sus embestidas.
-«hhhhhhhhhhhhhhhaaaaaaaaaaaaaaa chiquita que rica estas, tan apretadita»-

-«hooooo cielos, no quiero terminar nuuuuuunnnnncccaaaaaaaaahhhhh»-

-Te estoy follando perrita tal como lo querías, gozaaaaaaaallllllaaaaaaaaahhaaa-
Sus palabras me calentaron tanto que sentí una erupción en mi interior…

-¡Héctor! –Exclame- siento que hago pipi-

-no bebe, es tu primer orgasmo, no te detengas, báñame la verga de tu néctar preciosa-
Créeme ¡Sentí una deliciosa explosión que me transporto lejos de ahí…al paraíso!

Mis contracciones, apretaban su verga deliciosamente…lo que provoco que no pudiera detener más su eyaculación.

-«yo también ya me ¡vengooooooooooohhoooooooooooooo!……-

Toma pequeña zorra, te llenó de leche..eeeeeeeeeeeeeehhhhh

Su verga descargo su potencia masculina en mi pequeña vagina, retacándome de su semilla, un semen tibio y espeso. Sus palpitaciones las sentí en mi pecho, de tan profundo que me llenaba, se desplomo encima de mí, bañado en sudor, pero con una amplia sonrisa de satisfacción…

– ¿Te gusto? –

-Fue m-a-r-a-v-i-l-l-o-s-o—conteste con un hilo de voz, aturdida por la gran cogida de la que había sido objeto.

Su verga resbalo de mi interior, extrayendo sangre y semen mezclados en una sustancia extraña, Héctor me limpio con un pedazo de papel higiénico húmedo, me puso una pomada anestésica para el dolor, me vistió y me llevo cargada a mi camita, me acostó y me abrigo muy bien, cerré mis ojos satisfecha pero muy cansada, no pensé que hacer el amor agotara tanto…deposito un suave beso en mis labios y se marchó a su recamara…

Una ardiente relación nació a partir de ese día, Héctor se metía a mi recamara a altas horas de la noche, cuando mi madre dormía, me despertaba con su verga erecta metiéndomela en la boca, me follaba como loco, llenando al tope mi vagina de leche, y se marchaba satisfecho de poderse coger a la madre e hija, esto no era de todos los días, pues también tenía que cumplir con mi madre, para no despertar sospechas. Pero esperaba sus visitas nocturnas con ansiedad. Aprovechábamos cualquier ocasión para entregarnos al placer del adulterio, días después estreno mi culito, para pertenecerle por completo, a veces era yo quien me metía cuando él se duchaba y tomando su verga en mi boca le daba sus buenas mamadas hasta que me llenaba la boca de mocos y me iba corriendo a desayunar, ya con mi estómago lleno de leche.

Nuestra relación adúltera, duro el tiempo que mi madre quiso, su hambre de sexo la llevo a ponerle los cuernos a Héctor, con quien nuca se casó, conoció un policía rubio, guapísimo, igual de bien dotado que Héctor, me di cuenta por lo gorda que se veía su bragueta, pero con Luís, que era el nuevo juguete sexual de mi madre, no hubo química para que naciera algo entre los dos, me imagino que él me veía como una niña, a pesar de que puse todo de mi parte para seducirlo, dejando que viera mi vagina depilada, usando faldas más cortitas y sin calzones, pero Luís ni enterado, pensé que todos los hombres eran igual de calientes, afortunadamente no es así, ni hablar, pero yo me daba mis buenas escapadas al taller de Héctor y fallábamos toda la tarde, fuimos amantes y hoy que ya soy mayor, estamos juntos, la diferencia de edades es notoria, pero sigue conservando ese vigor sexual, tan salvaje, que no tengo necesidad de buscar más sexo que el que él me proporciona además que a los 25 años tuve a su primer hijo y después a nuestra niña, mi madre se puso feliz y volvió a hacer las paces con Héctor y esta vez tuvieron un niño un medio hermano para mí como ves Pepe esa es la historia.

Y así continúe en ese taller dure más o menos entre seis y siete meses, hasta que un día en la mañana llegue y el taller estaba cerrado le pregunte a Xavi que había pasado y me dijo que en la noche vinieron los federales y cerraron el local por venta de drogas, yo nunca me lo hubiera imaginado en el tiempo que ahí estuve nunca observe una conducta que me permitiera percatar de la venta de estupefacientes, pero en fin eso explica por qué mi patrón Héctor tenía un Mustang del año y una camioneta mercedes Benz. Después de ese incidente estuve 15 días buscando trabajo y llegue a un almacén de productos farmacéuticos, de belleza entre otros tanos productos, no fui feliz en esa empresa debo de decir que tiene mucho renombre pero son negreros y el ambiente ahí nunca me gusto pero conocí dos de las mejores historias que puedo a ustedes contarles.

“Si Freud centró las cosas en la sexualidad es porque en la sexualidad, el ser parlante balbucea.” 
JACQUES LACAN

No duden en escribirme o contarme sus anecdotas, si fue de su agrado este segundo capitulo de mi libro proximamente disponible en AMAZON  mi correo es amlofuera2021@gmail.com

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 10
  • Votos: 1
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